
Sergi Miquel
Si en algún momento algún gobernante de nuestro país tiene la siniestra ocurrencia de crear un registro de catalanes puros, yo puedo ser el primero de la lista. No tengo ocho, tengo por lo menos treinta y seis apellidos catalanes, mis padres se llaman Jordi y Montserrat, como los patrones del país, y la historia reciente de mi familia pasa toda entre las comarcas del Gironès, la Selva i el Baix Empordà en lo que se conoce como Catalunya Vella. Vamos, que debo ser algo así como un reservorio genético de lo catalán.
A pesar de mi historial, somos muchos que cuando intentamos responder a la pregunta: ¿qué significa ser catalán?, encontramos la respuesta más fácilmente en las contingencias del presente que en las del pasado. He nacido y crecido en un pueblo que acogió durante los años 50, 60 y 70 del siglo pasado a centenares de personas que dejaron Cádiz o Córdoba para buscar aquí una vida mejor. En mi pandilla nos juntamos todos independientemente de si tenemos los dos padres nacidos aquí, sólo uno o ninguno. Y en realidad la persona que me convenció para aventurarme en la política dejó Tarifa a los 18 años y terminó siendo alcalde de mi pueblo apellidándose Santamaría Molero. Asumo como propia la máxima de Ortega y Gasset de que ‘yo soy yo y mis circunstancias’, por lo que no puedo prescindir de todo este ecosistema propio a la hora de explicarme lo que significa ser catalán.

Canadell y su discurso no están en mi bando. Hay sumas que restan y no tengo ninguna duda de que relativizar este discurso extremo nos hace un poco peores a todos
Reflexiono sobre este tema a propósito de la elección de un perfil controvertido para ocupar un lugar más que destacable en una de las listas electorales por parte de un partido independentista. El sujeto en cuestión ha afirmado que buena parte de los ciudadanos de nuestro país son “colonos”, lo que no me permite ser indiferente. Tratar a una parte de nuestros conciudadanos como colonizadores es una aberración cuando Abascal o Le Pen lo insinúan refiriéndose a la población subsahariana y lo es cuando independentistas lo hacen refiriéndose a conciudadanos con origen andaluz o extremeño. El “no pasarán” hay que aplicarlo también en casa.
Conozco a muchos de los que acompañan a Canadell en esta lista electoral y dudo que la mayoría de ellos comparta este discurso. Es por eso que permitir que, a cambio de un puñado de votos, este discurso identitario se incorpore en el relato independentista sin plantar batalla alguna, y que entre en el Parlament por la puerta grande es un error que no nos perdonaremos jamás. Quizás por inocencia, quizás por desconocimiento, daba por hecho que determinados discursos no eran compatibles con la idea de construir un solo pueblo que se apoderó del catalanismo político, por lo menos, la ultima mitad del siglo XX y de esto me siento en parte responsable.
No creo que sea una buena idea que en Catalunya recuperemos la dialéctica de colonos y colonizados y creo que hacerlo es echar por la borda tanto trabajo realizado para sumar al movimiento independentista gente con orígenes diversos. Escribió Amin Malouf en ‘Identidades Asesinas’ que “ya no se trata simplemente de “nosotros” y “ellos”, como dos ejércitos en orden de batalla que se preparan para el siguiente enfrentamiento, para la siguiente revancha. Ahora, en “nuestro” lado, hay personas con las que, en definitiva, tengo muy pocas cosas en común, y en el lado de “ellos” hay otras de las que puedo sentirme muy cerca”.
Si hay un “nosotros” y un “ellos” para mí es evidente que Canadell y su discurso no están en mi bando y que, si tengo que elegir, prefiero a tantos Ramírez, Sánchez, Díaz y Fernández que hablando catalán o no, siendo independentistas o no, me han demostrado defender los valores cívicos en los que creo mejor que el candidato. Hay sumas que restan y no tengo ninguna duda de que relativizar este discurso extremo nos hace un poco peores a todos.
Sergi Miquel Valentí (1989, Llagostera, Girona). Graduado en Diseño de Producto en la escuela ELISAVA de Barcelona y Bachelor of Art and Design de la Universidad de Southampton y Máster en Teoría y Crítica de la Cultura por la Universidad Carlos III de Madrid. Ha participado de diferentes organizaciones y entidades culturales siendo hoy socio de ADI-FAD y Omnium Cultural, entre otras. Diputado en el Congreso (desde junio de 2016) de Junts per Catalunya.