En la sociedad española todavía existe preocupación por el futuro que nos espera. Los líderes de las principales entidades sociales tienen claro que en ese futuro no cabe la desigualdad, que ha crecido por el devastador impacto económico generado por el COVID-19. Las personas, su bienestar y su trabajo deben estar en el centro para construir un futuro seguro y justo, con oportunidades para alcanzar una sociedad sostenible y llena de nuevos empleos.
Hacia un nuevo contrato social
Unai Sordo
Secretario general de CCOO
“Fue la clase media la que construyó el país; no Wall Street. Y fueron los sindicatos los que construyeron a la clase media”. Con estas palabras, Joe Biden, presidente de los Estados Unidos de América y poco sospechoso de posiciones izquierdistas, hilvanó conceptos poco compatibles con el discurso meritocrático e individualista que, se supone, forja la base del sueño americano.
Décadas de neoliberalismo –que no es solo una doctrina económica, sino antropológica– y pensamiento único empiezan a encontrar resistencias discursivas en focos de poder hasta hace poco blindados a concesiones retóricas sobre la fiscalidad progresiva, el papel del Estado o la necesidad de sindicalizar el mundo del trabajo.
Existe una honda preocupación, cada vez más extendida, por la creciente desigualdad social y por el riesgo –cierto, percibido o sentido– de un amplio empobrecimiento de los segmentos poblacionales que otrora dieron estabilidad a los sistemas políticos y sociales en los países del capitalismo avanzado. Esos que algunos llaman clases medias, pero en realidad son trabajadoras y trabajadores que forman la mayoría social. Aquella manifestación de Joe Biden, y otras que ha expresado antes y después, revela esa inquietud.
España no es ajena a este gran desafío de nuestro tiempo. Tampoco la Unión Europea. Los estragos causados por la crisis financiera iniciada en 2008 y la gestión de la misma –políticas de austeridad y contrarreformas– son heridas aún sin cicatrizar en términos de desigualdad, pobreza y depauperación, que se han acrecentado por el impacto económico y social producido por la pandemia generada por la COVID-19.
Además, afrontamos este desafío en un escenario caracterizado por la incertidumbre, quizá miedo, derivado de las posibles consecuencias que se divisan en el horizonte, y en algunos casos ya se sienten, provocadas por la disrupción tecnológica y la imprescindible transición hacia modelos de producción y consumo ecológicamente sostenibles.
En nuestro país, los vientos de cambios deben consolidarse y materializarse en un nuevo contrato social que dé respuesta al momento histórico en el que nos encontramos, al desafío ecosocial que lo define. Que ponga en el centro al trabajo y las personas trabajadoras, reconstruya el pacto generacional y nos ofrezca seguridad y justicia en el tránsito hacia una economía digital y medioambientalmente sostenible. La alternativa a este escenario es una creciente desigualdad y conflictividad social, con consecuencias disolventes sobre los sistemas democráticos.
Todo movimiento genera sus resistencias. Pero el mayor riesgo es que no exista la contraparte imprescindible para instituir ese nuevo contrato social. Porque todo contrato se funda en un acuerdo. En un país como el nuestro, compuesto por unas élites económicas y políticas tradicionalmente incapaces de percibir los cambios de época, y en un contexto de polarización que no incentiva el alcanzar acuerdos, el presagio no es optimista. Y sin embargo, los trabajadores y las trabajadoras organizados, como en otras etapas de inflexión en la historia de España, estaremos a la altura y dispuestos a transitar por esta senda.
Nadie se puede quedar atrás
Pepe Álvarez
Secretario general de UGT
18 meses. Ha pasado año y medio de aquella rueda de prensa urgente en la que el Presidente del Gobierno declaraba el Estado de alarma y mandaba a toda la población a confinarse.
La pandemia nos ha cambiado la vida a todos y todas para siempre: tanto para las víctimas de la enfermedad como para toda la sociedad, que ha tenido que cambiar sus hábitos de vida, con ejemplos claros de nuevas formas de relacionarnos y también trabajar, como el teletrabajo, la distancia física, el comercio online, que generan cambios en nuestro futuro laboral.
No todo ha sido negativo. En la respuesta a la pandemia ha regresado la centralidad del estado y las políticas públicas. La crisis de la Covid-19 ha devuelto la importancia al diálogo social, a la negociación. Después de cada crisis siempre hay un repliegue keynesiano, dando valor a un reequilibrio de fuerzas entre sindicatos y empresas. Ahora es el momento de recordar que esto no es una respuesta conjetural, sino una necesaria respuesta a unas crisis, iniciadas en el 2008, que son sistémicas. Que la etapa de dominio de las propuestas neoliberales llega a su fin.
Combatir la precariedad como fórmula de futuro. Esto tiene que seguir mostrándose en las políticas públicas de los próximos años: La subida del Salario Mínimo ha sido un paso importante. Hay que trabajar en un paquete de medidas contundentes para combatir el aumento del precio de la vida; no puede ser que, en un país con salarios muy por debajo de la media europea, los costes de la vivienda, la energía, los alimentos o el combustible estén como están.
Para recuperar derechos, aquellos perdidos en los años de las mal conocidas como ‘políticas de austeridad’, es importantísimo derogar la Reforma Laboral de 2012, que fue impuesta sin diálogo social. En el momento en que el lector/a lea este artículo, estaremos en el momento álgido de la negociación al respecto: será más completa o menos (en UGT defendemos una derogación del 100% del texto), con más consenso parlamentario o menos, pero estoy convencido de que servirá para recuperar derechos de los trabajadores/as.
Acción climática e igualdad. La perspectiva climática y ecológica es fundamental: Sin planeta, no hay trabajo ni vida. Pero hay que dejar claro que, lejos de tesis ‘ecocapitalistas’, no vale achacar toda la responsabilidad en las acciones individuales de la ciudadanía: la mayoría de las emisiones vienen de las grandes compañías multinacionales. Cambiar el modelo productivo, como pedimos, implica cambios importantes: La economía, la industria y el trabajo del futuro y del presente, serán sostenibles y verdes, o no serán.
‘No dejar a nadie atrás’ es una frase nacida en el seno de Naciones Unidas y la Agenda 2030 que tanto el Gobierno como nosotros, los sindicatos, hemos usado como eslogan este último par de años pandémicos. Pero hay deberes pendientes: sigue habiendo miles de personas en pobreza severa, precariedad laboral (especialmente para jóvenes y mujeres), situaciones de abuso y desigualdad, y miles de otras razones por las que seguir trabajando y luchando cada día. No dejar a nadie atrás debe ser una realidad, en vez de sólo un eslogan.
Un futuro prometedor por construir
Antonio Garamendi
Presidente de la CEOE
Las crisis son momentos que permiten cerrar etapas, pero, sobre todo, abrir nuevas oportunidades. La pandemia de la COVID-19 y las consecuencias que ha provocado, con un impacto mundial sin precedentes, debe suponer un punto de inflexión no solo para recuperar los niveles de empleo, bienestar y tejido empresarial que teníamos antes de la irrupción del coronavirus sino, también, para transformarnos y fortalecernos como sociedad.
Por eso, las empresas estamos obligadas a aprovechar este nuevo contexto para consolidar la recuperación económica que empieza a despuntar y para contribuir a transformar el actual modelo hacia uno que nos permita hacer frente a los retos que tenemos por delante.
Muchos de estos retos ya estaban presentes antes de la pandemia pero ahora se han hecho más acuciantes, como pueden ser el cambio tecnológico o la transición ecológica. Cambios que nos deben empujar a construir un modelo que sea cada vez más digital, más sostenible, más inclusivo e innovador, sin perder de vista la productividad y la competitividad.
Para avanzar en esta dirección, contamos con una serie de elementos dinamizadores que considero fundamentales. Por un lado, los hasta 150.000 millones de euros de los fondos Next Generation EU, una oportunidad única para impulsar las reformas pendientes. Por otro, tanto la citada transición digital como la descarbonización de la economía, que deben actuar como motor de generación de nuevos empleos. Añadiría también un impulso a la internacionalización de nuestras empresas y una apuesta clara por la formación, que es la única forma de sacar todo el partido a las nuevas tecnologías.
Estos factores deben servir para dinamizar la economía de nuestro país y conseguir que sea cada vez más eficiente, competitiva, resistente e innovadora, colocándonos en las posiciones líderes que todos deseamos.
Los editores de El Siglo son, precisamente, un ejemplo de resiliencia, emprendimiento y capacidad de adaptación a los cambios. Tres décadas de una revista política es ciertamente algo que celebrar en un mundo de cambios constantes como es el de la información. Por eso quiero trasladarles mis felicitaciones y desearles lo mejor para los nuevos años que comienzan ya.
La recuperación se retrasa
Miguel Garrido
Presidente de CEIM
La economía sigue muy debilitada tras el estallido de la pandemia del Covid-19. Los datos del mes de agosto relativos al mercado de trabajo nos lo recordaron, al desvelar que se habían perdido más de cien mil afiliados. Es verdad que, afortunadamente, la economía se ha vuelto a poner en marcha pero aún no tenemos argumentos para indicar que estamos en una senda de recuperación.
Por el momento, sólo podemos indicar que nos encontramos ante una simple reactivación fruto de que han coincidido la campaña de verano, la generalización de la vacuna y la ampliación de las limitaciones en los aforos. De hecho, el dato corregido del PIB del segundo trimestre del año ha sido, para sorpresa de todos, el 1,1%, frente al que adelantó el propio INE el mes de julio pasado. Este dato permite asegurar que el crecimiento del PIB anual basculará a final de este año entre un 5% y un 5,5%, cantidades muy alejadas del 6,5% que había adelantado la vicepresidenta Calviño. Por lo tanto, todo hace presagiar que el nivel de actividad de 2019 no se recuperará en España hasta finales de 2022 o principios de 2023.
La Comunidad de Madrid, por su parte, puso en marcha desde el primer momento una estrategia completamente distinta de la implementada por el Gobierno de Sánchez. La presidenta Díaz Ayuso apostó por compatibilizar salud y economía, en clara contraposición al cierre total abanderado por el Ejecutivo nacional. Los resultados evidencian que, tanto en términos sanitarios como empresariales, la apuesta del Gobierno regional de Madrid ha sido bastante más acertada. La Comunidad de Madrid ha registrado un crecimiento del PIB regional del 31,7% en el último año, según los datos de la Contabilidad Regional Trimestral relativos al segundo trimestre de 2021. Por lo tanto, nuestra región se sitúa 12 puntos por encima del incremento de la economía española, que ha sido del 19,8%.
Al mismo tiempo, la creación de nuevas empresas durante los seis primeros meses del año ha alcanzado la cifra de 13.005, la mayor de todas las comunidades autónomas, con el 23.4% del total nacional. De hecho, una de cada cuatro nuevas empresas creadas en España lo ha hecho en nuestra región. Y respecto a la inversión extranjera, podemos decir que durante los tres primeros meses de este año la Comunidad de Madrid ha logrado atraer 1.887,1 millones de euros, lo que supone el 61,7% del total nacional.
Respecto a la que puede suceder en los próximos meses, en la Comunidad de Madrid somos moderadamente optimistas porque la política de impuestos bajos que impera nos hace albergar la esperanza de que alcancemos muy pronto la situación previa a la pandemia. Madrid ya se ha convertido en la primera Comunidad de España en la que no existen impuestos regionales y el esfuerzo fiscal es menor que en el resto del territorio nacional, lo cual es una palanca contrastada de generación de riqueza y empleo, al mismo tiempo que permite una magra recaudación fiscal para acometer políticas sociales.
Lo más importante en este momento es tener muy controlada la pandemia para evitar nuevas olas y apoyar al tejido productivo para evitar la desaparición de empresas porque cuanto mayor sea nuestra infraestructura empresarial antes lograremos la recuperación. En cualquier caso, para lograr una economía más competitiva se necesita que el Gobierno de España haga un uso responsable de sus competencias en materia laboral. La nueva economía necesita mayores cuotas de flexibilidad laboral que, en ningún caso, pasarían por derogar la reforma laboral de 2021 sino por profundizar en la senda puesta en marcha con esa reforma. De esa manera se eliminaría lo que ya se conoce en los mercados como riesgo regulatorio, en vez de prima de riesgo, que no es más que una dosis de incertidumbre que frena al potencial inversor.
Lo conseguiremos entre todos
José Luis Martínez
Portavoz de la Asociación Española de Banca
El esperado fin de la crisis sanitaria nos dejará una situación económica donde la prioridad será recuperar lo perdido, aunque no podamos volver atrás y nada volverá a ser igual. La información y experiencia de la que disponemos nos permite plantear una estrategia a seguir ahora que ya tenemos un diagnóstico cada vez más claro de la situación y que sabemos lo que queremos. Y esta estrategia pasa por trabajar todos juntos.
Como sociedad tenemos que tomar las medidas necesarias para mejorar la normalidad anterior a la crisis sanitaria: el sector privado a través de los ajustes necesarios que le lleve a ser más eficiente y competitivo; y las autoridades con reformas estructurales necesarias para que la recuperación que ya observamos sea más sólida y sostenible.
El debate de los economistas ahora ya no se centra en cuando será el inicio de la recuperación, sino en su solidez. El Banco de España prevé que hasta 2023 no se recupere el nivel de PIB existente previo a la crisis sanitaria, demasiado tiempo considerando el daño de la pandemia en la economía y la sociedad. Los fondos europeos pueden añadir un impulso final en la demanda, aunque sería más adecuado verlos como un revulsivo de las reformas estructurales y medidas de oferta que lleven a un aumento de la productividad y, por tanto, del crecimiento potencial.
El plan de recuperación europeo Next Generation EU es clave para España, al facilitar la transición hacia una economía más verde y digital, poniendo especial énfasis en la transición de las pymes, que suponen la mayor parte del tejido de producción en nuestro país. Los bancos, como siempre, ofrecen su colaboración a las autoridades, ya que pueden contribuir a impulsar la recuperación con su capilaridad y cercanía al cliente, anticipando fondos y cofinanciando e impulsando proyectos en ámbitos en los que tienen conocimiento y experiencia.
Para gestionar la salida de la crisis es necesaria la coordinación internacional y entre los agentes económicos. Aprovechemos el inmenso desafío de volver a la normalidad diseñando una mejor que la que disfrutábamos hasta que la Covid-19 desbarató nuestra vida.
El futuro, en manos de los ciudadanos
Óscar Arce
Director General de Economía y Estadística del Banco de España
El descubrimiento de vacunas efectivas frente al COVID-19 y su progresiva distribución posterior parecen haber permitido a nuestro país dejar atrás la etapa más crítica de la pandemia, no solo desde un punto de vista estrictamente sanitario, sino también en términos de su impacto sobre la actividad económica.
En efecto, los progresos en el proceso de vacunación y la consiguiente flexibilización de las restricciones impuestas para contener los contagios han permitido que la economía española retornara, a partir de la primavera pasada, a una senda de crecimiento que, bajo el supuesto de que la situación epidemiológica seguirá evolucionando de forma favorable, continuará previsiblemente en los próximos trimestres.
La reducción de la incertidumbre acerca de la pandemia podría llevarnos a pensar que el guión de la evolución de la economía española en los próximos años está ya escrito. Nada más lejos de la realidad. Más allá de factores que, hasta cierto punto, escapan al control de las políticas económicas (como el ritmo al que los hogares decidan gastar el ahorro que acumularon durante la crisis o la rapidez con que los turistas decidan volver a nuestro país), las actuaciones de nuestras autoridades desempeñarán un papel muy importante a futuro. En el ámbito de la política fiscal nacional, la prioridad ha de ser, una vez resuelta la crisis sanitaria, poner en marcha un plan plurianual para reconducir el endeudamiento público y reducir así la vulnerabilidad de las cuentas de las Administraciones Públicas ante un eventual empeoramiento de las condiciones de financiación.
Además, el programa europeo NGEU ofrece una oportunidad única para ampliar el crecimiento de largo plazo de nuestra economía. Pero, de nuevo, el aprovechamiento de esa oportunidad depende de forma crucial de las decisiones de política económica que acompañen al programa. Por un lado, es necesario planificar cuidadosamente el destino de esos recursos, que están llamados a desempeñar un papel muy relevante a la hora de ayudarnos a encarar exitosamente el doble reto de la transición energética y la digitalización. Por otro lado, las reformas asociadas al programa han de orientarse a la maximización del retorno derivado de los proyectos de gasto, para lo que han de ayudar a la adopción de nuevas tecnologías y a la reasignación de recursos entre empresas y sectores (lo que incluye, en particular, la corrección de las disfunciones existentes en el mercado de trabajo). Hay mucho en juego, ya que, del modo en que los ciudadanos decidamos colectivamente abordar los desafíos que tenemos ante nuestros ojos, dependerá nuestro bienestar futuro.
Reforzar el diálogo social
Antón Costas
Presidente del Consejo Económico y Social de España
La Covid-19 nos deja valiosas enseñanzas. Ha cambiado la mentalidad político-económica dominante en las últimas décadas y ha traído una rehabilitación de elementos del contrato social dañados por la respuesta a la crisis de 2008, como es la importancia del gasto en salud y la economía de los cuidados, especialmente de los niños.
Por otro, ha manifestado la importancia y eficacia del diálogo social para repartir de forma equilibrada los costes de las crisis entre Estado, empresas y trabajadores. Esto ha permitido mantener puestos de trabajo y la vida de las empresas, favoreciendo la rápida recuperación de la actividad y el empleo.
De cara al futuro, el diálogo es esencial para el amplio consenso social y político en la asignación de los fondos europeos a los objetivos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Estas ayudas pueden ser un viento favorable para la transformación, pero debemos de tener el rumbo claro. De lo contrario podría ocurrir lo que con el “Plan E” en la anterior crisis de 2008.
Si queremos lograr un crecimiento económico inclusivo y no dejar a los más vulnerables en la cuneta, no podemos olvidarnos de blindar el progreso social. Para ello, necesitamos mejores empleos, para más personas y en más lugares del país. No podemos olvidar que los buenos empleos vienen de las buenas empresas. De ahí la necesidad de utilizar los fondos europeos para el fortalecimiento de las compañías.
Las ayudas comunitarias brindan una oportunidad única para fomentar y fortalecer la reinvención de la economía española. Pero lograr este objetivo requiere un nuevo contrato social basado en el mayor consenso posible para acelerar la recuperación y crear corrientes favorables para llevar adelante la agenda reformista en materia socioeconómica y laboral.
Si se refuerza el diálogo entre el Gobierno y los agentes económicos y sociales, se conseguirá el suficiente apoyo para mitigar los efectos de la crisis, reducir las desigualdades y aumentar la productividad y competitividad de la economía española en un contexto marcado por los cambios tecnológico, climático y geopolítico. Asimismo, este consenso puede evitar el efecto boomerang que se produce cuando las reformas no cuentan con el suficiente apoyo parlamentario y social para perdurar en el tiempo.
No son palabras huecas. Este diálogo ha sido fructífero siempre que se la he encomendado una misión. De hecho, gracias a estos puentes y a la voluntad de alcanzar acuerdos, por primera vez en la historia la caída del empleo ha sido menor que el desplome experimentado por la actividad económica como consecuencia de la pandemia, el mayor en más de ochenta años.
Nuestro país se enfrenta a retos que conllevan incertidumbres, pero en estos momentos las sociedades son más proclives a ampliar las bases de los acuerdos: una labor para la que resultan fundamentales instituciones como el Consejo Económico y Social, que por su papel de voz colectiva, es capaz de conseguir que la opinión de la sociedad en su conjunto sea tenida en cuenta en la elaboración de leyes y en el proceso de formación de decisiones públicas. Y ello, a fin de cuentas, resulta crucial para hacer de España un país mejor.
Futuro verde e inclusivo
Miguel Carballeda
Presidente del Grupo Social ONCE
Qué ganas de volver a encontrarnos de nuevo, de sentirnos, de hablarnos, con todas las precauciones y toda la seguridad, pero dando pasos siempre hacia adelante en busca de recuperar nuestras costumbres más queridas.
Las personas ciegas, como bien sabéis, somos muy de tocar –no penséis mal- y nos gusta el contacto personal con la gente, persona a persona, como hemos hecho siempre y, a veces, incluso lo necesitamos, como nuestros queridos compañeros con sordoceguera; y nos gusta mucho también que toquen nuestros cupones y el resto de loterías de la Organización, juego responsable, seguro y social, no un juego cualquiera.
Así que lo primero que quiero destacar aquí es cómo durante este tiempo de pandemia del que estamos viendo la salida -gracias sin duda a la investigación y las vacunas-, en el Grupo Social ONCE hemos sido y nos hemos mantenido más sociales que nunca, y seguro que logramos superar estos tiempos, como hemos hecho siempre, al lado de nuestra gente y del resto de la ciudadanía.
La sociedad nos busca y encuentra en las calles y plazas como un síntoma más de normalidad y, por eso, arrancamos estos días con nuestros tradicionales eventos volcados en los ciudadanos, para mostrar cómo somos ahora y, muy importante, cómo queremos ser en el futuro inmediato. Y queremos seguir siendo responsables, comprometidos, sostenibles, verdes y, sobre todo, inclusivos.
Tenemos derecho a ser felices; peleamos cada día por ser felices y hacer felices a quienes nos rodean y a eso le llamamos ilusión: y, para ello, escuchamos la calle, algo muy necesario, y tratamos de responder. Porque nos debemos a la sociedad que cada día confía en nosotros porque sabe que nuestra máxima, la ilusión, no nos permite dejar a nadie atrás y, para ello, trabajamos en un futuro cada vez más social, más innovador, donde la realidad de las personas ciegas o con discapacidad es ser uno más de la ciudadanía, con derecho a tratar de ser feliz, como todos y todas.
Y, en esa línea hemos arrancado nuestras galas #SolidariosONCE para seguir premiando en todas las comunidades autónomas a muchas personas, instituciones, ONG o medios de comunicación que, con su labor cotidiana, han hecho mucho por esta sociedad. Y lo hacemos con una mirada puesta en la economía circular, que nos involucra a todos, y con un escenario y objetivo rotundo de futuro, en el que ponemos y pondremos nuestro empeño: dejar un planeta mejor, que no será posible si no es verde e inclusivo. Desde el Grupo Social ONCE, desde la ONCE, Fundación ONCE y nuestras empresas Ilunion pondremos todo nuestro empeño para lograrlo.
La empresa, el mejor escudo social
José Luis Bonet
Presidente de la Cámara de Comercio de España
España está saliendo de la más grave crisis sanitaria, económica y social vivida en tiempos de paz. El shock provocado por la pandemia ha sido de tal magnitud que las viejas recetas no sirven. Para superarlo, las empresas, las administraciones y cada uno de nosotros debemos llevar a cabo un profundo proceso de reinvención y transformación.
La España postcovid debe ser un país institucionalmente estable, en el que la colaboración público-privada y la participación de instituciones como las Cámaras de Comercio impulsen la agenda reformista. Un país que vertebre un cambio bajo los ejes que marcan los fondos europeos Next Generation EU y el Plan Nacional de Recuperación, Transformación y Resiliencia: digitalización, sostenibilidad y formación, a las que deben añadirse emprendimiento e internacionalización.
Los fondos europeos brindan una oportunidad histórica para avanzar hacia una economía más competitiva, inclusiva y sostenible, en la que la empresa ocupe el lugar clave que le corresponde como principal generadora de empleo y bienestar para el conjunto de los ciudadanos, es decir, como el mejor escudo social posible. Asimismo, las reformas estructurales comprometidas con la Unión Europea nos deben permitir superar ineficiencias que arrastramos desde hace décadas en ámbitos tan importantes como el mercado laboral, las pensiones o la educación.
En un contexto de cambio acelerado, todas las empresas, grandes o pymes, están obligadas a reinventarse o repensar su modelo de negocio, apoyándose en las palancas ya mencionadas: transformación digital, transición ecológica, formación e internacionalización. El proceso no es sencillo para las pymes, que representan el 99% del tejido productivo. Por eso, las Cámaras de Comercio, con la Cámara de Comercio de España al frente, están preparadas y dispuestas para asumir el liderazgo y actuar como agentes esenciales del cambio para contribuir a que los fondos europeos lleguen a todas las pymes que lo necesiten. Ninguna empresa que tenga voluntad de transformación, puede quedar al margen por falta de ayuda.
Tenemos el deber moral de aprovechar esta oportunidad y trabajar con plena entrega para la modernización y transformación de nuestro país porque el futuro de las próximas generaciones depende de lo que hagamos ahora.
Trabajar juntos para salir de la crisis
Ángel Asensio
Presidente de la Cámara de Comercio de Madrid
La economía española está en pleno proceso de recuperación, aunque los últimos datos del INE nos indican que el proceso está siendo más tímido que lo que quisiéramos. De hecho, el dato corregido del PIB del segundo trimestre del año ha sido el 1,1% para sorpresa de todos.
Esto significa que, en términos generales, se puede retrasar el momento de recuperar los niveles de PIB y creación de empleo previos a la crisis. Las empresas siguen pasándolo muy mal a pesar del rebote al que asistimos y, lamentablemente, hemos perdido mucho tejido productivo.
Por su parte, la Comunidad de Madrid puede exhibir mejores datos tanto de PIB, como de inversiones y de empleo, sin embargo, no podemos conformarnos con eso y el gran objetivo debe ser llegar cuanto antes a las cifras que teníamos antes de que estallara la pandemia. Esta situación de la Comunidad de Madrid es fruto, entre otras cosas, de la acertada política que se ha implementado basada en complementar la seguridad sanitaria de los ciudadanos con la actividad empresarial, evitando los cierres completos en las empresas. Al mismo tiempo, la estrategia fiscal de impuestos bajos, que tan buenos resultados han dado hasta ahora, va a mantenerse e incluso reforzarse lo cual nos hace albergar optimismo en el futuro.
Durante los últimos meses, el propósito de la Cámara de Madrid ha sido estar muy cerca de las empresas y autónomos para ofrecerles herramientas concretas eficaces con las que hacer frente a la terrible situación que estaban padeciendo debido al Covid-19 y creo que, gracias al trabajo y la implicación de todo nuestro equipo, lo hemos conseguido. Se han eliminado servicios que no eran demandados y hemos puesto, en cambio, otros nuevos en marcha porque eran pedidos por nuestras empresas. Hemos mantenido la actividad, ofreciendo todos los servicios en red, incluso aquellos que eran difíciles de imaginar en ese formato como, por ejemplo, las misiones empresariales de comercio exterior. Es decir, hemos tenido que acometer, como cualquier otra empresa, una transformación digital para favorecer nuestra propia competitividad como gran plataforma de servicios para el tejido productivo de Madrid.
Ahora nos encontramos en otro escenario donde el foco está puesto en la adaptación de las empresas al nuevo ecosistema cuyas principales claves son la digitalización y la sostenibilidad medioambiental. Para ello vamos a poder contar, entre otras herramientas, con los Fondos Europeos Next Generation EU, en cuyo reparto la organización cameral de España tiene un papel estratégico. La Cámara de Madrid quiere contribuir a que estos recursos tengan la máxima capilaridad en la Comunidad de Madrid y lleguen hasta la última empresa o autónomo que los necesite. Un total de 140.000 millones de euros, entre transferencias directas (69.500 millones) y préstamos, llegaran a España a lo largo de los próximos seis años como Fondos Next Generation UE. Pero tampoco debemos olvidar que nuestro país deberá cumplir 416 objetivos en base a una serie de reformas que también son fundamentales para modernizar nuestro sistema productivo y hacerlo más competitivo.
La Comunidad de Madrid ha demostrado tener una base empresarial innovadora y competitiva que estoy convencido que volverá a situarse al frente de la economía española más pronto que tarde si todos somos capaces de trabajar de forma coordinada. En esa labor, no quiero dejar de mencionar la importancia de las exportaciones. La economía madrileña tiene una larga trayectoria de éxito en la venta de sus productos y servicios en los mercados exteriores y, a nuestro juicio, esa capacidad exportadora puede ser una de las grandes palancas de nuestra salida de la crisis. Desde la Cámara hemos fortalecido nuestro trabajo en ese ámbito y estamos preparados para afrontar el reto.
Oportunidad histórica para transformar España
Manuel Pérez-Sala
Presidente del Círculo de Empresarios
Miramos al futuro con esperanza y optimismo, pero también con cautela. Nuestra visión de la España postcovid pasa por solucionar los graves problemas estructurales que viene arrastrando nuestra economía y transformar nuestro país en un ejemplo de economía digital, innovadora y competitiva.
De toda crisis siempre es posible sacar una lectura positiva, pero para ello se hace imprescindible aprender una lección. El panorama actual se antoja esperanzador para la sociedad y economía española si acometemos con responsabilidad las reformas necesarias y aprovechamos la oportunidad de hacer duradera la recuperación económica.
La llegada de los fondos europeos Next Generation EU es una de esas oportunidades que se presentan solo una vez; es la primera vez que la Unión Europea mutualiza el riesgo, por lo que no debemos olvidar que acarrean una responsabilidad mayúscula, especialmente para el Gobierno y las instituciones públicas. En el reciente documento publicado por el Círculo de Empresarios España, ante una década decisiva, analizamos cómo la correcta canalización de estos fondos será fundamental para la reanimación y transformación de nuestro tejido productivo.
Nuestra preocupación ahonda en este punto: la asignación y ejecución eficiente de los fondos debe pasar por un enfoque estratégico, especialmente pensado para transformar el modelo productivo español; en otras palabras, hacer frente a los desafíos actuales como son el paro estructural, el reto demográfico, el compromiso medioambiental o la transformación digital. Asimismo, debe primar el consenso, la transparencia y la colaboración público-privada. Todo ello sin olvidar proteger a los sectores más vulnerables y evitar la destrucción de empresas. Es el momento de abordar, sin mayor dilación, las reformas estructurales que precisa España, anteponiendo la gestión a la ideología.
Las instituciones tienen un papel fundamental. Desde el Círculo de Empresarios siempre hemos defendido la necesaria solidez democrática de nuestras instituciones. Apostamos por poner en valor la virtud del acuerdo y el diálogo como la vía necesaria para dar respuesta a los grandes retos que están por llegar. Se torna indispensable, por tanto, rebajar el tono en el debate político, pues no es aceptable ni saludable para el normal desarrollo democrático y económico de un país convivir con un clima de crispación constante como el actual.
Así pues, España encara, de la mano de sus socios europeos, un tiempo nuevo y transformador en el que debe abordar sus debilidades estructurales para estar preparada ante posibles crisis futuras, minimizando su impacto económico y social. Se trata de resurgir con un proyecto de país ilusionante para los más jóvenes, única garantía de futuro. Interioricemos la lección y pongámonos en marcha.
Una sociedad vulnerable, pero preparada
Pilar González de Frutos
Presidenta de UNESPA
Si algo sabe bien un asegurador es que el futuro es algo que nadie conoce. La pregunta de cómo será la sociedad después de la COVID-19 es una pregunta sin respuesta. Pero que, sin embargo, puede servir para evocar algunas imágenes y conceptos. Algunos temibles, otros deseables.
La primera palabra que para mí define la sociedad postcovid, o la definirá en el caso de que todavía consideremos que estamos bajo el influjo de la pandemia, es humildad. Hace 30 años se hablaba mucho del fin de la fatalidad; de la orgullosa sensación que empezaba a tener el ser humano que era capaz de controlar todos los riesgos a los que estaba sometido. La producción de fenómenos climáticos extremos inesperados en sus consecuencias de acuerdo con la experiencia anterior, un fenómeno que comenzó con el huracán Andrew y ha tenido su mayor expresión (de momento) con Katrina, ya nos dio un aviso. Pero la pandemia ha sido el aviso definitivo, porque nos ha bajado del pedestal.
Así pues, yo veo una sociedad cada vez más consciente de que es más débil, o más volátil si se prefiere, de lo que creía. Una percepción de la que pueden salir cosas positivas o negativas. Positivo es, por ejemplo, la creciente conciencia y demanda de políticas sostenibles; algo que bien se puede definir con el concepto general, aplicable mucho más allá de los hechos climáticos o ecológicos, de que uno debe actuar en consecuencia con su entorno. Creo que la transición ASG (Ambiental, Social y de Gobernanza) va a ocupar mucho espacio en nuestras vidas en los próximos años, y lo hará para bien.
Donde ya no tengo tan claro que se vayan a sacar las consecuencias adecuadas es en el ámbito de las finanzas públicas. Es fácil sacar la conclusión de que, si estamos expuestos a riesgos temibles que antes creíamos controlados, lo que tenemos que hacer es dotar de más recursos a nuestros Estados para que nos protejan. Sin embargo, creo que la enseñanza correcta es otra, una que pasa por entender que hay momentos en los cuales los Estados van a tener que hacer esfuerzos de protección hercúleos, ya tengan que ver con la salud o con otro ámbito; y que, para que, en esos momentos, estén en disposición de hacer las cosas bien, durante el resto del tiempo tienen que ser Estados eficientes, que gasten de forma selectiva y, sobre todo, de manera que permitan desplegar toda la capacidad de crecimiento de su economía y su sociedad.
La sociedad postcovid debería ser, en mi opinión, una sociedad más austera. Una sociedad que haya aprendido la lección que ya fue planteada por la crisis anterior. La lección de que todos debemos trabajar para ser más eficientes, lo cual significa hacer más con menos. Una sociedad digitalizada y, así lo espero, más unida, más consciente de que existen objetivos comunes que es crítico conseguir, y que están por encima de las banderías. Es mucho lo que nos jugamos en conseguir algo así.