
Sin Maldad / José García Abad
Si somos capaces de ver la realidad española más allá de la sensación térmica que provoca el lenguaje incendiario de las derechas parlamentarias y mediáticas podemos concluir que no estamos tan mal. Que no es verdad que esto se vaya al carajo como titulaba en el diario ‘El Mundo’ del pasado jueves Raúl del Pozo, una pluma perspicaz y de finura literaria como hay pocas en el periodismo español pero que en esta ocasión no ha sabido sustraerse a la moda del tremendismo.
El crecimiento del PIB hispano no es catastrófico porque haya descendido una décima sobre las previsiones. Una décima, señores, que no impide que siga siendo la economía que más crece de la Unión Europea.

No es cierto que haya caído la inversión extranjera, ni mucho menos que se hayan producido fugas de capitales, como mienten algunos desaprensivos. Nada de eso es razonablemente previsible a pesar del acuerdo de gobierno firmado el pasado 30 de diciembre entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias
No es cierto que haya caído la inversión extranjera, ni mucho menos que se hayan producido fugas de capitales, como mienten algunos desaprensivos. Nada de eso es razonablemente previsible a pesar del acuerdo de gobierno firmado el pasado 30 de diciembre entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Por la paz social
Obviamente no es un acuerdo que guste al empresariado y así lo han manifestado la CEOE y el Círculo de Empresarios. Para expresarse libremente están las instituciones: las políticas, las económicas, las sociales y las de la sociedad civil, como se proclaman la CEOE y el Círculo, que afortunadamente gozan de buena salud.
Hay que celebrar que el primer objetivo de la CEOE, según me señalaba su presidente, Antonio Garamendi –quien proclama que es más lo que nos une que lo que nos separa–, sea el mantenimiento de la paz social. “Lo más importante –me decía– es garantizar la paz social, que es la mayor infraestructura del país. Por eso yo pongo de relieve el gran papel que desempeñan los sindicatos. Incluso en los peores momentos de la crisis hemos pactado con los sindicatos. Pensamos muy diferente en muchas cosas pero nos sentamos a negociar y llegamos a pactar y a veces pactamos hasta los desacuerdos”.
El Parlamento responde mejor que nunca a la pluralidad nacional
También disfruta de una efervescente salud el Parlamento, que no es que esté dividido, sino que goza de pluralidad, que responde mejor, con más finura que en el pasado, al pensamiento de un mayor número de españoles, incluso de quienes no quieren serlo. Hablando se entiende la gente.
Ciertamente, Cataluña es un problemón, pero, tras el tancredismo de Rajoy, con el Gobierno Sánchez –si éste obtiene la confianza del Parlamento–, se abriría camino a una negociación, larga y difícil, pero necesaria. Obviamente dentro de la Constitución, como no puede ser de otra forma.
Año nuevo, Gobierno nuevo, al que hay que darle el beneficio que produce no la duda, sino la necesidad. Ciertamente, el diálogo con los independentistas es necesario por una simple razón: porque existen, como Pedro Sánchez negociaría con el Diablo, si existiera.
Soseguémonos, pues, que no viene mal asumir las dificultades con la madurez de la calma.