
Julio Rodríguez López
Después del debilitamiento de la economía mundial en el otoño de 2019, consecuencia de los daños ocasionados por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la evolución parecía más prometedora al inicio de 2020. Pero la aparición del brote de coronavirus (Covid-19) en China en los primeros días de 2020 ha supuesto un duro impacto negativo sobre el comportamiento económico general.
El peso de China en la economía mundial es muy elevado. La producción industrial de ese país se caracteriza por la producción de bienes intermedios que después son exportados al resto del mundo. La reducción de la actividad en China afectó sobre todo a la actividad industrial de numerosos países, paralizándose numerosas cadenas de montaje. El sector de los servicios no tardó en recibir el impacto derivado del retroceso de la actividad industrial primero en China y después en el resto del mundo. Un descenso fuerte de la actividad turística supone un ‘shock’ negativo de demanda a corto plazo.

Si el impacto del brote de coronavirus se suavizase en el segundo trimestre y la economía recuperase niveles normales de actividad en la segunda mitad del año, el crecimiento global se reduciría en más de medio punto porcentual en 2020, según la OCDE. Pero el retroceso de la actividad va a ser mucho más serio
La extensión en febrero y marzo del brote de coronavirus a otros países ha supuesto un hundimiento generalizado de la actividad económica a nivel global. Se han impuesto serias restricciones a la movilidad de las personas. Los primeros sectores afectados fueron el turismo y el transporte
Las acusadas fluctuaciones de las cotizaciones en los mercados bursátiles han contribuido a crear un clima económico general deprimido. La menor demanda ha afectado a la baja al precio del petróleo, cuyo precio ha descendido de forma espectacular, tanto por la menor demanda como por la falta de acuerdo entre los países productores, concretamente Rusia y Arabia Saudí.
Las perspectivas de crecimiento en la primavera de 2020 son muy inciertas. En el primer trimestre de este año el PIB registrará un crecimiento negativo en numerosos países, cuya influencia se puede extender al conjunto de la primera mitad del año. Si el impacto del brote de coronavirus se suavizase en el segundo trimestre y la economía recuperase niveles normales de actividad en la segunda mitad del año, el crecimiento global se reduciría en más de medio punto porcentual en 2020, según la OCDE. Pero el retroceso de la actividad va a ser mucho más serio.
A corto plazo, el mayor riesgo para la economía global dependerá del impacto del coronavirus y de la duración del mismo. La situación actual difiere de la de 2008, sobre todo en que en 2019 no está afectado el sistema de pagos, al no haberse iniciado la nueva crisis en el sistema bancario. Pero los gobiernos han adoptado durante demasiado tiempo una política económica desequilibrada en la que ha predominado una política monetaria ampliamente expansiva, y donde la política fiscal ha visto reducir de forma drástica su protagonismo.
Las reacciones económicas de los países de economía más desarrollada, entre ellos España, han sido intensas, rápidas y orientadas a cubrir a las empresas y a los hogares afectados por las medidas de confinamiento. En general se han aportado líneas de crédito, ayudas fiscales y aplazamiento de los pagos de los préstamos hipotecarios. Se ha tratado de ayudar a empresas y hogares a soportar la tormenta, a la vez que se han canalizado recursos al sector de la sanidad.
Un brote duradero de coronavirus que durase más de unos meses plantea serias cuestiones acerca de cómo las medidas encaminadas a actuar durante un plazo reducido y previstas para un ‘shock’ temporal tengan que ser corregidas o reforzadas en un contexto de débil y prolongado crecimiento, bajo nivel de empleo, alta deuda y baja inflación (Laurence Boone, “We may have to prepare for a longer coronavirus crisis”, ‘FT’, 24.3.2020).
Las medidas adoptadas en España aumentarán tanto el déficit público como la deuda pública. “No se puede caer en el error de creer que esta es una situación temporal. El periodo de inactividad anunciado es letal con toda seguridad” (Juan Torres, “Hay alternativas. Pero queda poco tiempo para evitar una catástrofe”, ‘Público’, 23.3.2020). La negativa de Alemania y de Holanda a realizar misiones conjuntas de la Unión Europea frenan el desarrollo de actuaciones de más alcance. La Comunidad de Madrid, cuya densidad de población (833 habitantes por km2) multiplica por diez la del resto de España, concentra gran parte del problema del brote de coronavirus en España. Tiempo habrá para poner en cuestión la racionalidad de la política territorial desarrollada en esta autonomía en los últimos años.
Vocal del Consejo Superior de Estadística del INE. Doctor en CC. Económicas por la UCM (1977). Es Estadístico Superior del Estado, en situación de excedencia, y Economista Titulado del Banco de España, en situación de jubilación. Ha sido consejero de Economía de la Junta de Andalucía, presidente del Banco Hipotecario de España, presidente de Caja de Ahorros de Granada, presidente del Consejo Social de la Universidad de Granada y gerente de la Universidad de Alcalá de Henares. Actualmente es miembro de Economistas frente a la Crisis y de la Plataforma por una Banca Pública.