
Bruno Estrada
Construir una identidad nacional plural e incluyente es nuestra gran asignatura pendiente como españoles desde finales del siglo XIX. En Europa el proceso de desmembramiento de los Grandes Imperios durante los dos últimos siglos dio lugar a los Estados-nación. Esta nueva institución política se ha venido consolidando en gran medida desde una perspectiva identitaria, reivindicando una supuesta homogeneidad cultural ancestral basada principalmente en la lengua y, a veces, en la religión. Pero esto no tiene por qué ser así, de hecho no ha sucedido en igual medida en otros continentes.

Uno de los principales retos del nuevo Gobierno de la coalición progresista del PSOE y Unidas Podemos debe ser dar cuerpo cultural, político e institucional a esta España nueva que bebe de nuestra extraordinaria historia de pueblo plurinacional
La historia de nuestro país ha tenido rasgos diferenciales sobre este patrón. Hasta principios del siglo XIX España siguió siendo un Gran Imperio, decadente, pero Imperio al fin y al cabo. Ello explica por qué el proceso de construcción de nuestra identidad nacional es más complejo que el de la mayoría de los Estados-nación europeos. Desde hace siglos hemos sido lugar de paso, y asentamiento, de pueblos muy diversos: fenicios, púnicos, celtas, romanos, godos, árabes, latinoamericanos, norteafricanos, rumanos, británicos… Un rico mestizaje cultural del que nos podemos sentir orgullosos todos los españoles. Por eso, el gran reto es crear una identidad nacional tolerante y abierta, plenamente coherente con nuestra historia y con nuestra realidad actual.
España siempre ha fracasado como espacio de convivencia cuando se han intentado construir identidades nacionales excluyentes. Los grandes países no lo son por extensión o por población, sino porque los valores e instituciones que organizan su sociedad resultan atractivos no sólo para quienes son sus ciudadanos por nacimiento, también para quienes querrían ser sus ciudadanos de adopción.
El definitivo desmoronamiento imperial de finales del siglo XIX produjo un debilitamiento del Estado central tan fuerte que dio lugar a que surgieran en Cataluña, País Vasco y Galicia procesos de reivindicación identitaria similares a los del resto de Europa: en 1881 fue fundado ‘El Diari Catalá’ y en 1901 la Lliga Regionalista; en 1895 Sabino Arana creó el PNV; en 1916 en A Coruña, se abrió la primera ‘Irmandade de Amigos da Fala’ ( Lengua).
Cuando los procesos de configuración de una identidad nacional catalana y vasca se han construido a partir del enfrentamiento con España se ha producido una reacción identitaria española que, en base a un supuesto ideario nacional-católico trufado de elementos culturales e históricos convenientemente tergiversados, lo único que ha logrado es mostrar la faz más gris, autoritaria e inmovilista de nuestro país. Este es un escenario en el que perdemos todos.
La derecha franquista robó a espuertas tras la Guerra Civil. Las políticas de devaluación salarial y precarización laboral aplicadas por la derecha económica tras la Gran Recesión de 2007-2008 han empobrecido a millones de trabajadoras y trabajadores. Ya han robado demasiado. No les dejemos que se apropien de la Historia de España para robarnos el futuro de convivencia que demanda la mayoría de la sociedad española.
Rechacemos esa España en blanco y negro, de ‘duelo a garrotazos’ de Goya, pero también esa Cataluña y ese País Vasco excluyentes e intolerantes, construidos sobre el rechazo de las aportaciones culturales, políticas y económicas de al menos la mitad de su población que no se siente nacionalista.
Uno de los principales retos del nuevo Gobierno de la coalición progresista del PSOE y Unidas Podemos debe ser dar cuerpo cultural, político e institucional a esta España nueva que bebe de nuestra extraordinaria historia de “pueblo plurinacional”. Tenemos una magnífica oportunidad para construir una ilusionante agenda del cambio en España que supere los monstruos creados a partir de inexistentes identidades nacionales homogéneas que, por definición, son estrechas y excluyentes. No la despreciemos.
Economista, adjunto a la Secretaría General de CC OO. Es director adjunto del Programa Modular de Relaciones Laborales de la UNED y miembro del Consejo Internacional de Economía de Podemos. Fue miembro fundador de Economistas Frente a la Crisis. Ha publicado diversos libros, el más reciente La Revolución Tranquila (Ed. Bomarzo). Autor de la obra de teatro Escuela Rota y productor de varios cortometrajes y películas con los que la productora Dexiderius ganó dos Goyas.