Especial Nueva Defensa/ Ricardo Martí Fluxá.
Desde el pasado 24 de febrero nuestro modelo de sociedad está amenazado. La realidad de la guerra, a una escala que creíamos cosa del pasado, tristemente nos ha despertado de nuestro sueño de Arcadia feliz.
La respuesta política ante la agresión se ha sustentado en conceder mayor prioridad a la necesidad de disponer de un modelo de Defensa que permita disponer de capacidad de disuasión y de respuesta. La política de Defensa ha recuperado importancia frente a otras políticas públicas. El respaldo de la inmensa mayoría de los ciudadanos ha sido inequívoco ya que perciben de forma muy directa la necesidad de disponer de medios para preservar nuestros principios y valores y los problemas de los dividendos de la paz.
«Para protegernos necesitamos medios militares y capacidad industrial. Los estados tienen la obligación de establecer niveles de inversión adecuados en cantidad, tiempo y forma»
La práctica totalidad de los países europeos están respondiendo de forma individual proporcionando apoyo a Ucrania. Pero quizás sea más importante la respuesta de las organizaciones internacionales. La Alianza Atlántica, a través del nuevo concepto estratégico de Madrid, de alguna manera ha vuelto a sus orígenes reorientando su esfuerzo hacia la defensa colectiva, que está en la raíz de su creación, superando el concepto de seguridad compartida que predominaba desde el final de la guerra fría. Por su parte, en el ámbito de la Unión Europea se ha aprobado la llamada brújula estratégica que pretende fijar los principios para una visión compartida de riesgos y amenazas y de cómo hacerles frente si es preciso. Además, la guerra ha provocado que la Comisión se implique de forma más decidida en iniciativas para materializar el esfuerzo común en defensa y considerar a esta política como una más de las políticas comunitarias, respetando siempre el contenido de los tratados. Desde Bruselas se pide un mayor esfuerzo y una actuación más coordinada. Se habla de invertir más y mejor. Lo que se plantea es que no se trata de recibir más dinero sin actuar en paralelo sobre otros ámbitos. Las iniciativas más recientes inciden en la necesidad de racionalizar oferta y demanda, puesto que ambas han estado excesivamente fragmentadas y han producido ineficiencias que es necesario corregir.
Los esfuerzos de la UE y de la Alianza Atlántica deben verse como complementarios. El refuerzo de las capacidades europeas, fortalecerá las capacidades de la OTAN que seguirá siendo esencial para mantener el vínculo transatlántico. España ha jugado un papel importante acogiendo la última cumbre de la OTAN, y tiene también la responsabilidad de avanzar en el desarrollo de las iniciativas europeas durante la presidencia rotatoria del Consejo en el segundo semestre de 2023.
La realidad actual nos recuerda que para protegernos necesitamos medios militares y capacidad industrial. Los estados tienen la obligación de establecer niveles de inversión adecuados en cantidad, tiempo y forma, y deben facilitar el marco para el desarrollo de las soluciones industriales. Por su parte la industria debe mejorar su capacidad para responder de forma más ágil a las exigencias operativas que plantea la nueva situación. Su responsabilidad alcanza a la aportación de tecnología y sistemas avanzados y a disponer de capacidad para sostener las necesidades de los sistemas cuando están en servicio.
«La guerra en Ucrania nos muestra que las capacidades industriales y militares deben ir de la mano para proporcionar los recursos necesarios y defender nuestro modelo de sociedad»
Los Ejércitos están trabajando para reconstituir reservas de guerra que permitan mantener esfuerzos prolongados, sustituir equipos no adecuados para escenarios convencionales, y obtener nuevas capacidades aprovechando las posibilidades de las nuevas tecnologías, que en gran medida son duales. En conjunto estas tres líneas llevan a la necesidad de integrar a la industria en los procesos de planeamiento y establecimiento de programas para valorar las capacidades tecnológicas e industriales reales de cara a proporcionar el apoyo necesario en los diferentes escenarios de conflicto.
El futuro de una defensa eficaz obligará a potenciar el diálogo entre demanda y oferta para hacer un uso más eficiente de los recursos disponibles. Para ello deben plantearse objetivos estratégicos con visión común y de largo plazo que fomenten la colaboración entre industrias y entre estas y los usuarios. La guerra en Ucrania nos muestra que las capacidades industriales y militares deben ir de la mano para proporcionar los recursos necesarios y defender nuestro modelo de sociedad.