Entraron en el Gobierno con el carné de independientes, pero poco a poco se están consolidando como los referentes económicos de Pedro Sánchez. Nadia Calviño y José Luis Escrivá ya participan en las reuniones en Ferraz del área económica del PSOE y son las figuras con las que el presidente aspira a contrapesar el ‘laborismo verde’ que impulsa a Yolanda Díaz en el ciclo electoral que se abre. Calviño representa el sello de Bruselas, de carácter centrista y moderado, a las políticas del Ejecutivo. Y Escrivá, que no cuenta con una relación muy fluida con patronal y sindicatos, tiene por delante culminar una reforma de las pensiones que será clave en lo que queda de legislatura.
Se abre un nuevo ciclo electoral y Pedro Sánchez no contaba con ningún gurú económico para afrontarlo. El presidente, en realidad, siempre ha estado huérfano de esta figura. Mientras José Luis Rodríguez Zapatero, por ejemplo, tuvo dos personalidades muy marcadas en esta área, Miguel Sebastián -primero como responsable de la oficina económica de Moncloa y luego como ministro de Industria- y Pedro Solbes -que sin tener carné del PSOE, ya ocupó también la cartera de Hacienda en el último gobierno de Felipe González-, Sánchez no ha tenido una figura de peso en el partido. Hasta ahora, porque Nadia Calviño y José Luis Escrivá, ambos sin el carné del PSOE, empiezan a participar en las reuniones que se celebran en Ferraz por expreso deseo del presidente.
La figura de Calviño entronca con Solbes, bajo cuyas órdenes trabajó en el Ministerio de Economía
Esta misma semana, Sánchez convocaba en Ferraz un encuentro para tratar la cuestión de la reforma laboral. A la cita estaban convocados, por ejemplo, la vicesecretaria general, Adriana Lastra; el portavoz del partido, Felipe Sicilia, y sus homólogos en el Congreso, Héctor Gómez, y en el Senado, Eva Granados; y varios ministros con carné del partido, como el de Presidencia, Félix Bolaños, la de Política Territorial -y portavoz del Gobierno-, Isabel Rodríguez, y la de Hacienda, María Jesús Montero. Junto a ellos, en la sala de máquinas del partido, estuvieron Calviño y Escrivá. Ambos formarán parte de la inminente ofensiva para sacar adelante en el Congreso el real decreto sobre la reforma laboral. A ser posible con la vía Ciudadanos que ya explora el ministro Bolaños, frente a la de la mayoría de la investidura, con ERC y EH Bildu, que ya está negociando Yolanda Díaz.
Calviño, que rechazó formar parte de las listas electorales del PSOE, ya participó en el 40 Congreso Federal que el PSOE celebró en octubre. La vicepresidenta asistió para recibir el Premio Manuel Marín, y pronunció unas palabras muy emotivas en las que sacó pecho por formar parte de un gobierno “socialista” -sin nombrar a la coalición-, se atribuyó mérito por la puesta en marcha de los ERTE durante la pandemia -una de las cuestiones que Yolanda Díaz siempre exhibe como muestra de su legado en Trabajo- y explicó que hace poco descubrió que aparecía en un antiguo cartel electoral del PSOE, cuando tenía sólo ocho años.
La figura de Calviño entronca con Solbes, bajo cuyas órdenes trabajó en el Ministerio de Economía. Además, como Solbes, la vicepresidenta ha desarrollado buena parte de su trayectoria en Bruselas -como directora general de Presupuestos, entre otras responsabilidades-. Nadie mejor que ella para recoger el testigo del ‘socialiberalismo’ que representó el que fuera comisario de Asuntos Económicos. Sánchez le dio galones en la crisis de gobierno del pasado verano, ascendiéndola a vicepresidenta primera, con el objetivo de hacer de contrapeso de Yolanda Díaz en lo que resta de legislatura. De ahí que tanto Calviño como Escrivá fueran incluidos forzosamente, por orden del presidente, en la mesa de diálogo social en la que Trabajo patronal y sindicatos ultimaban los detalles de la reforma laboral. Fuentes próximas a esas negociaciones explican que el peso de las negociaciones los siguió llevando Trabajo, con los representantes de Seguridad Social haciendo algunas aportaciones en temas concretos, ligados a su departamento, y los de Economía ejerciendo prácticamente de testigos. Pero el objetivo de Moncloa se cumplió: que Díaz no pudiera atribuirse en exclusiva un acuerdo histórico que reuniera a patronal y sindicatos.
Otra prueba de la rivalidad que ya existe y que marcará lo que resta de legislatura es la convocatoria de la rueda de prensa en la que el Gobierno anunció el acuerdo sobre la reforma laboral. En principio, la convocatoria sólo incluía la presencia de la ministra de Trabajo. Después una segunda convocatoria ya incluía a Escrivá, pero no a Calviño, a la que Moncloa prefirió no hacer coincidir con Díaz en una rueda de prensa en la que buena parte de las preguntas habrían ido sobre la tensión entre ellas. Esa misma semana, Felipe Sicilia celebraba el acuerdo con los agentes sociales, destacando “de manera particular” el trabajo del equipo económico del Gobierno, “personificado en la ministra Nadia Calviño”.
Los agentes sociales, reticentes
Escrivá ha pisado varios charcos con debates interesantes a nivel académico, pero que abollan la política comunicativa del Gobierno
Escrivá, como Calviño, ha desarrollado buena parte de su carrera en organismos internacionales -el BCE y el Banco Internacional de Pagos-, aunque no tiene los vínculos socialistas de la vicepresidenta. No hay que olvidar que fue el Ejecutivo de Mariano Rajoy quien lo fichó como presidente de la AIREF en 2014. Sánchez lo mantuvo en el cargo y en 2020 le entregó el Ministerio de Seguridad Social, desde donde ha pisado varios charcos con debates que pueden ser interesantes a nivel académico, pero que abollan la política comunicativa del Gobierno. Ya le pasó cuando dejó entrever que era partidario de alargar el periodo de cómputo de las pensiones, en contra de los sindicatos, que consideran que eso conducirá a una reducción de la pensión media. Recientemente, le volvió a suceder con la entrevista en Ara, en la que abogaba por un “cambio cultural” para trabajar más “entre los 55 y los 70 o 75 años”. Ante el revuelo, el ministro trató de explicarse afirmando que no defiende el retraso de la edad de jubilación obligatoria, sino que a lo que se refería era a la necesidad de mejorar “los incentivos a la jubilación demorada para que, aquellos que así lo deseen puedan trabajar más allá de la edad ordinaria de jubilación”.
Escrivá ha conseguido cerrar el primer capítulo de una reforma de las pensiones que será uno de los grandes legados de esta legislatura, pero no sin levantar algunas ampollas en los sindicatos e, incluso, en la patronal. Las cosas se han calmado en los últimos meses, pero Antonio Garamendi, antes del verano, expresó públicamente sus desacuerdos con el ministro. El presidente de CEOE criticó abiertamente cómo Escrivá estaba llevado la negociación de las pensiones, contraponiéndolo a una Yolanda Díaz mucho más sensible a sus peticiones, en su opinión. Más explícito del sentir de los empresarios fue Antonio Catalán, presidente de AC Hoteles. En declaraciones al programa de Antena 3 ‘Espejo Público’, Catalán afirmaba que “me gusta mucho Yolanda y muy poco Escrivá”. De Díaz destacaba que “es comunista, pero es sindicalista”, que “sabe lo que es una empresa” y que por eso es fácil trabajar y entenderse con ella. Esto es algo que los sindicatos también critican, en privado, a Calviño. Según esta versión, tanto Calviño como Escrivá son defensores de una ortodoxia académica, teórica, que muchas veces no se compadece con la realidad de las empresas y de los trabajadores.