
Sin Maldad / José García Abad
Los sindicatos y la patronal comparten algunos intereses comunes, mayormente los relacionados con la potencia de ambos agentes sociales y el protagonismo de sus dirigentes basada en la negociación colectiva.
Me remonto a los orígenes del problema cuando en el año 2012 el Gobierno Rajoy, con mayoría absoluta, hizo promulgar su Reforma Laboral, siguiendo las indicaciones de los grandes empresarios del Ibex, reunidos en el Consejo Empresarial de la Competitividad (CEC), ‘lobby’ de todos los ‘lobbies’, la tercera cámara del Estado, encubierta al no estar legitimada por las urnas, como el Congreso y el Senado.

En el fondo más que una contradicción de intereses entre empresarios y trabajadores, la “lucha de clases”, lo que late es el enfrentamiento ideológico entre la derecha y la izquierda; piedra de toque en la lucha política y uno de los principales frentes de ataque, cuando en 2012 se promulgó la Reforma Rajoy de los partidos de la izquierda y ahora el de la reacción de los de la derecha.
La situación en estos momentos es diferente. Al no sumar el PP y Vox el poder parlamentario necesario para mandar parar el gran enfrentamiento no se produce entre la izquierda y la derecha, sino en los pasillos de la izquierda, entre el PSOE de Sánchez y la Podemos de Yolanda Díaz, que finalmente se desbloqueó en lo esencial en un desayuno en Moncloa compartido por ambos políticos
Fue una cámara, prepotente, integrada como me decía un miembro del Consejo, “por unos cuantos machos alfa que querían arreglar el mundo”, una asociación antidemocrática felizmente autodisuelta. En realidad, son algunos de estos “machos alfa”, individualmente, los verdaderos ‘lobbies’ empresariales de este país. El CEC no reunía a empresas, sino a sus máximos dirigentes, sin que estuviera permitido delegar. No existían condiciones objetivas para entrar en el cónclave, cuya selección dependía de cuatro o cinco magnates.
El motor de la reforma fue, pues, indigno, al ser el CEC, sin ninguna legitimación institucional, quien lo colocó en la agenda del Gobierno en lo que denominaba “documentos privados”.
“Fátima se lanzó al monte”
Estos machos alfa sugirieron al Gobierno de la nación su modelo de reforma laboral, un modelo que fue radicalizado por la ministra de Trabajo, Fátima Báñez.
Otro miembro del CEC me dijo que su propuesta se quedó corta. “Fuimos algo tímidos –me comentó–, no llegamos tan lejos como el Gobierno. La verdad es que la ministra Fátima Báñez echó mucho valor al asunto. Lo que el CEC pedía era mucho menos que lo que hizo Báñez. Proponíamos una acción más posibilista. Pero Fátima se lanzó al monte. En el CEC se hablaba en términos moderados: “Sería bueno que se redujera razonablemente el coste del despido”; que “la proactividad de los convenios no fuera tan rígida”, etc. Lo que salió iba mucho más en el sentido llamémosle modernista.
Disgustó a la CEOE
Juan Rosell, sufrió en sus carnes la prepotencia del CEC, que intentó suplantar a la patronal relegándola a pactar convenios colectivos con los sindicatos, una función disminuida desde que se redujeron a su mínima expresión los convenios sectoriales al primar a los de cada empresa, donde la negociación se fraguaba entre los directores de recursos humanos y los comités de empresa.
A la CEOE no le gustó que el CEC se metiera en esta materia en la que trabajaba la patronal, en negociaciones con los sindicatos, ni en la forma en que el Gobierno plasmó la reforma.
“Lo hicieron como, cuando y de qué manera, en febrero de 2012 –me comentó, Juan Rosell a la sazón presidente de la CEOE– deprisa y corriendo. Nos tendrían que haber dado más tiempo a los sindicatos y a nosotros y hubiéramos sacado más cosas de común acuerdo, pero sólo nos dieron unas pocas semanas. ¿Por qué te crees que firmamos el acuerdo de moderación salarial con los sindicatos en enero del 2012? Porque firmándolo pensábamos que nos iban a dar más tiempo para consensuar una justa reforma laboral. Ya has visto los problemas que ha habido después con los jueces. Se hizo improvisadamente”.
La situación es ahora diferente
En el fondo, más que una contradicción de intereses entre empresarios y trabajadores, la “lucha de clases”, lo que late es el enfrentamiento ideológico entre la derecha y la izquierda; piedra de toque en la lucha política y uno de los principales frentes de ataque, entonces de los partidos de la izquierda y ahora de la reacción de los de la derecha.
La situación es ahora muy diferente. Al no sumar el PP y Vox el poder parlamentario necesario para mandar parar, el gran enfrentamiento no se produce entre la izquierda y la derecha, sino dentro de la izquierda, entre el PSOE de Sánchez y la Podemos de Yolanda Díaz que finalmente se desbloqueó en un desayuno en Moncloa compartido por ambos políticos, por el presidente y la vicepresidenta segunda y se ajustaron algunos detalles en reuniones entre ésta y la vicepresidenta primera Nadia Calviño.
Hay también diferencias en el terreno de los contenidos. En 2012, la mayor preocupación se centraba en reducir la hemorragia de parados producidos por la gran crisis financiera. Una decisión de la reforma que me pareció razonable fue la incorporación de fórmulas que evitaran los despidos a cambio de rebajas de sueldo. Ahora el Gobierno, acuciado por la pandemia, ha arbitrado la fórmula más satisfactoria para empleadores y empleados de los ERTE.
Aquel momento fue el panorama del paro y ahora, según ha manifestado Calviño, “el momento actual de la Reforma es el de la Recuperación”, cuando el paro registrado ha bajado en octubre en 734.000 personas en niveles anteriores a la pandemia. y acumula ocho meses continuados de descensos.
La postura de Nadia Calviño
Nadia Calviño declaró en la SER, subsumió la Reforma Laboral en “un estatuto de los trabajadores del siglo XXI”.
En su opinión, «el mercado laboral arrastra temporalidad que tenemos que reducir. ¿Cómo? Potenciando el contrato indefinido. Otro problema es el de la precariedad con trabajadores pobres. ¿Cómo se puede solucionar? Que haya unos niveles mínimos de salario para los sectores. Otro problema es la destrucción de empleo. ¿Cómo solucionarlo? Con herramientas como los ERTE. Esa nueva red de seguridad es en lo que estamos trabajando. Esa es la hoja de ruta y eso es lo que tenemos que negociar».
«Hay que corregir esos aspectos que estaban en esa ley y hay otros que ya estaban hace tiempo. No se trata de volver a esa situación. Tenemos que mirar al futuro y llegar a un buen acuerdo y canalizar la senda expansiva con la reforma laboral».
«No se trata de cambiar por cambiar, sino de seguir la hoja de ruta. Veo a los agentes sociales muy comprometidos».
¿Crisis del Gobierno de coalición por la reforma laboral?
«Alguien definió esos días como que fue una tormenta en un vaso de agua. Y estoy de acuerdo».
«Lo importante en la reforma laboral es dejar al lado los individualismos y personalismos. Debe ser la reforma de la fase expansiva, de la fase de la recuperación».