
Mar de Fondo / Raimundo Castro
En los despachos del Congreso y de los ministerios donde se habla en plata, los Presupuestos Generales del Estado del año que viene han puesto de moda una palabra: ECUACIÓN. La ecuación, como es sabido, es una igualdad algebraica en la cual aparecen letras (incógnitas) con valor desconocido. Y solucionarla es determinar el valor o valores de las incógnitas que transforman la ecuación en una identidad.
En esos despachos se oye decir que el PNV no sabe ni qué pedir de tanto como le han dado, pero “está en la ecuación”. Como “están en la ecuación” ERC, Bildu y todos los grupos que apoyaron la investidura de Pedro Sánchez. Y que Sánchez tiene tan claro –y tan hablado con sus socios– cómo resolver la ecuación que el primer Consejo de Ministros de octubre va a aprobar, por primera vez en muchos años, el proyecto de Presupuestos que oficialmente debe presentarse el 1 de octubre.

Todos los partidos del bloque de la investidura quieren que haya Presupuestos porque no quieren favorecer un adelanto electoral
Se trata, claro, del proyecto. Un avance de lo que se intenta hacer a grandes rasgos que recibirá modificaciones sustanciosas, vía enmiendas, algunas de las cuales ya están previstas con antelación aunque, como las incógnitas de la ecuación, no se conozca el tamaño de las “X”.
De lo que sí está seguro Pedro Sánchez, de entrada, es de que ninguno de los socios que están en la ecuación va a presentar una enmienda de totalidad que eche las cuentas para atrás antes de empezar a negociarlas parcialmente. Ni, por supuesto, van a apoyar las que sabe que presentarán PP, Vox y presumiblemente Ciudadanos.
Para Sánchez, la vuelta a la normalidad y la recuperación de la estabilidad con la ayuda europea son decisivas. Y está convencido de que pueden alcanzarse. Empezando por los Presupuestos, que son determinantes en la política europea, donde los bolsillos y los euros, la economía en definitiva, justifican cualquier política de los Estados miembros, medien Podemos, Vox o cualquier otro extremo, entre los que incluyen a los independentistas.
Sánchez también sabe, y lo ha contrastado con sus socios, que nadie está para bromas porque ninguno de ellos, empezando por su aliado en el Consejo de Ministros, Podemos, quiere ayudar a que se anticipen las elecciones generales. Eso no significa, dicen los suyos, que no esté dispuesto a ser generoso (porque él tampoco quiere el adelanto electoral y sabe que ahora vive lo que llama “el segundo asalto” de la legislatura). Un asalto para el que tiene que asegurar definitivamente que controla todo el PSOE, lo que formalizará el congreso del partido en octubre; para el que ha hecho un cambio de Gabinete en que no queda nadie que pueda decir que le debe algo (a quienes representan muy bien José Luis Ábalos, Iván Redondo y unos poquitos más que caben en el muñón de una mano) y para el que necesita en la esquina del cuadrilátero a ERC y el PNV para que le quiten el sudor de la frente y el morado de los ojos donde le aticen los muchos puñetazos que todavía le quedan por recibir del mundo político (especialmente del PP), el judicial y el económico, algunos empeñados todavía en tratarlo como a un Chaves cualquiera, confiando en el fantasma teórico de Trump.
La clave de arco, con todo, siguen siendo los 13 diputados de ERC. Pero ahí hay tranquilidad; en contra de las apariencias, es total. Las cosas están claras. Sánchez y Aragonès, el ‘president’ catalán, se lo han dicho sin recato. Y su acuerdo presupuestario va a conllevar una traca final, la de la modificación de la Ley Audiovisual que acabará blindando el catalán fijando su participación en los fondos europeos que ayudarán a las productoras en la lengua cooficial y recortará los privilegios de la que en Cataluña llaman algunos ‘ley Netflix y Amazon’ por lo que se favorece la producción cinematográfica y televisiva en castellano e inglés en detrimento de las lenguas cooficiales de nacionalidades y regiones. Y no sólo en España, sino en muchos otros países de la UE.
Aunque es una ley que va fuera de los Presupuestos, se discutirá al mismo tiempo el próximo trimestre. Y Aragonès ya se lo ha dejado muy claro a Sánchez. Quiere su cuota parte para el catalán. De momento, Sánchez ha suspendido la aprobación de la Ley Audiovisual prevista para el Consejo de Ministros de la semana pasada. Y todo apunta que será la guinda del pastel del acuerdo final con la aprobación paralela de la ley junto a los Presupuestos a finales de año.
Otra cosa es que, pensando en el acoso de Carles Puigdemont, ERC se haga valer, como siempre, tirando de avisos más o menos altisonantes, que es el papel asignado a Gabriel Rufián en Madrid. Porque el que avisa, dicen, no es traidor.
Periodista y escritor