¡Vaya Gente! / Mara del Prado
A punto de celebrarse las elecciones presidenciales de Estados Unidos y apenas finalizada su cuarentena por coronavirus, Donald Trump ha festejado Halloween por todo lo alto. Como si el país no hubiera superado los 8,5 millones de casos confirmados y los casi 225.000 fallecidos, el flamante Superman -así se ha referido a sí mismo en campaña por haber vencido al Covid- ha engalanado la Casa Blanca con calabazas y, sin mascarillas ni él ni su esposa, Melania, ha recibido a los más pequeños para participar de la tradicional costumbre del truco o trato.
De seguir su ejemplo, la fiesta de la democracia americana se prevé terrorífica; lo único bueno de celebrar la noche de difuntos en el año del coronavirus es que, al menos, en la mayoría de las reuniones sociales abundarán las máscaras de Ghostface en Scream y de Freddy Krueger en Pesadilla en Elm Street y algo harán para frenar las partículas y aerosoles con el virus.
Lo cierto es que el provocador candidato republicano habrá animado a saltarse las recomendaciones de los epidemiólogos tres días antes de las elecciones del 3 de noviembre, otro riesgo para la ciudadanía estadounidense cuando el Covid está descontrolado, acaba de reconocer su jefe de gabinete, Mark Meadows, en una entrevista con la cadena CNN. “No vamos a controlar la pandemia, vamos a controlar el hecho de que consigamos vacunas, terapias y otras formas de mitigarla”, decía una semana antes de que los electores visiten las urnas.
Como mensaje de campaña, no parece muy positivo. Pero con los votantes de Trump, todo es posible. Por poner un ejemplo. Algunos mandaron a sus hijos a recoger caramelos a la sede presidencial disfrazados del matrimonio Trump. A los padres y madres les pareció divertido. A los aludidos, también.
Pero hay que recordar que los disfraces de Halloween han de dar miedo. Por eso, visto así, la interpretación es distinta si se vota republicano o se vota demócrata. En el primer caso parece apropiado asustar a los electores de Joe Biden cuando están crecidos con las encuestas. Mientras, viendo al pequeño trajeado y su rubia peluca con tupé, estos últimos habrán disfrutado de la escalofriante sensación de imaginar al próximo fantasma de la Casa Blanca.