
La Economía desde mi Observatorio / Carlos Berzosa
En el último artículo acababa citando a Roncaglia en cuyas palabras se afirmaba que el economista útil es un economista éticamente comprometido que debe perseguir el bien común. No entré a definir lo que yo entiendo por economía del bien común pero sí en lo que no debe ser. Se comprende que el bien común es lo contrario de lo que ahí se mencionaba. De hecho, se puede deducir que las tendencias seguidas por la economía mundial en las últimas décadas han ido en dirección contraria de lo que debe ser una sociedad mejor.
Achacaba esto en parte a las ideas neoliberales, y no consideraba toda la responsabilidad a estas prácticas, pues varios de los males son inherentes al capitalismo. Adquieren con ello un carácter estructural que no depende de políticas económicas determinadas, aunque la puesta en marcha de unas u otras pueden atenuarlos, pero no eliminarlos, o agudizarlos. Hay que tener en cuenta que el capitalismo, sin perder sus esencias fundamentales, no es el mismo ni a lo largo de la historia ni en todos los países.

La crisis actual ha puesto de manifiesto la debilidad de las sociedades actuales, como resultado del neoliberalismo, y la fragilidad del mercado para resolver una situación de máxima gravedad
En cuanto a la historia, ha habido diferencias en el que se dio en los países desarrollados entre 1945 y 1973 que el habido entre 1973 y 2020. En esa primera fase se consiguió un crecimiento histórico que vino acompañado de una mayor igualdad en rentas y riqueza, pleno empleo y una elevada regulación. Desde los años 70 del siglo pasado y con la imposición de las políticas neoliberales se crece menos, no hay pleno empleo, aumenta la desigualdad y la precarización del trabajo. A su vez, no es el mismo capitalismo el que tiene lugar en Estados Unidos que en los países nórdicos de Europa. Las diferencias vienen dadas por el desarrollo tecnológico y la toma de las decisiones. Todo ello determina diferencias entre los países capitalistas en cuanto nivel de desarrollo, desempleo y desigualdad, entre otras cosas.
La pregunta que hay que hacerse es: si realmente estas políticas han generado tantos males y han sido las causantes de la crisis de 2008, ¿cómo es que se mantienen? La respuesta tal vez la podamos encontrar en Keynes en un artículo escrito de 1926” El fin del ‘laissez faire’”, que se puede encontrar en castellano en ‘John Maynard Keynes. Política y futuro. Ensayos escogidos’ (Página Indómita, 2015): “Finalmente, a pesar de sus profundas raíces en las filosofías políticas y morales de finales del siglo XVIII y principios del XIX, el individualismo y el ‘laissez faire’ no podrían haber asegurado su control duradero sobre la dirección de los asuntos públicos si hubiesen mostrado en ese momento su disconformidad con las necesidades y deseos del mundo empresarial. Así dieron libertad de acción a nuestros héroes de antaño, los grandes hombres de negocios”.
Esto, aplicado a nuestro tiempo, explica esta fuerte implantación de estas ideas y de su puesta en marcha. Los grandes favorecidos han sido las grandes corporaciones pero no así los ciudadanos en general. La crisis de 2008 no fue suficiente para que aprendieran las lecciones, los políticos con capacidad de decisión y los dirigentes de los organismos económicos internacionales, de lo que supuso aquella catástrofe y las causas que la motivaron. Tampoco el grueso de la profesión académica, lo que resulta bastante grave. La crisis actual, como consecuencia de la pandemia, ha tenido otras causas muy diferentes. Sin embargo, ha puesto de manifiesto la debilidad de las sociedades actuales, como resultado del neoliberalismo, y la fragilidad del mercado para resolver una situación de máxima gravedad.
La reconstrucción económica se tiene que asentar sobre otras bases muy diferentes de las mantenidas hasta ahora para mejorar las condiciones materiales de existencia de la mayor parte de la población mundial y luchar con un mayor grado de eficacia contra el cambio climático. No existe una sociedad perfecta pero sí mejor, y hacia ahí hay que caminar. No debe ser el mercado el que marque los comportamientos humanos, sino que debe ser la sociedad democrática la que guíe al mercado.
Catedrático Emérito de la Universidad Complutense y presidente de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Ha sido Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Complutense(1984-1998) y Rector de esta Universidad(2003-2011). A lo largo de su carrera docente ha impartido enseñanzas de Estructura Económica Mundial y Desarrollo Económico. Tiene numerosas publicaciones entre las que destacan los libros ‘Los desafíos de la economía mundial en el siglo XXI’ (Nivola,2002) y los escritos conjuntamente con José Luis Sampedro ‘Conciencia del subdesarrollo veinticinco años después’ (Taurus, 1996) y ‘La Inflación (al alcance de los ministros)’ (Debate, 2012).