¡Vaya Gente! / Mara del Prado
Mientras algunos miembros de las monarquías europeas se enfrentan al contratiempo de verse despojados de sus privilegios reales, otros son un claro ejemplo de que a todo se acostumbra uno.
Pecando de inocencia o subestimando a la soberana británica, los duques de Sussex pensaron que solucionarían sus problemas de liquidez tras el Sussexit o Megxit –según se repartan o no responsabilidades– facturando sus libros, conferencias o lo que quiera a lo que se vayan a dedicar a través de Sussex Royal, una marca que esperaban potenciar con la ayuda de una empresa especializada en convertir a celebrities en influencers.
Pero Isabel II en persona se ha encargado de derribar sus castillos en el aire; Harry y Meghan tendrán que buscarse otro reclamo entre sus followers porque la reina tiene restringido el copyright real a los miembros de su familia que no tengan inconveniente en representar a la Corona.
Así, su propio nieto se ha visto obligado a emitir un comunicado donde anuncia que el 31 de marzo él y su esposa finalizarán sus funciones oficiales y otro donde confirma que no utilizarán el término “real” en ninguna de sus marcas, fundaciones o proyectos futuros.
Así lo avanza la revista Hola, que enumera los muchos frentes abiertos que esperaban a la reina tras sus vacaciones de siete semanas en el palacio de Sandringham. Sobre todo, el papel que habrá de desempeñar el príncipe Andrés ahora que está comprometido en el caso Epstein sobre abusos a menores. Y, en una familia donde las apariencias lo son casi todo, no son asuntos menores el divorcio de su nieto, Peter Phillips, y la separación recientemente anunciada de su sobrino, Lord Snowdon.
Estos son momentos delicados para los duques de Sussex, que tienen ante sí el reto de mantener un alto nivel de vida a costa de su imagen con una mano atada a la espalda por orden de Su Majestad. Pero de todo se sale, hasta de la cárcel.
Iñaki Urdangarin, condenado por el Tribunal Supremo a cinco años y 10 meses por el caso Nóos, ya ha disfrutado de su segundo permiso penitenciario de seis días. Lo ha vuelto a hacer en Vitoria, donde su madre y sus hermanos le hacen sentir como si su estancia en la cárcel abulense de Brieva fuera sólo una pesadilla.
También la infanta Cristina, quien le recogió en el centro penitenciario y le acompañó a su regreso contando los días para el próximo reencuentro; el de los 26 días que aún le quedan por disfrutar en libertad o hasta que el tercer grado le permita tener que ir a prisión únicamente a dormir de lunes a jueves.
Sus abogados intentaron que la Junta de Tratamiento de la cárcel revisara su situación penitenciaria, pero a finales de enero rechazaron introducir nuevos cambios. Tendrá que esperar a finales de julio. Como cualquier reo. Y eso que hubo un tiempo en que él también fue royal.