La Guía / Virginia Miranda
La Fundación Mapfre exhibe en su sala madrileña Rodin-Giacometti, exposición sobre las trayectorias de Auguste Rodin y Alberto Giacometti que, a pesar de estar separadas por más de una generación, muestran significativos paralelismos junto a inevitables disparidades.
La selección de obras se plantea como una constante conversación por la obra de los dos artistas. Muestra cómo ambos creadores hallaron, en sus respectivas épocas, modos de aproximarse a la figura que reflejaban una visión nueva, personal pero engarzada en su tiempo: en Rodin, el del mundo anterior a la Gran Guerra; en Giacometti, el de entreguerras y el inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, marcado por el desencanto y el existencialismo.
Además de que sus respectivas obras comparten aspectos puramente formales, el diálogo que se establece entre ellos va mucho más allá. Rodin es uno de los primeros escultores considerado moderno por su capacidad para reflejar –primero, a través de la expresividad del rostro y el gesto; con el paso de los años, centrándose en lo esencial– conceptos universales como angustia, dolor, inquietud, miedo o ira.
Y este es un rasgo fundamental en la creación de Giacometti: sus obras posteriores a la Segunda Guerra Mundial, esas figuras alargadas y frágiles, inmóviles, a las que Jean Genet denominaba “los guardianes de los muertos”, expresan, despojándose de lo accesorio, toda la complejidad de la existencia humana.
Hasta el 10 de mayo en la Sala Recoletos de la Fundación Mapfre (Paseo de Recoletos, 23. Madrid)
Opuestos enfrentados
La maternidad, que casi siempre se asocia con la felicidad, también puede ser una pesadilla: la de una mujer cuyo hijo desaparece en el parque donde estaba jugando, y la de aquella otra mujer que se lo lleva para criarlo como propio.
Ubicada en un contexto de profunda precariedad física y emocional, Casas vacías (Sexto Piso), de Brenda Navarro, es la historia de estas dos mujeres, madres del mismo niño y madres, además, de un mismo vacío, que confronta con las ideas preconcebidas que tenemos de la intimidad, las violencias familiares, la desigualdad social, la soledad, el acompañamiento, el cuidado, la culpa y el amor.
La autora consigue aquí caminar sobre la delgada línea que separa –pero también une– el olvido y la memoria, la esperanza y la depresión, la vida privada y la vida pública, la pérdida y el encuentro, los cuerpos de las mujeres y el acto político.
Belleza en medio de la barbarie
Franz Jägerstätter (August Diehl) y Franziska (Valerie Pachner) son una pareja de campesinos austriacos que se enamoran y forman una familia antes de que el horror de la Segunda Guerra Mundial llegue a sus vidas. Todo se vendrá abajo cuando Austria sea anexionada por la Alemania nazi. Será entonces cuando este campesino se negará a jurar fidelidad a Hitler y también se negará a combatir a favor del Tercer Reich en la Segunda Guerra Mundial. A pesar de sufrir el acoso de los habitantes de su entorno, que lo acusarán de antipatriota, y acabar en prisión, Jägerstätter mantendrá su fe inquebrantable.
Estrenada en Cannes y basada en hechos reales, Vida oculta está escita y dirigida por el veterano cineasta Terrence Malick, ganador de la Palma de Oro por El árbol de la vida (2011) que ahora se aproxima a la vida del único objetor de conciencia en el lado nazi a partir de las cartas que escribió y que quedaron recogidas en el libro de Gordon Zahn In Solitary Witness: The Life and Death of Franz Jägerstätter, publicado en 1964.