Hacía tiempo que Vox no estaba tan callado. La formación ha asistido como mero observador al holocausto caníbal del PP que, en unos sondeos implacables con la crisis, ha visto acercarse la amenaza del sorpasso de la ultraderecha. “Deseamos que esta crisis se resuelva pronto”, ha dicho Santiago Abascal, cómodo con su nuevo perfil bajo y con el discurrir de unos acontecimientos que, descartada de momento la vía Ayuso, despejan su principal amenaza electoral.
Vox está desconocido. Tan activo siempre en redes sociales, un terreno que maneja, controla y rentabiliza en las urnas, el partido ha guardado un sonoro silencio en medio de la insoportable sangría del PP.
El viernes, 18, un día después del cruce de comparecencias que dejaba a la formación conservadora al borde de un abismo por el que se fue precipitando en cuestión de horas, Santiago Abascal se limitaba a escribir en Twitter: “Lo que es malo para España es malo para Vox”.
El lunes, 21 fue más explícito, pero el mensaje era el mismo. “La debilidad de los partidos que tienen que formar parte de una alternativa, dificulta esa alternativa”, por eso, aseguró, “deseamos que esa crisis se resuelva pronto y que haya partidos con programas claro que, con diálogo, puedan sumar entre ellos para formar una alternativa al Gobierno de Pedro Sánchez”.
La suma del 13-F y de la guerra fratricida del PP ha disparado al partido de Abascal en las encuestas
Las declaraciones coincidían con su comparecencia para valorar ante los medios las encuestas que, al calor de la crisis popular, aventuraban un salto electoral de la ultraderecha, situándola al borde del sorpasso al PP.
En la elaborada por Sigma Dos para El Mundo tras las elecciones de Castilla y León, el PP se situaba a la cabeza con un 26,8% en estimación de voto y 113 escaños, mientras que Vox registraba el 17,2% de los sufragios y 60 diputados. Cuatro días después, en la actualización del viernes tras los sucesos acaecidos en la Puerta del Sol y Génova 13, los populares caían a la segunda posición tras el PSOE, bajando al 22,6% de la previsión y los 94 escaños, y Vox sacaba provecho de este desplome con el 20,8% de los votos y 74 diputados.
El domingo, 20, El Español publicada el sondeo de SocioMétrica que, comparando los datos con los registrados en su última estimación del mes de enero, el PP pierde 19 escaños; en total, le concede 82 frente a los 78 diputados que pronostica para la formación de ultraderecha. Y aunque los populares superarían a su contrincante con cuatro representantes más en el Congreso, la ultraderecha les superaría en intención de voto.
Otra encuesta, la de Gesop para El Periódico, confirmaba una tendencia que ya se hacía notar el 13-F. Según su sondeo, realizado entre los comicios autonómicos y el estallido de la mayor crisis vivida en el seno del Partido Popular, esta formación alcanzaría el 20,6% de los votos y entre 85 y 88 diputados, mientras que Vox sumaría entre 66 y 69 escaños y se quedaría a menos de dos puntos de los conservadores. El dato más destacable de este barómetro es que los de Abascal pueden presumir de tener la fidelidad de voto más alta de todo el arco parlamentario y, dentro de la batalla en la derecha, de crecer un 14,3% a costa del PP respecto a los resultados electorales de 2019.

Gad 3 para Nius arroja una horquilla de entre 87 y 91 diputados para el PP y entre 67 y 71 para Vox, un fracaso para los populares que ahora suman 89 miembros en el grupo parlamentario del Congreso, y un éxito para la ultraderecha, que ahora tiene 52 representantes.
Peores son las perspectivas en el PP según el sondeo de Data 10 para OkDiario, si bien es el único que aventura un sorpasso; según esta encuesta, el PP obtendrían 83 escaños de celebrarse ahora unas elecciones generales y Vox le tomaría la delantera con 84.
Falsa modestia
Con la euforia contenida y dejándose llevar por una inusitada prudencia, Abascal comenzaba refiriéndose a las encuestas para decir que “desconfiamos profundamente de las casas demoscópicas que hasta ahora se han dedicado a influir más en el voto que a predecirlo”.
Pero, a renglón seguido, no podía evitar admitir que “es cierto que, durante las últimas horas, varias de ellas han situado a Vox ya como el segundo partido en España”, para aflojar de nuevo su entusiasmo y asegurar que “el único sorpasso que nos interesa es el sorpasso al Partido Socialista”.
Con estos mimbres acudía dos días después su candidato en las recientes elecciones castellanoleonesas, Juan García-Gallardo, a su cita con el ganador de los comicios, el popular Alfonso Fernández Mañueco, que volvía a escuchar de su inevitable socio la misma exigencia; o entra en el próximo Gobierno regional o votará en contra de su investidura.
La exigencia es comparable a la situación creada en 2019 entre el PP y Ciudadanos, que consiguió una vicepresidencia y cuatro consejerías, no a la que surgió del 4-M, cuando Isabel Díaz Ayuso superó en más del doble el resultado obtenido dos años antes y, con 65 escaños, se quedó a cuatro de la mayoría absoluta.
No es lo mismo
Ayuso, la candidata favorita del votante de Vox, habría sido la alternativa menos cómoda para Abascal
La líder de Vox en Madrid, Rocío Monasterio, apenas pudo arrancarle un puñado de compromisos sobre Telemadrid y lo que los ultras llaman leyes de izquierdas, como son la ley contra la violencia de género y la ley LGTBi. Sin embargo, no estaba en condiciones de sugerir siquiera su entrada en el Ejecutivo madrileño.
Según un estudio preelectoral del CIS, a los votantes de Vox les gustaba más la candidata del PP, Ayuso, que la suya, y las urnas lo confirmaron. En las generales de noviembre de 2019, los populares comandados por Pablo Casado obtuvieron en la Comunidad de Madrid el 25,11% de los votos y el partido de Abascal, el 18,49%. En las autonómicas de mayo de 2021, la reelegida presidenta logró el 44,73% de los sufragios y, su contrincante por la derecha, el 9,13%.
Feijóo tiene el marchamo de las cuatro mayorías absolutas, el del único barón capaz de evitar la ruptura del voto de la derecha. Pero su autonomía, donde practica un genuino galleguismo conservador, no es España. Y en eso confían en Vox, que teme más a la baronesa de la remontada, la favorita de sus electores y la única que ha librado la que llaman batalla cultural con la izquierda en semejantes términos que la formación liderada por Santiago Abascal.
El próximo líder del PP es un referente moral en el partido, pero los miles de manifestantes que inundaron la calle Génova el domingo, 20 –“no he visto ni un solo carnet del Partido Popular, decía el dimitido Teodoro García Egea en su entrevista de despedida en La Sexta– no gritaban el nombre de Alberto Núñez Feijóo, sino el de Isabel Díaz Ayuso.
Los populares podrán recuperar parte de la intención de voto que ha caído del lado de Vox pero, confían en el partido de ultraderecha, no tanto como lo hubieran hecho con la presidenta de Madrid.