Juan Carlos de Borbón no reconoce la autoridad de Felipe VI. Con un comportamiento impropio para alguien que ha representado a la Corona durante 39 años y que, desde su abdicación, debe obediencia al Rey, el Emérito ha convertido su primera visita a España tras su exilio emiratí en un espectáculo poco edificante, con portavoces oficiosos frivolizando con sus planes antes de informar a Zarzuela y relegando el encuentro con Felipe VI a un mero trámite tras darse un baño de masas y regatas en Xanxenxo. Desafiante y provocador, el exmonarca está usando el último cartucho que le queda en la recámara para disparar contra quienes le piden explicaciones por su reprochable relación con el dinero sin importarle que su hijo salga mal herido.
Como una celebridad del star system, Juan Carlos de Borbón ha regresado a España. Desde que el lunes lo anunciaran sus amigos periodistas, Fernando Ónega y Carlos Herrera, y sus íntimos Pedro Campos y Pepe Fanjul entraran en detalles sobre primera estancia en el país desde su exilio emiratí, los medios y la opinión pública han vivido pendientes de su aterrizaje este pasado jueves en el aeropuerto de Vigo pasadas las siete de la tarde, procedente de un vuelo en avión privado que salía a las 11:15 de Abu Dabi y del que Zarzuela no tuvo confirmación oficial hasta que estuvieron listas las maletas.
Tres días dedicó ‘la corte’ del emérito a preparar el terreno y a ejercer de portavoces oficiosos. “No hay ninguna sentencia ni otro tipo de decisión judicial que condene a don Juan Carlos a vivir fuera de España”, dijo Ónega desde los micrófonos de Onda Cero, donde acusó al Gobierno de que el exmonarca pueda pisar Zarzuela pero no pernoctar en Palacio. “Aceptará las condiciones. Pero eso no impide que se vea tratado injustamente”, sostuvo. En los mismos términos se pronunció Herrera en la Cope, lamentando que el exmonarca no podría “disfrutar de su casa en La Zarzuela, como así le impide el Gobierno y se lo hace saber la Casa del Rey”.
La ‘operación retorno’ implica un reproche a las decisiones del rey y un ninguneo a Zarzuela
Porque más que una visita de placer para disfrutar de las regatas y visitar a la familia, la llegada de Juan Carlos de Borbón a España parece un ajuste de cuentas. Por haber tenido que abandonar el país, porque exista reproche moral a su relación con el dinero y porque le hayan echado de la que considera su casa.
En esta empresa participa un variopinto grupo de fieles, al que acaba de sumarse la denominada asociación Concordia Real Española. Formada, entre otros, por Ángel Expósito, periodista de La Cope y antes de Abc; Eduardo Serra, ministro de Defensa con José María Aznar; y Carlos Espinosa de los Monteros, expresidente de Marca España y padre del portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, acaba de presentar una campaña a favor del emérito donde sostiene que hizo 224 viajes diplomáticos siendo jefe del Estado y el impacto económico para el país fue, al menos, de 62.023 millones de euros, una cifra a la que dicen haber llegado a través de la inteligencia artificial.
De la troupe emérita ha participado el alcalde de Sanxenxo, el popular Telmo Martín, que en un comunicado emitido por el Ayuntamiento de la localidad pontevedresa la víspera del viaje aseguraba que la centralita estaba “desbordada” con llamadas “para manifestar su apoyo al rey emérito”, de quien dijo es “muy querido” en la localidad.
El texto continúa con lo que llama una “reflexión”: “En el día de ayer escuchamos a un número significativo de políticos ejerciendo su derecho a criticar al rey Juan Carlos y a la monarquía, algunos de ellos, y no pocos, dedicándole todo tipo de insultos y descalificaciones. Nos preguntamos si no será que la pérdida de prestigio del rey Juan Carlos entre los españoles, que algunos partidos y opinadores afines dan por hecha, a lo mejor no es compartida mayoritariamente por los ciudadanos de a pie”. “Quizás”, termina el comunicado, “este fin de semana salgamos de dudas”.

Telmo Martín tuvo que suspender su agenda para poder atender las peticiones de entrevista. Pedro Campos, que pone su casa a disposición de Borbón y Borbón desde que convirtiera Sanxenxo años atrás en su nueva Palma de Mallorca, ha entrado en directo en programas de televisión para confirmar lo ilusionado que está el emérito por volver a navegar, algo que no hacía desde que se proclamara campeón en la Copa del Mundo de la serie 6M celebrada en Finlandia –poco después, en el verano de 2019, fue operado del corazón y no volvió a salir a la mar–.
Dentro de la categoría de amigos acaudalados –como el Aga Khan IV, imán de los musulmanes chiítas ismalíes nizaríes, cuya fortuna es mayor que la de la reina de Inglaterra y dio trabajo a la infanta Cristina en Ginebra en lo peor del caso Nóos–, destacan las declaraciones de Pepe Fanjul avanzando que el exmonarca vendría “unos días”, no más de “una semana”.
Dueño del imperio azucarero Fanjul Corporation, uno de los empresarios más poderosos de Estados Unidos y artífice del resort de lujo en República Dominicana Casa de Campo, siempre fue discreto sobre su relación con Juan Carlos de Borbón hasta que, estando éste ya en el exilio, concedió una entrevista en Vanity Fair publicada en octubre de 2020 para lanzar algunas ideas fuerza que la corte del emérito viene repitiendo desde que se marchara el 3 de agosto de aquel año rumbo a Abu Dabi: “no tienen ningún expediente contra él, así que puede regresar cuando quiera”, “él siempre dice que va a volver” y lo hará “lo antes posible a la Zarzuela”.
Éstas y el resto de declaraciones no se entenderían si el exmonarca no hubiera dado la indicación expresa de que se hicieran públicas y se hicieran en estos términos. Toda una afrenta de quien fuera jefe del Estado hacia la institución que representó durante 39 años. Suponen un reproche a las decisiones de Felipe VI, a quien debe obediencia como miembro de la Familia Real que es el emérito, y un ninguneo a la propia Zarzuela, que ha visto cómo el presidente de un club náutico, el alcalde de una localidad costera, un magnate del azúcar y un par de periodistas no sólo sabían más que Casa Real sobre los planes del exmonarca, sino que han ido calentando el ambiente durante tres días para que su aterrizaje en el aeropuerto de Vigo, donde le esperaba la infanta Elena, se convirtiera en el acontecimiento del año.
La tensa relación de Juan Carlos I y Felipe VI coloca al rey en una situación delicada y políticamente inestable
Con la inestimable colaboración de las televisiones siguiendo minuto a minuto el vuelo de Borbón y Borbón, su aterrizaje y su previsible baño de masas en Sanxenxo, el exjefe del Estado ha buscado una demostración de fuerza frente a Zarzuela y Moncloa, donde el presidente y el Consejo de Ministros insiste en pedirle explicaciones por los millones saudíes, las fundaciones opacas y las regularizaciones fiscales.
El regreso del emérito está siendo tan provocador que la agenda contempla tres días de regatas y atención pública –el club náutico de Sanxenxo ya tenía preparado el photocall antes de que el padre de Felipe VI aterrizara en suelo español– y una visita el lunes a Zarzuela “para estar con Felipe VI, la reina doña Sofía y demás miembros de su familia”. “Ese mismo día”, dijo Casa Real en un comunicado cuando el exmonarca le participó la tarde del miércoles sus planes, “el rey emérito emprenderá viaje de regreso a Abu Dabi, donde ha fijado su residencia de forma permanente y estable”.
La tensión que se ha instalado entre Juan Carlos I y Felipe VI coloca al rey en una situación muy delicada y políticamente inestable. Mientras son partidos de izquierda o declaradamente republicanos los que censuran al exjefe del Estado, que con la ‘operación regreso’ descarta cualquier posibilidad de dar explicaciones, la derecha ha celebrado el regreso del emérito dándole “la bienvenida a su casa”, en palabras de la secretaria general del PP, Cuca Gamarra.
“Tiene todo el derecho de visitar o regresar a España, según su decisión personal” y, “que yo sepa, no tiene ninguna causa pendiente”, ha defendido el líder popular, Alberto Núñez Feijóo. Confrontando con Pedro Sánchez, a quien el entorno del exmonarca responsabiliza de las decisiones adoptadas por Zarzuela, pero haciendo un flaco favor a la Corona que dice defender y que, parece olvidarlo, ciñe Felipe VI.