Se cumple un año de un acuerdo al que Pedro Sánchez siempre se negó y que rompió un tabú de 80 años: el del primer Ejecutivo de coalición de izquierdas desde la II República. El Gobierno sigue gravitando en torno a la relación que han conseguido construir Sánchez e Iglesias, capaces, hasta ahora, de desenredar los conflictos que han surgido. Hasta los más espinosos, como la salida del ex jefe del Estado hacia Abu Dhabi. Los ataques personales que han sufrido, la gestión de la mayor pandemia en un siglo y la oposición de tierra quemada de PP y Vox han terminado por unir a un consejo de ministros en el que hay filias con el sector morado del gabinete, como la de José Luis Ábalos, y fobias, como la de Nadia Calviño, que ya está tomando posiciones en el camino de Yolanda Díaz para derogar la reforma laboral.
“El balance es muy potente. Ha habido menos problemas de los esperados y consensos más sólidos”. En todos los sectores del Ejecutivo hay satisfacción por cómo han ido las cosas en este primer año de funcionamiento de un gobierno de coalición que parecía muy improbable antes de las elecciones del 10-N. No sólo porque la apuesta de Pablo Iglesias por entrar en el consejo de ministros hubiese topado con el rechazo frontal de Pedro Sánchez, sino porque el recelo histórico entre el PSOE y todo lo que se mueva a su izquierda –un recelo que ha ido en las dos direcciones desde hace 100 años- no auguraba nada bueno.
En los ministerios sacan pecho cuando recuerdan que consiguieron sobrevivir a lo que consideran una “ofensiva de la derecha para tumbarlo en el mes de abril”
Sin embargo, la confianza entre casi todos los miembros del Ejecutivo se ha multiplicado exponencialmente. Los socialistas han descubierto que los ministros de Unidas Podemos y sus equipos son personas capaces y discretas a los que, salvo excepciones, no les ha pesado la falta de experiencia de gobierno. Y el sector morado ha construido afinidades con las que no contaba y ha disipado muchas de las dudas que albergaba sobre las intenciones que pudieran tener los ministros socialistas de apartarse del programa de gobierno.
En los ministerios sacan pecho cuando recuerdan que consiguieron sobrevivir a lo que consideran una “ofensiva de la derecha para tumbarlo en el mes de abril”. Su análisis es que en Génova entendieron que “el eslabón débil, Unidas Podemos, no resistiría”, en un escenario de debilidad parlamentaria extrema, con un calvario cada 15 días para poder sacar adelante los decretos de prórroga del estado de alarma. Pero el ejecutivo resistió, con Sanidad, Trabajo y Derechos Sociales como las áreas que sostuvieron la acción de gobierno en los meses más duros. “Cuanto más dura era la ofensiva, más aliento le daban al Gobierno”, explican estas fuentes.
De hecho, el Gobierno parece haber salido de lo más duro de la pandemia relativamente airoso de puertas para afuera. Tras un año de mandato y en medio de la segunda ola de la pandemia, el Gobierno apenas registra desgaste en los sondeos, especialmente el PSOE, que se mantiene en torno del 28% de los apoyos de media, el mismo resultado que en las elecciones del 10-N. Unidas Podemos sí sufre algo más de desgaste, en la suave pero sostenida tendencia a la baja que viene manteniendo desde las elecciones de abril de 2019, donde alcanzó un 14,3% de los votos, que se transformó en el 12,8% en las de noviembre y que hoy estaría, según la mayoría de las encuestas, un punto por debajo, en el 11%.
La normalización de las discrepancias
Desde la vicepresidencia de Derechos Sociales destacan que “ha habido una normalización de las discrepancias”, ya sea en cuestiones como la monarquía o como la fusión entre Caixabank y Bankia. Y cuando las tensiones se han enquistado, han sido Sánchez e Iglesias, personalmente, los que han resuelto el conflicto. Entre el presidente del Gobierno y su vicepresidente segundo hay una relación “cada vez más fluida”, según reconocen desde el Ejecutivo. Lo cual no deja de ser sorprendente, teniendo en cuenta que el vínculo entre Sánchez e Iglesias ha pasado por todo tipo de fases, pero en general ha primado la falta de química. Eso sí, los dos valoran “preservar el Gobierno” y son conscientes de que, en algunas ocasiones, “tienen que ceder”, según explican estas fuentes.
Sánchez e Iglesias valoran “preservar el Gobierno” y son conscientes de que, en algunas ocasiones, “tienen que ceder”, según explican estas fuentes
En este escenario, en el sector morado del Ejecutivo sentó a cuerno quemado enterarse por la prensa de la fusión entre Caixabank y Bankia y de la marcha de Juan Carlos I a Abu Dhabi. Entendían que estaban dando pasos importantes a la hora de labrarse una reputación de solvencia y lealtad –unas de sus máximas prioridades- y comenzaban a apreciar el hecho de que, en las conversaciones que mantienen semanalmente, el presidente consultara a Iglesias y le implicara en las decisiones, y no necesariamente en el ámbito de competencias de la vicepresidencia de Derechos Sociales.
Sobre la situación del Rey emérito, el propio Iglesias llegó a explicar en la Ser -de una forma que tampoco gustó nada en algunos sectores de Moncloa y del PSOE- que el presidente y él tuvieron “una discusión fuerte” por este asunto y que Sánchez terminó disculpándose y reconociendo que tenía que habérselo dicho, lo cual “le engrandece”. Iglesias dio por buena las disculpas del presidente, así como su explicación sobre la confidencialidad de la operación entre Caixabank y Bankia. Del otro lado, se mantuvo de puertas para adentro el malestar por el hecho de que el vicepresidente aireara conversaciones privadas en los medios. Y así, finalmente, la sangre no llegó al río en el desencuentro más grave que han mantenido.
Iglesias encarrila ‘sus’ Presupuestos

Hasta ahora, el vicepresidente segundo ha conseguido la mayor parte de sus demandas, ya sea por la voluntad de entendimiento de Sánchez o por su firmeza a la hora de negociar. Por ejemplo, Iglesias consiguió estar en dos foros políticos clave: la Comisión Delegada de Inteligencia –donde se tratan las cuestiones de seguridad en manos del CNI- y la mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat –de la que se cayó en la primera convocatoria por una amigdalitis-. Además, entre otras cosas, consiguió acelerar la puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital –a pesar de que no se den las condiciones para su funcionamiento óptimo- y acaba de arrancar un compromiso para coredactar la futura Ley de Vivienda junto al ministerio competente, el de Transportes y Agenda Urbana. Pero un elemento verdaderamente clave para los morados es haber introducido al secretario de Estado de Derechos Sociales, Nacho Álvarez, en la ronda de negociación presupuestaria con el resto de grupos políticos. Entre los morados crecía la preocupación de quedar marginados en la negociación de las cuentas, como entienden que ya sucedió este verano en la de las prórrogas al Estado de Alarma, pilotadas por Carmen Calvo y en las que se llegó a acordar, por ejemplo, la extensión de los ERTE. Las alarmas se volvieron a encender del todo cuando Inés Arrimadas afirmó que su partido no iba a sentarse a negociar nada con Podemos.
Casi dos meses después de la conversación en que Sánchez e Iglesias acordaron cómo se iban a negociar las cuentas de puertas para adentro y de puertas para afuera, la incipiente negociación de los Presupuestos arroja buenas perspectivas para la opción de Iglesias: la de sacarlos adelante con la mayoría de la investidura. O sea, con el voto favorable de ERC y EH Bildu y en detrimento de Ciudadanos. El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, ya ha afirmado que su formación votará sí a los Presupuestos “salvo sorpresa”, lo que Iglesias ha calificado de “buena noticia”, porque “demuestra responsabilidad y compromiso para avanzar con políticas de izquierdas. El bloque de la investidura se refuerza y será de legislatura y de dirección de Estado”.
En la vicepresidencia segunda se muestran convencidos de que las cuentas saldrán adelante y de que la única duda es qué hará Inés Arrimadas. ¿Su intuición? “Irán a la abstención”, explican, entre otras cosas porque entienden que ya está preparando el terreno para ello. De ahí que esgrima el rechazo a que el catalán sea la lengua vehicular de la educación en Cataluña, como se prevé en la Ley Celaá. Absteniéndose, señalan estas fuentes, Ciudadanos consigue distanciarse de unas cuentas apoyadas por ERC y EH Bildu –un elemento importante de cara a las elecciones catalanas- y, al mismo tiempo, también se desmarcan de la famosa foto de Colón. Es decir, queda expedita la vía de gobernabilidad favorita en la vicepresidencia segunda.
El próximo pulso, la reforma laboral
“Calviño ha empezado a tomar posiciones”, explican fuentes próximas a la ministra Díaz de cara a la inminente negociación sobre la reforma laboral. Y el enfado es mayúsculo en el sector morado del Ejecutivo, porque entienden que la vicepresidenta tercera está invadiendo las competencias de Trabajo y tiene “nulo olfato político” ya que puede poner al presidente y al Gobierno contra los sindicatos y contra la sensibilidad de la mayoría de la moción de censura.
El quid de la cuestión estáen cómo se rediseña la negociación colectiva. Aunque Trabajo todavía no ha cerrado su propuesta, sí hay voluntad de devolver a la negociación colectiva el estatus que perdió con la reforma laboral de 2012, recortando la capacidad de las empresas para descolgarse de los convenios colectivos más amplios. Sin embargo, según informaba El País la semana pasada, en dos documentos elaborados de la mano de la Oficina Económica de Moncloa, Economía apuesta por dar prioridad a los convenios de empresa sobre los sectoriales.
Nadia Calviño se ha convertido en la gran enemiga de los ministros de Unidas Podemos, a pesar de que, recién nombrado el gobierno, la relación arrancó fluida, para sorpresa de todos, tanto con la ministra como con su secretaria de Estado, Ana de la Cueva. Por ejemplo, el cuadro macro presentado en febrero por la vicepresidenta tercera -inutilizado por la pandemia- se consensuó con la secretaría de Estado de Derechos Sociales, pilotada por Nacho Álvarez.
Pero con el estallido de la pandemia, la brecha comenzó a ensancharse. Primero, por la propia declaración del estado de alarma, que Calviño frenó frente a Iglesias y algún otro ministro, como Ábalos. Las diferencias fueron a más cuando lo que se debatía en el Consejo de Ministros era la ambición de las políticas de gasto que estaba dispuesto a poner en marcha el Gobierno para afrontar las secuelas sociales y económicas de la pandemia. En ese momento, María Jesús Montero se puso del lado de Calviño, pero eso no ha impedido que en el sector morado del gobierno hablen bien de la ministra de Hacienda y el trabajo que han realizado codo con codo, culminado ahora con la negociación presupuestaria. “Montero no tiene prejuicios hacia nosotros, no como algunas y algunos” en el Gobierno, afirman estas fuentes. Habrá que ver si Sánchez e Iglesias, como ya han hecho antes, consiguen desactivar el nuevo pulso abierto entre Calviño y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.