Los presidentes de las Comunidades Autónomas y los alcaldes de las principales ciudades están orgullosos de los ciudadanos españoles, sin cuya solidaridad y compromiso habría sido mucho más difícil superar las críticas situaciones del último año y medio. Todavía hay que sobreponerse a los desafíos, pero si los municipios y los ciudadanos siguen teniendo el protagonismo que se han ganado durante la pandemia, España conseguirá lograr todos los objetivos propuestos.
Construir un futuro digital y sostenible
Juan Manuel Moreno
Presidente de la Junta de Andalucía
Resulta todavía difícil imaginar un escenario sin Covid, después de tantos meses de dolor y sacrificios. La pandemia ha marcado un punto de inflexión no sólo en nuestras vidas, sino en todos los ámbitos: en el económico, el sanitario, el social… El virus nos ha dado muchas lecciones, una de ellas que somos más vulnerables de lo que imaginábamos; pero, también nos ha iluminado el nuevo camino a seguir. Y ese futuro, ya casi tangible, debe construirse sobre dos cuestiones fundamentales: la digitalización y el cuidado por el medio ambiente. Así lo ha señalado también la Unión Europea en su programa de fondos Next Generation EU, en el que todos los países miembros tienen puestas sus expectativas de recuperación.
La transformación digital es una de las herramientas más eficaces para la inclusión social y para frenar la despoblación de la España rural. En Andalucía estamos poniendo los mimbres para irrumpir con fuerza en este nuevo escenario y convertirla en región líder en transformación digital. Ya no nos conformamos con sobrevivir a la crisis; esta vez aspiramos a ser motor y no furgón de cola como en otras crisis y momentos de nuestra historia.
Estamos trabajando por una Administración más ágil y eficiente, que sintonice con la respuesta que espera el ciudadano y sea pionera en España en automatización inteligente. Esta última, por ejemplo, ha sido clave para tramitar con mayor rapidez las ayudas y los ERTE durante la pandemia. Pero, como decía, esa transformación digital tiene que irradiar hacia toda la sociedad. Desde el inicio de la Legislatura hemos mejorado las infraestructuras con un gran despliegue de redes de conectividad, con el objetivo de que haya más hogares conectados y más andaluces con competencias digitales.
Del mismo modo, la economía debe caminar hacia un modelo más digital y sostenible, que tienda al crecimiento y a la internacionalización. En Andalucía estamos llevando a cabo planes para el desarrollo de infraestructuras de telecomunicaciones y con la vista puesta en crear un ecosistema innovador en torno a las ‘smart cities’.
En relación con esto último, desde el Gobierno de Andalucía asumimos, incluso antes de la pandemia, la necesidad de avanzar en un cambio de modelo económico fundamentado en la economía verde y el compromiso medioambiental, que tiene como elemento central la sostenibilidad. Lo estamos haciendo con nuestra ‘Revolución verde’, una hoja de ruta que se alinea con el Pacto Verde Europeo.
Esta ‘Revolución verde’ y a la apuesta por la sostenibilidad están cada vez más presentes en nuestra actividad económica, como ya ocurre en la agricultura y ganadería andaluza o en la industria. Y, entre otras muchas acciones, hemos aprobado el primer Plan Integral de Residuos de Andalucía, primer paso en la política de residuo cero que fomenta este Gobierno, y hemos impulsado un proyecto de Ley de Economía Circular.
Estamos trabajando para que Andalucía lidere el cambio hacia un modelo económico, social y medioambiental. Hoy Andalucía ya es sinónimo de confianza y atractivo inversor. Con la recuperación y los fondos que están por venir, nos encontramos ante una oportunidad económica y de empleo. Además de ser una obligación moral de dejar una tierra mejor a las futuras generaciones. Tenemos ese firme compromiso. Para ello contamos con el resto de las instituciones. Confiamos en que el Gobierno de España ponga en práctica la cogobernanza con las comunidades autónomas para que esas ayudas lleguen a proyectos realmente prioritarios y construyamos ese futuro que tantos nos merecemos andaluces y españoles.
Binomio vacunación-recuperación
Ángel Víctor Torres
Presidente de Canarias
En primer lugar, y como ya he trasladado en aniversarios precedentes de la misma publicación, mi más sincera felicitación por los 30 años de la revista El Siglo y mis deseos de que sigan cumpliendo muchos más. A diferencia de mi anterior reseña, de 2020, cuando aún carecíamos de vacuna y la lucha contra la COVID-19 presentaba demasiadas incertidumbres y riesgos, ahora, a punto de terminar el verano de 2021, me congratula decir que ya vemos la luz de la esperanza y que, salvo nuevos contratiempos, parece que dejamos atrás, poco a poco, lo peor de esta pesadilla servida a modo de pandemia que tantas muertes y daño social y económico ha causado en el Archipiélago.
Que España y Canarias sean dos de los lugares con mayor nivel de vacunación (las Islas ya han superado una inmunización del 80% entre su población mayor de 12 años) debe llenarnos de orgullo porque es una prueba de la robustez y la eficacia de nuestro sistema sanitario público.
Además, si algo nos ha enseñado esta crisis absolutamente impredecible, es la necesidad de contar con una red de servicios públicos esenciales lo más fuerte posible, porque, sin sanidad, educación y servicios sociales públicos y eficaces, las consecuencias de esta catástrofe mundial habrían sido mucho más dolorosas en nuestro país y en el entorno europeo.
La articulación rápida y eficaz de mecanismos de respuesta a esta crisis social y económica, como han sido los ERTE, los créditos ICO y la respuesta financiera veloz de la UE ante la COVID-19, nada ha tenido que ver con la austeridad practicada en la crisis económica de 2008 y este ha sido, sin duda, el camino correcto.
Los más de 700.000 millones de euros aportados por la UE deben servir a los Estados miembros, con España a la cabeza, para apostar por una sociedad más justa, igualitaria y sostenible, que luche de forma intensa contra el cambio climático, refuerce los servicios públicos básicos y apueste por la digitalización, la investigación y la ciencia, y que progrese hacia una mayor cohesión social amparada en el más sólido Estado de bienestar.
Esa debe ser la principal enseñanza a extraer de estos duros tiempos, mucho más en regiones como la nuestra, tan dependiente de la movilidad de las personas y del turismo. Justo por ello, ha sido la más afectada en lo económico.
Canarias se ha volcado en el apoyo a su gente y a los sectores productivos más afectados y, aparte de distribuir 95 millones en ayudas directas en 2020 y 87 a empresas y autónomos a principios de 2021, todos de recursos propios, se puede avanzar que, antes del 31 de diciembre, tendrá repartidos los 1.144 millones de euros recibidos del Estado para compensar pérdidas en el tejido empresarial local. A esta acción se unirá el impulso a la reactivación económica y a la transformación social, ecológica y digital de las Islas con fondos europeos de recuperación, los especiales por la COVID, y los ordinarios del nuevo septenio presupuestario (2021-27). Por lo tanto, de ahora en adelante esperamos que se confirmen las buenas expectativas tras el trabajo bien hecho en vacunación y en la protección del tejido productivo y los trabajadores.
Tras este verano con actividad económica al alza, hay que seguir gestionando con solvencia la emergencia sanitaria, para dar seguridad a la gente y al destino turístico, e iniciar una recuperación intensa en lo económico que debe empezar con la temporada alta, de este octubre en adelante. Las previsiones de plazas aéreas, reservas y compras de paquetes turísticos así lo auguran, como también ocurre con las proyecciones de crecimiento del PIB regional este año (casi 7%) y el próximo (10,7%, según el BBVA), porcentajes que Canarias encabeza en el ranking por autonomías.
Se ve la luz al final del túnel y ello indica que será posible la superación de la actual crisis por la COVID-19, que a todos nos ha cambiado la vida. Ahora debemos encauzar la recuperación y para ello hay que seguir sacando lo mejor de todos nosotros y de las administraciones públicas. Dentro de la gravedad de lo ocurrido, ya podemos empezar a ser optimistas.
La futura normalidad
Miguel Ángel Revilla
Presidente de Cantabria
Conmemoramos un año más el aniversario de la revista El Siglo y en esta ocasión lo hacemos en un momento especialmente relevante para el futuro de España y sus Comunidades Autónomas, entre ellas Cantabria. Con la pandemia de COVID-19 en su fase terminal, después de meses de sufrimiento y restricciones, nos encontramos por fin en condiciones de retomar poco a poco la normalidad perdida. Con la situación sanitaria en vías de control, ha llegado la hora de volcarnos en la recuperación económica y construir nuevas oportunidades de progreso y bienestar para el futuro.
Los fondos extraordinarios dispuestos por todas las Administraciones, y sobre todo por la Unión Europea, son una base imprescindible para que el relanzamiento de la economía se produzca en unos plazos razonables. Han quedado afortunadamente atrás los tiempos de contención y de recortes en los servicios públicos que prolongaron durante casi 10 años la salida de la crisis monetaria iniciada en 2008. A diferencia de entonces, la respuesta de Europa ha sido ahora la acertada, a base de gasto público e inversiones para paliar los daños sociales y económicos ocasionados por la pandemia y agilizar la recuperación y el crecimiento de los diferentes sectores productivos.
Ahora tenemos que aprovechar al máximo todas las oportunidades que nos ofrecen esos fondos públicos extraordinarios para dotarnos de un tejido productivo más competitivo, tecnológicamente más avanzado y ambientalmente más sostenible. Tenemos que impulsar además una mayor cohesión económica, social y territorial, lo cual exige responsabilidad y altura de miras a la hora de distribuir los fondos extraordinarios procedentes de Europa y de afrontar la reforma del sistema de financiación autonómica.
Por eso, ahora que afrontamos la normalidad postcovid, yo apuesto por una España más solidaria e igualitaria, que huya de la crispación y las tensiones innecesarias y anteponga siempre las necesidades ciudadanas, para que todos los españoles nos sintamos plenamente iguales y podamos acceder a servicios públicos equiparables, vivamos donde vivamos.
Trabajar en el consenso, el trabajo y la libertad
Emiliano García-Page Sánchez
Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla – La Mancha
A medida que nos vamos acercando al fin de la pandemia, debemos ir afinando los análisis en torno al presente que nos deja y el futuro que llega.
Debemos ser profundos en nuestras apreciaciones y certeros en las conclusiones, pues de cómo entendamos la ruta a seguir dependerá en gran medida que la “España postcovid” sea una nación más fuerte, más preparada, o un país que profundiza en sus errores y en sus fracturas.
Así que no es pronto para concluir que la España de la Autonomías, una vez asumida una realidad de años, es una gran herramienta a la hora de afrontar un problema común con acciones coordinadas pero adaptadas a la realidad de cada territorio.
La pandemia nos ha enseñado que autonomía no significa desunión, y que los grandes problemas deben afrontarse mediante la fijación de objetivos comunes, en pos de los cuales cada territorio, cada administración, cada gestor público, debe aportar su capacidad, su voluntad y su esfuerzo. No es posible, por ejemplo, organizar la vacunación urgente de la población con los mismos automatismos en zonas rurales que en grandes concentraciones urbanas; en comunidades con grandes centros de atención primaria o con numerosos pequeños consultorios, etc. esto reza también para afrontar el problema de la vivienda, de las prestaciones sociales, de la seguridad ciudadana o de la promoción de empleo.
Para quienes confiamos en el sentido común, en la sensatez y en la solidaridad de los españoles, demostrada en tantas y tantas ocasiones importantes, también en esta crisis sanitaria, la España de los próximos años será una nación que habrá resuelto el grave problema de una financiación autonómica desconectada de la realidad socioeconómica del país, con un sistema capaz de equilibrar el dato demográfico con el problema que genera la despoblación en amplios territorios cuyos habitantes nos exigen el cumplimiento de nuestras obligaciones en el ejercicio de sus derechos, sin que influya más allá de lo razonable su lugar de residencia, pues los derechos fundamentales, y la obligación de servicio público, no admiten excepciones.
Será una España más implicada en la renovación y revitalización de la Unión Europea ante los retos que imponen los cambios en el tablero internacional, y también más comprometida con la revolución de la sostenibilidad, la revitalización del medio rural, la empleabilidad de la juventud en un entorno de justicia retributiva, y la atención a los más necesitados, pues no es menos importante la justicia distributiva de la riqueza nacional.
Hay que confiar en que España seguirá trabajando en la línea de consenso, trabajo y libertad cuyo resultado es el periodo de la Historia de España más próspero que hemos vivido y que queremos seguir escribiendo.
Motivos para confiar en el futuro
Alfonso Fernández Mañueco
Presidente de la Junta de Castilla y León
Mi enhorabuena a la revista El Siglo por sus 30 años de intensa vida periodística, hecho notable en el competitivo entorno informativo actual.
La calidad y la actualidad de sus contenidos han contribuido sin duda a este logro, como refleja este número dedicado a la España de la post pandemia.
La crisis del Covid-19 nos ha mostrado que poseemos uno de los mejores países para vivir y del que podemos sentirnos muy orgullosos. Cuenta con un asentado sistema de derechos y libertades, con un sistema de protección social de alto nivel y, sobre todo, con unos ciudadanos responsables y solidarios. En suma, España tiene sobrados motivos para confiar en el futuro.
Un futuro que nos impone a todos afrontar desafíos de dimensión global. Como la digitalización. La sostenibilidad medioambiental y social. Modelos productivos más eficientes y con mayor valor añadido para competir con éxito en un mercado global. Son desafíos que estamos asumiendo con firmeza en mi Comunidad, ante los que hemos emprendido un ambicioso programa de modernización económica y social en todos los órdenes.
Ese futuro también reclama una nueva visión de nuestro Estado autonómico. En Castilla y León creemos en nuestra Constitución. Así, basándonos en sus contenidos, defendemos un modelo territorial compuesto por instituciones que ejerzan sus respectivas funciones y actúen en clave de unidad. Un modelo que contemple unas Comunidades gestoras, coordinadas por un “Estado director” que conserve y ejerza unas funciones esenciales.
Si hay algo que la pandemia puso de manifiesto es que el Estado debe estar presente en todos los territorios de España con los instrumentos necesarios que faciliten su actuación. Su vaciamiento continuo ha demostrado ser especialmente grave y, por tanto, no caben más cesiones en este sentido.
Y, junto a él, unas Comunidades Autónomas asentadas como instituciones responsables, eficientes y capaces de trasladar confianza a las personas. Como un eficaz instrumento de servicio, en suma, que debe reforzarse.
Son algunos apuntes, consciente de que tras la pandemia nada será igual por completo, ni totalmente diferente. Ello dependerá de lo que hagamos ahora.
Construir una España mejor
Alberto Núñez Feijóo
Presidente de la Xunta de Galicia
La pandemia nos ha cambiado. Sin duda se puede y debe discutir con qué intensidad, pero ha cambiado a las personas de forma individual, el modo de relacionarnos con nuestra familia y seres queridos, ha cambiado los ecosistemas laborales, y también la gestión de las instituciones públicas y los gobiernos. Todos hemos tenido que adaptarnos, sin previo aviso, a un nuevo paradigma en el que las prioridades y urgencias que teníamos se convirtieron en tan solo una, salvar vidas.
La crisis sanitaria ha convertido en presente muchos de los retos que antes visualizábamos para un futuro. Lo que años antes podíamos sentir como poco importante, la pandemia lo ha convertido en crucial. Porque la situación límite que hemos vivido nos ha servido, entre otras cosas, para ser más conscientes que nunca de nuestra capacidad de respuesta como sociedad, de la rápida adaptabilidad a los cambios abruptos y de las fortalezas de lo público y lo privado cuando caminan de la mano, en la misma dirección y con un mismo fin.
Se equivocan quienes piensan que los mayores logros de las sociedades nacen del conflicto. Los grandes avances y consensos emergen de la cooperación y de las sinergias, y esa es la forma de que el crecimiento económico y el robustecimiento de las estructuras sociales se construyan en paralelo.
Los fondos europeos de recuperación Next Generation EU son una oportunidad única para ello, y España tiene el deber de aprovecharla al máximo. Por eso abogo por una España postcovid en la que los poderes públicos se unan para alcanzar objetivos comunes de la próxima década, como la transformación del modelo de crecimiento y la reindustrialización de la economía que perseguimos desde Galicia. Nuestro objetivo es que la Galicia del futuro sea más digital, más cohesionada, más inclusiva, más igualitaria y más verde y sostenible, porque queremos construir una Galicia mejor, y esa es nuestra forma de construir una España mejor.
Las comunidades autónomas solicitamos cohesión territorial en el reparto de los fondos para poder ser capaces de impulsar esos desafíos que ya son presente, como la digitalización o la transformación ecológica. Una transformación ecológica que Galicia necesita que sea justa y ordenada, que genere esperanza y no la incertidumbre en la que sigue instalada, pendiente del futuro laboral de más de 16.000 gallegos.
Y es que la España postcovid será mejor si caminamos y trabajamos de forma conjunta para conseguir un crecimiento socioeconómico sostenible, y no premiando a quien quiere deshacer nuestro modelo institucional; será mejor si recuperamos el espíritu de consenso y concordia con el que hacer frente a todos los desafíos que tenemos por delante, y no seguir instalados en la confrontación y el rupturismo; y será mejor si abogamos por la política útil y la cogobernanza de la que tanto se habla, pero la que tan poco se pone en marcha.
La España que viene está llena de oportunidades para conseguir que sea más igualitaria, inclusiva y sostenible. Y cuenta con todo el compromiso de Galicia.
Una España verde, competitiva y justa
Francina Armengol
Presidenta del Govern de les Illes Balears
La pandemia ha supuesto uno de los momentos más vertiginosos de nuestra historia. Negocios, trabajadores y ciudadanía han cargado sobre sus espaldas el peso de esta crisis sanitaria, económica y social. Pero el compromiso individual y colectivo, acompañado del mayor escudo social de la historia democrática, nos permite hoy vivir un momento trascendental para encarar el futuro con optimismo y dilucidar tanto las Illes Balears como la España que queremos. Los ERTO, las ayudas directas a las empresas afectadas y el refuerzo de los servicios públicos se han demostrado claves para llegar a la situación en la que estamos: la del inicio de la recuperación.
Todo ello nos ha permitido también perseguir nuestro principal objetivo, que no es otro que salvar el máximo número de vidas posible. En las Illes Balears, este camino, abarcado desde el diálogo social, es el que nos permite liderar la recuperación económica.
Aunque la pandemia también nos ha enseñado que urge un cambio en nuestro modelo. El compromiso de Europa a través de los fondos Next Generation EU nos permite dibujar el futuro que queremos con claridad, asumiendo algunos retos que hace tiempo veíamos necesarios y hoy ya tenemos como imprescindibles. En nuestra comunidad trabajamos de forma clara y contundente para ello.
Uno de los retos que debe abordarse es el de la modernización y diversificación económica. Los fondos europeos son la mecha que hará prender este cambio. Persiguiendo un país más competitivo en todos sus sentidos, que atraiga y mantenga el talento y que de impulso a nuevos sectores que dinamicen nuestro progreso.
Otro de ellos, quizá el más importante, es el del cambio climático. Nuestra responsabilidad es hacerle frente y adaptarnos a sus consecuencias inevitables. Nuestro objetivo en las Illes Balears, impulsados por la ley contra el cambio climático, también pionera en España, es llegar al 2050 con unas islas 100 % renovables. Y eso necesita de la voluntad de todos.
Pero para alcanzar estos retos, es necesario responder a otro también imprescindible: el constante refuerzo de los servicios públicos, los mismos que nos han permitido afrontar la pandemia y poder estar hablando hoy de nuestra reactivación. En este sentido, en España no se puede obviar una realidad evidente: el aumento de la población en territorios como las Illes Balears. Cuanta más presión demográfica, más peso sobre los servicios públicos, las infraestructuras y nuestros recursos. Así, se debe atender a un reparto justo y equitativo.
Si perseguimos todos estos retos y los afrontamos con la misma voluntad con la que hemos afrontado la pandemia en las Illes Balears, es decir, con responsabilidad, constancia, resiliencia y compromiso firme, seremos capaces de dibujar esta España que queremos: la del mayor progreso, la de la mayor igualdad para todos. Y deseamos que la revista El Siglo, con 30 años a sus espaldas, pueda cumplir muchos más informando y siendo parte de ella.
Cualquier desafío debe ser contemplado
Concha Andreu
Presidenta de La Rioja
En su obra “Text and pretext”, el novelista y filósofo británico Aldoux Huxley afirmaba que la experiencia no es lo que te sucede sino lo que haces con lo que te sucede. Esta invitación a extraer las lecciones de lo que acaece, a interiorizarlas y a actuar conforme a las mismas es lo que, quienes tenemos responsabilidades de gobierno, debemos poner en el haber de la cuenta de una pandemia que, gracias al ritmo admirable de la campaña de vacunación en España, protagoniza su capítulo postrero después de monopolizar casi todos los aspectos de nuestra vida desde su aparición en la primavera de 2019.
De entre esas lecciones, hay una que, para mí, debe primar: y es que el necesario ejercicio de prospectiva que debemos afrontar debe tener en cuenta que cualquier eventualidad, por improbable que sea, debe ser contemplada. Ello implica, por tanto, ampliar los márgenes de los desafíos predecibles para los que tenemos que estar preparados.
Y, por supuesto, la consecuencia lógica y responsable es que, en los próximos años, las instituciones públicas deben acometer un proceso profundo de refuerzo y adaptación de los servicios públicos al escenario post pandemia. El paso al frente que ha dado la Administración Pública durante la pandemia debe tener su continuidad a la hora de paliar los efectos económicos y sociales del coronavirus.
Hay que reforzar con más medios técnicos y humanos nuestros sistemas sanitarios públicos autonómicos y dar continuidad al actual marco suprautonómico de coordinación y cooperación, no sólo en esta materia de salud. Pero también hay que seguir avanzando en un escudo de protección social para los miembros más vulnerables de nuestra sociedad. No podemos permitir que esta crisis suponga un aumento de la inequidad y la descohesión social.
Lo anterior, hemos de afrontarlo mientras seguimos apostando con decisión e inversión por la educación, por la investigación científica, por la innovación empresarial y por la aceleración del proceso de adquisición de competencias digitales por parte de la población con una especial atención a quienes más difícil tienen esa tarea.
Y, por supuesto, hemos de seguir trabajando para que el modelo productivo nacional encare la transición energética que lo haga más sostenible medioambientalmente y apueste por sectores productivos de alto valor añadido que generen empleo estable y de calidad que, de una vez por todas, generen oportunidades a la juventud de este país.
Esa es la España que imagino para la era postcovid. Ese el país al que aspiro y por el que trabajo todos los días.
De la resiliencia a la reinvención
Eduardo de Castro González
Presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla
La pandemia del COVID-19 nos ha sacudido con fuerza, y aún hoy lo sigue haciendo. Si bien es cierto que no es la primera crisis de la globalización a la que hacemos frente, sí es la primera de esta era cuyos efectos han llegado a toda la población mundial y cambiarán en el corto y medio plazo nuestra manera de vivir. El confinamiento a escala nacional, decretado en marzo de 2020, frenó en seco la vida cotidiana. Paralizó la vida social. Los alumnos tuvieron que continuar sus estudios desde casa, también los trabajadores. Las empresas de todos los tamaños y sectores se enfrentaron a una incertidumbre -todavía hoy- sobre sus perspectivas de futuro. Ahora que empezamos a reactivar nuestra economía debemos abordar un doble objetivo: proteger tanto la salud de las personas como blindar el bienestar económico. Para ello, debemos diseñar unas políticas eficaces; capaces de acelerar la recuperación que tanto ansiamos y mitigar el golpe que han sufrido -y sufren- empresas y ciudadanos.
Nuestro país deberá pasar, y creo firmemente que lo hará, de la resiliencia a la reinvención. Esta crisis debe servir de catalizador para acelerar el cambio y reforzar la estructura de las empresas, los sectores y la economía en general. Es de esperar que surja entre los ciudadanos una sensación de desconfianza en ese camino, pues hasta ahora hemos vivido convencidos de nuestra invulnerabilidad e inmunidad social. Pero no es menos cierto, que el COVID-19 ha supuesto un desafío científico que ha demostrado encontrar respuesta en un tiempo récord.
España afronta una recuperación orientada por una hoja de ruta en la que destaca la situación sanitaria y la vacunación como principales hitos. Pero también han de ser prioritario impulsar el turismo y del comercio exterior, así como retomar las relaciones internacionales, fundamentales en el caso de Melilla. Pero también retos sociales como la pobreza y el desempleo juvenil, entre otros.
Esta salida a la crisis será más estable cuanto más inclusiva sea socialmente y más se asiente sobre grandes consensos políticos que reviertan en beneficios sociales y en un crecimiento sostenible. Y en esa tarea, quienes estamos al frente de las instituciones debemos estar a la altura. Superar la pandemia exige un esfuerzo coordinado sin precedente de los sectores públicos, contando también con lo privado. Y así confío en que sea, buscando el bien común.
Considero impensable imaginar un futuro si dejamos de lado todo esto, que es primordial para recuperar lo que han denominado como ‘la nueva normalidad’. Deseo un país y una Melilla que retome la confianza en sí misma, en sus posibilidades y gane el futuro desde el presente. Siempre hemos sido una comunidad fuerte, capaz de reponerse y reinventarse ante las adversidades. En esa tarea estamos.
Desde las comunidades y ciudades autónomas, los servidores públicos estamos haciendo un esfuerzo ingente para sobreponer a la ciudadanía de esta situación. En esta tarea, debemos contar con el apoyo de la AGE y de las instituciones europeas. También en Melilla, como parte incuestionable que somos de esa España y como puerta sur de una Europa que es de todos.
Hacer de la esperanza una realidad
Fernando López Miras
Presidente de la Región de Murcia
Hace treinta años, El Siglo de Europa vio la luz como proyecto editorial en una España que se abría al mundo plena de vigor y de optimismo en vísperas de los grandes eventos programados para 1992, como un ejemplar espacio de libertad y democracia fruto de un proceso de reconciliación nacional admirado en todo el mundo. Un país de gran presencia a nivel internacional y con un notable protagonismo en el proyecto de integración europeo, una vez derribados los muros que separaban a los pueblos de nuestro continente.
La realidad hoy es bien distinta, azotada por graves crisis económicas, la amenaza del nacionalismo secesionista y la llegada a las instituciones de fuerzas políticas con el populismo y la radicalidad extrema como razón de ser.
Un escenario agravado por la peor pandemia que hemos afrontado en un siglo, que se ha cobrado un coste terrible en vidas y ha traído una crisis económica cuyas consecuencias seguimos padeciendo, y que tiene entre sus factores negativos la presencia en la Moncloa del Gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez y su apuesta por políticas de enfrentamiento entre los españoles frente al necesario consenso para impulsar la recuperación económica y la paz social.
Ante esta perspectiva tan lóbrega, lo fácil sería bajar los brazos, asumir con resignación lo inevitable y entregarse a la nostalgia de tiempos pasados, pero quienes así piensan no conocen a los hombres y mujeres que formamos parte del Partido Popular que lidera Pablo Casado y su proyecto para regenerar la política española y recuperar esa España exultante que tanta admiración generaba. Tenemos la fuerza, las ideas y, lo más importante, tenemos las personas adecuadas para ello, para convertir esa esperanza en realidad.
Para demostrar, que otra manera de gobernar no sólo es posible, sino indispensable para dejar atrás la crisis e iniciar la reconstrucción política, económica y social del país. Todo ello pasa por tender puentes entre quienes realmente anteponen el bienestar de todos los españoles a los intereses partidistas o aferrarse al poder de cualquier modo, por indigno que resulte.
La España que queremos y por la que trabajamos no entiende de desigualdades territoriales ni de privilegios de unas comunidades autónomas frente a otras, sino que apuesta por equidad, solidaridad, justicia y cooperación como principios básicos que rijan las relaciones entre todas las regiones españolas, en sintonía con el espíritu de la Constitución de 1978, que, a pesar de aquellos que desde el poder aspiran a su demolición, sigue siendo la salvaguarda de los derechos y libertades de nuestros ciudadanos.
Mientras desde el Gobierno central se apuesta por la propaganda y los discursos grandilocuentes fijando la mirada en esa lejana ‘España 2050’ que intentan imponernos a golpe de ideología, los españoles saben que pueden confiar en el Partido Popular para situar a nuestra nación en la senda del crecimiento y la recuperación económica, favorecer la concordia y la cooperación entre los diferentes territorios y liderar los cambios en el ámbito social que refuercen los valores que han sido el santo y seña de nuestro sistema democrático.
Desterrando los mensajes populistas y la tentación de recurrir a los extremos o la revisión histórica de un periodo como la Transición, del que debemos estar orgullosos, frente a quienes se obstinan en reabrir viejas heridas. Haciendo compatible progreso y salud, a la hora de dejar atrás la pandemia, gracias al compromiso responsable de toda la sociedad.
Tenemos una oportunidad única como nación para, a través de los fondos europeos de recuperación, el Plan Next Generation EU, sentar las bases tecnológicas y productivas de esa nueva España del siglo XXI, en la que desarrollo y sostenibilidad medioambiental sean factores cooperadores entre sí.
Promoviendo políticas de Estado para que el acceso a recursos naturales tan vitales como el agua sea un derecho igual para todos los españoles y no un privilegio de algunos, o para que se recuperen y protejan debidamente espacios de un valor ecológico único en Europa como el Mar Menor.
Una España que, frente a las políticas actuales en las que se proscribe el esfuerzo en las aulas, se apueste por el talento y el conocimiento, por una formación basada en la excelencia. Un país con una gran sensibilidad en el ámbito social, integrador de las diferencias, inclusivo y solidario, donde primen el respeto y el buen trato a nuestros mayores. Con una sanidad reforzada y de calidad, de la mano de nuestros grandes profesionales de la salud.
Algo que sólo será posible con la reforma del actual sistema de financiación autonómica y su sustitución por uno que corrija de manera justa y eficaz las deficiencias y desigualdades del modelo vigente.
Estas son las claves de esa nueva España del cambio que es posible, y de cuyos logros continuará dando riguroso y certero testimonio El Siglo de Europa en los años por venir. Enhorabuena por estas tres décadas de compromiso informativo.
Transformación verde, digital y social
Iñigo Urkullu
Lehendakari del País Vasco
El día 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia. Desde entonces, nos está tocando vivir un periodo de la historia realmente excepcional. Hemos padecido en todo el mundo la crisis sanitaria, social, emocional y económica más grave de las últimas décadas.
En Euskadi más de 4.700 personas han perdido la vida afectadas, de uno u otro modo, por el virus de la Covid-19.
Hace un año abrimos el Parque Sempervirens en Vitoria-Gasteiz como espacio de recuerdo y solidaridad con las familias de las personas fallecidas que, en muchos casos, no pudieron despedir a sus seres queridos tal y como habrían querido.
Todas las instituciones públicas y la sociedad ha vivido marcada y condicionada por la pandemia que ha condicionado nuestra vida personal y familiar, nuestras relaciones y convivencia. Hemos vivido incertidumbre y turbulencias desconocidas hasta la fecha. La actuación de las instituciones vascas ha estado fundamentada en las recomendaciones científicas y de las autoridades sanitarias. Hemos obrado con equilibrio, primando la salud pública de las personas y tratando de mantener, en lo posible, la actividad social, educativa, cultural, comercial, económica y el empleo.
Ahora, después de año y medio de lucha contra el virus, estamos a las puertas de poder iniciar un nuevo ciclo. Nuestro objetivo es estabilizar la incidencia del virus y acercarnos a una fase post-pandémica este mismo año. Es innegable que sigue habiendo amenazas, empresas en dificultades y sectores que han sufrido con más intensidad las consecuencias de la pandemia.
Con todo, las previsiones económicas ofrecen una perspectiva favorable en Euskadi. El escenario es de crecimiento del PIB en un 6,7% este año y un 6,4% el que viene. Este crecimiento permitirá alcanzar el nivel de actividad previo a la pandemia y recuperar el empleo perdido en marzo del próximo año.
Esta fase de recuperación es importante, pero no suficiente. Nos encontramos ante un proceso de transformación global y estamos inmersos en la actualización de nuestro Modelo de Desarrollo Humano Sostenible para aprovechar las oportunidades de la transformación verde, digital y social. El Plan Berpiztu de recuperación económica y del empleo, los proyectos de Euskadi Next para acceder a los Fondos europeos y el proyecto presupuestario más inversor de nuestra historia se orientan a fortalecer los servicios públicos, promover la transformación y diversificación de la industria, impulsar infraestructuras energéticas y medioambientales, relanzar la economía verde y circular.
No obstante, después de una experiencia social, familiar y personal tan dura y difícil, el Relanzamiento de Euskadi es también un relanzamiento anímico y emocional. Estamos comprometidos con el Relanzamiento económico y social de Euskadi tras la pandemia. La superación de la crisis y la esperanza en un futuro positivo requieren un espíritu constructivo que favorezca la aportación de lo mejor de cada persona, entidad o institución en favor del bien común.
La hora de la inteligencia colectiva
Luis Barcala Sierra
Alcalde de Alicante
El Covid-19 nos ha mostrado la fragilidad y vulnerabilidad del ser humano. Nos ha hecho mortales. España, al igual que Europa y todo el mundo, seguirá con los mismos problemas que hasta ahora, pero con un entorno más convulso y en unas versiones algo más complejas. Enfocar los problemas como hasta ahora veníamos haciendo se me antoja ineficaz. Los problemas han pasado de complicados a complejos, y eso nos exige unas habilidades diferentes. Los líderes deben enfocar las soluciones desde puntos de vista no convencionales, y eso implica no solo evolucionar, sino cambiar la manera de entender este nuevo mundo.
Socialmente, la crisis de la pandemia ha acelerado el ritmo de la transformación digital, como el comercio electrónico, la telemedicina, las videoconferencias, la enseñanza en línea y la relación con las instituciones públicas y las entidades financieras. Es posible que el trabajo remoto se vuelva más común y habitual, sobre todo en grandes ciudades, así como en sectores con gran carga tecnológica.
De cara las ciudades de tamaño medio, la pandemia nos abre grandes posibilidades de crecimiento. Los actuales esquemas de globalización industrial se han demostrado ineficaces, ya que las cadenas de suministros basadas en el comercio internacional han sufrido debilidades. Las ciudades bien comunicadas y situadas en zonas estratégicas como Alicante ofrecen grandes oportunidades a las empresas. Y las compañías deben volver a resituar sus procesos de producción en sus países de origen. Ya no basta con enfocarse en la cuenta de resultados, los empresarios deben avanzar en crear una sociedad más inclusiva, más justa.
La lección más importante de la pandemia que he aprendido es la importancia de trabajar juntos, con los equipos de trabajo, con los vecinos, en los problemas que nos afectan a todos. Somos mucho más fuertes unidos que divididos. Es la hora de la inteligencia colectiva, de la suma de talentos.
Nuestro objetivo de recuperación como administradores de lo público deberían ser el pleno empleo y evolucionar a una nueva manera de relacionarnos socialmente con nuestros ciudadanos. En eso trabajamos.
La inversión pública tendría que focalizarse más aún en la sanidad y en el cuidado de los ciudadanos, en la educación y en el desarrollo de nuevas infraestructuras con bajas emisiones. Todo esto como palancas de cambio para reducir las desigualdades sociales.
Creo que España y, por ende, Europa solo cambiarán significativamente si, aprovechando esta crisis, deciden, decidimos, tomar entre todos medidas para resolver estos problemas y lograr un cambio fundamental. Las instituciones debemos cambiar, debemos trasladar nuestro foco más hacia las personas.
El virus ya se ha convertido en parte de nuestra vida, y no parece previsible su erradicación en el corto plazo. Es importante invertir en las infraestructuras sanitarias necesarias para detectar futuros brotes virales. Estas inversiones protegen a las personas y a la economía. No podemos permitirnos otra crisis como la de la que estamos saliendo. Nuestros convecinos no nos lo perdonarían.
Confiar en salir mejores
Daniel de la Rosa Villahoz
Alcalde de Burgos
Es un privilegio poder trasladar una sincera y afectuosa felicitación a El Siglo en su trigésimo aniversario desde sus propias páginas.
Una publicación de referencia para el mundo político de nuestro país y un ejemplo de reflexión sosegada, formada y de calado, ha de servir para seguir dando cobijo a la esperanza en una prensa que ayuda a formar opinión y a convertir en inteligible la realidad líquida de nuestros días.
Ante la pregunta que me plantean acerca de cómo creo que será la España postcovid y cómo me gustaría que fuera, me temo que haré una pequeña trampa en pro del optimismo y me referiré al deseo y no a la previsión. Y es que quiero creer, quizá sea inocencia, que cumpliremos con aquellas primeras impresiones cargadas de esperanza y que venían a resumirse en “saldremos mejores”.
Quiero confiar en que no olvidaremos valorar lo que de verdad importa: los y las profesionales sanitarios, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, de los servicios de limpieza, los de carácter social, la cadena de distribución de bienes de primera necesidad, etc. en resumen, quienes sujetaron este país cuando se tambaleaban sus cimientos. Que no olvidaremos valorar a quienes supieron reinventarse para que aspectos tan básicos como la Educación y la Cultura siguieran presentes en nuestro hogar-refugio. Que no olvidaremos valorar la valentía y compromiso de miles de personas voluntarias que se multiplicaron para atender necesidades de todo tipo como dijo Mario Benedetti: “cada cual en su faena / porque en esto no hay suplentes”.
Quiero tener la convicción de que atenderemos con mimo las necesidades y requerimientos de nuestros/as científicos/as e investigadores/as, sector clave en situaciones tan delicadas como la que hemos vivido, pero también en otros muchos aspectos. Ojalá esta pandemia nos haga entender la relevancia de la Ciencia como sector estratégico tanto de futuro como de presente. Que nos tomaremos, al fin, la Educación y la planificación educativa como los grandes temas de consenso que han de forjar en nuestro país un desarrollo relevante y duradero.
Estoy seguro de que se mantendrá en nuestro pensamiento colectivo el innegociable hecho de que es la nuestra, una vida en sociedad en el más profundo concepto de la solidaridad, la empatía y la cercanía que implican un proyecto común.
Nunca pueda darse por buena una tragedia tan olvidable como esta, pero si salimos de ella con este bagaje, al menos el trance habrá sembrado algo de esperanza y certidumbre en las grietas de la desolación y la inquietud.
Avanzar hacia una sociedad justa, sostenible y resiliente
Luis Salaya
Alcalde de Cáceres
La cuestión de cómo nos gustaría que fuese España después del Covid-19 creo que nos la hicimos todos y todas durante el período del confinamiento. Qué iba a suceder con la realidad qué conocíamos hasta el momento. Al pensar en cómo sería un futuro mejor, me imagino sociedades más solidarias, donde las personas sean conscientes de la importancia de la comunidad y de fortalecer lazos con nuestros vecinos y vecinas, rutinas más calmadas donde no se viva pensando únicamente en producir y consumir.
Si idealizo, me gustaría que después de esta pandemia hubiésemos modificado nuestra escala de valores, situando en el centro cuestiones como la lucha contra el cambio climático, la protección de nuestros servicios públicos y la construcción de sociedades más amables.
La situación de emergencia global puso de manifiesto la necesidad de dar respuestas a cuestiones en el plano social, económico y medioambiental. Si algo bueno ha traído esta situación es la oportunidad de avanzar hacia una sociedad más justa, sostenible y resiliente.
Estamos volviendo de manera paulatina a la normalidad que conocíamos y parece que muchos de los cambios que anhelábamos no se van a producir. La memoria es muy frágil, lo urgente a veces nos hace olvidarnos de lo importante. Estamos transitando un camino desde la incertidumbre, pero considero que de forma innegable hay ciertas cuestiones que han mejorado en nuestra sociedad como consecuencia de la pandemia.
Quizás el avance más tangible es el gran conocimiento que han adquirido tanto las administraciones públicas como las instituciones, empresas y la ciudadanía en general, sobre cómo enfrentarnos a situaciones similares que puedan producirse. La pandemia ha supuesto un esfuerzo de coordinación y responsabilidad sin precedentes, que ha provocado que tuviésemos que aprender rápido a adaptarnos y solucionar cuestiones que se nos presentaban.
La incertidumbre nos hizo imaginar cómo sería el mundo en el que nos gustaría vivir y en esa ensoñación nadie se imaginaba calles abarrotadas de coches, ruidos, atascos y contaminación. Por ello, creo que se ha producido un incremento en la conciencia medioambiental y en ciertos hábitos de consumo.
Asimismo, esta crisis ha sido un catalizador para impulsar cambios necesarios como la digitalización de las administraciones públicas o la reinvención de las empresas y la modernización en las formas de trabajar. Esos son algunos de los esbozos que se pueden hacer de lo que quizás pase, sin embargo, estoy convencido de que el futuro estará a medio camino entre lo utópico y lo derrotista, entre lo que deseamos y lo que será.
La hora del progreso en equilibrio
Gabriel Cruz
Alcalde de Huelva
Era una meta previa a la pandemia impulsar la transición a una nueva forma de vivir, la que marca la Agenda 2030.
Trabajábamos ya con ese horizonte global a nivel local, pero la crisis sanitaria y su alto impacto social y económico nos ha hecho reforzar la convicción de que apremia sentar las bases hacia una sociedad más resiliente y sostenible. No es una opción. Es el camino de la vida.
La España postcovid que imaginamos y a la que aspiramos va orientada a ese cambio que debemos promover desde las políticas públicas y con la colaboración y concienciación del conjunto de la sociedad. Persiguiendo un horizonte más verde, tecnológicamente avanzado, un futuro de pujanza y progreso, pero con una piedra angular: el equilibrio entre lo social, lo económico y lo medioambiental. Y con la prioridad, como nos ha enseñado esta pandemia, de proteger a los más vulnerables, de combatir las brechas socioeconómicas. En definitiva, de caminar hacia un mundo estructuralmente más igualitario, más solidario y con más recursos para contingencias.
Tenemos los mimbres para la esperanza y el optimismo. En paralelo a un proceso de vacunación que nos va abriendo la puerta, poco a poco, a la normalidad, las ciudades trabajamos para concurrir a la convocatoria de los Fondos de Recuperación Next Generation EU que nos sirven de palanca a ese cambio, a esa transformación en equilibrio, con proyectos destinados a ofrecer a las personas ciudades más habitables y ecoeficientes, potenciando los espacios peatonales y convivenciales, las infraestructuras verdes, la movilidad sin impacto ecológico y los elementos de fomento de la cohesión social. Cualificando el parque público de vivienda, reforzando la cobertura vegetal de la ciudad o nuevos equipamientos que contribuyan al dinamismo social y económico en los distritos urbanos.
Esta financiación extraordinaria representa una oportunidad histórica para avanzar en la implementación de la Nueva Agenda Urbana y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Y en esas ciudades que soñamos hay expansión y crecimiento, más empleo, más calidad de vida, más competitividad, más herramientas de smart-city, etc., pero para todos y todas, desde la justicia social y la inclusividad. Pensando más allá del presente, en las futuras generaciones, cuidando nuestro planeta y construyendo, entre todos, ciudades inteligentes en las que las personas dispongan de más herramientas a su alcance para su desarrollo y felicidad.
No cabe la indiferencia
Luis Felipe Serrate
Alcalde de Huesca
La pandemia del coronavirus que hemos atravesado con una pérdida irreparable de vidas humanas y de sufrimiento de familiares y allegados debe significar un punto de inflexión en nuestra sociedad en diversos sentidos.
En adelante, habrá una mayor prevención a la hora de relacionarnos con los demás, ya que ahora somos más conscientes de que lo que hagamos puede tener consecuencias para los demás.
También desterrará definitivamente el mito de que las grandes ciudades tienen más que ofrecer. Al contrario, yo estoy seguro de que el futuro tenderá cada vez más a un reequilibrio territorial. Es la clave de la calidad de vida. Para eso hace falta una apuesta decidida de las instituciones.
En este sentido, la labor política deberá tener siempre presente que el servicio al ciudadano y la resolución de los problemas debe ser siempre la prioridad. Frente a todo. Los servicios esenciales deben defenderse a ultranza. Siempre. No se puede esperar que llegue una crisis sanitaria para darnos cuenta de la importancia de la Sanidad, la atención social o los equipos de limpieza, entre otros. La apuesta deben ser inversiones, continuadas en el tiempo para que nunca se resientan unas labores tan importantes. Son la garantía del Estado del Bienestar.
Otro de los aspectos que considero de una relevancia capital es el cambio climático, un problema que está en nuestra mano resolver y el tiempo apremia. No cabe la indiferencia. Las futuras generaciones dependen de que hoy pongamos las cartas encima de la mesa y adoptemos fórmulas sostenibles en nuestro día a día. Reciclaje, modos de transporte no contaminantes, etc. con el objetivo de mitigar la emisión de gases de efecto invernadero.
La concepción de un solo mundo, global y local, desde mi punto de vista, se ha acentuado con las consecuencias del coronavirus. Los problemas de un punto concreto del mundo pueden afectar también a miles de kilómetros. Y eso es algo que, en ocasiones, se olvidaba y debe ser una máxima para ser conscientes de que todos compartimos un hogar, que es nuestro planeta.
Teniendo esto en cuenta sí saldremos más fuertes de esta pandemia.
El valor de lo local
Pablo Hermoso de Mendoza
Alcalde de Logroño
La pandemia de la COVID-19 ha cambiado totalmente nuestra vida, nos ha hecho ser más conscientes de nuestra vulnerabilidad. Una gran crisis que se ha transformado en oportunidad para el avance científico. La vacunación ha sido un éxito colectivo, así lo creo y lo siento.
Desde el punto de vista personal creo que tras la pandemia vamos a ser más conscientes de la importancia de la salud y del bienestar propios, de nuestras familias y allegados. Más conscientes también de la importancia que tienen los servicios públicos; la sanidad y la educación han sido a mi juicio los pilares de una sociedad en tiempos de pandemia Es también un éxito colectivo que España haya sido de los pocos países en poner en marcha su educación tras el confinamiento porque los centros educativos volvieron a estar a pleno rendimiento a partir de septiembre del año 2020 y esto es gracias al esfuerzo de toda la comunidad educativa; y también gracias al comportamiento responsable y ejemplar de los estudiantes.
La pandemia también ha cambiado la movilidad de nuestras ciudades, que han tenido que adaptar su espacio urbano para ampliar el lugar que las calles daban hasta ahora a las personas. Aceras, calles y transporte público se han visto modificados en la mayor parte de las ciudades del mundo. Lugares como París o Londres han desarrollado planes de desarrollo urbano sostenible donde los espacios amplios dedicados al juego de niños y niñas, los jardines y la movilidad sostenible son ya una realidad. Construir ciudades más habitables y a escala humana también es una lección que nos deja el coronavirus.
La tecnología se ha hecho imprescindible en el confinamiento primero y en la «nueva normalidad» después. Las empresas se adaptaron al teletrabajo de una forma rápida y eficiente, y estos nuevos modos laborales se mantienen en la actual idad.
Además, ha sido una oportunidad respecto al comercio local, creo que la pandemia ha hecho que la sociedad valore el comercio local y la compra de proximidad, las tiendas de sus calles, y ha recuperado el sentido de comunidad de nuestros barrios.
Deseo que tras la pandemia se siga potenciando el valor de lo local y lo comunitario, que quede ese espíritu de solidaridad y las redes de apoyo que fuimos capaces de crear en los momentos más duros.
Una España con esperanza
José Luis Martínez-Almeida
Alcalde de Madrid
Al hablar de la pandemia, lo primero que se me viene a la cabeza son imágenes del pasado, imágenes que todos esperamos que no se repitan: el Palacio de Hielo, los hospitales desbordados, las residencias, la ciudad desierta, etc. Pero también imágenes que representan lo mejor del ser humano, de los madrileños: la colaboración de tantas personas, trabajadores municipales, taxistas, sanitarios, nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, transportistas, etc.
Por tanto, quisiera empezar estas líneas rindiendo un homenaje a tantos valientes que estuvieron ahí, en uno de los peores momentos de Madrid y de España. No me canso de recordarlos porque fueron los héroes del 2 de mayo que nos ha tocado vivir en el siglo XXI.
¿Cómo creo que será la España postcovid? En cierto modo, ya la estamos viviendo, porque, aunque esto no ha terminado en absoluto y seguimos teniendo fallecimientos diarios, indudablemente la situación mejora gracias a la vacunación. También la economía está levantando el vuelo de nuevo. España, más pronto que tarde, volverá a la normalidad, y además contaremos con experiencia en luchar contra un enemigo invisible cuya existencia desconocíamos. Estaremos más preparados para lo que pueda depararnos el futuro. Hoy ya somos una España con esperanza, una España que, una vez más, sale adelante.
Como en toda ocasión en que la vida te pone contra las cuerdas, cuando salgamos definitivamente de esta pandemia se habrán producido cambios. Creo que hemos avanzado mucho tecnológicamente hacia digitalización cada vez más plena. El teletrabajo se ha disparado, ahora podemos hacer desde cualquier parte cientos de transacciones, etc. España ha dado un gran salto hacia el futuro, y esto es algo que se seguirá fomentando y mejorando. Sin ir más lejos la administración municipal que dirijo está llevando a cabo un esfuerzo notable para implementar en el corto plazo un conjunto de medidas transversales y de alto impacto para digitalizar los procedimientos más utilizados por los ciudadanos con el objeto de simplificar sus relaciones con el Ayuntamiento.
¿Cómo me gustaría que fuera la España postcovid? Como seguro que será, porque ya lo es: un país unido y solidario; fuerte y luchador; un país que no se resigna. Esta tragedia ha dejado una huella trágica en todos, pero nuestro país también vivió un aluvión de solidaridad, de valor, de lucha que demostró que los españoles no permanecemos indiferentes ante la adversidad. Por tanto, poco más puedo pedir a los madrileños y a los españoles: no hace falta que se lo pida, ellos ya lo dan todo sin preguntar, no importa el reto.
Sin las personas no es posible avanzar
Francisco de la Torre
Alcalde de Málaga
Lo que hemos aprendido con la pandemia hace pensar que muchas de las sensaciones vividas tanto a nivel personal como colectivo pasarán a formar parte de nuestra agenda diaria. Seremos una sociedad más concienciada, más segura y con más valores. Creo que hemos aprendido a valorar más a las personas mayores y el papel desempeñado por las familias a la hora de afrontar momentos tan difíciles. Hemos tomado más conciencia, igualmente, del trabajo de los profesionales de la sanidad, de la educación, y el de las fuerzas de orden público; en general, la labor de todos los servicios llamados esenciales. También hemos conocido más de cerca y valorado el esfuerzo realizado por tantas empresas y sus empleados y empleadas al enfrentarse a retos que nunca habrían alcanzado a imaginar, y a que sin las personas que están detrás –desde las más grandes a las más pequeñas–, no es posible avanzar.
En la España postcovid, como en el resto del planeta, se valorará más la ciencia que en épocas anteriores. Todos hemos podido comprobar cómo la ciencia básica ha permitido en pocos meses tener operativa una vacuna que está salvando la vida de miles de millones de ciudadanos. También la ciencia ha permitido desarrollar la producción de miles de millones de test de antígenos, que han creado un mecanismo de control y localización de contagiados que ha sido especialmente útil mientras llegaba la vacuna. La ciencia necesita educación, formación, e innovación. En ese sentido se ha comprobado, una vez más, la importancia esencial que la educación tiene para cualquier territorio. Por otra parte, la preocupación, y la solidaridad consiguiente, por las personas mayores que viven en soledad, han crecido y se mantendrán. La sensación que nos dio el Estado de Alarma de que la naturaleza entraba en las ciudades ha hecho que se incremente el interés por el medio ambiente y esta apreciación también permanecerá.
El esfuerzo de todos, y especialmente de las nuevas generaciones, nos ayudará a alumbrar una sociedad mejor preparada, por eso es importante hacer hincapié en la necesidad de reforzar la formación y la educación como elemento motor de una sociedad que aspira a aprender a salir fortalecida de las grandes crisis.
Ahora es el momento de la reactivación, y la apuesta de Europa con los fondos Next Generation EU puede suponer, sin duda, un gran impulso, por lo que nos jugamos mucho en su tramitación y gestión. Por pura necesidad, debe conseguirse una eficaz colaboración público-privada y entre todos los niveles de la administración, y lo esencial: debemos lograr que el sector privado desarrolle todas sus capacidades y potencialidad.
Un camino lleno de cambios
Gema Igual
Alcaldesa de Santander
Siempre he considerado que en la política, como en la vida, es importante anticiparse al futuro pero resulta poco recomendable jugar a ser adivinos.
Y más aún cuando nos movemos en escenarios tan sembrados de incertidumbres como éste al que nos ha empujado la pandemia.
Por ello, pienso que puede resultar osado e, incluso contraproducente, emitir pronósticos sobre un horizonte difuso, más allá de tener muy claro que caminamos hacia una senda, posiblemente minada de cambios, que exigirá adaptarnos a una nueva realidad.
Y ésa es precisamente una de las misiones que los ciudadanos nos exigen a los políticos: buscar y facilitarles las herramientas que permitan progresar y dar respuesta a las dificultades que se presenten en el recorrido.
Claro está que la Covid-19 supone un punto de inflexión en la encrucijada de la historia, que el virus marcará un antes y un después tanto en España como en todo el mundo, y que provocará un acelerón en algunas transformaciones socioeconómicas que ya estaban asomando en los últimos años.
Desde mi responsabilidad como alcaldesa de Santander y desde mi condición de ciudadana, entiendo que la clave es plantearnos cómo nos gustaría que fuera España tras la Covid-19, porque, una vez definido el puerto al que queremos dirigirnos, es cuando se pueden marcar rumbos y dirigir la proa para salvar travesías inestables.
Con este punto de mira, qué duda cabe que, antes que nada, hay que aprender las lecciones y establecer hojas de ruta que nos hagan más fuertes y menos vulnerables ante acometidas tan feroces e inesperadas como esta pandemia.
Por ello, hay que redoblar la apuesta por políticas transversales que ahonden en una sociedad más solidaria y sostenible. Desde las primeras acometidas del virus, los profesionales y ciudadanos han dado ejemplo de cómo, si vamos de la mano y nos liberamos de rencillas espurias, España es un país con un potencial grandioso. Es un mensaje claro: hay que trabajar y pensar en abrir cauces de potencialidad común que solucionen problemas, aplicarnos en lo que nos une y no perdernos en escaramuzas que nos desgastan y debilitan.
También esta pandemia nos ha reafirmado en una partida que ya estaba sobre la mesa: España, el mundo, será sostenible o no será. La Covid-19 ha expuesto las vulnerabilidades críticas del planeta, y ha puesto de relieve la necesidad de un cambio sistémico para dirigirnos a una sociedad más sostenible y equitativa.
Cada uno desde nuestra responsabilidad debemos aplicarnos en este empeño, y desde el Ayuntamiento de Santander trabajamos, como un eje de nuestro Plan Estratégico, en líneas enfocadas en torno a los Objetivos de Desarrollo Sostenible que se concretan en actuaciones que ya han dado sus frutos de cara al modelo de ciudad al que aspiramos. Una ciudad moderna, innovadora y abierta a los cambios que ha apostado por la innovación tecnológica para mejorar los servicios que presta a los vecinos y que refuerza el valor de los ayuntamientos como institución más cercana a los ciudadanos.
Por esas rutas debe trazarse un porvenir que nos permita reconstruir, afianzar y avanzar, siempre con la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos por bandera.
La vida después de la pandemia será distinta. Si España será mejor o peor depende de cómo, entre todos, construyamos el camino. Desde el presente, en nuestras manos está ese futuro.
Cooperación, diálogo y colaboración interinstitucional
Clara Luquero
Alcaldesa de Segovia
Me gustaría que fuera una España más solidaria, más unida, más justa, más sostenible y más humana.
Este último año y medio de pandemia hemos sufrido mucho, y estoy convencida de que nos merecemos un tiempo de cooperación, de diálogo y de una estrecha colaboración interinstitucional.
El futuro está en las manos de cada uno de nosotros y nosotras. Y es que no hay mejor vacuna para salir de la crisis económica derivada de la pandemia, que la unidad de todos y todas, de la ciudadanía en general, de las administraciones públicas, de cada una de las instituciones, y por supuesto de los partidos políticos. Las disputas políticas no ayudan a combatir la pandemia.
Durante los difíciles momentos vividos, desde el Ayuntamiento de Segovia, como me consta han intentado hacer la mayor parte de entidades locales y administraciones públicas de nuestro país, siempre hemos mantenido, como prioridad, la atención a aquellas personas más vulnerables. Así, por ejemplo, durante los meses de confinamiento, pusimos en marcha un servicio de compra de alimentos a domicilio, y un servicio de apoyo psicológico, especialmente orientado a nuestros mayores; sin olvidar el servicio de Teleasistencia y Ayuda a Domicilio que posibilitó el contacto diario y el seguimiento continuo de nuestros usuarios.
Y ahora estamos comprobando como, con la nueva normalidad post COVID-19, todas estas personas necesitan de nuestro apoyo en mayor medida, por lo que estamos obligados a destinar una parte importante de nuestros presupuestos municipal a todos ellos, si bien para poder confeccionar una atención social basada en los derechos de las personas, necesitamos la implicación y apoyo económico, tanto de la administración autonómica como del Gobierno de España y la absoluta implicación de Europa, ya que los Ayuntamientos deberemos disponer de los recursos económicos suficientes para afrontar los gastos ocasionados por la demanda de ayuda social, así como otros recursos residenciales y de alimentación, a los que haya que hacer frente.
Porque no debemos olvidar que los Ayuntamientos somos la administración más cercana a los problemas de los ciudadanos y ciudadanas y, por ende, debemos de ser ágiles, eficaces y resolutivos. Por ello, no podemos seguir trabajando con parámetros administrativos del siglo XX, porque formamos parte de una sociedad del siglo XXI, cada vez más digitalizada. Así, desde el estricto cumplimiento de la legalidad, y la necesaria fiscalización de cada trámite administrativo, debemos ser capaces de dar un paso definitivo hacia la administración electrónica.
En esta nueva etapa postpandemia, como ya ocurría antes, la ciudadanía seguirá jugando un papel esencial en el desarrollo de las políticas municipales. Nos debemos a ella y para ella trabajamos. Por eso, tenemos que apostar por unos servicios públicos más sólidos, ágiles, modernos y eficientes, en definitiva, por construir, entre todos, una sociedad cada vez más fuerte. Todo ello en aras a ser capaces de volver a construir una sociedad basada en la igualdad, la colaboración y la modernización, pero siempre en la idea de no dejar a nadie atrás.
La España que será y la que quiero
Juan Espadas
Alcalde de Sevilla
Estrechar o no la mano, abrazar o no, dar o no un beso. A muchos de nosotros nos ha asaltado la duda cuando, tras relajarse las restricciones sanitarias por la COVID-19, nos enfrentamos al saludo de un familiar, un amigo, un conocido. Y no es una anécdota. Es un cambio de conducta en las relaciones personales impuesto por la pandemia que, como mínimo, nos llama a la prudencia, a la necesidad de cuidarnos más, a la conciencia de que todo lo mal que lo hemos pasado no puede resultar en balde.
Si trasladamos este aprendizaje a la economía, la España post pandemia debe aprovechar los fondos europeos Next Generation para profundizar en un cambio del modelo que, por un lado, diversifique aún más nuestros sectores productivos y, por el otro, realice una definitiva apuesta por la sostenibilidad. Una sostenibilidad entendida no sólo desde el punto de vista medioambiental, con la lucha contra el cambio climático como primerísimo objetivo, sino también social, con las máximas de la creación de empleo de calidad en general y para los jóvenes en particular, la igualdad y la superación de la brecha digital que, a su vez, favorezca la igualdad de oportunidades en la educación, la formación y el acceso al mercado laboral.
Se trata, en suma, de hacer las cosas de forma distinta y mejor y, además, con entendimiento entre administraciones públicas con independencia de los colores políticos que gobiernen en unas u otras. En nada beneficia la crispación política y el enfrentamiento entre distintas administraciones. Se nos exige capacidad de diálogo y consenso para la prosperidad de una España unida, cohesionada, justa, donde haya igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y que esté muy alejada de posicionamientos que, a veces, ni respetan siquiera los derechos humanos.
El aprendizaje de la pandemia nos debe llevar a una férrea defensa por los servicios públicos. Los que fueron aplausos a sanitarios, policías, operarios de limpieza,… deben tener su reflejo en la mayor apuesta por los servicios públicos. Son los que dan cobertura a la inmensa mayoría de la población y, además, en momentos difíciles e incluso de riesgo, como han sido los vividos durante toda esta pandemia. Como alcalde de Sevilla, puedo decirles que siento con sumo orgullo el refuerzo de la cobertura social que, en cuestión de días, semanas, pudimos poner en marcha para las familias más necesitadas.
La España post COVID-19, por último, debe otorgar mayor protagonismo al municipalismo en la toma de decisiones. Es, sin duda, la hora de las ciudades en materias tales como la transición ecológica o la cogestión de los fondos europeos. Los ayuntamientos no pueden quedar relegados sólo a la prestación de servicios públicos, también deben tener la capacidad de decidir.
Yo soy optimista sobre la capacidad de nuestro país para afrontar los cambios. Pero hacerlo no es sólo cosa de las administraciones públicas, sino que también implica un cambio de actitud en las empresas y en las personas. Es tarea de todos.
Las ciudades: protagonistas en la España postcovid
Emma Buj
Alcaldesa de Teruel
Afortunadamente, este año celebramos el 30 aniversario de la revista El Siglo en unas circunstancias mucho mejores que hace doce meses, cuanto todavía no había comenzado el proceso de vacunación contra el COVID-19 y la pandemia condicionaba totalmente nuestras vidas. Ahora, gracias a la vacunación, empezamos a retomar con cierta normalidad las actividades que eran habituales antes de la pandemia, pero han sido meses muy duros que, sin duda, han cambiado nuestra perspectiva.
Con el recuerdo de quienes nos han dejado a causa de esta enfermedad siempre en nuestros corazones, seguimos adelante, con todas las medidas de seguridad establecidas por las autoridades sanitarias.
Considero que uno de los efectos de la pandemia es que todos valoramos más nuestra calidad de vida, y ahí toman un especial protagonismo las pequeñas y medianas ciudades, como es el caso de Teruel, en las que la cercanía con la naturaleza es un valor al alza que quienes vivimos aquí apreciamos todavía más, y quienes se están planteando un cambio de domicilio seguro que tendrán en cuenta.
En este tipo de ciudades contamos con todos los servicios, ofrecemos una amplia programación cultural y de ocio, y estamos en permanente contacto con la naturaleza (en Teruel tenemos un parque periurbano a cinco minutos del centro de la ciudad). Y todo ello con la perspectiva de cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, con medidas de eficiencia energética, mejora de la movilidad y la accesibilidad y acciones en pro de la igualdad, entre otras.
Y algo también cada vez más valorado en esta sociedad que nos ha tocado vivir: el tiempo. En las pequeñas y medianas ciudades, los desplazamientos al lugar de trabajo muchas veces se pueden hacer a pie, y no suponen más de unos pocos minutos al día. Es habitual regresar a comer a casa, y volver a trabajar por la tarde sin invertir en ello apenas tiempo. Eso nos permite mejorar la conciliación laboral y familiar, y disponer de más tiempo libre para realizar otro tipo de actividades que, sin duda, mejoran nuestra calidad de vida.
Mi deseo para la España postcovid es que todo aquel que lo desee pueda disponer de un trabajo que le permita desarrollar su proyecto de vida, que podamos volver a realizar las actividades que hacíamos antes de la pandemia, y que todos seamos más solidarios, más sostenibles y más felices.
Mi felicitación a la revista El Siglo por este nuevo aniversario y mi deseo de que siga cumpliendo muchos más, en circunstancias siempre mejores a las anteriores para todos.
La España de los pueblos
Milagros Tolón
Alcaldesa de Toledo
La pandemia de la COVID-19 y la posterior crisis económica y social de la que empezamos a recuperarnos fue una sacudida para todos y nos debe resituar.
Los duros momentos vividos y que todavía hoy perduran con decenas de muertes diarias, nos deben hacer reflexionar sobre lo frágil que puede ser nuestra vida cotidiana.
Del mismo modo se ha puesto de manifiesto que disponemos de un ejemplar sistema público de atención sanitaria y protección social que debemos reforzar para evitar ponerlo de nuevo al límite de su capacidad. Además, nuestras fuerzas del orden y de seguridad han sido clave en la contención del virus, junto a la responsabilidad y serenidad demostrada por la población en general. Es todo ello un motivo de orgullo para todos los españoles.
Es esta la primera conclusión que extraemos del momento que vivimos. Debemos preservar el Estado del Bienestar aumentando el compromiso con los servicios públicos de calidad y universales, pues la recuperación o el crecimiento postcovid no será un proceso exitoso si nos olvidamos de proteger aquello que nos ha permitido superar el mayor reto que como sociedad hemos abordado en los últimos 80 años.
Por otro lado, en el escenario actual, los ayuntamientos han tenido un papel relevante que permite que nadie ponga ya en duda el protagonismo de los pueblos y ciudades en la recuperación tras la pandemia. Un proceso que concebimos como una oportunidad para acelerar los cambios y las transformaciones que, antes de la aparición de la COVID-19, ya era prioritario abordar.
Se trata de un proceso que no tiene vuelta atrás. Además, la reacción que supone el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia puesto en marcha por el Gobierno de España a causa de la pandemia ha permitido el impulso definitivo que requería.
Caminamos así hacia un modelo donde las personas son el eje de la movilidad, de los servicios y de las infraestructuras para que puedan ejercer en el espacio público los derechos de participación, de cogobernanza, de intercambio y de acceso al ocio, a la cultura y al entretenimiento.
Para ello, apostamos de manera clara por la I+D+i, las herramientas inteligentes y la digitalización en un contexto de entendimiento y diálogo con los agentes sociales que requiere, sin lugar a dudas, la implicación del sector privado y la participación del mundo académico y científico.
Los ayuntamientos, desde los pueblos más pequeños a las ciudades más habitadas, somos la unidad administrativa más adecuada para conjugar todos estas estas relaciones y sinergias de manera precisa y eficiente, y que las acciones resultantes sean eficaces en su traslado a la vida cotidiana para una sociedad más fuerte, unida, igualitaria, sostenible, inclusiva, cohesionada, accesible y respetuosa con los recursos naturales.
Esta es la España que estamos dibujando entre todos. Un país que apuesta por la transición ecología, la transformación digital, la igualdad de género, el consumo responsable y la cohesión social y territorial como sólida base para construir nuestro futuro.
Enfrentar los retos desde el consenso
Joan Ribó
Alcalde de Valencia
La crisis sanitaria, económica y social provocada por la pandemia de la Covid-19 , nos ha colocado en un contexto hasta ahora desconocido.
Hemos hecho frente a situaciones difíciles y hemos reaprendido que la única forma de avanzar es colaborar, ayudarnos unos a otros.
En este nuevo paradigma, basado en soluciones comunes a los grandes retos, las administraciones tenemos una responsabilidad fundamental , que pasa por abrir nuevas líneas de diálogo para alcanzar consensos amplios. En Valencia sacamos adelante un acuerdo de reconstrucción que recogía cuáles debían ser las líneas generales de la recuperación social y económica, con el apoyo de prácticamente todos los grupos municipales.
Ese acuerdo, que estamos cumpliendo, priorizaba la necesidad de consolidar un modelo de ciudad saludable y sostenible, una ciudad resiliente, capaz de hacer frente a la adversidad gracias a unas infraestructuras adecuadas en todos los barrios, pensadas para mejorar el entorno de las personas y su día a día, con servicios y zonas verdes donde la naturaleza urbana fuera la protagonista , mejorando la movilidad con la ampliación de la red de carriles-bici y una reordenación de las líneas de autobús.
Y, evidentemente , el acuerdo de reconstrucción contemplaba, también , el apoyo expreso a los sectores económicos que más han sufrido la crisis. Mediante el plan Resistir, puesto en marcha por la Generalitat Valenciana y con la colaboración de la Diputación de Valencia y los ayuntam ientos , en la ciudad de Valencia hemos abierto varias líneas de subvención y hemos dado más de 28 millones de euros.
En definitiva, la recuperación debía y debe basarse en ayudar a los que más han sufrido y en aprender de todas y cada una de las situaciones que hemos vivido. Una vez más confirmamos que la política debe poner a les persones en el centro, y trabajar para mejorar su entorno y su vida.
Los valores aprendidos deben persistir
Francisco Guarido
Alcalde de Zamora
No sé qué puedo aportar desde la pequeña ciudad de Zamora y la experiencia de ser su alcalde durante la pandemia, a la gran revista El Siglo, que cumple treinta años, y al gran debate sobre la España postcovid. Pero voy a intentarlo con agradecimiento a este medio, y animado por las palabras de Eduardo Galeano, periodista que vivió el convulso siglo pasado: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.
Zamora cambió con la pandemia sanitaria como pude constatar que pasaba en otros lugares. Y lo hizo de una manera profunda, porque cambiaron sus valores. Durante los primeros días recuperamos el valor de lo esencial para la vida y para la sociedad: la salud y la seguridad. En el ayuntamiento, nuestros servicios se volcaron para cumplir las medidas del Estado: los servicios sociales para atender a los más vulnerables en el albergue de peregrinos; los de limpieza para desinfectar; los controles policiales; los bomberos en alerta, y aunque es triste decirlo también el servicio de cementerio. Se valoró lo público.
Los empleados municipales mantuvieron los servicios, pero también ayudaron para que llegasen a todos los alimentos, medicinas y productos necesarios, que los trabajadores esenciales procuraban. El valor del trabajo de sanitarios, agricultores, transportistas…
Los trabajadores no estuvieron solos. La solidaridad se extendió por la ciudad: vecinos que ayudaban a otros, asociaciones para repartir o comprar, mujeres que cosían mascarillas en casa cuando eran escasas. La respuesta de la sociedad zamorana fue ejemplar.
Ante el cierre de comercios, bares y otros negocios -la económica fue la siguiente preocupación- también desde el ayuntamiento se ayudó económicamente a los más pequeños. Fue un respiro hasta el establecimiento de medidas de otras administraciones. Se necesitan más.
Cuando llegaron las vacunas, colaboramos en lo que nos pidieron para conseguir inmunizar a un gran porcentaje de población. Y aprendimos a valorar la ciencia y la investigación. Y que la vacuna tiene que extenderse a todo el mundo para que nos salvemos todos juntos y no un país solo: el valor del internacionalismo.
Desde mi experiencia de alcalde de una pequeña ciudad, que por otra parte es un gran honor, espero que los valores aprendidos durante la pandemia continúen en la era postcovid en España y en el mundo: el valor de lo esencial, del trabajo, de los servicios públicos, de la sociedad civil, de la ciencia e investigación, de la solidaridad y de la internacionalización de los derechos.
Creo que la sociedad postcovid sólo puede ser mejor porque además agradecimos aplaudiendo desde el balcón a quienes nos cuidaban y cantamos cumpleaños feliz a los niños desde la calle con el coche de policía. Y todo eso no se olvida ni en Zamora ni en España.
Solidaridad y unidad
Jorge Azcón Navarro
Alcalde de Zaragoza
Tras más de año y medio de pandemia seguimos luchando contra el COVID-19, situación que, como todos sabemos, ha afectado a muchos de los ámbitos de nuestra vida.
Nuestra sociedad ha sufrido mucho en lo social, en lo económico y, por supuesto, en lo sanitario.
Durante todo este tiempo, y todavía hoy, hemos podido comprobar cada uno de nosotros en primera persona la importancia de la unidad como colectivo y la responsabilidad individual. Ambas nos han llevado, junto a la investigación y nuestro sistema sanitario, a poder hacer frente al coronavirus y, por fin, poder decir que estamos cada vez más cerca de poder derrotar a la pandemia e ir recuperando, poco a poco, la vida que teníamos antes.
Aunque para todos los sectores de nuestra sociedad -administraciones, empresas, ciudadanía, personal sanitario, etc.- continúa siendo un problema que ocupa y preocupa y en el que estamos centrando todos nuestros esfuerzos para poder terminar con ello cuanto antes, podemos decir, gracias a la vacunación, que la situación ha cambiado y nos permite mirar más allá y pensar en qué queremos para nuestra sociedad postcovid.
Desde el Ayuntamiento de Zaragoza trabajamos en dos líneas. La primera, con el objetivo de hacer frente a las necesidades actuales de nuestros ciudadanos como consecuencia de la pandemia, apoyando y fomentando la recuperación de nuestra economía sin olvidar el campo sanitario. En segundo lugar, nos hemos centrado en el futuro que nos espera una vez superada la pandemia poniendo el foco en trabajar para construir una ciudad más verde y más digital, aspectos que ya eran reclamados por la inmensa mayoría de los ciudadanos y que se han reafirmado como más necesarios que nunca.
Tras los duros momentos que hemos vivido como sociedad, las prioridades de los españoles se han reordenado, hemos devuelto la importancia que merece a nuestra cotidianidad y hemos cambiado la perspectiva de nuestra forma de vida, por lo tanto, considero que la sociedad española unida querrá caminar en esta línea cuando todo haya terminado.
Por todo ello espero que nuestra sociedad no olvide lo que hemos vivido y se mantenga unida y solidaria como hemos demostrado durante esta dura prueba. De esta forma conseguiremos avanzar y dejar atrás esta pandemia, logrando una mejor sociedad.
El reto de la recuperación
Rafael Sánchez Acera
Alcalde de Alcobendas
Como el resto del país, los municipios nos enfrentamos a asumir un reto hasta hoy desconocido: el derivado de una pandemia mundial que ha afectado a todos los ámbitos de la sociedad.
Con la vacunación en cifras inimaginables hace apenas un año, un altísimo porcentaje de la población ya cuenta con la pauta completa, lo que nos invita a pensar que podemos volver a vivir una vida casi normalizada.
Con esta tasa de inmunización de la población, ahora es tiempo de recuperar todo lo que el virus nos ha arrebatado. En ese sentido, no cabe duda de que el Gobierno de España ha hecho un encomiable esfuerzo en la negociación de los fondos europeos para la recuperación económica de nuestro país.
España recibirá 19.000 millones de euros de los fondos de inversión de la UE en este año 2021, que ascenderán a 70.000 en tres años. Esta ingente transferencia de dinero se realiza bajo el compromiso con Bruselas de cumplir 390 hitos y objetivos, algunos de los cuales implican a las Entidades Locales.
En un primer plan, acordado en julio, se han establecido las subvenciones destinadas a la transformación digital y modernización de las administraciones de las Entidades Locales, que cuentan para el periodo 2021-2023 con 391,4 millones de euros.
Nunca como en estos tiempos hemos utilizado tantas veces tópicos como “no hay mal que por bien no venga” o “toda crisis puede ser una oportunidad”. Tampoco, como hasta ahora, nos habíamos visto en una coyuntura como la que vivimos, así que, tal vez, sea el momento de poner en práctica la sabiduría popular y dar un paso en la evolución de nuestro sistema productivo, de la distribución de la riqueza, de la utilización de las energías renovables, de la modernización del tejido empresarial, etc. y los ayuntamientos tenemos un papel importante en este renacer, en el reseteo que el virus nos ha obligado a hacer.
Desde el Ayuntamiento de Alcobendas, estamos diseñando la política local teniendo en cuenta primero a quienes más han sufrido las consecuencias de la pandemia para no dejar a nadie atrás. Después, impulsando medidas para que las empresas, el pequeño comercio, los autónomos y los trabajadores en general encaren el futuro con una perspectiva positiva.
Somos la administración más cercana, la primera a la que la ciudadanía recurre, y es nuestro deber tener respuesta a los complejos retos que nos esperan en el futuro postpandémico.
No debemos bajar la guardia
Natalia de Andrés
Alcaldesa de Alcorcón
Si algo ha dejado patente la crisis sanitaria en torno a la COVID-19 es que la sociedad española es fuerte, solidaria, responsable y capaz de superar las adversidades.
Es en los momentos críticos cuando el ser humano ofrece su verdadera esencia, su dimensión más social y empática, que es la que nos permite avanzar y progresar a lo largo de la historia.
Gracias al compromiso de la ciudadanía con sus vecinos y vecinas desde el cumplimiento de las recomendaciones sanitarias y a los avances científicos en la vacunación estamos alcanzando progresivamente hacia esa nueva normalidad que ansiamos. Sin embargo, estos progresos no deben hacernos olvidar que no debemos bajar la guardia ni olvidar que la protección de la salud de la ciudadanía es la prioridad.
Esta pandemia nos ha obligado no sólo a replantear determinados hábitos y prioridades personales sino también colectivos. La importancia de una sanidad pública, fuerte y con recursos, no es una opción sino una premisa básica e ineludible. Igualmente, esta crisis ha puesto de manifiesto que las instituciones deben garantizar unos servicios públicos de calidad y apostar de forma contundente por la dotación de todos los recursos materiales y humanos que requieren los servicios públicos para cumplir su función desde la equidad y la justicia social. Debemos ejercer con rotundidad su responsabilidad al frente de la protección de la ciudadanía y centralizar sus esfuerzos en mejorar la calidad de vida de los vecinos y vecinas.
No es posible hacer un balance de lo ocurrido hasta el momento en torno al COVID-19 sin hacer un reconocimiento tanto a las víctimas y sus familiares como a todos los héroes anónimos, profesionales y voluntarios que se han volcado en ayudar y proteger a sus vecinos día a día. Todos ellos y ellas merecen un expreso agradecimiento por protegernos, sanarnos y cuidarnos durante esta pandemia a pesar de las dificultades.
Sin duda, la España postcovid se consolida sobre valores y aspectos como la solidaridad, la responsabilidad, la protección de la salud el mantenimiento de los servicios públicos, la necesaria colaboración entre las instituciones y el impulso de las políticas públicas como clave fundamental del camino hacia la normalidad.
Nuestra sociedad sale, día a día, paso a paso, fortalecida de esta crisis, más comprometida si cabe, con las prioridades claras y con un compromiso conjunto: la necesidad de alcanzar la recuperación lo más pronto posible, desde el esfuerzo y trabajo conjunto de todos y todas para lograr ese desarrollo y ese futuro que merecemos.
Repensar nuestro mundo con urgencia
Ana González Rodríguez
Alcaldesa de Gijón
La crisis socio-sanitaria de la Covid-19 nos ha puesto delante la ocasión para repensar nuestro mundo a todas las escalas y con la mayor urgencia.
Ha mostrado nuestras fortalezas, pero sobre todo nuestra fragilidad. No somos invencibles; somos vulnerables y algo “muy pequeño” puede ponernos en jaque. Tenemos que reiniciarnos.
Todo aquello que me gustaría para nuestro país en el futuro es exactamente lo mismo que desearía ver cumplido en cada lugar del mundo. Más equidad, más justicia, más solidaridad e igualdad de oportunidades; la garantía de los derechos básicos y de los servicios fundamentales para asegurar la dignidad de cada ciudadana y ciudadano, su plena inclusión y su bienestar en un entorno saludable y sostenible, que asegure también un futuro para nuestros hijos e hijas. Un mundo en el que las personas estén siempre en el centro. Ni más ni menos.
Cuidarnos, cuidar al otro, cuidar el lugar en el que vivimos, nos relacionamos y trabajamos, cuidar el planeta está es la agenda. Les aseguro que he vivido con sumo dolor la soledad que han tenido que soportar muchas personas, la enfermedad, el hecho de que nuestras personas mayores hayan estado solas. Saber que las niñas y los niños no podían correr, saltar, sentarse en un banco, tocarse, etc. Ser consciente de que esta pandemia hacía mayor la vulnerabilidad de personas a quienes no podíamos llegar desde las políticas públicas del Ayuntamiento.
Cómo será España tras la pandemia depende del modo en que las instituciones, la sociedad y la ciudadanía seamos capaces de dar respuesta a esos desafíos de forma unitaria y coordinada. Cualquier renuncia, cualquier paso en otra dirección significará que hemos vivido esta dolorosa crisis en vano.
Las instituciones, los gobiernos, la política y quienes ocupamos cargos tenemos una mayor responsabilidad en esta tarea, y no debemos desplazarla sino ser conscientes de que para que el mundo sea mejor y nuestras vecinas y vecinos tengan garantizados sus derechos y una vida buena, es para lo que hemos querido estar en ellas.
Somos dueños de los cambios
Núria Marín Martínez
Alcaldesa de L’Hospitalet de Llobregat
Los cambios nunca vienen solos. Tenemos que aprender a lidiar con las expectativas y las consecuencias imprevistas que generan. Lo sabemos bien quienes asumimos responsabilidades públicas y, de manera especial, quienes lo hacemos en el ámbito local, el más cercano a la ciudadanía. Mi condición de alcaldesa de L’Hospitalet de Llobregat, la segunda ciudad más poblada de Cataluña, y de presidenta de la Diputación de Barcelona, el gobierno supralocal que apoya a los 311 municipios de la provincia, me ha hecho vivir de primera mano el impacto de los cambios que han sacudido a nuestra sociedad en apenas un año y medio. La pandemia nos ha cambiado mucho y deprisa. Y lo ha hecho, además, en medio de un cambio no menor como es la adaptación a la crisis climática, en la que estábamos y estamos embarcados a escala global.
Hemos aprendido a efectuar una transformación social profunda y duradera apretando el acelerador. Si la digitalización y el teletrabajo avanzaban hasta hace año y medio a un ritmo desigual, las exigencias de la crisis sanitaria, que no podía ser resuelta, como la financiera de 2008, abandonando a su suerte a los sectores menos favorecidos de la población, han urgido a desarrollar nuevas iniciativas y tendencias que van a permanecer entre nosotros.
El futuro ya está aquí y empezamos a manejarlo ahora mismo. Las nuevas políticas públicas no pueden limitarse a la buena gestión; también tienen que ser transformadoras. Los retos de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible se encabalgan con los de la reactivación social y económica postcovid. Todo va unido. Y el liderazgo público, como se ha demostrado durante el confinamiento y los estados de alarma, ha recuperado protagonismo, sin menoscabo de la necesaria implicación del conjunto de la sociedad.
El reto es reactivar la economía y fortalecer la cohesión social, reinventando su tejido industrial, estimulando una economía verde, inclusiva y sostenible y reforzando yacimientos de ocupación que la crisis sanitaria ha dejado evidente que no habíamos desarrollado lo suficiente. En este camino, contamos con un instrumento extraordinario para reparar los daños económicos y sociales causados por la pandemia, como son los fondos europeos Next Generation EU.
Estamos cambiando. Vamos a seguir cambiando. Y queremos ser dueños de estos cambios, aunque no siempre sea sencillo ni dependa únicamente de nosotros. La respuesta unitaria a la crisis sanitaria, especialmente firme en la Unión Europea, resulta esperanzadora para este futuro que ya está aquí.
El futuro debe ser municipalista
Marta Farrés
Alcaldesa de Sabadell
Hace un año, a través de estas páginas y ya en plena pandemia, reivindicaba la urgencia de que el municipalismo ganara protagonismo en la gestión de lo público como una de las claves para abordar el futuro.
La COVID-19 ha dejado a su paso consecuencias devastadoras. Se ha llevado miles, millones de vidas y los efectos sociales, económicos y emocionales están siendo gravísimos.
Asimismo su irrupción a nivel global deja múltiples mensajes, como nuestra capacidad de resiliencia o la vocación de servicio vista en los sanitarios, cuerpos de seguridad y emergencias, maestros, profesionales de limpieza, de supermercados, periodistas y de tantos y tantos servicios esenciales. De la misma manera, se ha hecho aún más evidente la necesidad de frenar desigualdades, de cuidar nuestro entorno natural, de espacios públicos de calidad y la importancia de una transformación digital compatible con la ecología, entre otras muchas líneas de trabajo que han de ser prioritarias.
Desde un principio, cuando aún nadie podía prever las consecuencias que la COVID-19 dejaría a su paso, las corporaciones locales hemos estado ahí. Tal como veníamos haciendo desde hace décadas, hemos estado para escuchar, para gestionar, para buscar soluciones urgentes aún sin competencias ni recursos, pero con la determinación de dar una respuesta a los ciudadanos y ciudadanas y con la convicción de que saldríamos adelante.
Ahora, con la vacunación avanzada, es momento de mirar y abordar el futuro con confianza y con la voluntad de corregir incoherencias, tomando medidas que garanticen a los municipios cobertura jurídica, fondos e infraestructuras. Conocemos de primera mano el territorio, hemos demostrado capacidad de gestión. Sabemos perfectamente dónde están los problemas y por ello debemos –y queremos– contribuir a la solución.
La recuperación, en cualquier caso, debe pasar por un trabajo transversal, por la suma de talentos y por una estrategia interterritorial, donde las decisiones que se tomen y los proyectos que se emprendan tengan en cuenta al conjunto del territorio. Y aquí, los ayuntamientos, sí o sí, debemos ganar protagonismo.
Hemos iniciado el camino. Decisiones como dejar en suspenso las reglas fiscales para 2020 y 2021 han sido un primer paso. Pero hay que seguir avanzando. Los cambios que nos garanticen una participación suficiente en los recursos públicos, una participación equilibrada de los municipios en los Fondos Next Generation EU o que se nos tenga en cuenta en las decisiones fundamentales de futuro son más urgentes que nunca si queremos un país vertebrado y más justo.
La España postcovid ha de ser competitiva, tecnológica, verde e igualitaria. Y para ello es imprescindible que también sea municipalista.
Una oportunidad para el tejido económico
Xosé Sánchez Bugallo
Alcalde de Santiago de Compostela
La historia de Santiago de Compostela, como la de otras muchas ciudades de nuestro planeta, tiene un punto importante de inflexión con la llegada de la pandemia.
La Covid-19, aparte de la tragedia que supuso para muchas familias compostelanas, llevó aparejado un problema adicional que nos está obligando a replantearnos cómo queremos que sea nuestra economía.
En el tejido económico de la capital de Galicia tiene un gran peso el sector terciario: el turismo, la administración pública y el sector servicios, tanto a nivel sanitario como comercial o hostelero. La crisis sanitaria acarreó una crisis económica que supuso una alteración drástica de la vida de nuestra ciudadanía y de sus condiciones económicas. Santiago ha sido una de las ciudades españolas que, en términos económicos, más ha sufrido durante la pandemia.
Sin embargo, podemos y tenemos que salir reforzados de esta crisis. En términos sociales y de solidaridad, demostramos que nuestra prioridad es el bienestar de nuestra conciudadanía. Y en términos económicos, reaccionamos positivamente, destinando recursos a los sectores que más sufrieron con las restricciones: el comercio, la hostelería y la cultura; para evitar la quiebra de sus negocios.
Durante esta pandemia percibimos que la crisis también nos ofrece oportunidades. Desde el punto de vista de la renovación del tejido empresarial, ya antes de llegar la Covid-19 estábamos haciendo una gran apuesta por la innovación, las nuevas tecnologías, la biotecnología, etc. Esta crisis ha supuesto un incentivo para intensificar y acelerar todo ese esfuerzo, porque sabemos que la investigación, la innovación, el emprendimiento, el talento y la digitalización serán las claves que marcarán parte de nuestro futuro económico. La pandemia también ha acelerado la renovación de las administraciones públicas, con la digitalización y la incorporación masiva del teletrabajo. Una oportunidad extraordinaria para conseguir una administración más eficiente, más eficaz y más cercana a la ciudadanía, en la que también estamos trabajando desde el inicio del mandato.
Pero, en este camino de futuro, no podemos olvidarnos de la sostenibilidad, del medio ambiente, de nuestro papel en la construcción de ciudades más humanas. Y esa oportunidad nos la ofrecen los fondos Next Generation EU; y la propuesta del Consorcio de Santiago “Camiño de Compostela 2032”, consensuada entre las tres administraciones, estatal, autonómica y local; y presentada en la reunión del Real Patronato de Santiago de Compostela celebrada el 25 de julio.
Una propuesta estructurada en tres ejes sectoriales de actuación: mantenimiento y restauración del patrimonio; cultura y sociedad; y espacio público, infraestructuras y medio ambiente; más dos ejes transversales: planificación, formación, Unesco, proyectos europeos y gobernanza; y funcionamiento común y mantenimiento del patrimonio propio del Consorcio. Una propuesta que convertirá a la capital de Galicia en una ciudad mucho más atractiva, a nivel económico, urbanístico y patrimonial. Todos estos aspectos, y la recuperación del turismo, que ya se está percibiendo en este largo Año Santo que se prolongará durante todo el 2022, nos permiten ver y contemplar el futuro con un gran optimismo.
Menos salvadores y más servidores
Luis Partida
Alcalde de Villanueva de la Cañada
Si algo nos ha enseñado la pandemia es lo vulnerables que somos, demostrándonos a todos, da igual la parte del mundo en la que vivamos, que la COVID-19 y sus variantes no entienden de fronteras ni de sistemas políticos ni de clases sociales. El coronavirus ha acabado con miles de vidas, destrozado a familias enteras y arruinado a miles de empresas en nuestro país provocando un aumento de las demandas sociales sin precedentes de lo que, como alcalde, puedo dar fe.
Han pasado casi dos años y todavía no hemos recobrado la normalidad tal y como la entendíamos antes. Me cuesta, por tanto, pensar cómo será la España postcovid viendo las dificultades con las que aún tenemos que lidiar instituciones, familias y empresas.
No me atrevo a aventurar cómo estaremos dentro de unos años, la verdad, pero de lo que sí estoy seguro es de que desearía que España estuviera más unida de lo que está hoy. Igualmente, me enorgullecería que mi país tuviera un Gobierno más dialogante, que tendiera la mano a la oposición, valorará propuestas diferentes a las suyas y tuviera altura de miras porque, sin consenso, es imposible avanzar y, en consecuencia, prepararnos para hacer frente a situaciones futuras iguales o más extraordinarias si cabe.
España cuenta con un potencial de valor incalculable: sus ciudadanos. Capaces, y lo hemos visto en el ejemplo de los profesionales sanitarios, de hacer frente a la mayor pandemia de la historia reciente con mucho esfuerzo, valor y coraje. Sería, por tanto, un error que la ciudadanía quedara huérfana de políticos en los que confiar porque eso solo nos llevaría al desánimo y a la frustración. Es necesario que, en la España postcovid, nos gobiernen personas con clara vocación de servicio. Aquellos que ponen por delante sus intereses personales y partidistas sin importarles el bien común no pueden dirigir nuestro futuro ni el de las generaciones venideras. Es preciso que tomemos conciencia de ello para que, llegado el momento, elijamos en las urnas a los mejores.