Rodeado de la plana mayor del grupo popular en el Congreso, Mariano Rajoy acudía el pasado lunes a la Cámara baja para declarar en la comisión de investigación sobre el caso kitchen, relativa al uso ilícito de recursos del Ministerio del Interior durante el mandato del PP para sustraer las posibles pruebas del extesorero del partido, Luis Bárcenas, sobre la financiación irregular de la formación conservadora.
Último en comparecer -sólo queda esperar a las conclusiones- el expresidente popular respondió a las preguntas negándolo todo: haber conocido al excomisario Villarejo, que señala al también exjefe del Ejecutivo como máximo responsable de la trama; y haber sabido de la operación de espionaje antes de que la prensa se hiciera eco.
Hasta negó la caja b del PP, acreditada en sendas sentencias judiciales sobre la primera época de la Gürtel y la más reciente, a propósito de los ‘papeles’ de Bárcenas, sobre las obras en la sede.
No le importaron las críticas de los portavoces de la comisión, como Gabriel Rufián (ERC) o Edmundo Bal, llegando a mostrarse displicente con sus señorías.