¡Vaya gente! / Mara del Prado
Digan lo que digan los demás. Como en la canción de Raphael, Sofía de Grecia parece convencida de que “hay mucho más azul que nubes negras, y es mucha más la luz que la oscuridad”.
La reina profesional, como la llamó Juan Carlos I en el más célebre ejercicio de desafección pública hacia su esposa, inauguraba su agenda 2022 en el Centro de Investigaciones Biológicas-Margarita Salas de CSIC para conocer el proyecto pionero de biotecnología para la gestión sostenible de plásticos mediante la producción de bioplásticos.
Su hija Cristina hacía pocas semanas que protagonizaba la crónica social con la sorprendente infidelidad de su marido, Iñaki Urdangarin, con quien acababa de pasar las vacaciones navideñas esquiando en familia por las pistas de Baqueira-Beret, y la emérita se recomponía en tiempo récord para interesarse por el laboratorio de parasitología molecular donde se desarrolla una vacuna contra el Covid que contará con el apoyo de su Fundación Reina Sofía. “Y lo hizo con la misma actitud de siempre y una sonrisa detrás de su mascarilla”, destaca Hola.
Con el mismo buen ánimo acudía días después al Auditorio Nacional, donde presidió el concierto extraordinario a beneficio de las becas anuales de ampliación de estudios en el extranjero de Juventudes Musicales de Madrid coproducido con Ibermúsica.
Los libros que hablan sin tapujos y con todo lujo de detalles sobre las amantes de Juan Carlos de Borbón, los detalles escabrosos sobre las relaciones extramatrimoniales de su esposo, la atención desmedida sobre Corinna Larsen, el divorcio de la infanta Elena, el estallido del caso Nóos, la infanta Cristina en el banquillo, el yerno Urdangarin en prisión, el desaire de la reina Letizia a las puertas de la Catedral de Palma, ahora la ruptura de la segunda de sus tres hijos.
“Más dicha que dolor hay en el mundo, más flores en la tierra que rocas en el mar”. Lo de la reina Sofía, sin duda, es cuestión de actitud. Digan lo que digan los demás.