¡Vaya gente! / Mara del Prado
El Reino Unido acaba de celebrar con entusiasmo el jubileo por los 70 años de Isabel II en el trono. La ciudadanía se ha reconciliado con ‘Camilla la malvada’ y hoy en día, la duquesa de Cornualles es una señora de sonrisa relajada y satisfecha que posa por su 75 cumpleaños en su huerto de Clarence House rodeada de melocotones y disfrutando de una taza de té sabiendo que será reina consorte.
Podría decirse que los escándalos y las fobias en torno a la Familia Real británica se han reorientado en las figuras del príncipe Andrés, que esquivó con dinero un juicio por abuso a una menor pero que no ha evitado la condena de la opinión pública, y de los duques de Sussex, que han dinamitado los usos y costumbres de los Windsor con su hollywoodiense estilo de vida allá en Montecito (California).
Así, la soberana y el resto de su parentela disfrutan de un cómodo y plácido perfil bajo en los tabloides. Pero esa es un arma de doble filo. Porque, ¿qué hay entonces del brillo y el carisma necesarios para evitar que los británicos se levanten un día preguntándose de qué les sirve su monarquía?
Lo cierto es que nadie en la familia de la reina Isabel ha vuelto a tener el atractivo público y mediático de Lady Di. El que le costó la vida y no ha hecho más que alimentar el mito en torno a la que fuera mujer de Carlos de Inglaterra. La madre de los príncipes Guillermo y Harry sigue siendo todo un referente pop en el Reino Unido y las que habrían sido sus nueras lo tienen claro.
En mayo veíamos a Meghan Markle emulando a la madre de su marido en el polo dando “un beso de película” a su marido, contaba Hola a propósito de la imagen de los duques de Sussex tras un partido en el Santa Barbara Polo & Racquet Club, donde la exactriz apareció con una falda pantalón blanca a juego con los lunares de su blusa negra que recordaba al vestido blanco de topos negros que llevó la princesa Diana en 1987 en otra entrega de trofeo, esta vez al príncipe Carlos.
Ahora han sido los duques de Cambridge los que han querido repetir una estampa semejante tras un partido de polo celebrado en el Cirencester Club, de Gloucestershire. Kate Middleton, con un vestido blanco como el que lucía quien habría sido su suegra, y el futuro rey, con el 4 en la camiseta que también portaba su padre, han emulado el beso que Carlos y Diana se dieron tras otro torneo en 1985 que, lo que son las cosas, fue más apasionado a pesar de que el suyo era un matrimonio de tres, como llegara a reconocer la que fuera nuera de Isabel II.
El próximo mes de agosto se cumple el 25 aniversario del fallecimiento de Lady Di en un accidente de tráfico en París, la ciudad del amor donde buscó refugio con Dodi Al-Fayed, hijo del millonario egipcio dueño de los emblemáticos y londinenses almacenes Harrods. Con su recuerdo aún vivo en la memoria de la ciudadanía británica y con el permiso de la longeva reina, el país se prepara ya para llorar de nuevo a la que fue, como ninguna otra, la princesa del pueblo.