V. M.
Con todos sus interrogantes y campos de investigación aún por explorar, la revolución tecnológica forma ya parte de nuestras vidas. Sus procesos productivos comprometen cada vez un mayor número de sectores de actividad y demandan una especialización del trabajo que actualiza y redefine las carreras educativas y profesionales. El resultado es un crecimiento exponencial de la riqueza de las potencias que compiten por no quedar atrás en la economía del futuro. Un futuro que apenas podemos llegar a imaginar.
Se levanta por la mañana, le pregunta a su asistente virtual de voz qué tiempo va a hacer hoy, sale de casa y, de camino al trabajo, pone a prueba su nivel de inglés gracias a una aplicación de móvil. Sencillo, ¿verdad? Pues usted es usuario de la Inteligencia Artificial (IA), uno de los avances que ha traído consigo la revolución tecnológica. Tan fácil y tan complicado como una combinación de algoritmos que permite a las máquinas replicar las capacidades humanas para facilitarnos las tareas diarias.
Lo que hace tan sólo unos años parecía ciencia ficción hoy es una industria rentable y de futuro para las empresas y el mercado laboral. Según un Estudio del World Economic Forum, las profesiones relacionadas con la tecnología tendrán un gran protagonismo en las ofertas de empleo del mañana y en las carreras vinculadas con las STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Pero hasta que llegue ese momento, el camino no va a ser fácil.
Según el estudio Cómo los robots cambian el mundo, de Oxford Economics, la revolución de la robótica se está acelerando a medida que convergen los avances tecnológicos en automatización, ingeniería, almacenamiento de energía, inteligencia artificial y aprendizaje automático. Los resultados de largo alcance, según este estudio centrado en el sector industrial, transformarán las capacidades de los robots para hacerse cargo de las tareas que una vez llevaron a cabo los humanos y esto tendrá consecuencias.
La cantidad de robots en uso en todo el mundo se multiplicó por tres en las últimas dos décadas hasta llegar a los 2,25 millones. Según Oxford Economics, las tendencias sugieren que el stock mundial de robots se multiplicará aún más rápido en los próximos 20 años, llegando a 20 millones para 2030, con 14 millones sólo en China.
Las implicaciones de esta transformación son de diverso signo. Porque el surgimiento de los robots impulsará la productividad y el crecimiento económico y conducirá a la creación de nuevos empleos en industrias aún no conocidas. Pero, continúa el informe, los modelos comerciales existentes en muchos sectores se verán afectados y se perderán millones de empleos existentes. Según su estimación, hasta 2030 se perderán 20 millones de empleos por la fabricación de robots. Y las regiones del planeta menos desarrollaras sufrirán las peores consecuencias.
Empujón a la educación
Por eso, una de las herramientas de las que dispone el ser humano para contrarrestar los efectos negativos de la robotización es la educación. Una educación que, para no perder un tren de alta velocidad como es la revolución tecnológica, necesita mejorar. Sólo en España y según el estudio El desafío de las vocaciones STEM, en 2017 las empresas tecnológicas reunidas en DigitalES contaban con 10.000 puestos de trabajo sin cubrir por falta de perfiles cualificados, cuando el centro de estudios Randstad Research prevé que la digitalización genere 250.000 empleos en los próximos años. Este mismo informe señala que el 73% de los alumnos reconoce tener dificultades para entender las matemáticas y sólo el 3% de los profesores encuestados está especializado en esta asignatura o en materias tecnológicas.
China representa alrededor de una quinta parte del ‘stock’ total de robots del mundo
Así, las propias empresas han tomado la iniciativa para que la falta de formación deje de ser un problema con proyectos como Google Campus, el Instituto Tecnológico Telefónica o la Global Alliance for YOUth, fundada por Nestlé.
Esta última se presentó el pasado enero en el Foro de Davos, donde se concluyó que más del 60% de los niños que entran en primaria desempeñarán empleos que todavía no existen. Así, el gigante de la alimentación pretende ayudar a seis millones de jóvenes menores de 30 años para que mejoren los conocimientos y habilidades necesarios para trabajar en el siglo XXI con el compromiso de empresas multinacionales; como socios del sector público aparecen el Banco Mundial o Solutions 4 Youth Employment y, como miembros fundadores del sector privado, empresas como Facebook, Mastercard, BBVA, Microsoft, SAP, Rockwell Automation, Starbucks, Vodafone o White & Case. Esto es, desde los sectores ‘puros’ dedicados a la ciberseguridad y la protección de datos o las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) hasta las finanzas, la automoción, la alimentación o los servicios legales.

Porque si algo tiene la conocida como cuarta revolución industrial es su capacidad para transformar casi todos los sectores de la economía introduciendo nuevos modelos comerciales, productos, servicios y, en última instancia, nuevas formas de crear valor y empleos. Según explica el Banco Mundial, los resultados de esta transición ya son evidentes: la economía digital mundial en 2016 representaba un valor de 11,5 billones de dólares, es decir, el 15,5% del producto interno bruto (PIB) mundial, y se espera que esta cifra llegue al 25% en menos de una década.
Porque, además de la necesaria cautela y cambios necesarios para evitar que la revolución de las máquinas se cebe con el empleo, también existen buenos pronósticos y los beneficios ya contemplados hablan de soluciones innovadoras a desafíos relacionados con la salud, la educación, transporte, la gestión de riesgos de desastres o la agricultura. Siempre y cuando se supere la brecha digital: el Banco Mundial estima que el 60% de la población mundial sigue excluida de una economía en constante expansión como la digital, y advierte que todavía 4.000 millones de personas en todo el mundo carecen de acceso a internet.
La innovación digital, según el Banco Mundial, representará el 25% del PIB en menos de una década
Derribando barreras.
El Banco Mundial trabaja precisamente para reducir las desigualdades digitales. Por citar algunos ejemplos, en el ejercicio de 2018 y a través de la Corporación Financiera Internacional (IFC) aportó un total de 539 millones de dólares para financiar proyectos de telecomunicaciones, tecnofinanzas y capital de riesgo. La estrategia en estos sectores se centra en abordar las brechas en materia de conectividad digital y en el ecosistema de emprendimientos digitales, particularmente en África, Asia central y Asia meridional. Además, IFC promueve activamente la innovación en la prestación de servicios digitales, como tecnología financiera, cibersalud, educación digital y logística electrónica.
De hecho en África, el Grupo Banco Mundial apoya los esfuerzos de la Unión Africana para la transformación digital del continente al objeto de que todas las personas, empresas y gobiernos tengan acceso digital en 2030 como fecha límite, con una meta intermedia de duplicar la conectividad a servicios de banda ancha en 2021. Denominado “el despegue digital”, este plan pretende impulsar una de las regiones menos más desfavorecidas del planeta para asegurar que aproveche todos los beneficios de la economía digital.Además, el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA) ha proporcionado garantías de inversión por más de 2.000 millones de dólares en el sector de las telecomunicaciones y el sector digital en los últimos 25 años, y de esa cifra 855 millones de dólares se destinaron a proyectos en África al sur del Sahara.

Para que nadie se quede atrás. Ni países, ni sectores de actividad, ni trabajadores, ni estudiantes. Frente a las guerras comerciales entre las superpotencias para liderar desarrollos como el del 5G o la inteligencia artificial, el resto de países, organismos internacionales y empresas colaboran para levantar las barreras tecnológicas y permitir el paso a una mayoría hacia la economía del futuro. Porque en la revolución tecnológica, como en casi todo, cuanto más seamos, mejor.
Ganan las élites cualificadas y pierde la clase media
Ricardo Martín.
La irrupción de la revolución tecnológica 4.0 se está cobrando ya sus primeras víctimas entre los trabajadores de baja cualificación, sustituidos por robots, mientras los trabajadores de cualificación media están sufriendo la expansión de las plataformas tecnológicas que convierten el trabajo asalariado en empleo autónomo con derechos limitados y responsabilidades ilimitadas. Las empresas –fundamentalmente las de base tecnológica, pero no sólo– están incrementando constantemente sus beneficios mientras disminuye el empleo. Los ganadores de esta revolución –una más en el devenir de la Humanidad– son los directivos y el personal de alta cualificación, gracias a sus conocimientos y habilidades tecnológicas, mientras la clase media asiste impotente a su precarización, la deslocalización de actividades y a la competencia desleal de la llamada “economía colaborativa”, señalada como el caballo de Troya de una nueva era caracterizada por los bajos salarios y la desregulación laboral.

Con la irrupción en cascada de la economía digital se abre un nuevo modelo que afecta a la casi totalidad de las actividades en el modo a como hoy en día las conocemos y que conlleva de modo inherente importantes reformas en las relaciones laborales y cambios de enorme magnitud en el mercado de trabajo.
El informe del World Economic Forum publicado en 2018 denominado ‘The future of Jobs-2018 WEF’ presenta una serie de conclusiones que denomina “Conductores del cambio” en los que incluye Internet de alta velocidad, Inteligencia Artificial, adopción masiva del Big Data Analytics y Cloud Computing. Todos ellos conducirán el crecimiento económico. Según este informe, se prevé una pérdida de 75 millones de puestos de trabajo, pero simultáneamente se crearán 133 millones de nuevos empleos en el periodo 2020-2030.
Cuando lleguen a la edad adulta, nada menos que entre el 60% y el 70% de los niños del Primer Mundo trabajarán en profesiones que hoy en día no existen en el mercado de trabajo. Eso significa que los perfiles profesionales deberán transformarse a corto y medio plazo; y, aunque no la totalidad de los nuevos empleos serán “digitales puros”, hay un consenso global en que el impacto digital será enorme, todo lo invadirá.
Entre el 30% y el 60% de los trabajos se encuentran ya en estos momentos en riesgo de automatización, o serán sustituidos directamente por robots, lo que contribuiría a la desaparición de la tercera parte del empleo mundial, con especial afectación sobre las clases medias… aspecto éste al que dedicaremos especial atención más adelante.
En sólo 15 años, las cadenas de producción de cualquier empresa van a cambiar, como lo demuestran los datos en Alemania: de cada 100 empleos, los 80 que están incluidos en el apartado de “trabajo mecánico” serán sustituidos por máquinas.
Los trabajos de baja cualificación serán automatizados y los de media, precarizados y deslocalizados
El ‘Informe Mundial de Robótica 2016’ publicado por la Federación Internacional de Robótica (IFR) estima que la industria del automóvil es el primer consumidor mundial de robots industriales, con el 70% de los robots instalados, seguido por la electrónica, con el 18%, y la metalurgia, con el 13%. Hace sólo tres años, el mismo documento señalaba que el número de robots domésticos alcanzaría 42 millones de unidades entre 2016 y 2019, cifra que ha quedado rebasada por la realidad.
En el mercado asiático, que es donde se registra la mayor concentración robótica del mundo, se comercializaron en 2015 un total de 160.558 unidades, con un crecimiento anual del 19%. Y, ¿cuál es la situación en España? Pues la cifra de robots en nuestra industria manufacturera es de 150 por cada 10.000 trabajadores (la mayoría en la automoción), lo que supone que estamos por encima de la media europea, aunque muy alejados de países como Alemania, Japón o Corea del Sur.
La evolución de la IA ha sido asombrosa, incluso para los más expertos tecnólogos. Al principio de la década –explica Javier Zubieta, director de Marketing y Comunicación de GMV Secure e-Solutions– la IA facilitaba leer y entender el lenguaje natural, responder a preguntas complejas en pocos segundos gracias a la capacidad de analizar grandes cantidades de datos de diferente naturaleza y aprender de cada experiencia o nueva entrada de información haciendo crecer su inteligencia. “Ahora, vamos a disponer –añade Zubieta– de robots con cerebros creados con neuronas humanas que tendrán el mismo tipo de habilidades que los cerebros humanos”.
Para el directivo de GMV, el mundo de los negocios ya está incorporando la IA, de ahí su rápida transformación. Pero es quizás en el sector Industrial en el que se observa más claramente la mejora gracias a la aplicación de la IA: “Se está mejorando la productividad, ayudando a reducir costes, a la vez que se impulsan los puestos de trabajo más creativos, generando así nuevas oportunidades de crecimiento”.
Más beneficios empresariales, menos empleo.
La primera conclusión que se extrae de las cifras de negocio de grandes empresas transnacionales es que con menos trabajadores, con menos empleo, están multiplicando sus beneficios.
Hay estimaciones que aseguran que en los últimos 30 años se han creado un 85% más de bienes con un 33% menos de empleo; y datos estadísticos que confirman que los tres principales fabricantes de automóviles sumaban 1,2 millones de empleos en los EE UU a comienzos de la década de los 90 y en 2014 el top 3 de empresas tecnológicas de EE UU daba empleo a 137.000 personas. Y, aquí viene el dato importante: las automovilísticas y las tecnológicas tenían la misma capitalización bursátil con una diferencia de empleo de un millón de empleados menos en el sector tecnológico.
La tecnológica Facebook vale un 50 % más que la petrolera Exxon y tiene la mitad de empleos
En valoración de compañías, Facebook vale un 50% más que Exxon y emplea a la mitad de trabajadores; Boeing emplea a más de 150.000 personas en todo el mundo, pero su valor bursátil es tres veces menor que Google que ‘sólo’ da trabajo a 100.000 individuos. Si venimos a España, la comparación entre nuestra Telefónica y WhatsApp es demoledora: 122.000 personas emplea Telefónica con 340.000 millones de clientes/líneas gestionadas en el mundo, frente a 120 empleados de la empresa propiedad de Facebook que gestiona más de 1.500.000 millones de usuarios.
Plataformas, ‘caballo de Troya’ de una economía sin reglas.
La irrupción de las plataformas digitales hace unos quince años supuso el primer aviso serio de que la concepción tradicional del trabajo como eje de la economía productiva junto al capital estaba en riesgo. Con una denominación particularmente positiva de “economía colaborativa” surgieron Uber, Blablacar o Airbnb, convertidas en adversarios de la estabilidad social a día de hoy.

En teoría, estas plataformas venían a favorecer a los consumidores con el empleo sistemático de la IoT, el Big Data o la IA. Del lado de los trabajadores, se abría un horizonte de libertad y autonomía que afectaría positivamente a los profesionales independientes que trabajarían en cualquier lugar del mundo.
¿En qué se ha convertido este ‘paraíso’ de la independencia y la autonomía laborales?. En la precarización laboral, con jornadas inacabables y salarios un 30% menores que los que se pagaban antes de la aparición de las plataformas por el mismo tipo de trabajo.
Como observan los organismos encargados de vigilar la evolución del mercado laboral en la UE, la mal llamada economía colaborativa escapa a las reglas establecidas a nivel nacional para respetar los derechos sociales de los trabajadores. Los trabajadores de las plataformas se han convertido en los precarios de la “nueva economía digital”, con una diferencia abismal entre los puestos de trabajo cualificados que son muy bien remunerados y un volumen ingente de trabajadores precarizados que ponen en peligro su salud, e incluso su físico en el caso de los “repartidores” que trabajan para Amazon, Glovo, Deliveroo etc…
La consolidación de las plataformas como un vector económico propio (nada que ver con el tejido empresarial) anticipa en qué puede derivar el modelo digital aplicado “sin anestesia” al mercado laboral occidental: según los estudiosos del Empleo, las plataformas serían un ensayo del nuevo modelo laboral que se está implantando rápidamente en los países avanzados.
La cifra de robots en la industria española es de 150 por cada 10.000 trabajadores (sobre todo en automoción)
Al rebufo del “modelo plataformas”, los observatorios de instituciones como la OIT están denunciando un contagio acelerado a las grandes corporaciones transnacionales, que blindan las decisiones y las estrategias de cualquier criterio en un núcleo reducido, deslocalizado, que recurre a “células” de trabajadores autónomos –o a ‘freelance’– para que, en libre competencia, opten a contratos de productos o “paquetes” de servicios, que convierten finalmente a los autónomos en responsables ante el cliente a todos los efectos.
Para ahondar la brecha entre beneficiados por el sistema y masa laboral, expertos como José Varela detectan un cambio de cultura en los nuevos directivos de la empresa-núcleo, que están optando por la “relocalización estratégica”. Las sociedades se ubicarán, con sus staffs en las grandes ciudades de Europa o los Estados Unidos, mientras los trabajadores de cualificación media estarán en la India, el sureste asiático o Iberoamérica; y los de baja y muy baja cualificación serán progresivamente sustituidos por el avance de las máquinas, la robótica adaptada a tareas recurrentes, las que no necesitan de la creación o la improvisación.
¿Dónde se creará empleo en la era digital?
Cuatro son los ‘jinetes’ digitales llamados a liderar el futuro de la Humanidad a corto y medio plazo –explica Javier Zubieta, director de Marketing y Comunicación de GMV Secure e-Solutions–. “Lo positivo de este cambio es que los nuevos entornos digitales –IoT, 5G, Robótica Colaborativa y Biotecnología–, aspiran a ser auténticos tractores de creación de nuevo empleo; eso sí, de alta cualificación”.
“Pensamos que muchas de las profesiones del futuro serán reconversiones de profesiones actuales y otras muchas serán de nuevo cuño según el desarrollo de la tecnología. Veamos dos ejemplos de lo que digo: un analista de ciberinteligencia es una actualización de un experto en ciberseguridad y un experto en User Experience, un científico de datos, y ninguna de las dos profesiones existía hace sólo diez años”.
Zubieta pone de relieve la transversalidad de estas tecnologías, que llegarán a muchos sectores de la economía: “Son tecnologías de amplio espectro que reclamarán de una alta especialización, lo que nos lleva a asegurar que un buen número de profesiones en el futuro exigirán competencias digitales de alta cualificación”.
Hay sectores, reconoce José Varela –responsable de Digitalización de UGT– que pueden reorientar el vaciamiento masivo que se está produciendo en algunos sectores productivos, “balanceando el empleo hacía actividades ‘cercanas’, como salud, dependencia, educación, Bienestar, intermediación social…, pero también en las energías renovables o la construcción sostenible; y en las “insustituibles”, como la abogacía especializada, comunicadores, filósofos, investigadores y los creadores en general”.
Pero si enfocamos una de las alternativas a la reconversión digital en la una recualificación de trabajadores, hay que tener en cuenta que la situación de partida en España es mala, conociendo que el 54% de la masa laboral no tiene competencias mínimas digitales; y dentro de ese porcentaje el 48% ni siquiera ha desarrollado un trabajo con ordenadores conectados a Internet. Más desolador aún: el 75% de las empresas españolas nunca ha tenido líneas de formación para que sus trabajadores afronten el reto digital.
“Con ser grave la pérdida cuantitativa de empleo estamos ante un cambio estructural de muy difícil corrección si se aplica el paradigma del “laissez faire” en las empresas: la polarización por cualificaciones”, explica José Varela.
La pregunta a la hay que responder es la siguiente: ¿a qué tipo de trabajador le está afectando la transformación tecnológica? Prácticamente a todos, pero particularmente a las cualificaciones de tipo medio asociadas a lo que se conoce en nuestras sociedades como “clase media”. Las cualificaciones bajas, por extraño que parezca, no salen peor paradas que las medias.
¿Quiénes son los ganadores de la crisis tecnológica, entonces?. Sin lugar a dudas –coincide Varela con la mayoría de expertos consultados– los puestos de trabajo de alta y muy alta cualificación. Un fenómeno que –según el experto español– no es nuevo, y cita un informe de la OCDE según el cual entre 1995 y 2015 en España se destruyó un 13,6% de empleo con capacidades intermedias, mientras se creaba un 10% en altas y un 3,4% en bajas.
La confirmación de esta radiografía que obtiene un alto consenso entre los estudiosos nos lleva a escenarios verdaderamente tétricos, habida cuenta de la relevancia que han tenido y tienen las clases medias españolas desde cualquier ángulo; y no sólo desde el estrictamente salarial (que también).
Así, la irrupción en modo trasversal en los distintos sectores productivos de las que conocemos desde hace pocos años como nuevas tecnologías está teniendo un doble efecto: menor volumen de empleo total, y el que se cree tenderá a polarizarse: caerán las cualificaciones medias y crecerán las de alta y muy alta cualificación.

A pesar de que los exégetas de la nueva economía tratan de convencernos del maná del empleo TIC, lo cierto es que las expectativas prometidas no se están cumpliendo: reducida demanda para el tamaño de nuestra economía, ofertas de empleo a veces vergonzantes, salarios bajos con incrementos anuales por debajo de la media y escasas posibilidades de ascenso profesional por carencias formativas.
En términos de beneficios, el sector TIC español atraviesa un buen momento, dado que la cifra de negocio se ha incrementado un 21% entre 2012 y 2019, siete veces más que los salarios. En opinión del experto José Varela, es indudable que el empleo TIC crece, y a un ritmo superior al de la media del resto de sectores (aumento del 16,5% entre 2012 y 2017); pero –según Eurostat– nuestro país ocupa la posición vigésima primera de un total de 35 paises analizados.
Además, el número de especialistas TIC sobre el total de nuestro empleo es del 3,2%, menos de la mitad del existente en Finlandia y Suecia, y bastante por debajo de la media europea. De hecho, el número de empresas que contratan expertos TIC no alcanza el 20%, porcentaje que no llega al 3% en las empresas de menos de 10 trabajadores (Fuente INE).
Paradójicamente –explica Varela– el 16% de las corporaciones con más de 250 empleados manifiesta su inquietud porque no encuentra profesionales TIC en el mercado español.
Sin embargo, entre los años 2007 y 2017 unos 87.000 trabajadores españoles de alta cualificación (título universitario o grado superior) emigraron a otros países de la UE, convirtiendo a España en el segundo país de la Unión con mayor tasa de emigración de titulados (datos de EU Mobile Workers, CEPS).
¿Podemos concluir que no hay suficiente talento TIC en España?. Pues a la luz de los datos de trabajadores cualificados emigrados al extranjero, la respuesta es sencilla: hay talento, pero no hay empleo; o hay empleo pero muy por debajo del que se presumía, y en condiciones que no convencen.
Digitalización salvaje o regulada
R. M.
Los efectos de la transformación digital sobre la pérdida de empleos, el empobrecimiento de las clases medias y la ruptura del ‘contrato social’ vigente, han movilizado a las instituciones europeas para controlar la transición al nuevo modelo ‘normativizando’ el proceso; mientras, sindicatos y patronales están de acuerdo en que la formación continua y la negociación servirán para neutralizar los efectos perversos de una digitalización sin reglas. Hartos de la prepotencia de las grandes tecnológicas, organismos como el G-7, el G-20 o la OCDE tratan de atajar el ‘dumping’ fiscal.

Del mismo modo que los próximos 30 años son decisivos para el devenir del planeta en términos de sostenibilidad ambiental, los próximos diez años serán claves para configurar un modelo económico transnacional con visión de medio plazo que encauce la sustitución del empleo por máquinas y reconduzca la polarización del mercado de trabajo.
El Consejo Económico y Social (CES), en su último informe sobre la Digitalización de la Economía, advierte: “El trabajo está perdiendo centralidad como mecanismo de organización económica y distribución de la Renta”.
Para plantar cara al desafío del impacto de la Industria 4.0 sobre el empleo, se está produciendo una reacción en varias direcciones que tiene como fundamento gobernar y pilotar la transición económica desde el interés de los ciudadanos para que no sean las empresas tecnológicas o las élites de alta cualificación las que marquen el paso.
En el escenario internacional, Europa está en condiciones de hacer que la transición de modelo, que ha empezado con una automatización desregulada y un proceso anárquico de precarización vía trabajadores autónomos, pueda encauzarse. ¿Cómo? ‘Normativizándose’.
Ya en 2017, el Parlamento europeo reclamó ante la generalización de los robots en todos los sectores económicos que la UE se dote de arsenal jurídico para facilitar el desarrollo de esta industria y proteja a la ciudadanía ante los desafíos del desarrollo tecnológico.
La Comisión Europea saliente comenzó a analizar lo que se llama “Dislocación del Mercado de Trabajo”, teniendo como paradigma que sólo con contrapesos sociales se puede frenar una reconversión tecnológica acelerada y sin reglas que acabará con las clases medias por la sustitución acelerada de trabajadores.
En la misma línea de preocupación por el futuro, la Comisión Europa ha aprobado el Reglamento General de Protección de Datos, una línea legislativa impensable en estos momentos en China o los Estados Unidos.
En el Parlamento Europeo se trabaja desde la Comisión de Empleo y Asuntos Sociales en una serie de propuestas ante el proceso de digitalización de la industria europea, entre las que destacan la necesaria cooperación con los interlocutores sociales; que las nuevas formas de trabajo respeten la legislación laboral y social y garanticen la protección de los derechos de trabajadores y consumidores, y que los Estados garanticen el acceso universal a la formación en competencias digitales.
Formación y negociación.
Desde las organizaciones sindicales se propugna un nuevo Contrato Social como respuesta al modelo desregulado y precarizado que se está implantando. Un nuevo pacto que sirva de marco de relación a medio plazo para evitar las tensiones que ya se están viviendo, al tiempo que se garantiza la pervivencia del modelo europeo de relaciones laborales basado en el protagonismo de patronales y representación sindical.
Se habla también de reparto del trabajo existente, rebajando la jornada laboral, jubilaciones a los 60 años y renta básica generalizada.
Para la CEOE, la formación es fundamental para afrontar el proceso de digitalización, y la otra herramienta es la negociación colectiva. Ahí coinciden con las organizaciones sindicales UGT y CC OO: la negociación va a ser un elemento clave del mercado laboral que se está configurando, junto a la formación continua.
La toma de conciencia del problema de la transformación digital sobre el empleo está siendo exasperantemente lenta en el tejido empresarial, aunque siempre hay excepciones. Por ejemplo, la Asociación Empresarial de las TIC (AMETIC) ha suscrito un manifiesto con CC OO y UGT para “el liderazgo de la transformación digital de la economía española mediante el desarrollo del talento digital”.
Y a nivel europeo las organizaciones sindicales agrupadas en IndustriaAll Europe, y las patronales CEEMET, Cecimo y EUnited92 han establecido una serie de recomendaciones en materia de políticas públicas para facilitar la transición de los sectores de las máquinas herramientas y la robótica.
Todos, por el “impuesto digital”.
“Sólo con lo que se recaudaría en España con un único impuesto digital, se podrían financiar casi todas las becas y ayudas al estudio establecidas en los últimos Presupuestos Generales del Estado”, explica José Varela, que coincide con la estrategia que están adoptando los gobiernos nacionales y las instituciones supranacionales para establecer una fiscalidad justa para las compañías digitales que han disparado sus beneficios deslocalizando sedes y aprovechándose del “dumping” fiscal de ciertos Estados.
De las diez compañías más valoradas del mundo, siete son tecnológicas, y la última revelación del capitalismo digital, Neflix, es un ejemplo revelador: sus ingresos crecieron hasta los 16.000 millones de dólares en 2018, con un crecimiento del 35% respecto al ejercicio anterior.
Pues bien, la soberbia de los gigantes tecnológicos, particularmente Google, ha terminado con la paciencia de las instituciones, hasta el punto de que hasta el poderoso G-7 se ha visto obligado a adoptar una resolución en la que se reconoce la urgencia en dar respuesta a los retos fiscales de la digitalización económica; estableciéndose un criterio de sentido común: lo importante es dónde realizan sus ventas, independientemente de donde tenga su sede fiscal.
Además, se ha establecido en el acuerdo el criterio de “nivel mínimo de impuestos efectivos”, un régimen impositivo que grava un 10% los beneficios provenientes de bienes intangibles en el extranjero.
Por su parte, la OCDE presentará el año próximo una propuesta de impuesto “digital” por encargo del G-20, otro ejemplo de que la movilización para establecer una justicia fiscal inaplazable que responde a la globalización económica está en marcha. El paquete de medidas que se va a impulsar desde la OCDE es muy ambicioso e incluye la persecución del delito fiscal a nivel internacional y una elevación del porcentaje que correspondería a estas compañías transnacionales que son en este momento las de mayor rentabilidad del planeta.
La Comisión Europea, por su parte, propuso en 2018 varias normas para garantizar el pago de impuestos de actividades empresariales digitales. En primer lugar una propuesta de Directiva del Consejo por la que se establecen normas relativas a la fiscalidad de las empresas con una presencia digital significativa.
Una segunda Propuesta de Directiva del Consejo afecta al sistema común que grava ingresos procedentes de la prestación de determinados servicios digitales, que supondría un impuesto provisional que los estados miembros tendrían que aplicar obligatoriamente.
Aunque lo importante es la movilización internacional, hay que elogiar el compromiso de algunas naciones por anticiparse a las medidas del G-7, el G-20 o la Comisión Europea.
Francia, por ejemplo, ha aprobado un impuesto del 3% sobre los ingresos generados dentro de su territorio, mientras Reino Unido aplica un impuesto del 2% a los servicios digitales vendidos por compañías con ingresos de más de 500 millones de euros a nivel global, e Italia ha implantado un tipo del 3% sobre la base imponible en los ingresos derivados de suministros digitales.
Finalmente, las medidas que están en marcha en España –concretamente el Proyecto de Ley del Impuesto sobre Determinados Servicios Digitales– se han frenado como consecuencia de la parálisis legislativa que afecta al Parlamento español desde hace meses.
La pretensión del Legislativo es imponer un tributo del 3%, de carácter indirecto, que grave determinados servicios digitales en los que haya afectación a usuarios dentro del territorio español. La recaudación prevista es de 1.200 millones de euros anuales.
El ‘cibercotizante’, para salvar las pensiones
Participó en la transformación de la Seguridad Social española en los 80 como alto cargo del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social; y, pasado un tiempo, ha decidido impulsar el debate sobre la aportación de los robots al sostenimiento de las cotizaciones sociales. José Joaquín Flechoso alerta del agravamiento del déficit de nuestro sistema de pensiones por la reducción de ingresos y la baja tasa de natalidad.
“Ante este panorama, y conociendo las debilidades y fortalezas de nuestro sistema, fundé el colectivo de análisis interdisciplinar denominado Cibercotizante, que ha recogido hasta un total de diez posibles escenarios donde se podría aplicar algún tipo de impuesto, tasa o cotización a los robots, con el fin contribuir al sostenimiento del sistema público de pensiones.
José Joaquín Flechoso lidera un colectivo que integran expertos en Telecomunicaciones, Ciberseguridad, Machine Learning, Inteligencia Artificial, Derecho del Trabajo y Seguridad Social, Empleo y RR HH y Psicología.
Un juez sentencia contra la sustitución por máquinas
Una reciente sentencia del Juzgado de lo Social número 10 de Las Palmas de Gran Canaria ha declarado improcedente la rescisión de contrato de una trabajadora que fue sustituida por un programa informático, o ‘bot’ de gestión.
La sentencia se interpreta como una victoria pírrica de los trabajadores frente a las máquinas, dado que la trabajadora iba a ser sustituida por un RPA (Robotic Process Automation) para la gestión de cobros, después de haber trabajado durante 13 años haciendo el trabajo que ahora iba a efectuar una máquina.
La autoridad judicial ahonda en el problema de la sustitución de trabajadores por tecnología digital cuando reconoce que “lo que se produce es la sustitución de un trabajador por un instrumento. Lo contrario sería tanto como considerar al trabajador un instrumento y la aparición de un robot o ‘bot’ un cambio en ese instrumento”.
El Juzgado de lo Social número 10 de Las Palmas de Gran Canaria va al fondo del conflicto cuando asegura que: “… La introducción de ‘bots’ en el entorno laboral implica la multiplicación de la productividad, en tanto en cuanto uno solo de estos ‘bots’ puede hacer el trabajo de más de un trabajador, y con ello aumentar la competitividad sobre la base de reducir costes”.
Y concluye la sentencia: “En definitiva, la automatización –como causa técnica del despido objetivo– implica una oposición entre los derechos sociales alcanzados por los trabajadores que se vislumbran como obstáculo u óbice para alcanzar un rendimiento empresarial más óptimo frente a la posibilidad de que un instrumento de producción pueda efectuar ese mismo trabajo sin límite de horas, sin salario ni cotizaciones sociales. La automatización mediante ‘bots’ o robots, con la única excusa de reducir costes para aumentar la competitividad, viene a significar lo mismo que reducir el derecho al trabajo para aumentar la libertad de empresa”.
José Varela (UGT): “En España vivimos una situación de emergencia digital”
“La formación de los trabajadores es una emergencia para balancear el proceso de transformación del mercado de trabajo”. Quien así opina es José Varela, uno de los mayores expertos europeos en Digitalización en el Trabajo y responsable de Digitalización en la Unión General de Trabajadores (UGT).
¿Como debería estructurarse ese proceso de formación en España?
La primera piedra consistiría en tomar conciencia del desafío que tenemos delante de nosotros: más de la mitad de la población española solo acredita competencias digitales básicas (54%). Solo la palabra emergencia puede describir esta situación. Sin duda, debemos asimilar que nos encontramos ante uno de los mayores problemas del mercado laboral a medio y corto plazo. La segunda parte debería centrarse en cómo financiamos este plan masivo de formación, desplegando los suficientes recursos públicos y privados, teniendo en cuenta que muchas de estas personas necesitarán meses para volver a ponerse a la altura de lo que las empresas requerirán. La mejor forma de empezar es movilizando los de 2.000 millones de euros destinados a políticas activas de empleo que llevan paralizados desde 2017 por la parálisis legislativa y gubernamental que vive España.
¿Debería ser una formación transversal o sectorial?
Deben mezclarse ambos conceptos. Los planes de formación tienen que tener una clara orientación al negocio y hacia la especialización sectorial, pero también deben complementarse con conceptos más generalistas y portables. Se trata de dar empleabilidad, y para conseguirlo se debe formar en competencias y habilidades digitales, pero también en aquellas relacionadas con las denominadas “competencias blandas”, las relacionadas con los aspectos más humanos de las personas (comunicación, empatía, creatividad, etc.). La persona trabajadora del futuro necesitará aunar conocimientos de inteligencia artificial con aquellas relacionados con la inteligencia emocional.
¿Aproximadamente de que volumen de trabajadores a formar estaríamos hablando?
Hoy, en pleno 2019, 11 millones de nuestros conciudadanos no posee ninguna competencia informática. Es decir, si mañana necesitase usar un ordenador en un puesto de trabajo, no podría optar a él. Si miramos al colectivo de personas sin empleo, un 55% no sabe usar un procesador de texto y solo un 26% sabe manejar con una hoja de cálculo. Se trata de unas cifras tan abrumadoras que requieren de un plan urgente y masivo de recualificación digital.
Al menos las empresas TIC formarán a sus empleados…
Según Eurostat, el 61% de las empresas TIC españolas imparte formación en nuevas tecnologías a sus empleados, un porcentaje muy significativo porque confirma que casi el 40% de las empresas que deberían estar más en vanguardia de la tecnificación no forma a sus empleados en el principal vector de su negocio, en su núcleo productivo. Para mí es inaudito que los datos hayan ido a peor año tras año: 2018 ha sido el peor año desde 2014, con un descenso de 7 puntos porcentuales entre 2017 y 2018. Las empresas TIC españolas no sólo forman poco a sus trabajadores, sino que la evolución es negativa.