
Sin Maldad / José García Abad
Quim Torra exige un mediador para la mesa de diálogo con el Gobierno. Quizás la idea puede ser útil para el Consejo de Ministros para superar la imagen de división que está brindando al respetable.
En cierta manera ejerce esta función, evitando obviamente la denominación maldita, Iván Redondo, pero la tarea es demasiado enrevesada, incluso para su demostrada pericia en el manejo de las contradicciones internas y en cohonestar las palabras a veces contradictorias de su jefe.

Contra lo que sospechábamos, las discrepancias más fuertes no se refieren a la economía, que sería lo más lógico cuando se coaligan la izquierda con la extrema izquierda.
Se han producido básicamente en el terreno del feminismo, donde no deberían surgir grandes discrepancias, ni siquiera con un tercio de la derecha. Se ha llegado hasta el extremo de que podía temerse que se organizarían dos Ocho de Marzo, uno encabezado por Carmen Calvo y el otro por Irene Montero.
Iván Redondo tiene la inestimable condición de no ser del PSOE ni de Podemos, como se exige a un mediador. En realidad, el mediador gubernamental no es necesario para el PSOE ni para Podemos pues, como es sabido, cuando un partido está en el Gobierno, el Comité Ejecutivo es el Consejo de Ministros.
El Gobierno de coalición, asignatura complicada
El gobierno de coalición, sin precedentes históricos en España, es una asignatura complicada que exige imaginación y, sobre todo, sentido común. O al menos que no se pongan trabas al instinto de conservación, que funciona mejor cuando la coalición se traba entre adversarios.
Y es que un gabinete mixto es más complicado cuando se produce entre iguales. O próximos. Los coaligados necesitan hacer más ruido para que se les perciba, para desesperación del presidente, que trata de evitar la imagen de la coexistencia de dos gobiernos en uno.
Hay que recordar que Sánchez tuvo que tragar con una coalición que no deseaba, como prueba que enviara a Carmen Calvo como mediadora a las conversaciones con Podemos, un personaje que ahora, como vicepresidenta primera, no sólo no puede mediar, sino todo lo contrario, y se ha convertido en uno de los protagonistas del culebrón que estamos viviendo, tal como relata esta semana el semanario económico ‘El Nuevo Lunes’.
Y se montó el culebrón
Teresa Ribera –informa ‘El Nuevo Lunes’– estaba mosqueada porque temía que Pedro Sánchez cediera a las presiones de Pablo Iglesias para dar a Unidas Podemos competencias en la transición ecológica que desempeñaba la superministra del asunto. “Si conviertes mi departamento en un ministerio de chicha y nabo –le vino a decir a Sánchez con otras palabras– cojo mis trastos y me voy a mi casa”. Esta actitud fue la que llevó al presidente a compensarla con una vicepresidencia y a atender su demanda de que cesara en la presidencia de Red Eléctrica a Jordi Sevilla, quien la había desafiado desde una empresa eléctrica que, como todas las energéticas, formaban parte de su proyecto ecológico, lo que hacían con un respeto imponente.
Las cosas no acabaron aquí, produciéndose algo parecido al efecto mariposa o a una jugada de billar. Pedro Sánchez tuvo que compensar a Podemos entregando a Irene Montero la cartera de Igualdad, lo que provocó el cabreo nada sordo de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, que sentía menoscabada una pieza clave, la del feminismo, de sus muy difusas competencias. Un cabreo que está en el origen de la oposición de ésta al anteproyecto de Ley presentada por Irene sobre la violencia de género, para lo que contó con la complicidad del ministro de Justicia, su paisano y correligionario Juan Carlos Campo.
A Carmen Calvo se le atribuyen las filtraciones que hiciera a la cadena SER sobre los fallos técnicos de la ‘ley Montero’. Lo que provocó la intervención del vicepresidente Pablo Iglesias tachando de machistas a los opositores socialistas y el malestar del presidente por la nefasta imagen que se da de divisiones internas en el Gobierno.
No se oyen discrepancias sobre la economía
Contra lo que sospechábamos, las discrepancias más fuertes no se refieren a la economía, que sería lo más lógico cuando se coaligan la izquierda con la extrema izquierda.
Se han producido básicamente en el terreno del feminismo, donde no deberían surgir grandes discrepancias, ni siquiera con un tercio de la derecha. Se ha llegado hasta el extremo de que podía temerse que se organizarían dos Ocho de Marzo, uno encabezado por Carmen Calvo y el otro por Irene Montero.
Mi discutible opinión es que ello se debe a la necesidad que tiene Podemos de sobreactuar en este terreno dado que, como saben quienes navegan en las entrañas de este partido, tanto a Pablo Iglesias como a Irene Montero les resbalaba lo del feminismo. Se hicieron feministas por cálculo político y exageraron la nota, como demuestra el absurdo de rebautizar el nombre del partido como “Unidas Podemos”.
Lleva ejerciendo la profesión de periodista desde hace más de medio siglo. Ha trabajado en prensa, radio y televisión y ha sido presidente de la Asociación de Periodistas Económicos por tres periodos. Es fundador y presidente del Grupo Nuevo Lunes, que edita los semanarios El Nuevo Lunes, de economía y negocios y El Siglo, de información general.