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Reactivar una economía inclusiva y sostenible

Especial 30 Aniversario

por El Siglo de Europa
8 octubre, 2021
de Los Dossieres
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Los presidentes y responsables de las empresas líderes en nuestro país saben que para superar la pandemia hay que superar primero la crisis económica que ha traído consigo. Para conseguirlo, es necesaria la inversión tanto en salud y educación, como en digitalización y energías renovables. El futuro plantea retos, que venceremos con la ayuda de los fondos Next Generation E.U. y el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno, herramientas imprescindibles para reactivar una economía verde, inclusiva y sostenible.

 

Transición verde y digital

Olga Sánchez

CEO de AXA España

Acaba de ver la luz una encuesta del Grupo AXA sobre Riesgos Futuros realizada a comienzos de verano a un panel de casi 3.500 expertos de todo el mundo, y a la población general de 15 países. Con ella tratamos de tomarle el pulso a los desafíos que van a ocupar y preocupar a los ciudadanos en los próximos 5 o 10 años; y sus conclusiones nos pueden ayudar a prever cómo será la España postcovid.

Para la población española, el riesgo de pandemia y de enfermedades infecciosas se mantiene como su principal preocupación, lo que denota que el descubrimiento y distribución de las vacunas no ha reducido su consideración de peligro futuro. Por otro lado, el 56% de los españoles cree que el proceso de globalización mundial, el profuso movimiento de personas y mercancías, e intercambios comerciales y culturales está teniendo un impacto negativo, ya que contribuye a expandir los riesgos y sus consecuencias. Se trata, junto con Francia (59%), del mayor porcentaje de toda Europa. Los españoles que pensaban así en 2020 eran el 45%.

En cuanto a los niveles de decisión más eficaces para afrontar los desafíos que se nos avecinan, vemos que los españoles, con el 66%, son los europeos que más confían en los acuerdos políticos a nivel mundial. Sin embargo, también somos los europeos que menos confiamos en los acuerdos que se pudieran alcanzar en el seno de la Unión Europea (11%) y a nivel estatal (19%) para resolver los problemas a los que nos enfrentaremos en el futuro más próximo.

En cuanto a mis deseos para el país en el futuro postcovid, en lo que confío (y espero que así sea) es en que sepamos aprovechar la oportunidad sin precedentes que van a suponer las ayudas europeas. Y que España de un salto de gigante como nunca ha dado en su historia reciente. Estoy segura de que nuestro Plan Marshall particular servirá para asegurar una transición verde, para impulsar la transición digital y para reforzar la resiliencia económica y social, que son los ejes sobre los que Bruselas ha pedido a España que pivoten los miles de millones que vamos a recibir. Deseo que logremos el objetivo de emisiones neutras para antes de 2050; que tengamos unas pymes y una Administración completamente digitalizada; y que mejoremos la calidad del empleo y reduzcamos el altísimo paro juvenil.

Finalmente deseo que la pandemia y los eventos catastróficos que estamos viviendo en los últimos tiempos pongan de manifiesto que la prevención y protección es un must, en el que las aseguradoras tenemos un papel activo que jugar; y en el que tenemos que seguir trabajando (con los organismos públicos) para lograr una completa protección social.

 

Sostenibilidad, digitalización e innovación

Antonio Llardén

Presidente de Enagás

Hace un año afirmaba en estas mismas líneas que la única certeza que teníamos de cara al futuro era la incertidumbre, y que bajo ese contexto debíamos operar. A día de hoy, y encarando el último trimestre de 2021 -al que ya consideramos un año de transición- hemos despejado algunas dudas que nos permiten avanzar con mayor seguridad e invitan al optimismo, aunque la incertidumbre sigue siendo la principal certeza.

Una de estas incógnitas era la llegada de la vacunación, y su posterior eficacia. A priori, y con una cifra de inoculación que en España supera el 75 %, parece que vamos por el buen camino. Sin embargo, no debemos olvidar que ante una crisis global como la actual, la universalidad de la vacuna ha de estar asegurada, llegando así a países en vías de desarrollo de la misma forma que lo ha hecho a nuestro continente.

La recuperación económica, y concretamente el “para cuándo” y el “cómo”, era otra de las grandes cuestiones. Sobre cómo ha de producirse esa recuperación, soy de los que piensa que es necesaria una transformación real de la economía española hacia un modelo más sostenible, digital, innovador y con una industria competitiva como motor de empleo.

El proyecto de una Europa, y por ende, una España descarbonizada encaja en este planteamiento y gana posiciones como uno de los principales pilares para la recuperación. Una recuperación que ha de entenderse desde una doble perspectiva: económica y social. Y en la que la inyección de los fondos europeos Next Generation EU podrá ser un balón de oxígeno para la materialización de muchos proyectos que ayudarán a lograr un futuro neutro en carbono.

En este “tablero de juego” nos movemos las compañías energéticas. En Enagás estamos plenamente enfocados en temas que nos preocupan y nos ocupan como el medio ambiente, el empleo y las personas. Como compañía de infraestructuras, contribuimos a que el proceso de descarbonización sea eficaz, eficiente y alineado con la recuperación.

Lo hacemos desde la colaboración entre agentes públicos y privados, con proyectos concretos que fomenten la reactivación de la economía porque sean tractores en toda su cadena de valor, impulsen el desarrollo de la industria española y generen empleo sostenible. Y también que impliquen soluciones tecnológicas innovadoras.

Nuestro compromiso es favorecer el proceso de descarbonización global. Por ello, además de las actuaciones para reducir nuestras propias emisiones y ser una empresa neutra en carbono en 2040, estamos impulsando 55 proyectos de gases renovables —hidrógeno y biometano— en todas las comunidades autónomas y en colaboración con más de 60 socios. Todo ello bajo el paraguas de la transición justa. Ese deseado equilibrio entre la reactivación de la economía y el plano social, que nos permita generar riqueza y empleo sin dejar a nadie atrás.

 

Una experiencia aleccionadora

Antonio Zabalza

Presidente y consejero delegado de Ercros

La Covid-19 ha sido una experiencia aleccionadora. En primer lugar, nos ha mostrado la enorme fragilidad de la economía y de la vida de las personas. De repente, la pandemia nos ha hecho ver lo mucho que antes dábamos por descontado y que ahora se vuelve inalcanzable o muy difícil de conseguir: libertad de movimiento, disponibilidad de bienes y servicios o el mismo contacto humano.

En segundo lugar, nos ha recordado que vivimos en un mundo incierto. Tan incierto que una enfermedad totalmente desconocida se ha apoderado del bienestar y la vida de los habitantes. Y no en un país, sino en todos los países del mundo, por ricos que estos fueran.

Y en tercer lugar, ha puesto de manifiesto que no hay grandes cambios sin efectos redistributivos. La Covid-19 no ha afectado por igual a todas las personas. Los ricos han salido más ricos y los pobres, más pobres. El sector servicios, por ejemplo, en el que el empleo femenino pesa mucho, ha sido el más perjudicado. No es sorprendente, por tanto, que en promedio las mujeres hayan salido más perjudicadas que los hombres.

Las implicaciones de estas tres lecciones son claras. Necesitamos un mundo más resistente e inclusivo. La lucha por la sostenibilidad y contra el cambio climático se ve particularmente reforzada. Y se hace patente la necesidad de ver las consecuencias de nuestros actos en el largo plazo.

A las empresas, la sociedad nos pide que seamos capaces de producir bienes y servicios de forma sostenible, y de generar empleo permanente y bien remunerado. El mercado nos exige que vendamos como máximo al precio de nuestros competidores. Y nuestros accionistas, que todo esto lo hagamos siendo rentables y repartiendo dividendos.

Sin embargo, nada de esto será posible si el contexto físico, sanitario, económico, político y social no es mínimamente predecible. No solo en términos de las normas legales por las que se debe regir, sino también en términos de la continuidad del contexto físico y sanitario en el que la actividad económica se desenvuelve. Si esta continuidad se rompe, como ha ocurrido con la Covid-19, la cadena de valor se interrumpe y el propósito empresarial se desmorona. Si el cambio climático no se detiene, la actividad económica, tal como hoy la conocemos, dejará de existir.

 

La necesaria economía verde

Ángeles Santamaría

CEO de Iberdrola España

El sector energético ha demostrado una gran capacidad de gestión y servicio en el desarrollo de una actividad esencial en una situación sin precedentes, como la sufrida en la pandemia de la COVID

Una pandemia que nos ha dejado alguna cosa buena, como ha sido el consenso alcanzado por gobiernos, empresas, expertos y ciudadanos sobre la necesidad de alinear la recuperación de la economía y el empleo y el crecimiento y transformación de los países con una estrategia para la descarbonización y digitalización de nuestra economía. Es el momento, por lo tanto, de transformar el consenso en oportunidad, actuar y sentar las bases de una economía descarbonizada que dé respuesta a los desafíos climáticos, productivos y sociales que demandan la sociedad.

Esa respuesta, hoy más que nunca, deben ser aportada en clave europea. Durante décadas, la Unión Europea ha liderado la acción climática y hoy su programa Fit for 55 es el mayor garante de la apuesta incondicional por la transformación de sus economías. Asimismo, ha defendido que, ante desafíos europeos, la respuesta tiene que ser europea y coordinada por sus países miembros, con el objetivo de no fragmentar mercado interior europeo y evitar retrasar la transición.

Una Unión Europea que, hasta ahora, ha situado a España en el grupo de los campeones globales en la transición energética, otorgándole un papel clave para el logro de los objetivos climáticos. La apuesta temprana por las renovables en nuestro país y otras ventajas, como la existencia de recursos naturales y el espacio para el desarrollo de proyectos, ha situado a nuestras empresas a la vanguardia de estas tecnologías de futuro. Un papel que se ha visto reforzado con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que ha definido el marco propicio para combinar el avance hacia un sistema socioeconómico más sostenible con la generación de riqueza en beneficio de todos.

Porque una economía más verde no solo nos permite disponer de energía limpia y competitiva y aliviar la balanza de pagos, al disminuir la importación de hidrocarburos, sino que también es fuente de generación de riqueza. Su carácter transversal ofrece, además, oportunidades a otros sectores claves, como la automoción, la industria, la construcción, los bienes de equipo o la ingeniería, con el consiguiente impacto en el empleo. La agencia internacional de la energía renovable IRENA estima que el impulso de las inversiones en renovables permitiría contar con 42 millones de puestos de trabajo en 2050, cuatro veces más que en la actualidad. Y el Fondo Monetario Internacional (FMI) subraya el efecto multiplicador de las inversiones en energía limpia, que es superior a la unidad -por cada dólar invertido se genera más de un dólar de actividad económica productiva- y entre 2 y 7 veces mayor que el de la inversión en combustibles fósiles.

Para atraer y aprovechar estos beneficios son necesarias dos cosas: transmitir a la ciudadanía que lo limpio no es más caro y destinar inversiones millonarias en nuevas instalaciones, infraestructuras y equipos. Y, sin embargo, ambas condiciones pueden estar en riesgo en esta coyuntura si no se preserva la estabilidad jurídica, si se pone en entredicho el modelo europeo y si pierde la confianza de los inversores.

Con la convicción de la necesaria transformación hacia una economía más verde y sostenible y con la confianza en alcanzar soluciones a una coyuntura marcada hoy por la volatilidad de los mercados energéticos, Iberdrola mantiene su firme compromiso con la recuperación verde y un modelo de compañía basado en la sostenibilidad medioambiental como fórmula de creación de valor para todos. Un modelo más válido que nunca, que nos llevado a invertir en las dos últimas décadas 120.000 millones de euros en renovables, redes eléctricas y almacenamiento y poner en marcha el mayor plan de inversión de un grupo español, que destinará 75.000 millones de euros a 2025 y 150.000 millones de euros a 2030 para triplicar su capacidad renovable -hasta cerca de 100.000 MW al final de la década- y duplicar el valor de nuestros activos regulados – redes inteligentes.

Un camino que recorremos junto a otros muchos compañeros de viaje, con alianzas con más de 500 empresas para impulsar inversiones adicionales a través del Next Generation EU; el mantenimiento de una cadena de valor que emplea a más de 400.000 profesionales en el mundo y la fortaleza de un líder que avanza comprometido en su estrategia de crecimiento verde en decenas de países para generar un mayor bienestar para el conjunto de la sociedad.

 

Una sociedad más digital y solidaria

José Manuel Inchausti

Vicepresidente de MAPFRE y CEO de IBERIA

La realidad es que nos enfrentamos a una gran incertidumbre, todavía no hemos superado completamente la pandemia, por lo que es difícil predecir el futuro posterior, pero hay algunas tendencias que parecen claras.

Sin duda, la España postcovid va a ser una sociedad más digital. Antes de la pandemia ya hablábamos de la disrupción tecnológica, presente en todos los aspectos de la vida, pero la Covid-19 ha acelerado esta tendencia de forma exponencial. Así lo hemos entendido en MAPFRE donde, aunque habíamos emprendido de manera muy decidida la transformación digital hace ya muchos años, y estábamos satisfechos con su evolución, la hemos tenido que revisar tras la llegada de la pandemia y nos hemos marcado objetivos más ambiciosos.

La digitalización es un gran reto para las compañías, que se ven obligadas a ofrecer una experiencia digital a la altura de la que ofrecen hoy los grandes actores de la denominada “nueva economía”. El consumidor se ha acostumbrado a ese estándar y es el que exige a las empresas, sean o no nativas digitales. En MAPFRE hemos avanzado mucho para mejorar la experiencia de nuestros asegurados y las posibilidades de autoservicio. Como muestra, en 2020 nuestros clientes realizaron más de 60 millones de transacciones digitales a través de nuestras webs, apps, tarificadores, etc. Y seguimos trabajando en ello.

Confío, además, en que de esta situación salga una sociedad más solidaria, basada en valores éticos, en la que se dé más relevancia a lo verdaderamente importante, como es la salud, el cuidado de los mayores o la educación.

De hecho, la preocupación por la salud es otro de los aspectos que permanecerá en la sociedad, lo que es lógico tras una pandemia. Nosotros lo estamos percibiendo en la creciente demanda de este tipo de seguros, que aumenta por encima del resto de ramos. En MAPFRE, por ejemplo, acabamos de alcanzar el millón de asegurados de salud, un hito muy importante.

Y desde el punto de vista económico, la sociedad postcovid dependerá de cómo sea la recuperación, pero todo apunta a que atravesaremos una crisis que va a afectar al empleo, ya lo está haciendo, y de forma especial a pymes y autónomos, a quienes el cierre de sus negocios ha atacado con mayor fuerza. De la duración final de la pandemia dependerá, en gran parte, la intensidad de la crisis, y esperemos que con medidas acertadas y con inversión en investigación, podamos acortar al máximo ese periodo.

 

Sin dejar a nadie atrás

Ignacio Garralda

Presidente de Mutua Madrileña

La economía española está volviendo a crecer y creo que es una realidad objetiva. El ahorro acumulado, el aumento del consumo interno, el incremento de la inversión y la mejora del mercado de trabajo son síntomas claros de que se está produciendo la anhelada recuperación, aunque no al ritmo que todos hubiésemos deseado tras la grave recesión provocada por el coronavirus.

La futura llegada de los fondos Next Generation EU, además, abre nuevas perspectivas no solo para que este crecimiento se mantenga, sino para que también sirvan para acelerar la transformación de las estructuras de nuestro país, especialmente en el ámbito digital y en el de la innovación, y nos permitan conseguir un desarrollo más sostenible.

Me gustaría que esta perspectiva cierta de crecimiento presente y futuro también ayudase a reducir los desequilibrios sociales y que no dejase a nadie atrás. Nuestro país, durante la pandemia, ha dado un gran ejemplo de solidaridad y apoyo a los más desfavorecidos por parte de todos: las familias, las empresas, el personal sanitario, las instituciones, las fuerzas armadas y de seguridad… y me gustaría que esa solidaridad, también intergeneracional, se mantuviese en el tiempo y pasase a formar parte de nuestra forma de ser a nivel colectivo, y no solo individual.

Me preocupan, por ejemplo, la falta de expectativas y la desilusión con respecto al futuro de una parte significativa de la juventud: el hecho de que en algunas comunidades autónomas el paro juvenil alcance el 40%, las dificultades crecientes para acceder a una vivienda propia o en alquiler por parte de los jóvenes, el elevado número de chicos y chicas que dejan sus estudios, el aumento de las adicciones, el deterioro de su salud mental, etc. son problemas que hay que abordar y tratar desde una perspectiva de Estado.

Y me preocupa no solo porque los jóvenes son nuestro futuro, sino también porque bajo estas circunstancias es más fácil que caigan bajo el influjo de movimientos populistas que les ofrecen salidas, en teoría fáciles y rápidas, a sus circunstancias complicadas, a sus miedos y a sus incertidumbres.

Espero que los fondos europeos, por ejemplo, sirvan para favorecer una mejora sustancial, cuantitativa y cualitativa, de la formación profesional y de su adecuación a las necesidades laborales de las empresas y del mercado de trabajo. No deja de sorprenderme que persista ese enorme “gap” y que todavía, en las circunstancias actuales, las empresas no encuentren jóvenes con la formación profesional adecuada para cubrir los puestos que hoy en día se demandan.

No olvidemos las lecciones del pasado y trabajemos por construir una comunidad, en lo económico y en lo social, en la que quepamos todos.

 

Verde y justa

Jorge Barredo

Director general de Renovables, Nuevos Negocios e Innovación de Naturgy

Hace 30 años, nadie imaginaba que íbamos a vivir una pandemia mundial que pondría en jaque a la economía. Una crisis sanitaria que, junto a la emergencia climática y la transición hacia un modelo económico y social sostenible, nos sitúa ante un desafío mayúsculo que debemos abordar con agilidad.

También hace algunas décadas, las energías renovables empezaban ya a dar sus primeros pasos, igual que lo hacen hoy las nuevas tecnologías del hidrógeno y el almacenamiento, que cambiarán el sistema energético tal y como lo conocemos.

En 1991, el mundo se preparaba para la Cumbre del Clima de Rio, que años más tarde nos llevaría al desarrollo del Protocolo de Kioto sobre el Cambio Climático y a la firma del Acuerdo de París. Y ese mismo año, se llegaba también a un acuerdo para la firma del Tratado de Maastricht, que daría inicio a una nueva etapa de liderazgo de la historia europea.

La crisis económica derivada del Covid-19 ha puesto de nuevo sobre la mesa ambas efemérides. La recuperación será verde, o no será, y la Unión Europea se ha convertido en el acelerador del cambio de ciclo en el que estamos inmersos, con el Pacto Verde como hoja de ruta hacia una economía descarbonizada, y los fondos Next Generation EU, junto al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno español, como instrumentos para ayudarnos a volver a la senda del crecimiento.

Ya nadie duda de que transitamos hacia un sistema en el que las energías renovables van a jugar un papel central para lograr el objetivo de emisiones netas nulas que nos hemos fijado en Europa para el año 2050. La energía eólica, la solar fotovoltaica, y los gases renovables, con el hidrógeno verde a la cabeza, van a servir para implantar nuevas soluciones de movilidad sostenible, de autoconsumo, de generación distribuida y de almacenamiento energético.

Junto a estas nuevas tecnologías energéticas, la digitalización va a ser el aliado necesario que nos permita articular un nuevo sistema energético más sostenible, eficiente y justo, que cuente con el necesario respaldo de otras energías, como el gas natural, para transitar con éxito hacia la descarbonización.

España ha hecho una apuesta decidida para alcanzar este objetivo y en los próximos años debe mantener la hoja de ruta establecida y desarrollar marcos regulatorios estables que nos den visibilidad para hacer las inversiones que el país requiere.

En este camino, España cuenta con el compromiso ESG de Naturgy, junto a una apuesta decidida por la transformación, para abordar las necesidades de la sociedad a la que servimos: los consumidores son cada vez más exigentes y quieren jugar un papel central en la gestión de la demanda energética. Con unas inversiones de 14.000 millones de euros hasta el año 2025, vamos a impulsar nuestro papel en la transición energética y vamos a contribuir a la recuperación de España y a su liderazgo en el marco de una transición energética justa.

 

Equilibrio entre lo urgente y lo necesario

Antonio Brufau

Presidente de Repsol

La pandemia está siendo un enorme desafío para todos. La industria española ha vuelto a demostrar su resiliencia y su gran capacidad de reacción y superación, pero necesita, y es fundamental, acompañarla con políticas de reindustrialización e inversión en I+D que harán posible el Estado de Bienestar de mañana.

En este sentido, me voy a centrar en cómo me gustaría que fuera la España postovid:

Debemos encontrar el equilibrio entre lo urgente y lo necesario. Siendo conscientes de la urgencia climática, hay que avanzar deprisa, pero sin condicionar tecnologías y sin destruir industria. Necesitamos una regulación inteligente con un enfoque inclusivo basado en la neutralidad tecnológica. No veamos las tecnologías que nos ayudarán a la descarbonización como antagónicas, sino como complementarias. Nos estamos equivocando si creemos que impulsar una sola tecnología nos ayudará a alcanzar la meta antes. Apostemos por fomentar y no prohibir.

Tanto la UE como España deben tener una visión del impacto real de sus medidas en todos los sectores, territorios y colectivos sociales, especialmente los más vulnerables, y establecer mecanismos flexibles y eficientes sin dejar a nadie atrás. Me gustaría que se pudiera elegir la alternativa más favorable desde el punto de vista coste/eficiencia para cada caso, ya que la electrificación es parte de la solución, pero no nos engañemos, no puede ser la única. No todos los territorios tienen la electrificación a su alcance, ni todos los ciudadanos pueden permitirse un coche eléctrico, y tampoco todas las industrias pueden funcionar con electricidad. ¿Por qué no les ofrecemos alternativas que están ya operativas? Los biocombustibles son una solución muy válida y desarrollada con bajas o nulas emisiones.

Formamos parte de un mercado global y muy competitivo, por lo que, mientras no haya mecanismos de ajuste en frontera, la UE debería poner freno al aumento del precio del CO2 que incide directamente en los precios y la competitividad. Pensemos en el corto plazo y protejamos nuestra industria frente a otros países que no penalizan sus emisiones. Así, evitaremos exportar fábricas, empleos de calidad y también emisiones.

El hidrógeno renovable es una realidad. España tiene una posición estratégica privilegiada para convertirse en un referente a nivel europeo, pero sin la colaboración de los poderes públicos que facilite e impulse su desarrollo, vamos a perder esta oportunidad.

Seguro que salimos más fuertes y más descarbonizados, reconstruyendo nuestra economía de la mano de una transición justa y eficiente en un entorno competitivo.

 

¿Qué será, será?

Antonio Cortina

Director del Servicio de Estudios de Banco Santander

La España post pandemia está por escribirse. Que el relato sea bueno depende de que los agentes públicos y privados seamos conscientes de los retos que afrontamos y del alto coste de la inacción para el interés general.

El potencial de crecimiento de la economía española, según los organismos internacionales, no va más allá del 1,5% debido al pobre avance de la productividad; el ritmo es insatisfactorio para impulsar la prosperidad y sostener un buen estado del bienestar. Mejorarlo exige un esfuerzo para impulsar la calidad de nuestras instituciones, impulsar la inversión pública y privada en I+D+i y replantearse una reforma educativa de fondo con amplio respaldo.

El desempleo estructural de España, esto es el que cabría esperar cuando las cosas van bien, es del 13% según la Comisión Europea, una tasa absolutamente inaceptable. De nuevo la educación, y además la formación y recualificación de los trabajadores y la regulación del mercado laboral, que no será el que fue (digitalización, teletrabajo…), son vías para acercarnos a la media europea.

Las finanzas públicas parten de un déficit estructural del 5% del PIB según la Comisión Europea. Eso está justificado transitoriamente por la crisis pero es preciso tener un plan para equilibrar las cuentas o será una rémora para crecer. Elegir entre subir impuestos, reducir gastos o las dos cosas es una decisión política, pero no cabe una respuesta pasiva y será difícil evitar medidas que, al menos a priori, serán impopulares.

El compromiso de lograr unas emisiones netas nulas de gases de efecto invernadero en 2050 está alineado con el Acuerdo de París, pero exige una profunda transformación energética. A largo plazo puede que no tenga consecuencias adversas sobre el crecimiento, pero la transición sí puede tenerlas, y tanto más costosas cuanto más se demoren.

La cohesión social es fundamental para el bienestar social y para lograr dar respuestas eficaces a todo lo demás. En algunos ámbitos no vamos bien. Esto es especialmente cierto –aunque no sólo- en el caso de las desigualdades intergeneracionales. Así lo muestra el paro juvenil, el acceso a la vivienda, el peor funcionamiento del ascensor social o las diferencias de riqueza entre jóvenes y mayores, que se ha doblado en 20 años según el informe España 2050 del Gobierno.

Procrastinar no es buena idea en ninguno de estos ámbitos. Ni en otros que han quedado fuera de este breve artículo, como avanzar en la cohesión territorial o asumir que las políticas europeas son política nacional y por tanto demandan una mayor iniciativa. Tenemos una buena base, sólo queda actuar.

 

Tres pilares para la recuperación

Alberto Navarro

CEO de SEUR

No cabe duda de que la crisis sanitaria ha retado a la sociedad en su conjunto: organismos públicos, individuos, empresas. Todos hemos tenido que afrontar una situación que no esperábamos y, de alguna manera, nos hemos tenido que adaptar para salir lo más fortalecidos posibles de esta situación.

Precisamente quiero hacer hincapié en esa idea: salir fortalecidos. Así es como veo que debe salir nuestro país de esta crisis, apoyándose en tres pilares que nos han acompañado a lo largo de 2020: la innovación, la digitalización y la sostenibilidad. Para nuestro sector, uno de los pocos que mantuvo una dinámica de crecimiento el año pasado, sin duda han sido esenciales, al igual que para el resto del tejido empresarial.

Con el cierre de los comercios, fuimos testigos de cómo muchas compañías salieron adelante subiéndose al carro del ecommerce, proceso en el que, puedo decir con orgullo, les hemos acompañado para llevar sus negocios a cualquier rincón de España y del mundo. Lo sucedido en 2020 ha acelerado el sector del comercio electrónico en 5 años, por eso las empresas deben estar preparadas para adaptarse a esta nueva realidad, innovando y ofreciendo la mejor experiencia a sus clientes.

La COVID también ha puesto de relieve lo fundamental que es cuidar la salud del planeta. El prisma de la sostenibilidad debe formar parte de cada paso que damos. En SEUR lo hemos integrado en nuestra estrategia y nuestros esfuerzos giran en torno al objetivo de reducir nuestras emisiones en un 30% en los próximos 4 años, en descarbonizar la última milla y en ofrecer soluciones para que nuestros clientes y consumidores puedan subirse al tren del medio ambiente.

Nos queda mucho camino por recorrer a lo largo de los próximos meses, pero esos tres pilares serán claves para que, desde la recuperación de lo anterior, sean el impulso necesario para que España salga lo más fortalecida posible.

 

Tecnología y asistencia sanitaria, un binomio beneficioso

Vicente Gisbert

Director de eHealth de Telefónica España

El mes de marzo de 2020 el mundo tal y como lo conocíamos se paró, y de la noche a la mañana, lo que hasta entonces había sido teoría se convirtió en experiencia demostrada. En cuestión de horas, alrededor del 95% de los trabajadores en activo de este país comenzaron a teletrabajar y las redes que permitieron el trabajo en remoto soportaron esa presión sin haber realizado un piloto previo para comprobar que era posible.

Este hecho y otros similares impulsaron a las empresas a ir más allá en el desarrollo de nuevos productos y servicios con los que atender las nuevas necesidades de una sociedad que poco a poco se volvió a poner en marcha bajo dos premisas: ser más respetuosos con el entorno que nos rodea e impulsar la digitalización para crear una sociedad que pueda sobrevivir en circunstancias excepcionales.

En nuestro país, el Covid-19 ha reforzado la necesidad de seguir invirtiendo en la digitalización del sistema sanitario o, para que, entre otros colectivos,  el 42% de la población de más de 19 años con enfermedades crónicas pueda seguir teniendo asistencia médica periódica.

En este escenario surgió Movistar Salud, una plataforma de atención médica de calidad accesible a todo el mundo, desarrollada junto con el referente global de telemedicina, Teladoc Health. Este pionero servicio médico virtual utiliza la tecnología para dar acceso a particulares y empresas a una medicina de calidad en cualquier momento y desde cualquier lugar. El uso de Movistar Salud ha permitido que el 75% de los clientes no haya necesitado más atención médica tras utilizar el servicio y está demostrando que la tecnología puede ser ese motor que transforme nuestra vida hacia un modelo sostenible.

 

La economía ante la era postcovid

Manuel Azuaga

Presidente de Unicaja Banco

Como es sobradamente conocido por todos, la crisis provocada por la pandemia del coronavirus vino a representar una disrupción totalmente inesperada, que ha alterado la vida económica y social en todos sus órdenes, y nos ha afectado a todos sin excepción. Aun cuando inicialmente se anticipaba que sus efectos serían transitorios, lo cierto es que su propagación a escala planetaria ha superado todas las expectativas.

Para restablecer una vuelta plena a la normalidad en un contexto tan complejo, la economía y la sociedad españolas necesitan de una hoja de ruta, que ha de establecerse sobre la base de aunar eficazmente la minimización de los riesgos sanitarios y la maximización de la actividad económica potencialmente desarrollable. Las medidas fiscales y financieras que se han venido aplicando, propias de las políticas de demanda y de renta, habrían de mantenerse mientras duren los efectos de la pandemia, si bien sus efectos positivos, por sí solos, no son suficientes. Se requiere que se afronten las reformas estructurales que la economía española viene demandando. A este respecto deben tenerse en cuenta los cambios que se han producido en los últimos tiempos -digitalización, creciente preocupación por el cambio climático e incremento de la productividad, entre otros- a fin de elevar el potencial de crecimiento y configurar un modelo productivo más diversificado y en el que los componentes de innovación, tecnológico y de conocimiento adquieran un peso creciente. Las inversiones que incorporen tecnología nueva y mejoren las infraestructuras están llamadas a desempeñar un papel básico.

Se trata de requisitos necesarios para lograr una base económica más sólida y con capacidad de adaptación a los grandes cambios en curso, que pueda propiciar un crecimiento inteligente, sostenible e integrador, compatible con la garantía de la cohesión social y la preservación del equilibrio medioambiental.

Estamos convencidos de que, gracias al esfuerzo colectivo, podremos superar con éxito la situación excepcional que ahora se vive y los enormes desafíos que tenemos por delante. Porque lo cierto es que existe una convicción generalizada de que cuando la pandemia cese y los ciudadanos podamos recuperar una plena capacidad de actuación, nos encontraremos con una sociedad bien distinta de la que dejamos atrás. Una sociedad más avanzada tecnológicamente con un mayor protagonismo del trabajo en teleproceso y de las compras online por vía digital, pero también más solidaria y dispuesta a un esfuerzo de reducción de desigualdades. Una sociedad en la que la globalización va a ser objeto de escrutinio permanente y en la que la demanda de mutualización entre los países de una misma área va a ser creciente. Una sociedad en la que el sector público verá reforzado su papel a fin de potenciar la cobertura de la demanda de bienes y servicios preferentes como la sanidad, la educación o la vivienda.

 

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