
Sin Maldad / José García Abad
El presidente español ha sido acogido con algo más que simpatía en el encuentro anual del capitalismo mundial en Davos, donde los líderes no menos mundiales recibieron, impasible el ademán, las apelaciones de Sánchez contra las desigualdades y demás injusticias del sistema.
Sánchez alertó sobre la penosa situación de los ciudadanos que “luchan por comprar una casa, por proporcionar una buena educación a sus hijos, y a muchos de ellos les resulta imposible ahorrar para tener unas vacaciones, o una jubilación decente». Al tiempo que el número de multimillonarios «sigue creciendo» y las grandes empresas multinacionales «siguen aumentando sus beneficios, incluso a costa de los demás».

El presidente español ha sido acogido con algo más que simpatía en el encuentro anual del capitalismo mundial en Davos, donde los líderes no menos mundiales recibieron, impasible el ademán, las apelaciones de Sánchez contra las desigualdades y demás injusticias del sistema. Ciertamente, el presente foro dista de ser lo que era en sus inicios, cuando los intelectuales orgánicos del capitalismo exhibían un discurso arrogante en defensa de un capitalismo sin cortapisas, que abominaba de todo tipo de regulaciones estatales asegurando que el sistema se autorregula en beneficio de todos. Hoy, tras el estallido de la crisis financiera de 2008, no hay economista que se precie que siga defendiendo la no intervención en los mercados
Ante las injusticias sociales, Pedro Sánchez ha hecho un llamamiento a las élites mundiales para que contribuyan a revertir las desigualdades, y ha incidido en la importancia de que las políticas «se centren de nuevo en lo que realmente importa: el bienestar de la gente».
No es la primera vez que Sánchez machaca en Davos este mensaje. En enero de 2020 los asistentes al Foro escucharon con algo más que cortesía sus propuestas para una reformulación del capitalismo de forma que sea socialmente inclusivo, activo contra el deterioro del medio ambiente e intervencionista ante unos mercados ciegos ante valores extraeconómicos sentidos por una opinión pública más beligerante al respecto. Porque, aseguró, «los ciudadanos creerán en la democracia si la democracia cree en ellos».
Denunció Sánchez que “vivimos en sociedades prósperas que tienen niveles alarmantes de vulnerabilidad social» y proclamó la necesidad de una nueva era que resuelva el fracaso del neoliberalismo, de forma que no permita que el progreso económico se haga a expensas de los seres humanos.
En su opinión hay que ir un paso más allá, pues no basta con redistribuir la renta, sino que hay que asegurar que los mercados funcionan “de forma más justa y democrática». «No puede haber, sentenció, justicia social sin justicia fiscal».
Davos perdió su arrogancia inicial
Ciertamente, el presente foro dista de ser lo que era en sus inicios, cuando los intelectuales orgánicos del capitalismo exhibían un discurso arrogante en defensa de un capitalismo sin cortapisas, que abominaba de todo tipo de regulaciones estatales asegurando que el sistema se autorregula en beneficio de todos.
Hoy, tras el estallido de la crisis financiera de 2008, que para España representó la pérdida de una década larga y tras las enseñanzas de la epidemia del Covid-19 que llevó a la Unión Europea a abandonar su política austericida, no hay economista que se precie que siga defendiendo la no intervención.
La perdida de la cobertura moral del sistema no hará cambiar el hecho de que los grandes poderes económicos sigan impertérritos ante las crecientes desigualdades pues, claro está, que el capitalismo no tiene alternativa, lo que no impide que la socialdemocracia, que tiene a Sánchez como uno de sus abanderados más escuchados, consiga que los poderes políticos vayan consiguiendo algunos avances concretos como los que Sánchez enumeró el pasado martes en Davos. No hay que olvidar que la socialdemocracia nació para humanizar algunos abusos del sistema.
Así, el presidente Sánchez ha predicado en Davos las principales medidas adoptadas por el Gobierno de España en los últimos diez meses para contribuir al bienestar de los ciudadanos. «Hemos dedicado más de 45.000 millones de euros de fondos públicos a ayudar a los hogares y a las empresas a hacer frente a la ola inflacionista y a la crisis energética», ha explicado, subrayando el despliegue de recursos financieros y jurídicos del Estado, tales como la bajada de impuestos, el fomento del transporte público gratuito, las ayudas directas a las pymes y a los hogares, o las medidas en materia de electricidad y de vivienda.
«Estas medidas –concluyó– nos han ayudado a reducir la inflación en cinco puntos en cinco meses y a hacer esta crisis un poco más llevadera para muchos, por lo que seguiremos manteniéndolas y ampliándolas hasta que los precios se moderen y la vida digna vuelva a ser asequible».
La reunión con empresarios del Ibex se celebró a puerta cerrada por lo que lo único que ha trascendido es el plantón del presidente de Iberdrola, que pretextó su ausencia por un encuentro con el fondo noruego Norges, segundo mayor inversor de Iberdrola, con el que ha alcanzado un compromiso para invertir 1.200 millones de euros en renovables en España. Como si no hubiera sido compatible hablar con los del fondo y con el presidente de su país.