
Mar de Fondo / Raimundo Castro
La pregunta del millón es hasta dónde puede estirar el chicle Pedro Sánchez en su negociación de los Presupuestos con Podemos, ERC, PNV y Bildu. Porque es cierto que a ninguno –incluido el Gobierno y el PSOE– les interesa un adelanto electoral y todos pondrían en peligro el decisivo reparto de los fondos europeos, urgente e imprescindible, si los Presupuestos del año que viene son rechazados.
Sánchez sabe que todos tienen que apostar por aprobarlos. Y juega al recorte (de hecho, alguno de sus socios me ha señalado en privado que Félix Bolaños, tan activo antes, cada vez se muestra más silente en las negociaciones desde el Congreso socialista de Valencia). Pero el presidente también sabe que si rompe el chicle, pone en peligro la estabilidad y su propio proyecto de fondo basado en una “recuperación justa”, como él mismo lo define.

Ni ERC, ni Podemos ni el PNV quieren poner en riesgo la aprobación de los Presupuestos de Pedro Sánchez. Pero los tres ponen precio a su apoyo.
Ni ERC, ni Podemos ni el PNV quieren poner en riesgo la aprobación. Está claro. Pero volvamos al chicle. Porque los tres ponen precio a su apoyo. Aunque sea por razones de imagen política. Sobre todo, en el caso de ERC.
Suena poco creíble que ERC diga, para explicar que puede rechazar las cuentas del Estado, que si los Presupuestos se prorrogan tampoco pasa nada respecto al posible adelanto electoral, como he oído decir a alguno de sus portavoces. Y que por eso Sánchez debe tener cuidado y tomárselo en serio. Pero la amenaza de enmienda de totalidad si no se cumplen los compromisos de los actuales Presupuestos, aprobados por ellos el año pasado, y se modifica la Ley Audiovisual fortaleciendo la presencia de los idiomas cooficiales en las producciones cinematográficas, es tan cierta que Gabriel Rufián, el referente del ánimo negociador, asegura que si es necesario la presentará él mismo en el Congreso.
Me consta que Oriol Junqueras está que trina por la actitud pasiva de Sánchez, dando largas a sus demandas. Sobre todo porque sabe que los incumplimientos son un arma de destrucción, si no masiva, sí al menos demoledora, en manos de Carles Puigdemont, de cara también a la Mesa de Diálogo, cuyos acuerdos considerarían agua de borrajas si el Gobierno incumple en asuntos menos graves como los presupuestarios.
Temas como la no puesta en marcha de la garantía de ejecución de inversiones en Catalunya; la cogobernanza de los Fondos Europeos para la reconstrucción por los que la Generalitat gestionaría más de la mitad marcando sus prioridades inversoras (como la del Corredor Mediterráneo); la gestión del Ingreso Mínimo Vital o del Consorcio de la Zona Franca de Barcelona, entre otros, llevan a los republicanos a afirmar irónicamente que Sánchez les recuerda a José María García, Butanito: ni una mala palabra pero ni una buena acción. Todo son, afirman, “inconcreciones y dilaciones”.
Además, Podemos ha introducido otra variable en la encrucijada ante la que se sitúa Sánchez antes de iniciar la andadura del proyecto de “recuperación justa”. Un proyecto que pasa por alargar todo lo posible esta legislatura e incluso llevar las elecciones a finales de 2023 o primeros de 2024 para aprovechar los seis meses de presidencia europea que le tocan para entonces.
Gracias al subidón de Yolanda Díaz en las encuestas, en Podemos creen que la Plataforma que ellos articulen y la vicepresidenta lidere les permite, ya, mantener el suelo del 11% de los votos y hasta crecer un poco si se adelantan las elecciones. Y añaden que, de convocarlas Sánchez, las cosas, en definitiva, quedarían como están. Algo que también piensan ERC, PNV y Bildu. Y que, según ellos, desarma la velada amenaza de Sánchez.
De ahí que el presidente se halle ante una encrucijada decisiva en la que también quiere pararle los pies a Yolanda Díaz, con la que mantiene una estrategia del “que crezca, pero no tanto”, lo que explica el pulso por la Reforma Laboral.
Periodista y escritor