
Joan Capdevila
Peligrando de ser el último de mis artículos en El Siglo, siendo éste ya de propina por mi condición de “disuelto”, y con mi agradecimiento al editor José García Abad, a la directora Inmaculada Sánchez y a Ricardo Marqués por sus gentilezas, y por supuesto a ustedes quienes me hayan leído. Qué amables.
Comenzaba mi periplo por este notable y serio medio hace ya 20 meses largos, y no he podido menos que hojear lo que había escrito. Hay quien de sus artículos busca sacar un libro; lo mío sería imposible. Oí que uno de sus generales de caballería le reprochaba a Aníbal no haber tomado Roma diciéndole que los Dioses nunca otorgan el don de todas las Gracias a un solo hombre (pensé que sólo el arrojo de un soldado de caballería osaría ser tan peligrosamente sincero con el bravo cartaginés). Pues bien, las Gracias que he recibido ni para el refrito recopilatorio dan mis artículos en El Siglo.
Ya en plena campaña, fané y descangayada, me ha supuesto, sin embargo, un bálsamo su relectura, por lo menos. Y me reconforta, aún sin hilo argumental, constatar que en nada de lo que me propuse al incorporarme ya mayor a los trabajos legislativos, me he apartado de lo que me propuse.
Y ahí va el veinte. Va por ustedes:
«En medio del camino de la vida, errante me encontré por selva oscura, en que la recta vía era perdida”. Dante empieza con estas palabras, traducidas por Bartolomé Mitre, su ‘Divina Comedia’. El poeta bajará al infierno. El político quizás nunca llegue a salir de él (recuerden lo que reza en el frontispicio: ‘Lasciate ogni speranza o voi ch’entrate!’).
Me permito empezar el que quizás sea mi último artículo con una conocida cita de un clásico tan intemporal y universal, como poco leído. Confieso sólo haberlo frecuentado en mi juventud. En mi generación era un texto de parcial y obligada lectura académica, y siendo yo de Ciencias, me hubiese pasado por alto si no fuese porque el añorado Mn. Ballarín se ocupó de desasnarme. Pero me consuela saber que al menos sé que existe y así usarlo como referente ante un mundo aparentemente líquido, sin recuerdos y sin clásicos. Se preguntarán por qué mi posible último artículo no recorre con buena letra de alumno aplicado todas las leyes o todos los temas que, en mi quehacer de diputado, he contribuido a confeccionar. O que no aproveche para hacer campaña para reivindicar los justos derechos y libertades de mis compatriotas y mi nación. Se lo explico.

Queremos poder transitar caminos oscuros, con compañeros que usan todas sus astucias para encontrar caminos, también democráticos, los únicos que nos permiten salir del infierno y romper el maleficio del frontispicio. ¡Voten! Voten para que podamos seguir encontrando entre todos, la recta vía
Pocos saben que nosotros, los diputados de a pie, aunque servidor ha ido a veces a caballo presidiendo la Comisión de Industria, tenemos mucho en común entre nosotros. Como el Dante, sabemos que “errantes nos encontramos en una selva oscura”. Imagínense la enorme responsabilidad de legislar con tantos partidos y tantos matices de tantos temas. ¿Cómo encontrar la “recta vía” se preguntarán ustedes? Algunas veces, y digo bien algunas veces, encontramos el camino entre todos. No se imaginan cuántos extraños y fieles compañeros se cruzan en el día a día del diputado. Estos días de largas despedidas, porque muchos no van a repetir, y algunos no está claro si vamos a ser reelegidos por nuestros ciudadanos, hemos tenido tiempo de despedirnos, sin rencor alguno, con cariño incluso, y con la confianza de haber intentado cumplir con nuestro deber de dar al pueblo las leyes que nos ayudan a caminar por la selva oscura en pos del bien común. De haber salido ya de noche muchas veces a comprobar Carrera de San Jerónimo arriba, qué había deparado el cielo de Madrid a sus ajetreados ciudadanos, con la sola compañía del cansancio de haberlo intentado.
El farfulleo político de la caverna mediática usa el ataque a “la política” como herramienta de desgaste, a menudo al deshonesto servicio de políticos populistas y de los grandes poderes a los que sirven. Los “ingenieros del caos”, como les llama Giuliano da Empoli, uno de los más sutiles y brillantes analistas políticos y escritor genial, han creado un submundo mediático que intenta hundir la política en favor de la peligrosísima no política prefascista. Es cierto que nadie se salva de la desazón que generan los problemas no resueltos, no sabidos explicar, ni a los retos que nunca nos atrevemos a afrontar. Pero les aseguro que hemos hecho política de verdad, de la que lleva horas y horas de encuentros, desencuentros y reencuentros para acordar de la mejor manera posible nuestro marco legal.
Se preguntarán, repito, por qué me excuso en el Dante y no les aporto mi resumen parlamentario. Pues no les voy a responder. Al menos, no directamente. Hoy quiero reivindicar la necesidad de aquello que ciertos palafreneros cortesanos les venden como aparentemente inútil. De las horas de reunión con mis colegas, de todos los grupos y del mío, de los enfados y conatos de reyerta, de las propuestas una y mil veces reescritas. De los interlocutores del mundo económico y social que han tenido la paciencia de contarnos con calma y detalle sus problemas. De los altos funcionarios con aires de Sir Humphrey Appleby, tan amables como rocosamente sólidos en sus argumentos de la inmovilidad y la consuetud. Del ingrato, en fin, y, algunas veces, reconfortante trabajo del diputado. No quiero darles una respuesta en cifras, ni en ideas. Quiero que sepan que, errando por la selva oscura, los diputados hacemos camino de la mano de diputados (¡y de los imprescindibles asistentes y asesores, qué error sería olvidarlos!), y que sólo encontramos la vía cuando sabemos pactar acuerdos, cuando la política fluye como siempre en democracia.
Porque lo único que está en juego en cada proceso electoral y en su ejecución, es, nada más y nada menos, la esencia misma de la democracia. Queremos poder transitar caminos oscuros, con compañeros que usan todas sus astucias para encontrar caminos, también democráticos, los únicos que nos permiten salir del infierno y romper el maleficio del frontispicio. ¡Voten! Voten para que podamos seguir encontrando entre todos, la recta vía.
Presidente de la Comisión de Industria del Congreso de los Diputados y portavoz en la de Transición Ecológica. Veterinario y empresario pyme durante 25 años. Ahora Diputado a Cortes (pero no me lo tengan en cuenta) independiente en el G.P. Republicano (ERC). Licenciado en la UNEX, tengo un Máster en la UAB y un Programa Ejecutivo en Deusto BS.