
El Acento/ Inmaculada Sánchez
Austera, solemne, emotiva y digna. La primera ceremonia de Estado completamente civil que realiza España para rendir homenaje a las víctimas de una gran tragedia nacional ha resultado impecable. Como tantas otras cosas que han pasado estos últimos meses, también el acto institucional de despedida a los fallecidos por el Covid-19 marcará un antes y un después en nuestro país.
Es la primera vez que en España asistimos a una ceremonia de estas características. Incluso cuando los atentados del 11-M, pese a la distinta confesionalidad de las víctimas, el funeral de Estado por los fallecidos fue una solemne misa oficiada por el cardenal Rouco Varela, asistido por varios obispos, en la catedral de la Almudena y con presencia de representantes de las instituciones del Estado, además de numerosos presidentes y jefes de Gobierno del resto de Europa y del mundo. Hubo quejas de familiares por no haberse organizado un acto multiconfesional pero Rouco únicamente citó de pasada a las otras religiones en su homilia, a modo de disculpa. Pudo decir lo que le vino en gana.
Y es que los protocolos de los oficios religiosos conceden a quien asiste a ellos una categoría siempre inferior a la del oficiante, por muy alta institución o representación de los ciudadanos que se ostente. El sacerdote no sólo se sitúa, en el altar, en una posición superior a todos los demás presentes. Además, dirige el rito y es el único que tiene la palabra y, por tanto, el privilegio de los mensajes que transmitir a la ciudadanía. No debe extrañar, pues, que un Estado aconfesional como el nuestro, se atreva alguna vez a poner orden en esta ilógica jerarquía de la autoridad.

En el Homenaje de Estado por las víctimas del Covid-19 los mensajes a la ciudadanía no han sido los de un obispo hablando de la resurrección, como en el de los atentados del 11-M, sino los de un familiar apelando a la memoria, los de un sanitario pidiendo reconocimiento, y los del Jefe del Estado, llamando al respeto
Este 16 de julio las palabras que se han escuchado en el Patio de la Armería del Palacio Real no han sido las de un jerarca católico, intentando reconfortar a los familiares con el pasaje evangélico de la resurrección de Lázaro, como hizo Rouco hace más de 16 años, sino las del hermano de un fallecido apelando a la importancia de las vidas que se van, por lo que nos han dado, y al valor de la memoria; las de una enfermera en la primera línea de la crisis sanitaria, señalando el valor y el esfuerzo de los que nos cuidan, para que no olvidemos la lección, y las del Jefe del Estado, el rey Felipe VI, llamando al respeto y al entendimiento para superarnos como país. Música de Brahms, rosas blancas ofrecidas ante un simbólico pebetero encendido, y un poema de Octavio Paz sobre el silencio, que recoge todo el dolor vivido y el reconocimiento que merece.
Los obispos ya veían venir su descenso de categoría cuando el presidente Sánchez anunció el homenaje de Estado en el Congreso de los Diputados. Y quizá por ello ‘contraprogramaron’ al Gobierno con un funeral organizado por la Conferencia Episcopal hace un par de semanas con la excusa de la presencia en Madrid de todos los obispos por la reunión de su asamblea plenaria. Asistió la vicepresidenta Calvo y a Sánchez le afearon su incomparecencia por motivos de agenda. Los Reyes sí acudieron, aunque Zarzuela, que tanto se esfuerza estos días para que las llamas del escándalo del Rey Emérito no alcancen a Felipe VI, haría bien en revisar cuándo y dónde compromete la presencia de la Jefatura del Estado en su mayor solemnidad.
Este 16 de julio en el patio del Palacio Real sólo ha faltado Vox, que ha preferido seguir utilizando a los muertos para atacar al Gobierno, al que califica de «criminal». No se le ha echado en falta.
Periodista y directora de El Siglo desde 2011, revista que contribuye a fundar, en 1991, formando parte de su primer equipo como jefa de la sección de Nacional. Anteriormente trabajó en las revistas Cambio 16 y El Nuevo Lunes y en la Cadena Ser. Actualmente también participa asiduamente en diferentes tertulias políticas de TVE y de Telemadrid.