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Un horizonte más verde, digital y seguro

Especial 30 Aniversario

por El Siglo de Europa
8 octubre, 2021
de Los Dossieres
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Los portavoces parlamentarios de los partidos políticos creen en un futuro más verde y digital, que tiene que empezar ahora. Aprender las lecciones de mejora y transformación que nos ha dejado la pandemia y mantenerlas en el tiempo es una obligación para conseguir una sociedad más cohesionada, con un Estado de Bienestar sólido a medio y largo plazo y haciendo frente a la crisis climática que ya existía antes de la pandemia y que debemos resolver para que exista ese futuro deseado por todos.

 

Multilateralismo y colaboración mutua entre Estados

Héctor Gómez

Portavoz de Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso

Si algo ha demostrado la terrible pandemia de la COVID-19 que nos ha tocado sufrir es la necesidad de tener un Estado de Bienestar fuerte, capaz de hacer frente a situaciones de emergencia, y de garantizar unas condiciones materiales dignas de vida a los ciudadanos.

Y pese a las enormes dificultades vividas, y gracias a una actitud ejemplar de la ciudadanía, el Gobierno de España, ha puesto en marcha el mayor escudo social de las últimas décadas, y actualmente, España es de los países del mundo con más porcentaje de población con la pauta completa, y según muestran los diferentes organismos como el Banco de España o la OCDE, tiene buenas perspectivas de crecimiento económico para 2021, 2022 y 2023 que no solo beneficiará el impulso de la economía, sino que se traducirán en una bajada del desempleo, y para 2022 España ya habrá recuperado los niveles económicos previos a la pandemia.

Pero si algo me gustaría destacar ha sido el liderazgo del Presidente del Gobierno en Europa para aprobar el mayor Plan de Recuperación nunca aprobado por las instituciones europeas, representando una apuesta clara por la recuperación socioeconómica, para no dejar a nadie atrás. Y debemos aprovechar esta oportunidad para promover reformas e inversiones que aumenten la resiliencia y el crecimiento de nuestro país, apostando por la transición digital y verde, así como por tener un país más cohesionado socialmente.

La España postcovid, debe de ser la España que hace frente a la crisis climática, algo que nuestra juventud nos reclama. Y esto para el Gobierno de España es una prioridad, como demuestra que de las inversiones previstas en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia español, un 40% estén destinadas para la transición ecológica, con varios objetivos claros: defender el medio ambiente logrando que la mayoría de la electricidad generada en 2030 provenga de fuentes renovables y crear en torno a 300.000 empleos netos anuales en este sector.

La España postcovid será también la de la transición digital, que implicará un fortalecimiento de las Pymes, una nueva política industrial para España, un impulso del sector turístico, y la hoja de ruta del 5G, lo que conllevará un salto para nuestra economía y conseguir una modernización de nuestras estructuras productivas.

La España postcovid será un referente internacional para defender un orden internacional basado en reglas e instituciones internacionales. El mundo debe afrontar grandes desafíos: la Covid-19, la crisis climática, también las crisis migratorias o la estabilidad política en algunas regiones con carencias democráticas que deben ser superadas. Solo desde el multilateralismo y la colaboración mutua entre Estados se encontrarán las mejores vías para dar soluciones reales a los desafíos que tenemos encima de la mesa y para dejar un planeta y también un país mejor.

 

Una España mejor

Cuca Gamarra

Portavoz del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso

La revista El Siglo cumple 30 años, que merecen mi reconocimiento y felicitación, y nos invita a celebrarlo exponiendo brevemente cómo creemos que será y cómo nos gustaría que fuera la España postcovid.

Como española, y riojana, deseo una España mejor cada día, y a lograrlo dedico todos mis conocimientos, experiencia y trabajo diario, ahora desde la Portavocía del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados. Pero los deseos chocan con la cruda realidad que no es otra que la nueva precariedad económica, social e institucional en la que nos ha sumido y nos quiere mantener Sánchez.

La realidad es tozuda y, a pesar de los triunfos y medallas que insiste en colocar a su Gobierno y a sí mismo, su gestión ha sido y es nefasta, por lo que tendremos que esforzarnos mucho, todos, para dejar atrás la España con menos renta per cápita, más paro, más deuda, más desigualdad y más pobreza que está dejando el gobierno frankenstein.

No por el hecho de que Sánchez repita su mantra de la “recuperación justa” se va a convertir en realidad y menos teniendo en cuenta que, como dicen miembros del Gobierno, trabajan para “amortiguar” el impacto cuando deberían impulsar el crecimiento económico y mejorar el bienestar de los ciudadanos. Por eso, su recuperación ni es recuperación ni es justa ni es sostenible.

Pero hay esperanza, los ciudadanos no tienen que conformarse, porque hay otras formas de hacer las cosas, y en el PP trabajamos para hacer realidad la España que todos queremos; una España unida, solidaria, próspera y en libertad.

Tenemos el talento y la experiencia necesarios para revertir la situación económica y volver a la senda del crecimiento, para desarrollar las políticas sociales, sanitarias y educativas que necesita nuestro gran país para avanzar y, de verdad, no dejar a nadie atrás.

Para ello, a corto plazo proponemos poner en marcha un Plan de Rescate a la Economía Productiva y cambiar radicalmente el enfoque de los fondos europeos, que deben ser gestionados por una autoridad independiente, y a largo plazo reformas estructurales para aumentar la competitividad de las empresas, reducir trabas burocráticas, abaratar los costes energéticos y apostar por las personas.

 

Una normalidad justa

Sofía Castañón

Portavoz adjunta del Grupo Parlamentario de Unidas Podemos en el Congreso

Durante el confinamiento, acotadas por las paredes de nuestras viviendas, pensábamos en cómo sería la nueva normalidad. Una en la que hubiésemos aprendido la importancia de los cuidados.

Una en la que al relato capitalista le hubieran saltado las costuras porque la solidaridad, la cooperación, se revelaba más nuestra naturaleza que la del individualismo, que era la construcción social voraz del sistema. Una normalidad más consciente de la gestión del tiempo, del autocuidado: hacer ejercicio, comer bien, llamar a nuestras personas queridas.
Más de un año después, no parece que esa utopía posible se ponga en pie. El discurso del odio que la ultraderecha proclama desde espacios privilegiados enfrente al penúltimo contra el último y los cimientos de los consensos democráticas y de los Derechos Humanos se atacan con una artillería verbalmente violenta y profundamente maliciosa.

¿Y entonces?, ¿volvemos a formular futuro, y por extensión presente, en clave de distopía? Este es el pulso, que lejos de tratarse de una batalla cultural es algo profundamente material.Donna Haraway, en Seguir con el problema, plantea una utopía tejida con ciencia y experiencia cotidiana. Los mimbres de lo revolucionario están en el punto de vista con el que abordemos la realidad que nos toca. ¿Queremos recuperar el mundo previo a la pandemia generada por la COVID-19? ¿O queremos trabajar para un mundo que reconoce nuevos derechos -feministas, ecologistas, sociales-?

Desde Unidas Podemos somos conscientes de qué toca ahora: hablar de un sistema de cuidados que asegure el derecho de cada persona que lo necesita y la garantía de las condiciones materiales dignas de cada persona trabajadora, hablar de soberanía industrial para no ser ni productiva ni económicamente dependientes, hablar de reconocer la producción cultural como parte de nuestro modelo productivo y sector estratégico de nuestra economía; hablar de reconocer, reforzar y proteger nuestros servicios públicos.

La pandemia ha supuesto dolor intenso y en muchas formas para el conjunto de la población. Las posibles lecciones que hayamos aprendido han salido muy caras. La responsabilidad de construir (no digo reconstruir) un presente más justo es un imperativo de pura democracia y de consciencia de legado.

 

Qué se le va a hacer

Gabriel Rufián

Portavoz del Grupo Parlamentario de ERC en el Congreso

Empieza cuando tienes más miedo de pasar tiempo contigo que con tu peor enemigo. El miedo a comenzar a echar de menos y a echar de más cómo se siente un pinzamiento cervical.

Todos los libros de un año tirados en la mesita de noche. Más series, más llamadas, más películas, más chats y más solos que nunca. El ruido del camión de la basura como certeza de insomnio diario. Programas de deporte sin deportes en la radio. La Osa Mayor embistiendo a la noche. Mañana es tu cumpleaños.

El rojo aceitoso del alba lamina el puente de la calle mientras Antonio Vega surca un mar de plata infernal en el sitio de su recreo. Gente en ventanas como centinelas de faros con cortinas de Ikea. Donativos de millonarios que tributan en islas del caribe jaleados en tertulias. Te miras en el espejo y ves a tu padre. Piensas que se pueden cambiar los gestos pero no la sangre. Siempre te gustó el día de tu cumpleaños. No tanto cumplir años sino lo extraordinario del día en sí. Como el primer día de playa de un verano de infancia. Recuerdas la voz de jilguero de Serrat y los cinco minutos eternos de Víctor Jara sonando en el R11 de tu madre en tu undécimo cumpleaños. La botella de tequila que te bebiste con tu vecino viendo un concierto de Rammstein en la tele en el decimocuarto. La cena sorpresa en un italiano que dedujiste dos días antes en el vigésimoprimero. El ruido de la lavadora rompiendo el silencio de la cena con tu abuela en el trigésimotercero. Y la soledad del último. Sales. Bajas las escaleras leyendo los mensajes de bienvenida desgastados de los felpudos frente a las puertas blindadas de tus vecinos. Comienza a hacer frío. Suena Cielito Lindo desde algún ático y alguien ha colgado una sábana en el último balcón de la calle que dice ‘Abuelo Juan, te echamos de menos’.

Caminas pensando si tendrías miedo de ir cogido de la mano de él ahora. La respuesta es que sí. Te acuerdas de él pero ya no como antes. Te alegras de ya no despertar y dormirte esperando la señal oculta de un post de Instagram. Te alegras de haberte acostumbrado a ese vacío. Los mismos sacos de dormir tras los mismos pilares. Hasta en un mundo de gente confinada en sus casas hubo gente sin casa. Terrazas con gente que ha quedado conversando en la pantalla de un móvil con gente que no ha quedado. Sonrisas que acaban cuando se alza la vista. Subes las escaleras del puente.

Recuerdas las 10 sesiones de terapia que hiciste por zoom viendo riders por la ventana llevándole en bici una hamburguesa a alguien en pleno confinamiento. La inmediatez del deseo propio a costa de la salud del otro. Y de cómo te quedaste sin los 60 pavos a la semana para eso. Los paneles de plástico de las barandillas parecían más pequeños desde tu casa. Los sorteas mientras te acuerdas de tu abuelo. Llegó al barrio un lunes de febrero del 66 desde una pedanía de Cáceres, se hizo una casa de ladrillos viejos con tejado de amianto durante tres noches en una calle de barro llena de paisanos y un mes antes de morir había ganado la misma tarde el bote del mus y la porra de fútbol. La última vez que lo viste ya solo tosía. 79 años de vida en la cifra de un telediario más. No crees que le gustara lo que vas a hacer pero qué se le va hacer. Estás harto de convencerte de que el siguiente día va a ser mejor. Oyes un oye y saltas. Todo acabó.

En España 10 personas se suicidan cada día. 200 lo intentan.

En España 3.000.000 de personas sufren depresión.

En España 2.000.000 de personas toman ansiolíticos.

En España el suicidio es la 1ª causa de muerte entre los jóvenes.

En España las cuatro principales empresas privadas de salud mental reciben al año 140 millones de euros procedentes en su mayoría de fondos públicos.

Urge la máxima implicación institucional en este tema. Por qué sí que se puede hacer.

 

Desafíos en la España postcovid

Guillermo Díaz

Portavoz de Sanidad del Grupo Parlamentario de Ciudadanos en el Congreso

Se habla con ligereza del tiempo postcovid, como si fuera a llegar de golpe. Pero todo apunta a que nuestra convivencia con el virus y la necesidad de seguir tomando Precauciones se mantendrá al menos un par de años. Esto no debe desanimar. La recuperación de la normalidad es paulatina, y los pasos más importantes para recuperarla ya se han dado.

Es improbable que haya más confinamientos o restricciones, aunque cabe la posibilidad de que alguna variante nueva del virus nos complique la vida. No obstante, es verdad que la eficacia para adaptar las vacunas al virus es altísima. Lo que permite hablar del momento postcovid como algo plausible son las vacunas. No hay otros remedios. Ha sido llamativo que el movimiento antivacunas tenga su raíz en la parte más extrema de la derecha, cuando en el pasado no había sido así. Unas de las cuestiones, por tanto, que debe cuidar España, porque no creo que sea la última pandemia que vivamos, es la divulgación de la ciencia y la derrota del discurso anticientífico.

Mientras escribo estas líneas, se está produciendo una campaña para dañar económicamente a EsRadio, la emisora que dirige Federico Jiménez Losantos, por señalar a Abascal al preguntarle sobre si se ha vacunado y por defender la evidencia científica: contra el virus, la vacuna. El pensamiento conspiranoico es un ejercicio literario entretenido, pero en ocasiones es peligroso. La España postcovid debe ser la España de la Tercera Cultura que decía John Brockman.

Otra de las cuestiones fundamentales que debemos aprender de la pandemia es el fomento del teletrabajo, la conciliación y la importancia de nuestras familias. Muchas empresas, la administración pública, profesionales liberales, etc. han testado su capacidad para trabajar a distancia durante el confinamiento. Las administraciones públicas y la normativa deberían incentivar estas posibilidades para que el tiempo que se pierde en desplazamientos sea para nuestras familias.

Otro de los desafíos es la natalidad. Los españoles que quieren tener hijos no se atreven por el miedo al futuro, la inestabilidad laboral y el perder el trabajo por la maternidad. La estabilidad laboral, debería ocupar a la clase política: el contrato único, la mochila austríaca y la flexibilidad para el autónomo son cruciales. También, la sostenibilidad de las pensiones, incentivar seguir trabajando si así se desea, pero garantizar la pensión a quien no quiera.

La Sanidad debe modernizarse e incluir la Salud Mental en la cartera de servicios de todos los españoles. La educación necesita un pacto educativo. Un país no prospera si no invierte en la educación de sus niños.

La España del futuro debe ser limpia, verde y saludable.
El desafío ambiental es primordial. Proteger el medioambiente, combatir el cambio climático o tener mayor masa forestal se conseguirá avanzando. Nuestra mayor aliada es la tecnología. Cada vez hay más los descubrimientos, inventos, técnicas y procesos que permiten mantener un modo de vida similar al actual con menor impacto.

Hemos visto cómo en Alemania, tras unas elecciones, los liberales de la FDP, son llave de Gobierno y puede ser útiles para mantener a los populismos de izquierda o de derecha a raya y alejados del Ejecutivo germano. Pueden ser una fuerza que atraiga a los diferentes en lo ideológico, pero que están de acuerdo en el sistema de derechos y libertades establecido. España tiene ahí un gran defecto: el liberalismo, representado por Ciudadanos, que mantiene excelentes relaciones con la FDP alemanas, es presa a batir por parte de los otros partidos. Quieren eliminar al incómodo testigo que llama al entendimiento de los diferentes.

En el libro Cómo mueren las democracias, de Levitsky y Ziblatt, afirman que “los partidos prodemocráticos pueden eludir toda alianza con partidos y candidatos antidemocráticos. Como hemos visto en el caso de Italia y Alemania, en ocasiones los partidos prodemocráticos se sienten tentados de alinearse con extremistas de su flanco ideológico para ganar votos o, en los sistemas parlamentarios, para formar gobiernos. Sin embargo, tales alianzas pueden tener consecuencias devastadoras a largo plazo. Tal como escribió Linz, la defunción de muchas democracias puede retrotraerse a la ‘afinidad mayor que un partido básicamente orientado al mantenimiento del sistema muestra con los extremistas que están en su lado del espectro político que con los partidos moderados del sistema al otro lado del extremo”.

Este es, no se engañen, y no otro, es el gran dilema político de la España que viene. ¿Está España condenada a tener populistas dentro del Gobierno? ¿Está España condenada a depender siempre de nacionalismos por la negativa a entenderse entre ellos de los partidos tradicionales?

Según la respuesta a esta pregunta, mantendremos o no nuestro sistema de derechos y libertades.

 

El futuro, en nuestras manos

Idoia Sagastizabal

Portavoz de Economía, Hacienda y Transición Ecológica del Grupo Parlamentario Vasco en el Congreso

Más allá de la crudeza de la crisis sanitaria y de la recesión económica sin precedentes desencadenadas por la Covid-19, este último año y medio nos ha mostrado dos caras de una misma moneda: por un lado, la capacidad de adaptación de la economía y de la sociedad, pero, por otro, también sus desigualdades, sus debilidades y los problemas a los que debemos responder. En todo caso, sería simplista achacar todos los problemas y retos a los efectos dañinos de la pandemia sin asumir que muchos de ellos son anteriores a la misma. Retos estructurales de carácter socioeconómico y de desarrollo sostenible, y que la pandemia ha agravado.

En este contexto de emergencia sanitaria, económica y social, el papel de Europa, huyendo de recetas de austeridad y apostando por políticas expansivas a través del plan de recuperación Next Generation EU, ha sido clave. Estamos ante una oportunidad no solo para la recuperación sino también para la transformación de la economía en su conjunto, sin olvidar que, en un Estado descentralizado como España, el papel de las CCAA es crucial, en línea con el rol esencial que otorga la propia UE a las regiones en su mencionado Plan. Porque son estas las que mejor conocen su realidad territorial y económica. No todas las CCAA somos iguales; los tejidos económicos tampoco, ni mucho menos las prioridades de cada una.

Por tanto, nuestra receta para repensar ese futuro poscovid pasa por transformar la economía a través de la cogobernanza. Una transformación basada en un equilibrio entre mitigar debilidades y reforzar fortalezas, que cree las condiciones de certidumbre y seguridad para posibilitar la inversión involucrando al sector público, al privado, al financiero y a la ciudadanía en proyectos con capacidad tractora que creen empleo, y donde la tecnología verde y digital sea clave en la estrategia industrial o de servitización, acorde a las fortalezas y oportunidades de cada territorio. En definitiva, se trata de construir valor sobre las capacidades propias y en colaboración con otros actores.

El nuevo mundo pospandemia dependerá del autoexamen que nos hagamos como sociedad, del grado de compromiso que asumamos, y, en especial, de la habilidad y empatía de los Gobiernos a la hora de encajar y gestionar las piezas que nos brinda el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia.

 

Lo único cierto es la incertidumbre

Mertxe Aizpurua

Portavoz del Grupo Parlamentario de EH Bildu en el Congreso

Si algo ha demostrado la crisis de la Covid-19 es que vivimos en un mundo interconectado, donde no puede haber compartimentos estancos cuando se trata de problemáticas globales. La Covid-19 lo es, como el cambio climático, y ambos están, a su vez, íntimamente interrelacionados.

En esta mirada al futuro solo vislumbro dos alternativas: de esta crisis saldremos más resilientes o llevaremos a este mundo al colapso. Vivimos en una sociedad cada vez más polarizada, en la que los poseedores de la riqueza acumulan cada vez más riqueza en sus burbujas, lo que produce cada vez más desigualdad. Es el caballo de batalla en este siglo XXI y es la clave que dará solución o no a la crisis pandémica.

La única salida que hay es la de caminar la senda de la transformación, anteponiendo el bienestar colectivo a todo lo demás. Una transformación que debe estar sustentada en la solidaridad y en la cooperación contra la desigualdad social a todos los niveles: desde la escala de gobiernos mundiales hasta las relaciones de barrios y calles.

Se necesitan iniciativas que reviertan lo que hace que una gran parte de la población en los diferentes Estados no pueda casi subsistir para que así todos vivamos mejor. Se necesita que el enfoque que se dé a las inversiones de los fondos europeos en cada Estado se dirija a crear esos espacios que reviertan la situación, que se invierta en servicios públicos y en bienes básicos universales, que las medidas que se adopten promuevan acuerdos de responsabilidad empresarial para con los trabajadores y el planeta. Se necesita que los gobiernos del mundo den ejemplo de ello y que la dirección correcta de unos tenga influencia en la dirección que adopten otros.

Se precisa salir de la crisis de la Covid-19 cambiando el escenario económico, social y ecológico profundamente. Y esto no es una opción, es una obligación, tan urgente como la de proteger la biodiversidad o tomar medidas ya contra el cambio climático.

¿Cómo será ese futuro? No me atrevo a decirlo sobre todo en este momento en que lo único cierto sigue siendo lo que provoca incertidumbre. Este momento crítico en el que lo único lamentablemente cierto es que frente a los países europeos en los que se ha dotado a la población de la segunda dosis de la vacuna, el continente africano sigue sin poder acceder a la primera.

 

Una oportunidad que no debemos desaprovechar

Ferran Bel i Accensi

Portavoz del PDeCAT en el Congreso

La crisis sanitaria, económica y social provocada por la pandemia nos brinda una oportunidad para actuar sobre nuestra sociedad y la economía que la sustenta. Los fondos Next Generation EU son una oportunidad sin precedentes. Deberían permitir transformar a medio plazo nuestra economía e impulsar el crecimiento.

Una economía que garantice el crecimiento y el progreso y, por tanto, más competitiva. Una economía con un alto grado de ocupación, con unos salarios dignos, que garantice oportunidades no solo formativas, sino profesionales y vitales a los jóvenes. Deberían servir también estos fondos para posibilitar que el desarrollo digital se transforme en una mejora en el bienestar del conjunto de la ciudadanía. Estos retos deben compatibilizarse con ser una sociedad más sostenible y respetuosa con el medio ambiente. También con consolidar un sector público sostenible a medio plazo, sustentado en una eficiencia en el gasto y en una presión fiscal no muy excesiva que garantice la competitividad de nuestra economía.

Si se logran estos objetivos, no solo en España, sino en el resto de los estados de la Unión Europea, se contribuirá a reforzar el proyecto europeo, y a reposicionar política y estratégicamente Europa, aspecto que también me parece imprescindible. No obstante, estos aspectos tan deseables no están garantizados, son muchos los riesgos de que el gran esfuerzo que suponen los fondos europeos no sea aprovechado en España. Quizás sirvan a corto plazo para reforzar un repunte de nuestra economía y generar importantes efectos en determinados ámbitos; pero puede que no tengan un poder transformador de la economía y, por tanto, que la mejora de la competitividad y la sostenibilidad no tenga efectos a medio plazo. Si, como en otras ocasiones, los fondos europeos sirven solo para mejorar la situación de la generación actual, pero no sirven para mejoran la de generaciones futuras, será un alivio a corto plazo, pero un gran fracaso de España, y también de Europa, a medio y largo plazo.

Durante los próximos años España también tiene un reto democrático, el de convertirse en un estado plurinacional, que respete el derecho a decidir de cada nación que la conforma. Si esto no ocurre, estoy seguro de que a medio plazo será el gran fracaso de España. Y tanto en un caso como en otro, nuestra generación será la gran responsable.

 

Una Catalunya postcovid plena

Míriam Nogueras

Portavoz de Junts per Catalunya en el Congreso

Deseo una Catalunya postcovid independiente. Una Catalunya Estat.

Una Catalunya libre, próspera y justa, que ponga en el centro de las políticas a sus ciudadanos.

Una Catalunya más igualitaria y tolerante, abierta al mundo.

Una Catalunya postcovid más competitiva y pionera. Tenemos los recursos, las personas, la capacidad y los proyectos para hacerlo.

Una Catalunya que acompañe a las Pymes, con ideas, con talento y con ganas y fuerza para seguir creciendo.

Una Catalunya más sostenible y sensible con el medio ambiente, preocupada y ocupada en la calidad de vida de las personas.

Una Catalunya referente en Sanidad, como ya lo es ahora, gracias a sus profesionales y a su dedicación.

Una Catalunya de profesores y maestros, más formada y capacitada para ofrecer su mejor versión a niños y niñas, a sus familias y al entorno.

Una Catalunya que siga apostando por la energía verde, las nuevas formas de energía, limpias, sin renunciar a las infraestructuras que necesita. Con más oportunidades.

Una Catalunya más participativa, artística y creativa.

Una Catalunya más feminista, que no discrimine por ningún motivo.

Quiero una Catalunya plena, capaz de afrontar todos los retos que han de venir, una Catalunya que no deje a nadie en el camino, respetuosa, valiente y desacomplejada. La Catalunya del “seny i la rauxa”

Una Catalunya que no olvida que es fruto del esfuerzo de muchos, del mestizaje, de los que han nacido aquí y los que han venido de tantas partes, integradora, como lo ha sido con mi familia.

Una Catalunya valiente.

La Catalunya postcovid será como ha sido siempre: dialogante. ¿Lo será el Gobierno español postcovid?

 

 

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