
Miguel Martínez Cuadrado
El pasado 10 de marzo en Bruselas los tres presidentes de las instituciones comunitarias relanzaron para el 9 de mayo, Día de Europa, la Conferencia sobre el Futuro de Europa, prometida en el discurso de apertura de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen en otoño de 2019. Le acompañaban el presidente del Parlamento Europeo y portugués de turno, presidente del Consejo Europeo de Jefes de Estado y de Gobierno.
Se discute sobre si la Conferencia será una segunda edición de la Convención para una nueva reforma de los Tratados (TUE-TFUE) o si se trataría de un debate a gran escala sobre los fundamentos de la UE y su destino más avanzado de Unión política. En definitiva, sin la paralizante Inglaterra, dar los saltos cualificados y progresivos hacia una Federación Europea. Así como el euro fue una declaración de independencia al final del siglo XX, en la tercera década del siglo XXI Europa llegaría a proclamar un Tratado Constitucional en el que tuvieran adecuada configuración competencial la Unión Federal, los Estados miembros , las regiones y las comunidades locales.
La aceleración del tiempo histórico nos formula de nuevo la pregunta de hacia dónde se encamina Europa y por qué senderos de decisiones públicas han de caminar nuestros ciudadanos y dirigentes públicos
El gran destino supranacional avizorado y formulado en los congresos europeos de La Haya a París (CECA) y Roma (Mercado Común), será evocado en los próximos meses por un alto porcentaje de ciudadanos europeos. Casi el 50 por 100 interesados en seguir y participar en los debates del bienio 21-22 según recientes sondeos a escala de los 27. Las devastadoras crisis sanitaria del Covid-19 y económica, desvelan una inquietud masiva para ser partícipes en ese vasto proceso que ha generado la nueva mundialización de la pospandemia.
Antes de 2019 los líderes europeos mantenían la divisa de la presencia de Europa, la Europa comunitaria, en el mundo: 5 por ciento de población, 25 por ciento del comercio mundial, 50 por ciento de solidaridad social en sus Estados de Derecho (la “economía social de mercado”). Estos indicadores de Europa en el contexto mundial variarían sin duda. El divorcio británico, para entrar como semisatélite de la Unión (Suiza, Noruega, Liechtenstein y otros que se postulan para encontrar tratados preferenciales) no reduce el porcentaje de población. La competencia comercial de las Américas, China o Asia, no amenaza por ahora la fuerza del potencial de comercio con sus tratados actuales.
Sobre la dimensión social de la UE es posible que haya cambios importantes a escala mundial. Las elecciones norteamericanas y los estudios avanzados de economistas (el premio Nobel de Economía 2015 Angus Deaton y su colega Anne Case) ponen de manifiesto una fractura en el crecimiento de los Estados Unidos. La población blanca no hispana en los últimos veinte años pierde sus empleos y su situación económica del pasado siglo. Caen en la depresión, el suicidio y la destrucción de la familia. Sin estudios cualificados y por la presión de los ‘lobbies’ médicos, grandes empresas farmaceúticas y afines que impiden un desarrollo en políticas sociales reales, se ven arrastrados a posiciones populistas y fracturistas. China sigue muy atrás en salir de la pobreza de más de la mitad de su población.
Se quiera o no, a pesar de las formales declaraciones de los mandamases de Naciones Unidas y de sus agencias, el modelo europeo de derechos y solidaridad social sigue siendo el más avanzado del mundo.
Sin embargo, el estado de la UE en 2021 es objeto de una preocupación existencial por su propio futuro. A pesar de ciertas coincidencias, la situación de crisis no es semejante a la de 1945 ni a la de la pospandemia de 1918-19. La aceleración del tiempo histórico nos formula de nuevo la pregunta de hacia dónde se encamina Europa y por qué senderos de decisiones públicas han de caminar nuestros ciudadanos y dirigentes públicos. Parece de todo punto descartable que lo acontecido en el bienio 20-21 haya sido un trágico paréntesis pero que en pocos años se retomarán las situaciones anteriores y el mundo continuará girando en torno a los mismos o similares indicadores de 2019.
Por lo pronto, los europeos sí pueden partir de un balance que tome en consideración determinados indicadores y perspectivas de cambio:
1.- La pandemia ha dejado claro que una nueva Europa de la salud requiere recursos y atenciones que la ultima crisis económica de 2008-14 había dejado en un segundo plano. En el plan de reconstrucción adoptado en julio por el Consejo Europeo no ha quedado bien formulado ni el contenido ni el porcentaje que le será atribuido. Ni en el contexto comunitario, ni en los Estados, ni en las regiones y municipios. Este será el primer gran debate del bienio. Y de él debe salir el basamento de esa nueva Europa de la Salud.
2.- Suspensión provisional del Pacto de Estabilidad que afecta a las reglas en vigor dela gobernanza europea en materia de presupuestos, deuda y déficit públicos. La deuda pública ha superado el índice 100 en la Eurozona. El déficit público ha superado el 10 por ciento en Francia, Italia, Bélgica y España (12,2 en este país, el máximo de todos los 27). Hasta dónde marcar los límites de esos excedentes que vienen de los acuerdos derivados del Tratado de Maastricht y del lanzamiento del Euro.
3.- El papel esencial del Banco Central Europeo, garante de la salida de la crisis. Que ha seguido financiando las deudas de los Estados miembros por la compra masiva de las mismas en cantidades muy superiores a las que la Reserva Federal hace en Estados Unidos. El problema está en al menos dos cuestiones. Hasta cuándo seguirá financiando el BCE la crisis y las amenazas sobre el indicador de inflación, que no podría superar en ningún caso el 2 por ciento. Los tipos de interés, afortunadamente en mínimos para los ciudadanos, pueden variar. La responsabilidad comunitaria y el control sobre los gobiernos debe imponerse para que el gasto siga superando niveles de equilibrio y que las próximas generaciones no tengan que enfrentarse en cantidades imposibles a esta pesada herencia de la crisis.
4.- La gran novedad: el salto federativo de la UE en julio de 2020, por los acuerdos del Consejo Europeo de los 27, sin el Reino Unido, que deciden en sesiones memorables de larga duración el Plan de Reconstrucción y Resiliencia de la UE para enfrentarse a la crisis. Con una dotación de 750.000M€, que beneficiará primariamente a Italia, España y Francia, los más afectados por la caída del PIB , del turismo, transportes, hostelería y anejos. Y que consideran la necesidad de subir del uno al dos por ciento (PIB) los presupuestos de la UE. Tanto en el marco plurianual, 2022-2027, como del posible futuro posterior. No cabe duda de que desde la Eurozona, con protagonismo de los cuatro, Alemania, Francia, Italia y España y del nuevo presidente irlandés, los presidentes Draghi, Macron y Sánchez, han acometido el primer bosquejo de prioridades. Draghi con un ejemplar modelo más avanzado que preconiza su conocida tendencia a deudas y consideraciones de largo plazo. Macron con su comisario y grupo para el Plan, confiado a su aliado Beyrou. Sánchez todavía en fase indefinida de alianzas, a pesar de un primer decreto ley controvertido. Con la alta supervisión todavía de Merkel, que no tiene hasta el otoño sucesor en la Cancillería.
5.- Las instituciones comunitarias y la reforma de los Tratados de la Unión tras el Brexit. El calendario del bienio 2022-2023. Las instituciones comunitarias se han mantenido y o evolucionado desde sus orígenes de 1952, Tratado de París hasta el de Lisboa de 2007-10. Pero su consideración básica debe ir acompañada de la evolución de los partidos europeos desde el sufragio universal directo del Parlamento Europeo en 1979 y de la era de Internet con la presencia activa de cada vez mayor número de ciudadanos participantes y opinantes.
Las elecciones en Alemania, Francia (2022), Italia y posiblemente las españolas adelantadas en torno a ese mismo año, llevarán consigo consecuencias en la reconfiguración del panorama previo a las elecciones europeas de 2024. Las presidencias francesa en 2022 y española de 2023 alientan nuevos saltos federativos en el panorama institucional.
6.- Nueva frontera de las relaciones transatlánticas. La salida de Donald Trump ha permitido levantar las tensiones del cuatrienio 16-20 y contemplar un nuevo ciclo que recupere gran parte de la entente salida de la IIGM y mantenida hasta 2016. Iniciativas europeas en torno al principio de multilateridad, cambio climático, control de GAFA y otros ‘lobbies’ mundiales, petróleo, gas, energías renovables, cooperación y refuerzo de instituciones supranacionales de cooperación y seguridad, han vuelto a abrirse en 2021. Y sin embargo se amplían las amenazas a los valores en derechos humanos y principios de la llamada cultura occidental, realizados desde las propias sociedades, universidades y medios del mundo occidental que sustenta las bases educativas transatlánticas entre Europa , las Américas y su legado cultural en gran parte del mundo (Commonwealth, Comunidad Latinoamericana, Comunidad Francesa).
7.- Reconfiguración del orden mundial tras el coronavirus. Si se consideran los indicadores de población, riqueza, renta real personal, conglomerados supranacionales distintos de los Estados nacionales y del sistema de Naciones Unidas y sus Agencias, el siglo XXI parece entrar en un protagonismo en torno a tres grandes sistemas de poder decisorio, fuera de la carrera armamentística y nuclear: Estados Unidos, China y la Unión Europea. Los europeos han tomado buena nota de su creciente fuerza en el contexto mundial. La Unión debe abrir nuevos horizontes más allá de las supervivencias de los Estados miembros para confiar en un futuro mundial de mayores compromisos de cooperación a escala mundial. Y no puede olvidar que su presencia en el mundo de la ciencia, la cultura , el comercio y la búsqueda de la paz en un mundo propenso a las guerras y al escaso respeto a los derechos humanos aprobados en 1948 por la ONU, debe marcar su rumbo en el orden mundial del siglo XX.
Titular de Cátedra de Derecho Constitucional y Comunitario “Jean Monnet”. Miembro de la Comisión Ejecutiva del CFEME. Exdiputado a Cortes por Madrid en la III Legislatura. Ex miembro de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Fue ponente de Política General de la Asamblea del CdE, Estrasburgo, en 1989. Autor y director de la edición ‘Reforma constitucional en la UE y en España’ (25 autores, 1º ed. M. Pons. Madrid, 2019) patrocinado por el CFEME, y del libro ‘La Unión Europea. De la crisis a la Unión federal’, Ed. Escolar y Mayo (Madrid, 2016).