Pedro Sánchez y Pere Aragonès acaban de poner en marcha el contador de la mesa de diálogo entre el Gobierno central y la Generalitat de Cataluña. Sin prisas, sin pausa y sin plazos, ha dicho el jefe del Ejecutivo, que asistía en la sede del Govern a una cita con ERC en ausencia de Junts, ocupado en maniobrar contra su socio para recuperar el liderazgo perdido entre el independentismo. Con toda la calma y discreción que el bronco panorama político les permita, sus equipos tratarán de acercar posturas. Pero, si los negociadores no logran un acuerdo, otros beneficios sacarán los presidentes.
En pausa desde que la pandemia echara el freno al mundo y, particularmente, a una política española dominada por las urgencias, la mesa de diálogo entre el Gobierno central y la Generalitat de Cataluña ha echado a andar. A pesar de la desconfianza mutua de sus protagonistas y de las presiones que reciben y recibirán de uno y otro lado, con la derecha acusando al jefe del Ejecutivo de arrojarse en brazos de los que quieren romper España y con Junts forzando su ausencia de la negociación ocupado como está en recuperar su liderazgo entre el independentismo.
La cita tenía lugar el miércoles para encajar en la agenda de Pedro Sánchez y se celebró a pesar de la maniobra de los socios de Pere Aragonès, que propusieron cuatro representantes para una delegación donde sólo uno de ellos formaba parte del Govern provocando una controversia que se resolvió como Junts parecía esperar, dejando a ERC solo con el presidente socialista y sus ministros después de una agitada Diada con gritos de botifler –traidor, en catalán– a Oriol Junqueras.
El jefe del Ejecutivo necesita el apoyo de ERC en el Congreso para sacar adelante su programa progresista y las leyes de Presupuestos
Así las cosas, con representantes de los partidos que hubieran formado un tripartito catalán que Esquerra no quiso, se celebraba la mesa de diálogo en el Palau de la Generalitat de Barcelona, en una cuidada puesta en escena distorsionada por la retirada de la bandera española antes de la rueda de prensa posterior de Aragonès y que Félix Bolaños, en una entrevista al día siguiente en la Ser, prefirió evitar comentar para quedarse “con lo positivo”.
Juntos pero no revueltos
El ministro de la Presidencia es uno de los representantes de la delegación del Ejecutivo central en la mesa de diálogo que Sánchez pactó con Esquerra para asegurarse su investidura. Le acompañaron y le acompañarán en próximas citas Yolanda Díaz, representante de la coalición de Unidas Podemos de la que En Comú forma parte; Isabel Rodríguez, socialista y titular de Política Territorial; y Miquel Iceta, también ministro y primer secretari del PSC. La representación del Govern catalán corre a cargo de la consellera de Presidencia, Laura Vilagrà, y del conseller de Empresa, Roger Torrent, ambos de ERC.
Tras las fotos de rigor, las del posado de los dos presidentes y la de trabajo con ambos equipos, Sánchez y Aragonès mantuvieron un encuentro privado de dos horas para confirmar que parten de posturas radicalmente opuestas y, a pesar de todo, trabajarán por encontrar un posible punto de encuentro.
Lo confirmaron ante los medios en sus respectivas comparecencias que, como los comunicados posteriores, demostraban hasta qué punto están alejadas sus posiciones de partida; mientras Moncloa habla de “agenda de reencuentro”, la Generalitat insiste en la autodeterminación y la amnistía y menciona una votación en Cataluña del acuerdo final de la mesa que el Ejecutivo no contempla.

Las discrepancias, por conocidas y reiterativas, no parecen suponer un obstáculo para que los trabajos den comienzo. Después de que las dos delegaciones hayan roto el hielo, trabajarán de forma periódica y discreta todo lo que la agenda política y mediática les permita.
En unos casos, porque la disputa por el voto conservador entre los partidos de la derecha se libra en términos de unidad nacional y la mesa de diálogo es una oportunidad para cargar contra Sánchez y arañar un puñado de puntos demoscópicos con el mástil de la bandera de España.
En otros, porque Junts augura el “fracaso” de las conversaciones entre el Ejecutivo central y la Generalitat de la que forma parte y se presenta como contrapunto de ERC invocando de nuevo la unilateralidad, que no sirvió en 2017 para sacar adelante una DUI pero que viene bien para sumar voluntades e ir recuperando la hegemonía perdida entre el electorado secesionista el 14-F.
Apoyo mutuo
Pero, al margen de las dificultades y del resultado de la negociación, hay réditos que sacar a la mesa para quienes se sientan en ella. De hecho, a Sánchez y a Aragonès les interesa aferrarse a una mesa de diálogo que, cuanto menos, les permitirá ir superando etapas en las que requerirán de ayuda mutua.
El president ha de demostrar la utilidad de la vía negociadora entre el independentismo en medio de las presiones de Junts
Los votos de los 13 diputados de ERC en el Congreso son imprescindibles para sacar adelante la agenda progresista del Ejecutivo y las leyes de Presupuestos. El propio president, preguntado en la rueda de prensa posterior tras la reunión, hablaba de “materias” y “dinámicas” diferentes, pero admitía que “todo ayuda, evidentemente. Si los PGE ayudan, esto puede avanzar. Si esto avanza, los PGE también”.
Mientras, los trabajos con el Gobierno central permiten explorar la vía negociada que defiende Esquerra desde que Oriol Junqueras, encarcelado en Lledoners (Barcelona), habló el pasado junio en un artículo de la posibilidad de un referéndum “pactado” frente a caminos que no son “viables”, facilitando a Sánchez la concesión de los indultos a los presos del procés.
Esa exploración no tiene fecha límite. Según dijo Sánchez en lo que parecía un eslogan, van a trabajar sin prisas, sin plazos y sin pausa. Así y sin la presión del calendario, Aragonès podrá llegar a la cuestión de confianza a mitad de legislatura pactada con la CUP habiendo intentado un referéndum de autodeterminación.
A ERC y a Junts se les ha quedado pequeño el Palau de la Generalitat para seguir compartiendo el mismo espacio y, explorando vías distintas, cada uno escribe su propio relato independentista confiando en llevarse el gato al agua en unos próximos comicios, aunque ninguno de los dos quiere ir tan lejos como para forzar un adelanto electoral y asumir el coste político.
A pesar de las dificultades, estos socios mal avenidos no tendrán que firmar una tregua para garantizar la gobernabilidad de la legislatura. Llegado el momento de aprobar unos Presupuestos catalanes, Salvador Illa, que se tomaba un fotografiado café con Sánchez después de su encuentro con Aragonès, ya decía a finales de agosto que está dispuesto a que el PSC negocie con Esquerra unas nuevas cuentas en el Parlament.
Al final, lo de la mesa de diálogo va a ser como el camino a Ítaca, donde lo importante del viaje no es el destino sino el camino.