El mundo árabe que tanto conoce Juan Carlos I es un gran desconocido para Felipe VI. Por falta de interés y oportunidad, el rey no ha cultivado las relaciones con jeques y emires como su padre. En los siete años de reinado que está a punto de cumplir, su agenda internacional ha tenido un marcado perfil occidental que ahora, en plena crisis con Marruecos, muestra sus puntos débiles. El monarca ha tratado de prestigiar la Corona evitando las fraternales relaciones del emérito, pero en el camino se ha dejado una parte intangible e indeterminada de su utilidad.
El último viaje oficial de Juan Carlos I fue al Golfo Pérsico fue en la primavera de 2014, a pocas semanas de abdicar. El entonces monarca emprendió una gira por los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán, Arabia Saudí y Qatar, donde estaban en juego suculentos contratos para las compañías españolas, especialmente para las de infraestructuras. Tal vez un último servicio del todavía rey a los intereses empresariales -la Fiscalía del Supremo podría encontrar algo más- cuando sólo él conocía sus planes de ‘jubilación’.
A Felipe VI le quedan apenas quince días para cumplir el séptimo aniversario de su proclamación. Si se resta más de un año de pandemia, no ha tenido tiempo para cultivar relaciones internacionales como hiciera su padre. Pero lo cierto es que, de todos los viajes oficiales que ha hecho, apenas ha visitado los países árabes.
El viaje del rey a Arabia Saudí estuvo rodeado de polémica y había sido cancelado hasta en dos ocasiones
Estando además sometido a un escrutinio que el exmonarca sólo vivió al final de su reinado, los vuelos del jefe del Estado a esta región del planeta han estado precedidos por las noticias sobre la vulneración de los derechos humanos por parte de sus autoridades y para él ha sido un asunto delicado.
A Arabia Saudí viajó en 2015 para mostrar sus condolencias tras la muerte del rey Abdalá, hermano y predecesor del rey Salman. Estaba prevista otra visita a finales de ese año, pero se canceló hasta en dos ocasiones. Hubo que esperar a 2017 para que aterrizara en Riad y seguir la estela de su padre; se dijo que el objetivo del viaje era mantener las relaciones entre casas reales que cultivó Juan Carlos I y ayudar a las empresas españolas a conseguir contratos en un país donde faltaba democracia pero sobraba dinero para costear grandes construcciones, como el ya famoso Ave a la Meca que se apuntó en el haber y también en el bolsillo del emérito.
La oposición de aquel entonces fue muy crítica con la agenda oficial del monarca, que incluía un almuerzo de Felipe VI con el rey Salman, soberano de un país que practica la discriminación a la mujer, la persecución a la disidencia y la pena de muerte. Pero la visita era fundamental para los intereses económicos españoles, con 2.000 millones de euros en juego para que la empresa pública Navantia construyera cinco corbetas.
Primos, pero lejanos
Algo parecido ocurrió en Marruecos. Tras varios retrasos y cancelaciones, los reyes volaron al país vecino en febrero de 2019. Fue un viaje de Estado exprés que apenas duró 24 horas y que sólo tuvo parada en Rabat. No hicieron un alto en Tánger ni en Casablanca, capital económica donde la clase empresarial española mantiene intereses comerciales y que en esos momentos celebraba la feria internacional del libro con España como país invitado. Pero sí hubo un encuentro privado y una cena de gala con Mohamed VI, ‘primo’ de Felipe VI pero más lejano que Juan Carlos I. Zarzuela hizo lo justo para arropar a la delegación española que acompañaba al jefe del Estado, incluidos cinco ministros entre los que se encontraba el titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, y para justificar los acuerdos bilaterales que se firmaron.

El anterior viaje del hoy monarca a Marruecos fue en junio de 2014, tras su boda con doña Letizia y en el marco de la gira de presentación que emprendieron los recién casados antes de disfrutar de su luna de miel. Poco más ha habido entre ellos. Los hijos de Juan Carlos I y Hassán II mantienen una relación cordial, pero no han heredado los estrechos lazos que unieron a sus padres.
El soberano alauí es capaz de llamar a Felipe VI para quejarse de la Guardia Civil si le retiene mientras navega por aguas jurisdiccionales españolas -lo cuenta en un libro el exministro del Interior, Jorge Fernández Díaz-, pero el disgusto se le pasa si su policía mira para otro lado en la frontera y la atraviesan casi mil personas en una sola jornada. Tampoco pareció acordarse de su ‘primo’ cuando hace unos días abría las puertas con Ceuta para que pasaran unas 8.000 personas en represalia por el ingreso del líder del Frente Polisario y presidente de la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática, Brahim Gali, en un hospital de Logroño.
El conflicto diplomático con Marruecos es un problema para el Gobierno español, pero las crónicas y análisis políticos han fijado su atención en Felipe VI. Durante los últimos 40 años se ha dado por sentado el vínculo entre Zarzuela y las casas reales árabes. También se han dado por hecho los intereses que se ocultaban tras esa fraternal relación, en ocasiones tan útil para las autoridades de nuestro país, y a los que la presunta comisión saudí de 100 millones de dólares que habría recibido Juan Carlos I por el Ave a la Meca ha puesto precio.
Demasiado protocolario
Pero el hoy jefe del Estado, a quien no se le conoce vínculo tan estrecho ni siquiera con las monarquías europeas y que ha llevado su papel institucional a un nuevo nivel, más profesionalizado y ‘occidentalizado’, no tiene el margen de maniobra del que disfrutaba su padre. Su intención de dignificar una Corona desprestigiada por el uso y abuso de las prerrogativas reales no puede permitirse las licencias del periodo juancarlista que hoy son objeto de sendas investigaciones judiciales. Así las cosas, Felipe VI está tratando de ganar el crédito institucional perdido, pero en el camino se está dejando una parte intangible e indeterminada de su utilidad.
La visita en 2019 a Marruecos estuvo precedida por varios aplazamientos y fue más breve de lo habitual
Cuenta La Razón que en Moncloa han llegado a acordarse de Juan Carlos I y su capacidad para arreglan conflictos con sus ‘hermanos’ árabes como el que estallaba en la frontera con Marruecos. Señala también, igual que el resto de medios, que el Ejecutivo trata de reconducir la situación con ayuda de la diplomacia europea, argelina e, incluso, estadounidense, descartando la mediación del jefe del Estado que, en todo caso, usaría como último recurso.
Según El Mundo, el rey se ha puesto a disposición de Pedro Sánchez. Ya mantuvo una conversación con Mohamed VI en abril del pasado año con la excusa de la pandemia, si bien la llamada tuvo lugar días después de que Marruecos aprobara la ampliación de sus aguas territoriales en 200 millas de forma unilateral.
Sin relato propio
Pero el presidente del Gobierno no ha querido usar aún la carta del rey. Por protegerle o porque considera que carece de valor para una empresa como la que tiene entre manos. Precisamente ahora que Felipe VI necesita un relato que justifique el interés general de la monarquía en un país donde corre el riesgo de verse arrinconado en un único espectro político.
Está por ver si las aguas diplomáticas vuelven a su cauce y el Ejecutivo y Zarzuela organizan un nuevo viaje de Estado al país vecino para visibilizar la paz de forma protocolaria con la implicación del monarca español. Pero, de momento, el rey sigue siendo noticia por las novedades judiciales y personales que afectan a su padre. Ahora y tras saberse que la Agencia Tributaria le ha abierto una inspección fiscal al emérito, tarde según La Razón porque en septiembre fue advertida de “posibles contingencias tributarias” por parte del juez del caso Villarejo, Manuel García Castellón, cuenta Voz Populi que el emérito vendrá a España a finales de junio antes de volver a Abu Dabi, donde se está construyendo una vivienda para fijar su residencia de manera permanente.
El medio cita como fuentes a familiares que le han visitado las últimas semanas, personas a las que Juan Carlos I habría asegurado tener “bajo control” la investigación por presunto fraude fiscal tras sus dos recientes regularizaciones y a las que habría asegurado que “no se arrepiente de nada”.
Nada que no quepa esperar del emérito. Nada que aligere la carga que le ha dejado a su hijo el rey.