
Sin Maldad / José García Abad
El Rey se dirigió el pasado miércoles a la nación como era de esperar cuando vivimos la mayor tragedia desde la Guerra Civil. Era la segunda vez que se dirigía al pueblo soberano tras su polémica locución con motivo del conflicto catalán. Sólo que en esta ocasión no mereció ni siquiera la polémica.
Supongo que el pueblo soberano escucharía su breve mensaje, necesariamente tópico, con estupefacción, como se escucha un monólogo surrealista de un mal actor. Transmitía la sensación de que la Corona se tambaleaba tras el comunicado que el monarca nos había remitido por escrito, sin pantalla ni preguntas periodísticas sobre el Emérito y refundador de la Monarquía.

En cierta ocasión, aprovechando el corrillo que se formaba en la copa previa a la entrega de un premio periodístico en un acto que presidía el nuevo monarca, me dirigí a él, que había leído mis libros críticos ‘La soledad del Rey’ y ‘El Príncipe y el Rey’ y mis artículos en ‘El Siglo’ y le dije: “Su Majestad me ha fastidiado haciéndolo bien, pues ahora no podré culminar el libro que había comenzado, que titularía ‘Como sería la III República’. Don Felipe me respondió sonriente: “Bueno, bueno…, no te precipites”. Mucho me temo que ahora tendría motivos para escribirlo
Un insólito comunicado que confirmaba de hecho las corrupciones del padre que este semanario había denunciado en su día cuando todavía Don Juan Carlos gozaba de la complicidad de la prensa y del ‘establishment’, de respetables instituciones que miraron para otro lado quizás desde la percepción de que la Monarquía no estaba consolidada.
“Su Majestad me ha fastidiado…”
Don Juan Carlos abdicó en buena hora para que la institución no acabara en su persona pasando a la historia como Juan Carlos Primero y Último. Y su sucesor, limpio de corruptelas, hizo un buen trabajo como esta revista no dejó de reconocer.
En cierta ocasión, aprovechando el corrillo que se formaba en la copa previa a la entrega de un premio periodístico en un acto que presidía el nuevo monarca, me dirigí a él, que había leído mis libros críticos ‘La soledad del Rey’ y ‘El Príncipe y el Rey’ y mis artículos en ‘El Siglo’ y le dije: “Su Majestad me ha fastidiado haciéndolo bien, pues ahora no podré culminar el libro que había comenzado, que titularía ‘Cómo sería la III República”. Don Felipe me respondió sonriente: “Bueno, bueno…, no te precipites”. Mucho me temo que ahora tendría motivos para escribirlo.
Como Guzmán el Bueno, pero al revés
Si hubiéramos visto en un escenario cómo el hijo rey repudiaba al padre emérito, de quien renunciaba a una herencia sucia y a quien suspendía de empleo y sueldo, habríamos lamentado que se representaran dramas tan inverosímiles.
Fueron medidas fuertes y heroicas que culminaban la política mantenida por Felipe de ir distanciándose de su padre incluyéndolo en el cordón sanitario que había colocado a su hermana la infanta Cristina.
Sin embargo, el cordón se ha roto contagiando en singular coronavirus a Don Felipe. Quedó en evidencia por no haber tomado sus enérgicas medida cuando hace un año le comunicaron que era beneficiario de los 100 millones de dólares depositados en un banco suizo, gestionados por testaferros de la fundación panameña Lucum.
Felipe afirma que dio cuenta de ello a las autoridades sin señalar a qué autoridades se refiere y sin que estas hayan dicho ni “mu”. Una decisión que no comunicó al pueblo soberano, ni entonces ni el pasado miércoles, pues más vale tarde que nunca. Por eso su mensaje no ha tenido los efectos que se suponen de un jefe del Estado ejemplar.
Felipe VI ha actuado como Guzmán el Bueno, pero al revés. Cuenta la leyenda que Guzmán el Bueno, fundador de la casa Medina Sidonia en el siglo XIII lanzó un puñal desde su castillo para que mataran con él a su propio hijo antes que sucumbir al chantaje que le hacían los sitiadores, exclamando: “Más quiero honra sin hijo que hijo con mi honor manchado».
Lleva ejerciendo la profesión de periodista desde hace más de medio siglo. Ha trabajado en prensa, radio y televisión y ha sido presidente de la Asociación de Periodistas Económicos por tres periodos. Es fundador y presidente del Grupo Nuevo Lunes, que edita los semanarios El Nuevo Lunes, de economía y negocios y El Siglo, de información general.