L.M.
A punto de cumplirse tres años desde que comenzara la pandemia, el gobierno chino continúa llevando a cabo una política muy estricta para mantener las cifras de contagios y de muertes a la baja.
La población china está sometida a medidas muy restrictivas desde el comienzo de la pandemia: rastreos continuos y una inflexible norma por la que la detección de un brote implica, automáticamente, el confinamiento de una ciudad, una fábrica o una comunidad de vecinos.
La actuación del Gobierno ante el COVID ha provocado que los ciudadanos salgan a las calles a manifestarse contra las restricciones impuestas por las autoridades. Estas protestas, iinsólitas en el país, han tenido lugar en las ciudades más importantes del país como Pekín, Shanghái y Wuhan, ciudad donde se originó el brote epidémico.
Estas manifestaciones multitudinarias, cuyo lema ha sido “Queremos libertad, queremos recuperar nuestra vida”, han tenido bastante repercusión tanto dentro como fuera del país puesto que, desde la llegada al poder de Xi Jinping, la represión de la disidencia se ha endurecido provocando que estos movimientos sean poco frecuentes.
El gobierno chino ha puesto en marcha varias medidas como el refuerzo de la presencia policial, para evitar más protestas, en las que varias personas han sido detenidas, entre ellas dos periodistas. Sin embargo, las autoridades locales de algunos territorios del país han optado por relajar las medidas anticovid para frenar nuevas protestas y los enfrentamientos entre los ciudadanos y la policía.