Pegasus ha dejado a Pedro Sánchez sin apoyos parlamentarios sólidos y al albur de lo que Alberto Núñez Feijóo decida. El presidente ha encontrado la complicidad del PP para regatear la comisión de investigación que reclaman sus socios -incluido Unidas Podemos-, pero el voto de los populares obliga a Sánchez a comparecer para dar cuenta de lo que puede ser uno de los mayores escándalos de la historia reciente de España. Mientras Félix Bolaños se arremanga para recuperar el favor de Pere Aragonès y los dirigentes de ERC, el CNI queda sumido en una profunda crisis de reputación, el aumento de la inflación por la guerra en Ucrania ensombrece la creación de empleo y la posibilidad de agotar la legislatura, como pretende el presidente, se aleja.
A Pedro Sánchez se le empiezan a acumular las comparecencias en el Congreso para dar explicaciones. Todavía no ha atendido la que tiene pendiente sobre el Sáhara Occidental y esta semana socios y oposición ya le han reclamado otra, para dar cuenta del ‘caso Pegasus’. Un escándalo que, de no reconducirse, amenaza con finiquitar no sólo la legislatura, sino también las posibilidades de Pedro Sánchez de continuar en la Moncloa.
A Feijóo le interesa tan poco como a Sánchez airear el ‘caso Pegasus’ en una comisión de investigación
La comparecencia, por cierto, ha sido solicitada por EH Bildu, el mismo grupo que hizo posible la semana pasada la aprobación del real decreto anticrisis. Y ha salido adelante gracias al apoyo del PP que, eso sí, ha librado al Gobierno de la comisión de investigación que solicitaban todos sus socios, incluido Unidas Podemos. Una comisión que habría mantenido viva la polémica durante meses y que provocaría un desgaste enorme.
Los espionajes arrancaron bajo el gobierno de Mariano Rajoy y vaya usted a saber las vicisitudes de Pegasus en manos de esos grupos parapoliciales, al servicio de los intereses políticos del PP, que prosperaron con Jorge Fernández Díaz al frente de Interior. El número de espiados que reconoce el Gobierno es inferior al publicado por The New Yorker y Citizen Lab, y ABC publicaba la semana pasada, citando fuentes de inteligencia, que “las cosas no se hicieron bien. Pegasus se usó sin control”.
Por tanto, a Alberto Núñez Feijóo le interesa tan poco como a Sánchez airear lo sucedido estos años en una comisión de investigación. Pero sí le interesa añadir más presión a un presidente que está viendo cómo empiezan a surgir grietas en su Gobierno. Y no las más o menos habituales con Unidas Podemos, sino también entre Moncloa y Defensa, entre Félix Bolaños y Margarita Robles.
Robles pasa al ataque

Ni Félix Bolaños ni la portavoz, Isabel Rodríguez, han cerrado la puerta a la salida de la directora del CNI, Paz Esteban, en las apariciones públicas que han protagonizado esta semana. A priori, tras el reconocimiento del espionaje a Sánchez y a la ministra de Defensa, su posición queda tan comprometida que es prácticamente insostenible. Sin embargo, la propia Margarita Robles recomendaba a los periodistas esta semana repasar de quién es la responsabilidad de proteger las comunicaciones del presidente. Robles, de quien depende el CNI, le pasaba la pelota así a la secretaría general de Presidencia, ocupada por Bolaños hasta el pasado verano y ahora en manos de Fran Martín, mano derecha del ahora ministro de Presidencia.
El jueves, Bolaños trataba de clamar los ánimos explicando a la prensa que ha hablado con Robles y que le ha trasladado su “apoyo, afecto y solidaridad” y que ambos están trabajando en la misma dirección para esclarecer los hechos. Según Bolaños, “la responsabilidad es del Gobierno en su conjunto”.
En el centro del escenario desde que se conociera el ‘caso Pegasus’, Robles ha optado por aquello de que la mejor defensa es un buen ataque. De hecho, el enfado de ERC sólo llegó a indignación después de las palabras de la ministra de Defensa en la sesión de control al Gobierno de la semana pasada. Robles defendió los espionajes, preguntándose qué es lo que puede hacer un gobierno “cuando se vulnera la Constitución, se declara ilegalmente la independencia o cuando tienen relaciones con dirigentes de un país que está invadiendo Ucrania”. El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, afirmó que sería “una gran ministra en un Gobierno de PP y VOX” y que su posición es “insostenible”. El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, remarcó que sus palabras “la incapacitan políticamente para seguir en este cargo” y le ha pedido que “asuma responsabilidades”.
También ha pedido la asunción de responsabilidades políticas el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, que tras la reunión con la directora del CNI está “más preocupado que antes de haber entrado”. Echenique ha explicado que su grupo ha solicitado al Ministerio de Presidencia que se desclasifique toda la información relativa al caso, aunque no ha ido tan lejos como su compañero de En Comú, Jaume Asens, que en el programa Cafè d’Idees de La 2 lanzaba nada menos que la hipótesis del “chantaje” por parte de Marruecos. “Aquí hay una pregunta que mucha gente se puede plantear: es legítimo pensar que estos gigas que le han robado al presidente del Gobierno en su móvil tienen alguna cosa que ver con el cambio de posición del Gobierno de España con el Sáhara”. Mientras, Yolanda Díaz cierra filas con Sánchez y asegura que el presidente “ha dado un paso al frente” revelando haber sufrido el espionaje, aunque también ha subrayado que “nuestro país merece una explicación”.
La indignación de ERC

“Quien crea que esto se va a tapar y no se va a cargar la legislatura no está evaluando lo que tiene enfrente”, advertía esta semana Rufián, en una señal muy seria porque ERC ha demostrado que no le duelen prendas a la hora de dejar caer el Gobierno. Lo hizo en 2019, cuando su rechazo a los Presupuestos dio paso al adelanto electoral; lo hizo hace algunas semanas en la votación de la reforma laboral, que habría dejado al Gobierno muy tocado si no hubiera sido por el error del popular Alberto Casero; y lo repitió en el caso del decreto anticrisis, esta vez salvado gracias a EH Bildu.
Las relaciones no se han roto entre Moncloa y el Palau de la Generalitat. La comunicación existe, pero no la confianza que deben tener dos socios que han atado sus destinos políticos. Sánchez necesita a los republicanos para la aritmética parlamentaria, pero Aragonès precisa de la réplica del Gobierno en su apuesta política por el diálogo y la normalización en Cataluña. Sin la posibilidad de llegar a entendimientos con el Gobierno, Aragonès será presa fácil de la línea dura -aunque sea más dialéctica que práctica- defendida por Junts y la CUP.
La inquietud cunde en Moncloa porque las encuestas ya colocan a Feijóo en posición de gobernar, con el apoyo de Vox y Ciudadanos
El problema es que el diálogo no avanza, ni va a avanzar. No en el aspecto competencial, de desarrollo del Estatut o de infraestructuras, donde las comisiones bilaterales sí han estado trabajando en los últimos meses, sino en la vertiente política. Las hipótesis que ha manejado el Gobierno acerca de que se termine votando en Cataluña una reforma del Estatut, por ejemplo, están muy lejos de la amnistía y de la autodeterminación que defiende Aragonès. Sánchez no se cierra a que se termine votando en Cataluña, a que el proceso de diálogo termine en las urnas. Pero nunca para decidir sobre la independencia. Por eso la mesa no se ha vuelto a reunir a pesar de que Aragonès la lleva pidiendo desde enero. Y por eso, junto a la voluntad de no entregar a Yolanda Díaz una victoria política, ERC votó en contra de la reforma laboral.
La sensación entre los republicanos es que el Gobierno los ningunea. Tras verle las orejas al lobo en la votación de la reforma laboral, ministros como Bolaños o Díaz se esforzaron en tender puentes con ERC, en comunicar y explicar sus planes y en atender algunos de los matices que se pudieran plantear -también con otros socios, como PNV y EH Bildu, que llevaban tiempo quejándose de la poca lealtad del Gobierno hacia las fuerzas que lo sostienen-. El voto favorable de los republicanos para el decreto anticrisis estaba atado, hasta que Pegasus trastocó todo. Y aunque Aragonès agradece el esfuerzo del Gobierno en las últimas semanas -Bolaños llegó a trasladarse a Barcelona para reunirse con la consellera Laura Vilagrà- la sensación de ninguneo no ha desaparecido. Aragonès explicaba en una entrevista reciente a eldiario.es que “hace bastante tiempo” que no habla con Sánchez, aunque la semana pasada se intercambiaron algunos mensajes, y subraya que todavía no hay calendario para su encuentro.
Elecciones a la vista
La inquietud empieza a cundir en Moncloa porque las encuestas ya colocan a Alberto Núñez Feijóo en posición de gobernar con el apoyo de Vox y Ciudadanos. La última, la de 40db publicada por El País esta semana, en la que PSOE pierde 14 escaños y Unidas Podemos 10. En el Gobierno no se olvidan que Albert Rivera también llegó a ser presidente en las encuestas, pero el escenario no es halagüeño. Sobre todo, porque el ruido mediático está ocultando grandes éxitos para el Ejecutivo, como el récord de cotizantes a la Seguridad Social, que en abril, por primera vez, se han situado por encima de los 20 millones de personas.
“A aquellos que crean que ha empezado la campaña electoral, se les va a hacer larga”, advertía el martes la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, que insistía en que Sánchez agotará la legislatura a finales de 2023. Pero tal y como están las cosas, sin el apoyo de ERC y con las elecciones municipales y autonómicas en el horizonte, parece muy complicado que el Gobierno consiga sacar adelante los Presupuestos de 2023. En una entrevista en Infolibre, el diputado de EH Bildu, Jon Iñarritu, preguntado por si la legislatura está en riesgo, respondía “Espero que no. Nosotros no lo queremos y sería una pésima noticia. El riesgo de la extrema derecha está ahí y ya no es que viene el lobo”. Pero no hay que olvidar que EH Bildu no votó a favor de la investidura de Sánchez y no le importó dejarle herido de muerte en la votación de la reforma laboral. Habrá que ver qué nuevos capítulos nos depara Pegasus, que ya se da por hecho que también ha operado en los teléfonos de más ministros.