
Àlex Sáez
A escasos metros de donde vivo, en mi Girona natal, y al lado de la Delegación del Gobierno, en el barrio del Mercadal, se encuentra una de las plazas más reconocibles de la ciudad. La plaza ocupa los terrenos de antiguas industrias que fueron trasladadas, y que dejaron espacio a una zona urbana y comunitaria. La plaza en cuestión fue denominada “de la Constitución”, en homenaje a la Constitución del 78, con la aceptación de la ciudadanía, que en su día votó masivamente su aprobación mediante referéndum. Su inaguración fue en la década de los noventa del siglo pasado, y su elemento más remarcable fue una escultura en bronce, de Francisco López, de una niña de Girona –María del Mar– nacida el día de la promulgación de la Constitución, el 6 de diciembre de 1978. Esta escultura, pese a su cambio de ubicación en la actualidad, es el último vestigio de elemento simbólico que dio origen a esta plaza. El 12 de febrero de 2018, el pleno municipal, por mayoría absoluta, decidió el cambio de nombre, que pasó a denominarse Plaza del 1 de octubre. Más de 120 municipios en Catalunya tienen hoy una plaza dedicada al referéndum de independencia ilegal de 2017.
Los errores políticos de los dirigentes del Partido Popular enviando a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado a impedir y reprimir el referéndum ilegal, incluso asumiendo los riesgos de confrontación con la ciudadanía pacífica, no han sido suficientemente puestos de manifiesto
En Girona una plaza recuerda los hechos de este día del siguiente modo: “Durante el referéndum del 1 de Octubre de 2017 la ciudadanía de Girona sufrió la brutal agresión de las fuerzas de seguridad españolas cuando ejercían de forma libre y pacífica su derecho al voto. Esta plaza quiere dejar testimonio de admiración, memoria y recuerdo del digno comportamiento del pueblo y de su coraje”. En el colegio electoral de esta plaza hubo episodios de enorme confrontación entre ciudadanos y fuerzas policiales, que afortunamdamente no tuvieron consecuencias mayores.
Esta fecha supuso un punto de inflexión, y que inicialmente impulsó de manera decisiva el incremento del independentismo en Catalunya. Algo profundo se rompió en el escenario de convivencia y que nos requerirá un esfuerzo continuado de conciliación de varias generaciones.
Los responsables políticos en la Generalitat de Catalunya –a excepción de su President y los consejeros que optaron por su salida del país– fueron condenados y pagaron un alto precio por ello. Sin embargo –sin necesidad de situarlo en el mismo plano de responsabilidad–, los errores políticos de los dirigentes del Partido Popular enviando a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado a impedir y reprimir el referéndum ilegal, incluso asumiendo los riesgos de confrontación con la ciudadanía pacífica, no han sido suficientemente puestos de manifiesto. Mi convicción siempre ha sido que con un gobierno progresista la actuación habría sido muy distinta. Podría haber sido una manifestación más del independentismo sin ninguna consecuencia, poniendo de relieve la ilegalidad y las irregularidades propias del procedimiento. Fue desde todos los puntos de vista –también por parte de los convocantes– un inmenso error.
Cuatro años después, el escenario en Catalunya es muy distinto y se vislumbra un escenario de mayor distensión. El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) vuelve a ser la fuerza política con mayor respresentación en el Parlament y recupera su papel troncal en la política catalana, y sin embargo el bloque independentista en el Gobierno (ERC/ Junts) ofrece síntomas de agotamiento y de fallas estructurales.
El denominado “Procès” sufre un enorme desgaste entre los ciudadanos y abre paso a situaciones de mayor pragmatismo. El President de la Generalitat consigue salvar los presupuestos en Catalunya gracias al concurso de los Comuns. De hecho, el independentismo nunca ha logrado una auténtica política de bloque. La política catalana siempre se ha caracterizado por ser colaborativa, y cuanto mayor rédito ha obtenido es con la unidad amplia del catalanismo político –independentistas y no independentistes–. Más allá del pacto de presupuestos en la Generalitat, conviene recordar que existen gobiernos de muy distintos signos, por ejemplo el de Comuns y PSC en el Ayuntamiento de Barcelona o el de PSC y Junts en la Diputación de Barcelona. Las dinámicas locales han evitado la fractura social y política, y han roto las ataduras de la política de bloques (independentista/ constitucionalista).
Se observan signos positivos de distensión y colaboración que ayudan a la superación del clima de desafección general que invade a la ciudadanía. Sin duda, el gesto del Gobierno de España con los indultos a los dirigentes políticos catalanes que resultaron condenados a consecuencia de la convocatoria del referéndum ilegal y el permanente ofrecimiento político de diálogo, así como el apoyo a las cuentas públicas propician un nuevo escenario.
Se va abriendo con dificultades un tiempo nuevo en la política catalana, que requerirá del concurso de todas las fuerzas políticas –sin excepción– y del conjunto de los ciudadanos. Se requiere generosidad, amplitud de miras y reorientar objetivos, que necesariamente implican algunas renuncias.
Más allà de la emocionalidad, de la defensa de la identidad pròpia, también existen retos extraordinarios que debemos afrontar en los próximos años. En primer lugar, las crecientes desigualdades y la precariedad instalada en tantas familias, y también los retos globales derivados de la situación de la pandemia, del clima y de la crisis. Estos retos son más que suficientes para recuperar consensos y fortalecer nuestras políticas públicas sin necesidad de renunciar a otros postulados. Este es el tiempo nuevo que precisa Catalunya para los próximos años.
Àlex Sáez Jubero, abogado, exdiputado del PSC en el Congreso (VIII, IX y X legislaturas).