
Tribuna/ Pablo Cambronero
Lo siento por el ego de asesores y adanistas. Pero, por mucho que así lo piensen quienes atizan el enfrentamiento para ganar votos, no estamos viviendo nada nuevo. Nos enfrentamos a un proceso odiosamente cíclico, retroalimentado por quienes se nutren de las llamas de un fuego que creen poder controlar. Desgraciadamente, tampoco cabe esperar resultados diferentes a una misma operación incendiaria, por lo que parece que, una vez más, atizar el odio, acabará mal. Nadie puede encender un fósforo, tirarlo en medio del bosque y esperar que se apague cuando desee. Me temo que, en este caso, el principio de no contradicción opera por encima del principio de incertidumbre.
Los extremos se tocan, y más en mitad de una crisis como ésta, dejando a los españoles como rehenes en el centro de este abrazo del oso. Vivimos una terrible situación sanitaria, económica, humanitaria… que la política está haciendo aún más insoportable. Día tras día, las maderas nobles orladas en oro de nuestra Cámara Baja se tiñen de dolor y sufrimiento, la sangre se tapa con números, la muerte se difumina en cifras que unos se imputan a otros sin atisbo de rubor, en función de lo que interese a cada cual.
Porque, una vez más, los políticos no han estado a la altura de sus ciudadanos. Porque cualquiera con dos dedos de frente puede saber que, lo último que quieren los españoles al encender la televisión, es ver a los políticos con el ‘y tú más’, tirándose los muertos a la cara unos a otros.
Esta terrible crisis sanitaria no ha acabado, aunque en el Congreso de los diputados esto, tristemente, parece dar igual. Unos, henchidos y envestidos de un poder absoluto irreal, intentan inventar excusas absolutorias a su evidente responsabilidad en la gestión de una crisis hecha tragedia precisamente por su mano, la gubernamental.
Otros, envueltos en la enseña patria, imputan muertos, criminalizan al Gobierno y elevan el tono intentando generar un odio que ya se manifiesta en las calles. Irresponsables.
¿Qué más tiene que pasar en España para que los políticos dejen la ideología a un lado y unan a los españoles? ¿Cuántas personas más tienen que morir para que esto pase?
La tercera España, la de Ciudadanos, no le ha ahorrado una crítica al Gobierno, pero siempre acompañada de una propuesta para mejorar la situación. Hemos afeado a Sánchez que llegara tarde a la pandemia, pero fuimos los primeros en proponerle el Estado de Alarma cuando se encontraba paralizado por las circunstancias. No vamos a recibir lecciones de nadie por ser útiles a los españoles, porque, fíjense, nos gusta tan poco este Gobierno que fuimos los únicos que intentamos que no se formara, con la vía 221 que propuso Inés Arrimadas a PSOE y PP para dejar fuera a populistas y nacionalistas. ¿Qué hicieron los demás? Gritar desde el rincón de los enfadados.
Cuestión aparte es la de la utilidad. Llegado este momento de excepcionalidad histórica en el último siglo, había dos opciones: mirar al pasado y enzarzarnos en críticas estériles al Gobierno, o mirar al futuro y poner soluciones encima de la mesa. Los españoles han comprobado que pueden contar con Ciudadanos para las soluciones, para salvar vidas y empleos.
El sainete de nuestra vieja política, en países en los que el honor público es una obsesión casi diagnosticada, como Japón, hubiera supuesto una dimisión en masa de todos los Ministros. Porque la masa reacciona a las soflamas de líderes que la empujan a obviar cualquier duelo y a buscar culpables, condenando a sectores enteros de la población –curiosamente, siempre los que opinan diferente– y aniquilándolo socialmente sin derecho a tambor. Polarización política, lo llaman; irresponsabilidad manifiesta, veo yo. Una irresponsabilidad peor, si cabe, en medio de una pandemia.
Nuestra convivencia se enfrenta a muchas amenazas, con especial temor a dos rebrotes. El primero, el ya citado: la polarización ideológica y las políticas que tratan de engañarnos con océanos de ciencia de medio milímetro de profundidad, tan alejadas de las necesidades reales de una población que no se fía de la política ni de los políticos. El segundo es peor: el rebrote de un virus que, con una efectividad terriblemente alta, elimina a los infectados e incluso llega a entrar y salir de un cuerpo sin dejar rastro inmunológico, un organismo fabricado para matar.
Dos rebrotes, dos amenazas y sólo una solución posible, que pasa necesariamente por que quienes tenemos el grandísimo privilegio de representar a los ciudadanos en el Congreso, actuemos, aunque sea por una vez, con responsabilidad y sin pensar en eternizarnos en los bancos que hoy ocupamos. ¿Qué más tiene que pasar en España para que los políticos dejen la ideología a un lado y unan a los españoles? ¿Cuántas personas más tienen que morir para que esto pase?
Nosotros lo tenemos claro. Como dijo Albert Einstein, intentamos no volvernos hombres de éxito, sino hombres de valor. No puedo por menos que dar gracias porque Ciudadanos haya mantenido la cabeza fría en un momento como éste, algo casi tan importante como tener la conciencia tranquila cuando esto pase.
Pablo Cambronero Piqueras, 40 años. Vivo en Sevilla con mis dos hijas, de 4 y 1 año. Licenciado en Derecho con Máster en Práctica jurídica. Policía Nacional desde 2005 con varios destinos, entre ellos seguridad ciudadana y responsable de asuntos jurídicos de una fuerza sindical. Parlamentario andaluz en la última legislatura en la que ostentaba la Presidencia de la Comisión de Turismo, Regeneración Democrática, Justicia y Administración Local. Actualmente Diputado de Ciudadanos por Sevilla, portavoz de Defensa, Interior, Pactos de Toledo, Seguridad Vial y Reglamento. Delegado OSCE y OTAN.
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