Manuel Capilla
Las elecciones catalanas se van a decidir en la foto finish, con una recta final de campaña marcada por el triple empate en las encuestas entre Salvador Illa, Pere Aragonés y Laura Borrás. El candidato del PSC parte con una ligera ventaja y está en posición de construir la primera mayoría no independentista desde 2010. Por su parte, Aragonès se está desinflando cada día que pasa y está por ver que consiga superar a Junts, aunque es seguro que tendrá la llave del futuro Govern. Y Borràs, gracias a su tirón entre el independentismo más duro, está recortando la desventaja en las encuestas y aspira a mantener a la posconvergencia al frente de la Generalitat.
Sociólogos y expertos demoscópicos ya vienen señalando que las últimas citas en las urnas vienen cargadas de una fuerte incertidumbre. El número de indecisos es creciente y muchos deciden el sentido de su voto en los últimos días de campaña o, incluso, el mismo día de los comicios, en el preciso momento de escoger la papeleta en el colegio electoral. Pero el panorama catalán del 14-F es especialmente peliagudo, con un triple empate entre Salvador Illa, Pere Aragonés y Laura Borrás, que deja abiertas todas las posibilidades. Los tres están en una horquilla de apenas dos puntos, según la media de las últimas encuestas. Illa iría en cabeza, con el 21% de los votos, y le seguirían Aragonès, con el 20%, y Borràs, en el entorno del 19%.
Lo único que parece claro es que el independentismo estaría en condiciones de repetir la mayoría actual, pero se quedaría por debajo del 50%, en cifras similares a las actuales. Y, por primera vez desde los tiempos de los tripartitos presididos por Pasqual Maragall y José Montilla, se dibuja la posibilidad de una mayoría alternativa de izquierdas con la suma de PSC, ERC y Comuns. La gran incógnita es si Aragonès resistirá el empuje de Borràs y conseguirá colocar a ERC como la principal fuerza del independentismo, para seguir caminando por la senda posibilista que ha iniciado con la investidura de Pedro Sánchez y el apoyo a los Presupuestos Generales del Estado.
Salvador Illa: la gran esperanza de Sánchez
En lo que queda de legislatura, ERC va a ser una pieza fundamental. Son los republicanos quienes posibilitaron la investidura de Sánchez y la aprobación de los Presupuestos. Y para tener puentes con ellos, independientemente de la fórmula que se adopte, Illa es la persona ideal.
Del resultado que consiga Salvador Illa depende, en buena medida, el futuro del Ejecutivo en lo que queda de legislatura. En Moncloa y Ferraz vieron aliviados como el TSJC dejaba sin efecto la suspensión electoral que planteaba Aragonès, lo cual habría podido terminar de diluir el ‘efecto Illa’. Y aunque el desembarco del exministro de Sanidad en la campaña ha catapultado las aspiraciones del PSC, en posición de la fuerza más votada, los sondeos recogen un cierto estancamiento de las posibilidades de Illa. Sánchez, consciente de lo que se juega, se ha volcado y ha multiplicado sus apariciones en Cataluña estos días.
En lo que llevamos de campaña, Illa ha sido el objeto de las críticas del resto de partidos, con una incógnita flotando en el ambiente: la del tripartito PSC-ERC- Comuns. Jamás algo tan vehementemente negado por sus hipotéticos integrantes -salvo por los de Ada Colau- ha ocupado tanto espacio en el debate público. Sin embargo, desde el arranque de la precampaña, Illa ya daba pistas de por dónde puede caminar el escenario político con unos resultados electorales muy favorables para sus intereses. Según explicaba en La Vanguardia, en una idea que ha venido repitiendo en las últimas semanas: “No hay posibilidad de formar gobierno con ERC, pero eso no significa que no se pueda llegar a pactos”. E insistía: “No va a haber un gobierno del PSC con ERC ni apoyo a ningún gobierno liderado por nadie que defienda la independencia”. “Lo que me parece más razonable es un gobierno con los comunes. Todo es mejorable, pero es una fórmula que está funcionando en España. Y necesitamos políticas progresistas”, reflexionaba Illa.
En el núcleo duro del Gobierno tienen claro que el exministro de Sanidad ha desembarcado en Cataluña por su alta valoración en las encuestas y su potencial electoral. Pero a nadie se le escapa que, en lo que queda de legislatura, ERC va a ser una pieza fundamental. Son los republicanos quienes posibilitaron la investidura de Sánchez y la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Y para tener puentes con ellos, independientemente de la fórmula que se adopte, Illa es la persona ideal. O, al menos, mucho mejor que un Miquel Iceta muy marcado por el 155 y por su participación en las manifestaciones de Sociedad Civil Catalana. Como secretario de Organización del PSC, a lo largo de 2019, Illa tejió acuerdos muy variopintos a lo largo de 2019. Y fue una figura clave para que ERC apoyara la investidura del presidente del Gobierno. Por el contrario, fue ERC quien impidió que el Parlament designara a Iceta como senador, paso previo a su nombramiento como presidente del Senado, según tenía previsto Sánchez.
Un talante sosegado y dialogante, el de Illa, que supone una novedad en un escenario político crispadísimo y que el candidato del PSC aprendió del que fuera su mentor, Romà Planas, alcalde de La Roca y muy cercano a Josep Tarradellas, el president en el exilio sobre cuyos hombros se reinstauró la Generalitat en la Transición. Este histórico del PSC fue su secretario personal en el exilio y uno de los principales artífices de su regreso a España en 1977. Planas nombró a Illa concejal de Cultura de esa localidad del Vallès en 1987, con apenas 21 años, y a su muerte, en 1995, el ahora ministro tomó posesión de la alcaldía. Es esta ligazón con el tarradellismo y su forma de entender la política la que ha colocado a Illa en posición de ser la fuerza más votada en Cataluña.
Pere Aragonès: el dueño de la llave del Govern
El ‘pressing ERC’ al que Junts y la CUP se han dedicado con entusiasmo en las últimas semanas ha vuelto a surtir efecto y a los republicanos, con un ojo puesto en la remontada de Laura Borràs en las encuestas, les han vuelto a temblar las piernas
De nada le ha valido a Pere Aragonès negar, por activa y por pasiva, que de gobierno con el PSC nada de nada. El ‘pressing ERC’ al que Junts y la CUP se han dedicado con entusiasmo en las últimas semanas ha vuelto a surtir efecto y a los republicanos, con un ojo puesto en la remontada de Laura Borràs en las encuestas, les han vuelto a temblar las piernas cuando han tenido que defender su apuesta por el pragmatismo y por la distensión entre bloques. Y para muestra un botón: ERC ha accedido a firmar un documento, junto a Junts, la CUP y el PDeCAT, en el que se comprometen a no suscribir en ningún caso “la formación de gobierno” con el PSC. Eso sí, mientras que el resto de fuerzas lo han hecho a través de sus candidatos, los republicanos lo han hecho de mano de su portavoz parlamentario, Sergi Sabrià, no de Aragonès.
Habrá que ver lo que dura este compromiso, si dura, con los resultados en la mano. A Pedro Sánchez le costaba conciliar el sueño con Pablo Iglesias en el gobierno y tardó 24 horas en cerrar un acuerdo con él tras los comicios de noviembre de 2019. La idea que Aragonès está manejando en la campaña es que el próximo Govern “debe tener alianzas más allá del independentismo”, como defendía en una reciente entrevista con La Vanguardia, citando concretamente a los comuns. Según él, “aquel PSC con el que nos entendimos ya no existe. Los que defienden aquel PSC de Pasqual Maragall hoy están en ERC”.
En la actitud de los líderes de ERC pesa el hecho de que su ventaja sobre Junts en las encuestas se haya recortado tanto que, hoy por hoy, sea de empate técnico. No sería la primera vez que las encuestas dan la victoria a los republicanos para, tras abrir las urnas, ver cómo la posconvergencia, en cualquiera de sus múltiples marcas electorales, se ha llevado el gato al agua. Una nueva derrota de los republicanos a manos de la enésima mutación posconvergente -como ya sucedió en 2017, por ejemplo- dejaría tocada la estrategia puesta en marcha por Aragonès y cubre de nubarrones el futuro del gobierno de coalición presidido por Sánchez.
En detrimento de las posibilidades electorales de Aragonès va el hecho de que no tiene mucho tirón. Al contrario que Laura Borràs, es un candidato que no despierta demasiado entusiasmo. Su carisma, comparado con el de su mentor, Oriol Junqueras, es sensiblemente inferior. En la entrevista con La Vanguardia, Aragonés, preguntado por este asunto, afirma: “yo no soy de la política espectáculo. Me gustan más los hechos y creo que así se avanza”.
En unos años en los que en el independentismo se llevan los candidatos ‘independientes’, sin vinculación estrecha con los partidos, a Aragonès le está costando despojarse de su perfil de aparatchik de la cantera de ERC, en la que destacó pronto, primero como portavoz de las juventudes del partido y luego como diputado en el Parlament. Heredero natural del junquerismo desde que éste le colocara como número dos de la conselleria de Economía, está por ver que consiga lo que su mentor no logró en 2017: arrebatar la hegemonía independentista a la posconvergencia.
Laura Borràs: la heredera de Torra, a por la remontada
En el independentismo duro que ella aspira a representar quizá sea un punto fuerte tener una causa abierta con la justicia, un mérito que demostraría la persecución política por parte del Estado. Sólo así se entiende que Borràs arrasara en las primarias de Junts, con el 75% de los votos.
La investigación por prevaricación, fraude en la administración, malversación y falsedad que Laura Borràs tiene abierta no ha mermado un ápice sus posibilidades como candidata. Más bien al contrario. En el independentismo duro que ella aspira a representar quizá sea un punto fuerte tener una causa abierta con la justicia, un mérito que demostraría la persecución política por parte del Estado. Sólo así se entiende que Borràs arrasara en las primarias de Junts, con el 75% de los votos, muy por delante de su rival, el conseller Damiá Calvet.
El tirón de Borràs en la posconvergencia soberanista, gracias también a su emotiva capacidad de oratoria, queda acreditado con su remontada en las encuestas, que en las últimas semanas reflejan que la ventaja de ERC sobre Junts encoge de forma sostenida. Habrá que ver de todas formas cómo pesa en el resultado de Borràs el del PDeCAT. Los sondeos no adjudican escaño a la lista encabezada por la exconsellera Angels Chacón, pero sí la sitúan en el 2% de los votos, lo suficiente para frenar las aspiraciones de Junts e impedir el sorpasso a ERC. Quien se quedaría fuera del Parlament es la tercera grieta posconvergente, el Partit Nacionalista de Catalunya, liderado por una Marta Pascal que fue clave para articular la mayoría de la moción de censura, enfrentándose abiertamente a Puigdemont, pero cuyo mensaje se ha quedado sin sitio con el giro del PDeCAT.
Habrá que ver también cómo se reconfigura la posconvergencia tras las elecciones. La contundente victoria de Borràs en las primarias no es la mejor noticia para un Carles Puigdemont, que pierde pie en el día a día del independentismo. Borrás pertenece al núcleo duro del último president, Quim Torra, y con ella el torrismo ha conseguido desplazar a la corriente más moderada, representada por Calvet, y a los más cercanos a Puigdemont, diluidos en el proceso de primarias. El terremoto en Junts puede ser aún mayor si terminan fuera del Govern. Ya se sabe que el poder desgasta, sobre todo, a quien no lo tiene -como decía Giulio Andreotti-, y la posconvergencia ahora mutada en Junts es un grupo humano acostumbrado a gobernar y a repartir cargos con sus sueldos correspondientes. La propia Borràs es un buen ejemplo de esto. No hay que perder de vista que lleva ocupando cargos públicos dependientes de la Generalitat desde 2012. Es ya en 2017 cuando es elegida diputada en el Parlament y, posteriormente, Torra la incorpora al Govern como consejera de Cultura.
Lo que la justicia está investigando es su etapa al frente de la Institució de les Lletres Catalanes. Borràs se las habría ingeniado presuntamente para favorecer a un amigo con contratos que, en total, le reportaron casi 260.000 euros entre enero de 2013 y enero de 2018. Unos contratos divididos que como mucho alcanzaban los 18.000 euros cada uno, evitando así la obligación de concederlos mediante concurso público. La causa la estaba llevando hasta ahora el Supremo, como corresponde con una diputada, pero el abandono del escaño y su ingreso en el Parlament provoca que el proceso quede en manos del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.
Borràs llegaba a la campaña sin comprometer su apoyo a ERC en el caso de que los republicanos ganen las elecciones. Aragonès y los suyos consiguieron zafarse de forma relativamente fácil del amago de Junts de convertir estas elecciones en otro plebiscito, pero no han podido, o no han querido, hacer lo mismo con el documento que les compromete a no llegar a un acuerdo de gobierno con el PSC. Borràs está consiguiendo presionarlos haciendo lo que ha venido haciendo Junts en los últimos años, agitar las pancartas de la desobediencia, del conflicto con el Estado y de la DUI.