José Luis Martínez Almeida se comprometía hace unos días a dar el nombre de Volodimir Zelenski a una rotonda próxima a la embajada de Ucrania y la idea no le hace mucha gracia a sus socios de Vox. El concejal de Vox Fernando Martínez Vidal recordaba en la comisión de Cultura del consistorio madrileño que, tras 43 años y ocho alcaldes, en Madrid pervive una “especie de acuerdo no escrito” por el que no se dedican calles a personas vivas en previsión de que su trayectoria vital cambie. “Somos humanos”, ha justificado. Y es cierto que existe esa norma no escrita, pero la escrita, en la ordenanza de denominación de vías, considera en su artículo 13 que se podrán emplear nombres de personas vivas que “por su extraordinaria relevancia así se considere”.
Ojo, que la crítica no quita que Martínez Vidal considere a Zelenski “merecedor de todo el apoyo por ser un ejemplo de patriota que, cuando un loco invade su país, se pone el uniforme de soldado y da la cara”, pero el caso es que Vox plantea que el espacio se dedique finalmente al pueblo ucraniano. Y uno no sabe que le chirría más, si la demagogia y el oportunismo de un Almeida que se ha resistido como gato panza arriba a darle una calle a una madrileña de pro como Almudena Grandes, pero corre a dárselo a un político extranjero que no ha pisado Madrid, o la racanería de un Vox al que por momentos se le ve el plumero putiniano.