Los presidentes de las Comunidades Autónomas y alcaldes de nuestro país se muestran preocupados por las devastadoras consecuencias de la guerra en Ucrania. Sin embargo, ven en la crisis una oportunidad para replantear el proyecto europeísta. Además, abogan por una España que atienda las necesidades sociales agravadas por el conflicto bélico.
Por la Europa del futuro
Juan Manuel Moreno
Presidente de la Junta de Andalucía
Cuando parece que ya estábamos saliendo de una pandemia como la Covid-19 que ha puesto nuestro día a día del revés, nos hemos encontramos con una guerra a las puertas de Europa que, sin duda, ha trastocado de forma abrupta el orden mundial.
Esta guerra ha supuesto enormes y numerosas pérdidas humanas y a ello se la ha unido una grave crisis económica que nos golpea fuerte y a la que debemos hacer frente para intentar, en la medida de lo posible, minimizar su efecto y sus consecuencias en los ciudadanos.
Son muchos los países que han dado ejemplo de una humanidad y unas muestras de solidaridad sin precedentes. Situaciones como éstas hacen que nuestro sentimiento europeísta se refuerce aún más y que pongamos todo lo que está en nuestra mano para poder ayudar a los que más lo necesitan.
Pero hechos como éste también ponen en evidencia algunas carencias y problemas existentes que deberían subsanarse para evitar que ciertas situaciones puedan volver a repetirse. La guerra nos ha enseñado que hace falta coordinación y planificación no solo a nivel europeo, sino también entre las distintas comunidades autónomas y el Gobierno de España para que todos podamos ir a una y dar certidumbre y seguridad.
Vivimos en una sociedad que cambia mucho y donde cada día pueden surgir distintos factores o riesgos que nos pueden poner en jaque. Por ello es importante que trabajemos de forma conjunta para evitar los riesgos y los daños que esta guerra puede acarrear en distintos ámbitos.
No sólo eso, también es necesario actuar con celeridad y adoptar las medidas que sean necesarias para frenar, entre otras cuestiones la subida de precios, de la luz o del gas y que eviten el empobrecimiento de las familias.
También es esencial reforzar los sectores que son claves para la economía andaluza, española y europea para que, de este modo, demos un salto cualitativo y cuantitativo y no tener así que depender en determinados casos de otros países que nos marcan el paso y que limitan nuestro propio desarrollo.
Juntos llegamos más lejos. La coordinación, cooperación y planificación son la clave y los cimientos para la España y la Europa del futuro y para enfrentarnos a las distintas adversidades que nos podamos encontrar en el camino. Y es ahí donde hay que trabajar y aunar esfuerzos.
Juntos, siempre, somos más fuertes.
Una oportunidad para fortalecernos
Alfonso Fernández Mañueco
Presidente de la Junta de Castilla y León
A lo largo de ya 31 años, la revista El Siglo ha sido un notario fiel de la realidad desde el mejor periodismo, suscitando debates rigurosos en los temas de mayor actualidad. Mi enhorabuena por ello.
Nos invita ahora a reflexionar sobre el escenario que puede surgir tras la criminal e injustificable invasión rusa de Ucrania. Y aquí debo decir que, sin duda, nos encontramos ante uno de esos “cisnes negros” que definen sucesos extraordinarios capaces de alterar sustancialmente un escenario considerado estable y previsible.
Crisis en el abastecimiento energético. Inflación desconocida en décadas. Carencias de suministros básicos. Incertidumbres serias sobre la economía y la seguridad mundial son algunas de las consecuencias que estamos viendo. Pero como toda crisis, la actual supone también una oportunidad para fortalecernos y mejorar desde la gestión eficaz.
La Unión Europea está comprendiendo y, por fortuna, asumiendo, la imperiosa necesidad de impulsar su unidad y su integración para responder a estos desafíos globales y ocupar el papel protagonista que merece en el mundo.
Ya dio importantes pasos ante la pandemia de la Covid-19, aplicando políticas sanitarias de ámbito europeo, sobre todo con las vacunas, o desarrollando poderosos instrumentos de recuperación, como los Fondos Next Generation, que superaban las reticencias y los particularismos de algunos. Ahora vemos que avanza en esa integración en cuestiones tan sensibles como la defensa y la seguridad común.
España también necesita fortalecer su propia integración para no perder el destacado papel que debe desempeñar en esta nueva Europa. Sobre todo, en términos de una mayor cohesión institucional y territorial.
Las Comunidades nos estamos consolidando como las Administraciones de cercanía, capaces de responder a las necesidades de las personas y gestionar eficientemente, como hacemos en Castilla y León con los casi 1.400 Millones de euros asignados hasta ahora de esos nuevos fondos europeos. Y el Estado debe cumplir su propio papel sin complejos, impulsando, coordinando y dirigiendo a las Comunidades en aquellos asuntos que nos afectan a todas. Desarrollando, para ello, grandes estrategias nacionales en ámbitos como el agua, la energía, la financiación la educación o la sanidad.
Insisto. Crisis es también oportunidad. Si sabemos aprovecharla, seremos más fuertes.
El mundo tras la guerra de Ucrania
Emiliano García-Page Sánchez
Presidente de Castilla-La Mancha
Creo que todavía es pronto para hacernos una idea definitiva del cambio geoestratégico que va a suponer la guerra de Ucrania, pues se han abierto cuatro incógnitas de cuya respuesta va a depender el futuro inmediato, y a largo plazo, del planeta. ¿Cuándo y quién saldrá vencedor de la guerra de Ucrania? ¿Asistiremos a una extensión del conflicto que, escalonadamente vaya trasladando el escenario bélico a Europa, África y Asia? ¿Cumplirá Rusia su amenaza de recurrir al armamento nuclear en caso de ver comprometida su posición? ¿Resistirán Rusia y China la presión interna para permanecer en su papel de potencias líderes del mundo junto a estados Unidos y Europa?
De lo que sí estoy seguro es que la derivada energética del conflicto nos reafirma en la necesidad de avanzar en el camino trazado, acelerado quizás el paso, hacia un mundo menos dependiente de las fuentes de energía fósiles y contaminantes, en favor de las energías renovables y los principios de la economía circular.
Asimismo, celebro que Occidente haya respondido a Putin con unidad y sentido común. Ahora bien, al haber decidido combatir desde la economía y no con armas, este conflicto, hay que asumir que va a haber consecuencias, como la inflación.
También resulta innegable que Europa se ve impelida a reforzar sus lazos de unión y de colaboración, fortaleciendo sus alianzas defensivas, pero al mismo tiempo, reafirmando su autonomía como potencia impulsora de un mundo amparado por la democracia y el bienestar social, realineado con los principios de un ruralismo sensato que no apuesta toda su percepción de progreso al desarrollo asimétrico de las grandes zonas urbanas frente al abandono del medio rural, que es precisamente el que debe seguir garantizando la producción de alimentos y de oxígeno para los ciudadanos.
Puede que estemos ante el inicio de una nueva guerra mundial, una fase de conflicto generalizado entre bloques que parecían haber dejado de ser antagónicos. A medida que avanzamos hacia la idea de aldea global, las sociedades se van pareciendo en sus aspiraciones, en sus consumos, en sus modos de comunicación. Los ciudadanos, por lo general, quieren igualar estándares de libertad, de bienestar, de movilidad, y todo ello parecía que había girado el enfrentamiento este-oeste, de carácter ideológico, por la tensión norte-sur, de marcado acento económico. Sin embargo, Putin ha reproducido viejos esquelas, reabierto viejas heridas, y tirado por tierra todo aquello que hacía de Rusia una potencia homologable a las demás.
Si conseguimos que las armas nucleares permanezcan en sus silos, el mundo emergente tras este peligroso y profundo conflicto será más consciente de los valores que están impulsando a la humanidad a ser conscientes de proteger el planeta, de aflojar tensiones por el control de una energía que, tarde o temprano, será más barata, más universal, más limpia. Gracias a ello, bajará mucho el diferencial de desarrollo económico entre norte y sur, entre el este y el oeste, entre continentes y culturas. Siempre habrá luchas por el poder, pero puede que éstas dejen de dirimirse a costa de la libertad, la salud, el hambre y la supervivencia del planeta.
Trabajamos por ello en la paz, en la crisis, y en la posguerra. Porque el principio que nos mueve es el del progreso para todos y todas, el de la justicia social, y el de la conservación del planeta. Cada uno en su ámbito, consciente de sus limitaciones, pero sin complejos.
Cada crisis, cada conflicto, puede y debe hacernos mejores, más fuertes, más capaces y más solidarios.
Rumbo a una Europa mejor
Alfonso Rueda Valenzuela
Presidente de la Xunta de Galicia
Vivimos tiempos complejos. Sabemos que este otoño e invierno tendremos que sobreponernos a muchos obstáculos, pero todavía desconocemos cuál será su dimensión exacta. En el horizonte, todavía flotan muchas dudas: si el corte del suministro de gas ruso será total, cuánto seguirá creciendo la inflación o cuándo terminará la guerra en Ucrania. A ello se suman otros retos que ya veníamos afrontando y que ahora se antojan más acuciantes como el clima, la revolución tecnológica o la polarización política. O, por decirlo de otro modo, entre todas las incertezas aflora una certeza: que el camino que viene no será fácil. Ante ello, tenemos dos opciones: abandonarnos al pesimismo o, por el contrario, decidir trabajar de forma constructiva para tornar las crisis en oportunidades.
Por ejemplo, todos sabemos que la guerra de Ucrania ha puesto a Europa frente a numerosos retos, a los que debemos responder construyendo un futuro mejor. Así, ante la crisis de los precios de la energía, edifiquemos una Europa energéticamente independiente, basada en el Pacto Verde, que potencie las energías renovables y una transición energética justa. Ante el efecto negativo en las cadenas de producción y en el suministro de bienes alimenticios, pongamos en práctica el concepto de autonomía estratégica a través de un desarrollo industrial y económico sostenible. Y ante la sacudida al tablero geopolítico, impulsemos con más fuerza la transición digital, la innovación tecnológica y los sistemas de ciberseguridad.
Para afrontar con éxito todos estos retos, necesitamos cohesión y unidad. Por eso, en este proceso, debemos apostar por un modelo de gobernanza multinivel, que nos permita a las comunidades autónomas una mayor participación. Hablo, por ejemplo, de que deberíamos tener un papel mucho más relevante en la gestión de los fondos NextGenerationEu, ya que eso permitirá canalizarlos de forma más ágil y eficiente y aprovechar, por fin, todas sus oportunidades.
En definitiva, ante la previsible tempestad, debemos seguir apostando por el europeísmo, la cohesión y la iniciativa. Porque la mejor garantía de llegar seguros a puerto es que todos rememos juntos en la misma dirección: rumbo a la prosperidad nacional y comunitaria. Rumbo a una Europa mejor.
Ante Putin, más unión y más Europa
Francisca Armengol
Presidenta de las Illes Baleares
Nos enfrentamos a nuevas dificultades de alcance global, con repercusiones que afectan a la economía y nuestro día a día, pero también a las libertades y valores que hemos construido en torno a la Unión Europea. Tras superar la crisis sanitaria por la COVID, y avanzamos también para hacerlo de manera definitiva con sus efectos sociales y económicos, la guerra desatada por Putin en Ucrania nos pone otra vez frente a adversidades ante las que, de nuevo, solo cabe una respuesta decidida y unitaria.
En primer lugar, para detener la invasión rusa y el sufrimiento de la guerra. El ataque de Rusia no representa únicamente una agresión a un país soberano y a su población, sino que supone también un ataque a los valores democráticos, de entendiemiento y progreso, sobre los que se sostiene Europa. También un recordatorio de que nada de esto está asegurado para siempre; hay que defenderlo día a dia.
La respuesta a Putin debe ser más Europa y más unión política y económica. Del mismo modo que la Unión Europea respondió de manera ejemplar a la COVID, de modo muy diferente a la anterior crisis económica y articulando un paquete sin precedentes de fondos europeos para la recuperación y para la construcción de un modelo más resistente en el futuro, ahora debe hacerlo también así en los diferentes frentes que ha abierto Putin.
Una respuesta en lo energético, con un esfuerzo conjunto de ahorro y transitando hacia un sistema más autosuficiente, con excepciones como la conseguida por España y Portugal para mitigar la inflación en los precios, y redoblando la apuesta por las renovables.
Una respuesta en lo económico, con medidas unitarias para frenar la escalada de precios derivada del mercado inflacionista de la energía y sus repercusiones, y una respuesta en lo social, para que los que más tienen y están obteniendo beneficios en este contexto, aporten más para las necesidades públicas.
Es tranquilizador que la iniciativa de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, vaya en este camino, de la misma manera que lo hizo durante la pandemia, para que prevalezcan los valores y el bienestar de los ciudadanos y ciudadanas de Europa.
Por una España más europeísta. Por una España más social.
Concha Andreu Rodríguez
Presidenta de La Rioja
El pasado 15 de septiembre, el Parlamento Europeo declaró que un país miembro, Hungría, había dejado de ser un Estado de Derecho y una democracia plena para convertirse en una autocracia electoral. Antes, ya había abandonado el grupo de la Eurocámara donde compartía espacio ideológico e intereses con el Partido Popular. Recordemos que Hungría es el único país de la UE que aún no tiene su plan de recuperación aprobado y, por tanto, no ha podido acceder a la partida de los fondos europeos de recuperación que le corresponde. Unos fondos que materializaron, en el momento más necesario y gracias al enorme esfuerzo diplomáticos de gobiernos como el español, una respuesta firme de unidad y solidaridad del proyecto europeo frente a los negativos efectos sociales y económicos que la pandemia del coronavirus estaba teniendo sobre la población europea.
Pero la deriva de autoritarismo en Hungría no es una excepción. El preocupante horizonte próximo de retroceso de derechos y libertades con la irrupción de la ultraderecha en las instituciones es un riesgo cierto en otros muchos países de la Unión. Esta misma semana comenzaba con la contundente victoria electoral en Italia de la líder neofascista Giorgia Meloni y su partido Hermanos de Italia. Meloni en Italia y Orbán en Hungría comparten un discurso profundamente antieuropeísta, elemento frecuente en todas las organizaciones de ultraderecha del viejo continente.
La Unión Europea enfrenta, en estos momentos, una importante amenaza de seguridad exterior generada por la invasión rusa de Ucrania. Un conflicto que ha aumentado la tensión geopolítica a niveles que no se habían visto desde la Guerra Fría. Y también un conflicto con severas repercusiones económicas, sobre todo en el mercado energético y, consecuentemente, en la inflación. Si el alza de los precios persiste, la recuperación económica tras la pandemia puede verse comprometida. Pero no debemos obviar que estas amenazas tienen también reverso político interno en el auge electoral de los partidos ultras que utilizan la desafección política y el descontento social para deteriorar la calidad democrática en sus estados, minar la confianza institucional, y recortar los derechos y libertades de la clase trabajadora y de los colectivos más vulnerables de la ciudadanía.
Frente al resurgimiento de la ultraderecha en Europa, las fuerzas progresistas y europeístas debemos seguir reforzando el Estado de Bienestar y mejorando sus mecanismos de protección y redistribución. Hay que seguir impulsando una recuperación económica justa en Europa, a la que deben contribuir más quienes más tienen. Debemos seguir ampliando nuestra autonomía estratégica, para ser menos dependientes, sobre todo en el terreno energético. Y, por supuesto, frente a quienes nos quieren más divididos y aislados, debemos estrechar nuestras relaciones con nuestros aliados internacionales, reforzando el sistema multilateral y las instituciones internacionales. Hay que colocar el centro de la agenda los problemas que le importan de verdad a la ciudadanía. Y, frente al populismo, hay que proponer soluciones realistas y responsables. Más Estado de Bienestar en una España más europeísta y unas instituciones comunitarias más democráticas y con una agenda más social. Esa es la forma de defender el proyecto europeo de convivencia, de democracia, de Estado de Derecho, de solidaridad y de progreso social que representa la Unión frente a sus amenazas externas e internas.
Responsabilidad y coraje frente a la adversidad
Fernando López Miras
Presidente de la Región de Murcia
Más de treinta años después del comienzo del último conflicto armado que sacudió el corazón de Europa durante una década -el enfrentamiento fratricida en la antigua Yugoslavia- los europeos revivimos el pasado 24 de febrero el fantasma de la guerra cuando la Rusia de Vladimir Putin convulsionó de nuevo todo el continente con su injustificable invasión de un estado democrático y soberano como Ucrania.
Al igual que sucedió entonces en los Balcanes, la actual guerra en Europa también está teniendo graves consecuencias en todos los ámbitos, aunque el más doloroso es, sin duda, el impacto en términos de millones de familias rotas, que ha provocado una oleada de refugiados sin precedentes en los países europeos desde la Segunda Guerra Mundial. Y en un momento especialmente delicado, justo cuando comenzaban a remitir los estragos causados por la pandemia en todo el mundo en los dos últimos años.
Desde un punto de vista económico, la ruptura en el stock de suministros de materias primas y el encarecimiento de sus precios, la excesiva dependencia energética y el tremendo crecimiento de la inflación desde meses antes del inicio de la guerra, están poniendo en grave riesgo a muchos ciudadanos y conducen también a una asfixia a las empresas, familias y hogares de toda España. Con una especial incidencia también de nuestro sector ganadero y alimentario, altamente dependiente entonces de los cereales de los que Ucrania y Rusia son grandes proveedores a nivel mundial.
Ante tan sombrío escenario, el Gobierno de la Región de Murcia no podía cruzarse de brazos a la espera de que la tempestad se despejase por sí sola. Más que nunca, urgente tomar decisiones rápidas y eficaces para intentar solventar estos problemas. Con responsabilidad y coraje, pero teniendo también en consideración las necesidades de los miles de refugiados provocados por la invasión rusa, muchos de los cuales han encontrado acogida en tierras murcianas, y que son un permanente ejemplo de valor frente a la adversidad a la que deben hacer frente.
Por todo ello, el pasado 11 de abril pusimos en marcha un plan regional con un paquete de medidas en respuesta a la invasión de Ucrania, destinado a los empresarios, autónomos y familias de la Región de Murcia. Un plan que fue elaborado de manera conjunta con la patronal empresarial y las cámaras de comercio de Murcia, Cartagena y Lorca.
Entre estas medidas, está la búsqueda de mercados alternativos para nuestras exportaciones, y de proveedores alternativos para nuestras importaciones, así como el lanzamiento de una línea de financiación para apoyar operaciones de compra de materias primas.
También solicitamos al Gobierno central un plan estratégico con medidas de choque para proteger a nuestros agricultores y ganaderos, y cubrir las demandas del sector pesquero.
En materia de vivienda, se procedió a la actualización de los precios de construcción de la vivienda protegida en un 9,5%, para poder hacer frente al incremento de los materiales y materias primas, y a la revisión de los precios de licitación para las próximas obras de contratación pública para adaptarlos así a la nueva realidad.
También se ha implementado un programa de apoyo a las pymes en materia de ciberseguridad, ante el riesgo de ataques informáticos desde el inicio del conflicto. Del mismo modo, se ha eximido a las cofradías de pescadores de la Región del pago del canon de ocupación y se han mantenido sin cambios las tarifas del transporte público, pese al incremento de los costes. También un aumento en 4 millones de euros de las ayudas de alquiler para cubrir los incrementos en los suministros básicos de luz y de gas.
A todo ello se suma una línea de financiación a coste cero dotada con 3,6 millones de euros para todas aquellas empresas afectadas por el conflicto bélico, de la que pueden beneficiarse hasta 230 empresas y que movilizará 50 millones en préstamos. Y otra línea de crédito destinada al sector agrario y la industria agroalimentaria, basada en la colaboración público- privada, que cuenta con una dotación de 12 millones de euros.
Con el fin de paliar las tensiones de tesorería que la bonificación de 20 céntimos/litro aprobada por el Gobierno central trasladó en un primer momento a nuestras estaciones de servicio y centros de distribución de gasóleo, pusimos en marcha una línea de crédito de 8 millones de euros para estas empresas.
Asimismo, aprobamos una exención a los transportistas, pescadores ganaderos y agricultores de los pagos de todas las tasas autonómicas mientras dure la guerra, y a los cotos de caza hasta finales de año, así como la adopción de bonificaciones fiscales en transmisiones de fincas rústicas.
Y, por supuesto, las importantes bajadas de impuestos que estamos acometiendo, como la recientemente aprobada deflactación del tramo autonómico del IRPF, con el objetivo de ayudar a las familias a hacer frente a la elevada inflación.
Medidas que se complementan con un amplio catálogo de propuestas en todos los ámbitos dirigidas tanto al Gobierno central como a la Unión Europea, en las que están bien presentes las soluciones de amplio calado que requiere una crisis como la provocada por la guerra en sectores como el energético, el apoyo directo a empresas y a las familias o al transporte, y también a la contratación pública y los sectores agrario y ganadero.
Nuestras empresas, familias y hogares atraviesan un momento muy difícil y es obligación y compromiso del Gobierno de la Región de Murcia hacer todo lo posible por aliviar esa situación. Asimismo, seguiremos empeñando todas nuestras fuerzas para que, cuanto antes, llegue la tan deseada paz y que la Europa que queremos, y por la que cada día trabajamos sea ya para siempre, y de manera irreversible, un espacio de libertad y democracia, de solidaridad y de unión, de igualdad y de cooperación, de ilusión y de progreso, de esperanza y de un futuro compartido mejor para todos. Y no me cabe duda de que El Siglo seguirá ofreciéndonos con el rigor que le caracteriza la mejor información de este proceso histórico tan determinante.
Modelo vasco de respuesta a los retos globales
Iñigo Urkullu
Lehendakari del País Vasco
La incertidumbre marca el tiempo que vivimos, en Euskadi y en todo el mundo. La concatenación de tres crisis de carácter global está condicionando nuestra vida personal, familiar y comunitaria. También la de las Administraciones públicas.
La invasión unilateral de Ucrania por parte de Rusia ha trastocado nuestro proceso de recuperación tras la pandemia. Nos ha sumido en una situación de fragilidad caracterizada por el creciente riesgo de inseguridad, la falta de suministros el crecimiento de los precios de la energía o las implicaciones en la sostenibilidad del planeta.
Ante esta situación, el compromiso del conjunto de las instituciones públicas representa la garantía más cercana para responder a las necesidades y demandas sociales. Seguimos trabajando para afrontar el futuro sin dejar a nadie atrás.
En todo caso, a pesar de la guerra en Ucrania, los precios energéticos y la inflación, la economía vasca ha encadenado ocho trimestres de crecimiento y las previsiones para este año se mantienen en el 4,3% y en el 2,1% para el siguiente. Asimismo, la situación actual del empleo es relativamente positiva. En junio de este año, la tasa de paro se situó en el 8,5% y un total de 987.000 personas estaban trabajando y cotizando a la Seguridad Social, lo que supone el registro más alto de toda la serie histórica.
Son resultados de un Modelo que armoniza la apuesta por el desarrollo humano y el crecimiento inteligente y sostenible. En Euskadi, el apoyo a las personas que más lo necesitan va unido a la apuesta por un tejido económico productivo e industrial dinámico, innovador, competitivo y que ofrece oportunidades de empleo de calidad.
En esta línea, hemos propuesto el Programa Hitzartuz que contempla un nuevo paquete de medidas dirigidas a compensar la pérdida de poder adquisitivo de las familias, así como reforzar el apoyo a los colectivos con mayores dificultades para pagar la factura energética y cubrir sus necesidades básicas. Además, este Programa permitirá apoyar a las empresas viables a superar la coyuntura desfavorable que están sufriendo en estos momentos.
Este Programa, junto con las medidas de refuerzo aprobadas a finales de julio, se suma al Proyecto Berpiztu de recuperación económica, las inversiones en las Zonas de Actuación Prioritaria, el apoyo al primer sector o al comercio local, los Planes de inversiones estratégicas, las líneas de apoyo a la liquidez de las empresas o Euskadi Next para el acceso a los Fondos europeos.
En suma, contamos con un conjunto de medidas compartidas entre las instituciones públicas y la iniciativa privada que ponen de manifiesto el compromiso de mantener el rumbo ante las dificultades coyunturales que estamos padeciendo y los grandes retos globales que afrontamos. Vamos a seguir trabajando aplicando la filosofía “auzolana” para seguir avanzando en una Euskadi comprometida, solidaria y abierta al mundo; una Euskadi próspera, verde e innovadora.
La responsabilidad histórica de España
Eduardo de Castro González
Presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla
El 24 de febrero de 2022 Europa cambió para siempre. La invasión de Ucrania escribe una de las páginas más negras de la historia reciente del viejo continente. Las consecuencias de este hecho no han tardado en aparecer; las sanciones emprendidas por Occidente contra el afán imperialista de Putin han tenido como respuesta el corte de suministro de gas a Europa. Estas actuaciones del Kremlin buscan crear fisuras en las líneas de flotación de la apuesta aliada por la causa ucraniana. Pero esto comenzó mucho antes, el Euromaidán fue fiel reflejo del ansia de un pueblo con el hartazgo de quien desea abandonar la esfera postsoviética y el tutelaje de Putin; la expresión material de aquellos que desean transitar a los valores de libertad e igualdad europeos. Ocho años después de aquella conquista del espacio público por parte del pueblo ucraniano, el país continúa sin doblegarse a los designios de Putin, pues el pueblo ruso no es responsable de esta deriva zarista contemporánea.
La movilización de los recursos necesarios desde nuestras democracias ha conseguido frenar la efervescente ofensiva rusa. Es indudable que, al margen de las terribles pérdidas humanas, la crisis energética es la consecuencia más feroz de la guerra. Los principales líderes europeos han advertido de la dureza de los próximos meses; el general invierno acecha. Ante esta situación de extrema gravedad, Europa debe erigirse como un agente autónomo y robusto para afrontar con entereza los tamaños desafíos actuales y venideros. El Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, revitalizó la ansiada autonomía estratégica europea para responder con mayor solvencia a los desajustes geopolíticos que atañen a nuestras fronteras y, por ende, a los derechos, deberes y valores que emergieron de las cenizas de una Europa destruida por la guerra.
Al igual que la Unión Europea debe ser la columna vertebral en la que edifiquemos el futuro; España tiene mucho que decir en este momento histórico. Constituir una alianza meridional europea que fortalezca la posición de nuestro país en Bruselas es fundamental en un futuro que se adivina multipolar y con un progresivo giro al Pacífico. A su vez, China apunta a arrebatar a Estados Unidos la hegemonía mundial, y lo ha realizado tejiendo relaciones y ejerciendo su soft power por América Latina, Asia y África.
Innumerables informes indican que el continente africano experimentará un salto económico sin precedentes en los próximos años si se producen las condiciones materiales necesarias. España posee una posición geoestratégica privilegiada y cuenta con territorios como el que tengo el orgullo de presidir, Melilla, que puede ser plataforma de interconexión de las relaciones entre España y estas pujantes naciones y, a su vez, de Europa. Estas medidas no solo dotarían a nuestra nación de un papel internacional superior, sino que la Unión Europea obtendría una relevancia necesaria ante la emergencia democrática que sufren muchos países, incluidos vecinos cercanos. Habida cuenta de lo expuesto, España tiene la responsabilidad histórica de construir un mañana próspero, basado en los más altos y nobles valores democráticos tan amenazados en la actualidad.
Europa tras la guerra
Luis Barcala
Alcalde de Alicante
Todas las guerras dejan cicatrices, y la de Ucrania ya está dejándolas en Europa y en España. Al igual que hicimos con la pandemia del Covid, debemos preguntarnos qué estamos aprendiendo como sociedad de este conflicto que desgarra el Este de Europa y amenaza la paz mundial; y qué debemos hacer para que nuestro país sea una nación más fuerte, segura y desarrollada en el futuro.
De golpe, nos hemos dado cuenta de nuestro tremendo déficit energético y de que este problema tiene una perspectiva a más largo plazo. Es decir, que los programas de asistencia social a la población más desfavorecida o las bonificaciones a los precios energéticos son simples parches temporales. Pero nunca soluciones de garantía a futuro.
Por desgracia, veo poco probable que el actual Gobierno de España lidere cualquier tipo de transformación, que, por otra parte, resulta fundamental para la economía española, dado que tal cambio requerirá no solo asistencia financiera, sino también participación e inversión del sector privado. Desafortunadamente, este Ejecutivo español no tiene un buen historial en la implementación rápida y eficiente de corrección de problemas. Y mucho menos en la planificación de soluciones a medio y largo plazo. Lo vimos durante la pandemia, en la que el mayor peso de la gestión recayó sobre los ayuntamientos. Y lo volvemos a sentir de nuevo con la crisis de Ucrania, donde se fía nuestro desarrollo como país a la llegada de unos fondos europeos (NGEU), que, en su mayor parte, no están siendo capaces de gestionar.
Nuestro país debe centrase en sus ventajas competitivas: el liderazgo mundial en el turismo, un potente sector de automoción, un prestigioso sector alimentario, liderar la producción de energías renovables, sobre todo la solar, y finalmente potenciar de verdad el sector tecnológico.
Pero, al mismo tiempo, tenemos que ser capaces de atraer, de relocalizar de nuevo, la producción de bienes, que durante muchos años se ha deslocalizado. La crisis ha demostrado que las cadenas de producción tienen una excesiva exposición a la logística internacional. El «factor precio» ha dominado esta tendencia, hasta que nos hemos dado cuenta de que no toda la fabricación de bienes de equipo es susceptible de deslocalizar. En este sentido, España tiene todos los mimbres para liderar esta relocalización a nivel europeo. Pero para eso necesitamos transmitir confianza al inversor, y en estos momentos, por desgracia, los continuos vaivenes del equipo económico del Gobierno solo sirven para espantar estas posibilidades de inversión.
Esta reflexión debe hacerse extensiva a la política nacional española. Es necesario no reconstruir, sino construir una nueva imagen institucional, que considero esencial para completar este rápido análisis. Y dentro de esta idea, el punto central debe ser el de abordar la reconstrucción de un debilitado sistema de gestión de la política nacional y la creación de condiciones para la cooperación entre los gobiernos, las empresas y la ciudadanía. Deben ser prioridades la estabilidad judicial, la reforma educativa para todos los ciudadanos de España, independientemente donde hayan elegido vivir, y la reforma de la administración tributaria.
La puesta en marcha de infraestructuras debe olvidarse de cupos y partidismo, y deben redirigirse para el desarrollo común. El sector de la vivienda tiene que aspirar a proporcionar oportunidades a los jóvenes para desarrollar sus vidas. Y finalmente, deberíamos apuntar a construir una nueva economía tecnológicamente avanzada, pero de una manera decidida y eficaz, y no como pomposos anuncios que posteriormente quedan sin resultados reales. En definitiva, España necesita perspectivas claras y hojas de ruta para su desarrollo, acelerar reformas estructurales y mantenerlas en marcha el tiempo suficiente para crear valor real a las personas.
Cisnes negros
Daniel de la Rosa
Alcalde de Burgos
Las palabras no suelen ser inocentes, ni neutras. Muy al contrario, albergan significados y matices que no debemos ignorar. Por eso, creo que es importante que no responda textualmente a la pregunta que, amablemente, me traslada EL SIGLO acerca de qué España y Europa hay que construir tras la guerra de Ucrania.
Y es que España y Europa están construidas, firmemente, desde hace años y por muy drásticos que puedan ser los cambios provocados por el conflicto militar que sufre Ucrania, no han conseguido que sea necesario construir de nuevo lo que tantos años lleva asentado. Pero tampoco quiero enmendar la totalidad de la pregunta que, sin duda, más allá del matiz encierra gran enjundia.
La guerra en Ucrania ha hecho temblar el mapa geopolítico mundial produciendo consecuencias que pueden llegar a resquebrajar tanto la economía de algunos países como la de infinidad de familias. Un suceso extraordinario del que podríamos decir que no tiene precedentes en los últimos años de no ser porque hace apenas dos, tuvimos otro más abrumador todavía: la pandemia del COVID-19.
Junto a estos dos “cisnes negros”, vemos cada día como son más palpables las implicaciones del calentamiento global constatando que vivimos en una espiral de acontecimientos que afectan a todo el planeta poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptación a los cambios.
Por eso, tanto de la crisis derivada del conflicto ucranio como de la pandemia del COVID-19, quizás debamos sacar como principal enseñanza que el mundo está expuesto a cambios profundos que se suceden a ritmo vertiginoso para los que hemos de saber adaptarnos en la medida de que no seamos capaces de preverlos (si es que pueden ser previstos).
En menos de tres décadas el mundo ha experimentado una transformación como nunca había sucedido en ningún periodo similar a lo largo de la Historia. Esa vorágine de cambios nos ha dejado, como sociedad global, casi sin capacidad de análisis, de reflexión y/o de pensamiento acerca ya no solo de hacia dónde dirigirnos y cómo hacerlo, sino también de dónde nos encontramos y como nos desenvolvemos y relacionamos en nuestro día a día.
¿Cuándo paramos y pensamos? ¿Podemos permitirnos hacerlo? ¿Sirve que pensemos hoy sobre unas condiciones que, posiblemente, mañana sean diferentes? ¿Y si nos paramos a pensar sobre cómo podemos pensar?
Una España y una Europa más fuerte y unida en torno a nuestros valores
José Luis Martínez-Almeida
Alcalde de Madrid
Tras un creciente período de tensión diplomática, el pasado febrero se produjo lo que nadie esperaba: una nueva guerra en Europa tras 80 años de paz. Se trata, sin duda, de una agresión inaceptable a Ucrania, nación soberana miembro de las Naciones Unidas, amiga de España y de la UE. Las consecuencias de este conflicto afectaron inmediatamente a toda la comunidad internacional y provocaron una crisis humanitaria, comercial y energética cuyo recorrido es aún difícil de prever.
Esta guerra nos ha puesto en alerta y ha sacudido en muchas capitales europeas cierta sensación de seguridad asentada tras décadas de paz. Sentíamos que las fronteras de nuestras naciones, nuestra libertad, nuestra soberanía, nuestras economías, e incluso nuestras vidas, estaban aseguradas. Y, sin embargo, no es así.
Las grandes guerras del pasado siglo comenzaron con incidentes que a nadie hicieron pensar en aquellos momentos que desencadenarían conflictos bélicos de indescriptible crueldad. Por esta razón debemos extremar las precauciones, poner por encima de todo la responsabilidad y hacer que la razón prime sobre el sentimiento sin perder de vista que la guerra, una vez comenzada, obedece solo a sus propias leyes de destrucción y muerte. Las decisiones que se adopten ahora tendrán una trascendencia decisiva en el desarrollo de este conflicto, y deben ser tomadas con la finalidad de terminarlo cuanto antes.
Son nuestros valores fundamentales los que se ven amenazados: la libertad, el imperio de la ley, el respeto y la defensa a ultranza de la dignidad de cada vida humana individual… conquistas que han costado siglos y que son las piedras sobre las que asienta nuestro modo de vida y nuestra prosperidad material. No podemos darlas por hecho. No podemos bajar la guardia.
Esta agresión injustificable a una nación soberana -cuyas causas venían gestándose desde hace años y que merecen un análisis detallado que supera la extensión se estas líneas- nos ha recordado que debemos seguir construyendo una Europa fuerte basada en lazos cada vez más sólidos y solidarios entre los estados soberanos que componen la UE.
En cuanto a España, es fundamental consolidar una política exterior fiable y clara, basada en los parámetros fundamentales que siempre la han guiado y que evite bandazos que puedan causar sorpresa o perplejidad a nuestros aliados tradicionales. Solo así España podrá aportar a la comunidad internacional la fuerza de su peso específico para la consecución de la paz. Así ha sido siempre a lo largo de la historia de esta nación, que no en vano es la más antigua de una Europa que hoy encontramos, esperemos que por poco tiempo, desgarrada por la guerra.
Unidos por la defensa de la democracia y las libertades
Emma Buj
Alcaldesa de Teruel
Cuando la pandemia de Covid-19 parece que está definitivamente remitiendo, la invasión de Ucrania por parte de Rusia y las consecuencias comerciales y energéticas de este conflicto hacen que la esperada vuelta a la normalidad se haya visto truncada por una circunstancia terrible en lo que se refiere a la pérdida de vidas humanas y con efectos que afectan a buena parte del mundo, especialmente a los países europeos.
En este escenario de incertidumbre conmemoramos el 31 aniversario de la revista EL SIGLO, con la mirada puesta en la reacción de la Unión Europea y cada uno de sus países miembros frente a un desafío que amenaza la paz, la seguridad y el día a día de todos nosotros. Es evidente que la dependencia energética o de suministros de otros países pone en jaque el desarrollo económico de cualquier sociedad en el momento en el que se rompen las reglas del juego de manera unilateral e interesada, una dependencia que, a mi juicio, debe hacer replantearnos determinadas políticas que se vienen llevando a cabo en nuestro país, y en el resto de Europa.
Está claro que debemos ser capaces de abordar un cambio de modelo en cuanto al mix energético que nos permita ser más autosuficientes, y del mismo modo tenemos que remodelar nuestro sistema productivo, aprovechando al máximo las fuentes de energía verdes pero siendo realistas con la demanda total, y fomentando la economía circular y el cuidado del medio ambiente.
Ante los retos que se avecinan, es prioritario que los países democráticos que defendemos las libertades y los derechos humanos unamos nuestros esfuerzos para preservar estos valores frente a cualquier ataque que pretenda desestabilizar esa paz que llevábamos tantos años disfrutando. No hay posibilidad de crecimiento y prosperidad si no hay paz y estabilidad. Europa ha avanzado mucho en las últimas décadas, siendo capaz de derribar el muro de Berlín y de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos en un periodo de estabilidad sin precedentes y todos juntos debemos hacer todo lo posible por continuar en esa senda.
Un año más, felicito a la revista EL SIGLO por su aniversario y aprovecho la oportunidad para hacer un llamamiento a la unidad de Europa en defensa de nuestros valores, nuestra democracia y nuestra libertad.
Que la energía deje de ser un negocio
Xosé Sánchez Bugallo
Alcalde de Santiago de Compostela
La guerra entre Ucrania y Rusia no solo es un conflicto militar. También está sacudiendo los cimientos del actual orden mundial a nivel geopolítico y, sobre todo, económico. Resulta paradójico que sea ahora con la muerte de Mijail Gorbachov, el líder soviético que puso fin al telón de acero, cuando se vuelva acentuar la división entre la Europa del este y la del oeste, entre la vieja Europa y Rusia que, como sucedió durante la guerra fría, busca sus principales apoyos en China, el gran gigante asiático que se mueve en un mar de ambigüedad cuyas borrascas económicas atemorizan a la Unión Europa.
La agresión de Rusia a Ucrania nos devuelve políticamente a las ansias imperialistas rusas, alentadas por lo que consideran promesas incumplidas por parte de Estados Unidos de no expandir la OTAN hacia el este a cambio de permitir la unión entre las dos Alemanias. Es el germen del discurso que Vladimir Putin esgrime ante una nación muy debilitada democráticamente, y que le llevó a invadir Ucrania haciendo caso omiso de los acuerdos firmados en 1994 por los que Rusia, Reino Unido y Estados Unidos se comprometían a reconocer y respetar su independencia e integridad territorial; convirtiendo a este país soberano en un gran campo de batalla. Un conflicto cuyos tentáculos están oprimiendo, cada vez más, a la economía mundial.
La dependencia energética de países como Rusia, el gran proveedor europeo de gas, y la deslocalización industrial, han sacado a la luz las grandes debilidades económicas de la Unión Europea; incapaz de contener, al menos de momento, la subida de precios derivada, sobre todo, del alto coste de la energía y de la escasez de materias primas.
Necesitamos un nuevo escenario económico que priorice la producción de energías limpias y renovables en territorio europeo; donde esa energía no se considere un negocio, sino un bien económico y necesario, como el agua. Y necesitamos una apuesta decidida por la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías que permitan impulsar tanto el sector primario como el secundario.
Europa es un territorio rico, unido, con capacidad para reaccionar económicamente. Ya lo ha demostrado en otras ocasiones. Pero ese avance económico, que equilibre los tres sectores, primario, secundario y terciario, requiere compromisos políticos, cesiones y colaboración por parte de todos y cada uno de los estados miembros. Requiere situar a la ciudadanía, no a las grandes empresas, en el centro de las políticas de la Unión, velar por su bienestar, garantizarles un trabajo y salarios dignos, y gobernar para que las futuras generaciones hereden una Europa menos convulsa, más estable, más igualitaria, más diversa y más social.
Para tomar decisiones globales, escuchemos la voz local
Marta Farrés
Alcaldesa de Sabadell
Después de dos años de pandemia y cuando parecía que tras un gran esfuerzo colectivo podíamos empezar a encarar la recuperación tras la COVID, nos encontramos con nuevos retos. La invasión de Ucrania y sus efectos humanitarios, geopolíticos y económicos, la incertidumbre sobre los recursos y el precio de la energía, la inflación o la evolución de los tipos de interés nos plantean grandes incógnitas y están generando asimismo inquietud y preocupación en la ciudadanía.
Ante ello, los alcaldes y alcaldesas estamos poniendo todo de nuestra parte para ofrecer soluciones a nuestros vecinos y vecinas. En este sentido, somos plenamente conscientes de que no tenemos medios ni podemos asumir todas las respuestas. Pero al mismo tiempo, alzamos la voz porque ante el reto que tenemos por delante, España debe continuar reforzando su presencia en el mundo y en la toma de decisiones globales. Y ante los cambios geopolíticos derivados de la crisis de Ucrania, debemos seguir construyendo una Europa fuerte y cohesionada. Pero todo ello no puede hacerse solo desde las administraciones autonómicas, estatales o europeas. Es necesario que se escuchen las demandas de los municipios.
Desde el municipalismo, una tiene la sensación de que muchas veces la casa se empieza a construir por el tejado, sin tener lo suficientemente en cuenta la importancia de los cimientos. Porque, ¿quién conoce realmente y de primera mano las necesidades de la ciudadanía? Somos los alcaldes y alcaldesas los que, en primer término, recibimos las demandas de nuestros vecinos y vecinas, sabemos cuáles son las preocupaciones y podemos valorar el impacto de proyectos o infraestructuras en nuestro territorio. Y también los que, en numerosas ocasiones, debemos dar respuestas urgentes sin tener competencias ni recursos.
El municipalismo lleva décadas reivindicándose. Es cierto que se han logrado mejoras, pero creo que debemos seguir renovando los mecanismos actuales, corrigiendo déficits y generando nuevos sistemas que refuercen la presencia de los ayuntamientos en la toma de decisiones que luego debemos implementar desde el mundo local. De esta manera podremos construir entre todas y todos, y con bases sólidas, un futuro mejor.
Europa, un proyecto excepcional
Abel Caballero
Alcalde de Vigo
La Unión Europea se ha erigido a lo largo de su trayectoria como un proyecto excepcional. Nació para evitar las guerras internas, pero pronto adquirió el rango de factor cohesionador entre países, de la marcha, de la política y de la economía conjunta. Europa es un proceso de aprendizaje continuo en el que tenemos que aprender la forma de construirnos. Y cometimos errores. El tratamiento de la crisis del año 2008 fue un desacierto inconmensurable y aquellos hombres de negro que venían a inspeccionar las cuentas, a atemorizar a la gente y a sancionar nos hicieron ver la cara menos atractiva de Europa, la fachada de una Unión Europea que se encargaba de recortar prestaciones, de negar derechos y, por tanto, de ser el reverso de lo que los ciudadanos querían.
Necesitamos una Europa querida y empática con la ciudadanía y ese es el proyecto común que estamos construyendo ahora. Es la importancia de la Europa que supo combatir la Covid, no solo garantizando vacunas y encargándose de su distribución en un momento en el que la escasez de viales era obvia, sino también lanzando proyectos de recuperación para el conjunto de la economía. Aquella demanda de Pedro Sánchez planteando que había que hacer otro Plan Marshall. Aquella idea de la que el PP se burlaba acabó siendo lo que hoy conocemos como Fondos Next Generation EU, un plan dotado para España con 78.000 millones que ya están permitiendo una profunda transformación de este país.
Nos enfrentamos a una crisis energética sin precedentes en Europa provocada por la invasión de Ucrania por los ejércitos de Putin que, inevitablemente, debe abordarse desde la solidaridad. Tenemos por delante el reto de buscar medidas efectivas para todos, por un lado, aliviando los precios del mercado y, por otro, buscando nuevos enfoques que funcionen a medio plazo. La Unión debe ser capaz de defender una política energética común que coordine los legítimos intereses de cada estado miembro porque, como ya pasó con la recesión financiera, de esta nueva crisis, o salimos todos juntos, o no seremos capaces de hacerlo.
Esa es la Europa que y ese es el camino que queremos. La Europa que ayuda a solucionar problemas y que también previene algunas deficiencias de ciertas líneas políticas de determinados estados. Nos gusta la Europa que defiende la democracia, por ejemplo, en Hungría, planteando que hay decisiones antidemocráticas que la Unión Europea no está dispuesta a sostener. Pero también es la Europa que apoya a un país invadido, Ucrania, al que los ejércitos de Putin intentan masacrar y que cuenta con el apoyo continuo y leal de la Europa del siglo XXI.
Y en esa línea debemos progresar y tenemos que ser conscientes de que los ciudadanos europeos queremos soluciones a los problemas, soluciones realistas, serias, estudiadas pero compartidas. La historia nos muestra como siempre es mucho más caro pagar una crisis con recortes, con miseria y con hambre que hacerlo con políticas expansivas que favorecerán el crecimiento de la economía y pagar la deuda. Hay que buscar un equilibrio justo, el que va a permitir que Europa siga siendo un proyecto excepcional.
Una Europa más segura y fuerte
Luis Partida
Alcalde de Villanueva de la CañadaLa invasión de Ucrania por parte de Rusia ha puesto de manifiesto la fragilidad de la situación geopolítica en Europa y en el mundo. Nos ha mostrado, de un zarpazo, que nuestra Europa no está a salvo. Urge por tanto construir una Europa más segura y fuerte, que pueda actuar con mayor rapidez ante acontecimientos como los que estamos viviendo, provocados por alguien que no respeta el derecho internacional, viola los derechos humanos y utiliza los recursos energéticos como arma. Es preciso establecer unas reglas para que nadie actúe desde la prepotencia y poner a cada estado en su sitio.
Vivimos en un momento de gran incertidumbre a todos los niveles que solo desde la unidad, el diálogo y el entendimiento podremos superar. Es la base sobre la que tenemos que construir nuestro futuro y esto es aplicable a nuestro país, a la Unión Europea y al resto del mundo. Los desafíos que tenemos por delante son muchos y probablemente los más difíciles a los que nos hayamos enfrentado en los últimos tiempos. Por ello, debemos estar más unidos que nunca y luchar por el bien común, lejos de intereses partidistas y de esa visión cortoplacista que solo nos hace más débiles.
El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, decía el pasado 20 de septiembre en la reunión anual de líderes, que “el mundo está en peligro y paralizado” y abogaba por una gran “coalición mundial” para atajar los grandes problemas que nos afectan a todos: los efectos de las guerras, la crisis alimentaria y el cambio climático. Un deseo que comparto y que espero, algún día, se haga realidad. No podemos dejar a nuestras generaciones futuras un mundo fracturado y desigual, tampoco una Europa y una España fracturada y desigual.