Isabel Díaz Ayuso es la gran protagonista de la campaña del 4-M, pero el guion se lo escriben Miguel Ángel Rodríguez y Vox. Con Rocío Monasterio, su líder en la Comunidad de Madrid y una de las voces más destacadas de la formación, mantiene una relación ambivalente desde que en agosto de 2019 sellaran el acuerdo de investidura pero, a diferencia de Pablo Casado, la candidata popular a las elecciones de mayo es una firme defensora de sumar con los de Abascal. Por absorción o por coalición. Lo primero lo intentará con los constantes guiños ideológicos a los votantes de ultraderecha. Lo segundo lo hará si hace falta y a pesar de la estrategia del PP.
En vísperas de que una moción de censura en la Región de Murcia le pusiera en bandeja de plata la posibilidad de adelantar las elecciones, Isabel Díaz Ayuso vetaba la presencia de la ministra de Igualdad en un centro educativo de la Comunidad de Madrid porque los padres no quieren ver “adoctrinando a sus hijos en clase”. El mismo día en que se desataba la tormenta a cientos de kilómetros de distancia de la Real Casa de Correos, Telecinco emitía una entrevista con la presidenta regional donde aseguraba que “también hay violencia sobre el propio hombre, sufre incluso más agresiones que nosotras”.
Parecería con estas declaraciones que la baronesa autonómica del PP y su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, llevaran tiempo preparándose para este momento, el de unos comicios que, según las encuestas, les permitirían gobernar con menos ataduras a las que hasta ahora se veía sometida. Porque ella, a diferencia de Pablo Casado, no va a perder ni un minuto en el camino de la moderación y ya tiene enfilada la ruta que la lleve en línea recta a por el voto de Vox.
Ayuso no va a perder ni un minuto en el camino de la moderación y ya ha enfilado la ruta que la lleve directamente a por el voto de Vox
Ayuso lleva más de año y medio gobernando y aún no ha logrado sacar adelante sus propios Presupuestos, básicamente porque Ciudadanos y Vox, los dos partidos que hicieron posible su investidura y sin cuya concurrencia no puede sacar delante ninguna medida legislativa, no se permiten una foto de unidad.
Sólo ha sido posible el acuerdo entre las tres formaciones cuando el trasfondo ideológico no traspasaba los límites del liberalismo económico; en octubre aprobaron la modificación del Proyecto de Ley del Suelo para suprimir la mayoría de las licencias en el sector urbanístico –fue recurrida por una cuestión de forma– y en noviembre dieron luz verde a la universidad privada número doce de la región.
Los números
Después de reconocer que adelantó los comicios para gobernar con mayoría absoluta como expresión de un deseo y una liberación, la presidenta admitía con su característico lenguaje llano en la cadena de Mediaset que «me vine arriba» cuando lo dijo. Se había atrevido a soñar en voz alta antes de conocer el efecto de su bomba electoral en los primeros sondeos y, aunque le son propicios, no le permiten hacer castillos en el aire.
En mayo de 2019, el PP fue la segunda fuerza más votada con 30 escaños en la Asamblea de Madrid. La tercera fue Ciudadanos con 26 y Vox entraba en quinta posición con doce diputados autonómicos, sólo por delante de Podemos.
Según la última encuesta conocida antes de la convocatoria del 4-M sobre intención de voto en la región, la de Key Data para Público del pasado noviembre, el PP pasaría de los 30 escaños actuales a los 39, pero seguiría necesitando del apoyo de Cs, que bajaría de los 26 a los 15 representantes en la Asamblea, y de Vox, que subiría de los 12 a los 17.

Ahora y tras la onda expansiva de la fallida moción de censura murciana, los avances demoscópicos de GAD3, Sigma Dos o Key Data para El programa de Ana Rosa, El Mundo o Público indican que Ayuso doblaría hasta los 60 o 62 escaños, todo un éxito para la hoy presidenta que la dejarían a escasa distancia de la mayoría absoluta (69).
Si la predicción se cumple, la candidata popular necesitaría el respaldo de entre siete y nueve diputados y todo parece indicar que serán de Vox. Porque Ciudadanos podría no alcanzar el 5% de los votos para obtener representación parlamentaria y de lograrlo, se quedaría en siete escaños que podrían resultar insuficientes, y porque Ayuso ya ha dejado claro que no cuenta con sus hasta ahora socios naranjas: dice que siempre se llevó mal con Ignacio Aguado y, «si tengo que pactar, no tengo ningún problema con Vox».
A poco más de 40 días de los comicios, el adelanto electoral en Madrid y el discurso ideológico de la presidenta regional apenas afectarían al partido de Santiago Abascal, que se mueven entre los 12 y los 19 diputados dependiendo de la encuesta -hay que recordar que ‘cuentan’ menos que en 2019 porque la Asamblea tendrá cuatro diputados más-. Así las cosas, dependerá de la campaña que la baronesa popular recorte más o menos distancia con la ultraderecha.
Los guiños
«Cuando te llaman fascista sabes que lo estás haciendo bien», le decía Ayuso a Ana Rosa Quintana en su primera entrevista televisiva de precampaña. «¿Te lo han llamado alguna vez?», le preguntó a la periodista, «porque entonces estás en el lado bueno de la historia».
Ayuso y Monasterio se han enfrentado por los menores no acompañados o el colectivo LGTBi, pero comparten liberalismo económico y beligerancia contra la izquierda
A pesar del tono relajado que invitaba a pensar que la presidenta de Madrid estaba bromeando, ella no reniega de una pata fundamental de la base ideológica del PP que se resquebrajó primero en dos y después en tres partidos políticos.
Con Rocío Monasterio, portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid que vuelve a concurrir a las elecciones del 4 de mayo, Isabel Díaz Ayuso ha llegado a protagonizar encendidos debates parlamentarios a cuenta de los menores no acompañados –menas, les llama la ultraderecha para deshumanizarlos- o el colectivo LGTBi, pero comparten su beligerancia contra la izquierda o el independentismo y han trabajado para sacar adelante unas nuevas cuentas públicas que tendrán que esperar a mayo si consiguen sumar mayoría suficiente para gobernar.
De lograrlo y de cómo lo logren dependerá la nueva relación que se establezca entre el PP y Vox en la Comunidad de Madrid. Esto es, si Monasterio apoya desde fuera y como hasta ahora a Ayuso o si entra a formar parte del Ejecutivo autonómico. Un mal menor para la baronesa del PP y un mal mayor para su jefe de filas.
Diferencias y semejanzas
Un día antes de que Pablo Casado se subiera a la tribuna del Congreso para decirle a Vox aquello de «hasta aquí hemos llegado», la presidenta madrileña defendía que «la división del centro derecha es una catástrofe para España». Lo hacía a preguntas de la prensa, que quería saber cuál sería su postura en la moción de censura de Vox a Pedro Sánchez que se debatía esos días en el Congreso.
El jefe de las filas conservadoras aún no había desvelado su no a Abascal, pero hubo voces populares que se aventuraron a opinar. Lo hizo Ayuso y lo hizo Esperanza Aguirre que, de forma más directa, se manifestó a favor del sí del PP en la votación.
Abascal, Casado y Ayuso fueron discípulos políticos de la otrora lideresa madrileña que, preguntada por la división de las derechas, siempre conmina a los líderes de Vox y el PP a entenderse porque son dos personas «de principios y valores» y «patriotas».
Abascal y Casado fueron amigos, pero Abascal y Ayuso no se guardan cariño -eso dijo ella en la campaña de 2019- a pesar de haber compartido madrina política y tertulias en La Tuerka con Juan Carlos Monedero. Sin embargo, están políticamente más cerca de lo que el líder conservador se permite aproximarse al jefe del partido de ultraderecha.
Por eso y como salgan los números en la Comunidad de Madrid, el presidente popular podría tener que redefinir su estrategia y asumir tensiones de orden interno. Ahora sólo le queda confiar en que el discurso duro de su candidata, con la ayuda de Pablo Iglesias y el eslogan simple y directo de «comunismo o libertad», atraiga a los más ‘cafeteros’ y la fuerza de Vox decaiga en las negociaciones poselectorales.